Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones. --- Antoine de Saint-Exupéry
El primer día de clases en la Lic. en Pedagogía, cuando nos preguntaron por qué decidimos elegir esa carrera, todas mis compañeras afirmaron: "Porque me gustan los niños". Aunque yo no di la misma respuesta, no significa que me desagraden. En realidad, a veces pareciera que no he terminado de crecer y he quedado atrapada en esa tierna edad donde los imposibles no existen, la imaginación reina tu mundo y puedes gastar todas tus energías en reír, correr y jugar.
Si tengo la fortuna de coincidir en un espacio físico y temporal con un niño, sucede para mí la magia. Si ese pequeño me abre la puerta a su mundo infantil yo entro presurosa. Me gusta la mente de los niños y la forma en que invierten su tiempo. En ese sitio no hay prejuicios, no hay pena, hay emoción y hay honestidad ante lo que uno siente en la vida. Si te caes, se vale llorar. Si lloras, lo natural es que se te olvide apenas retomes lo que estabas haciendo. Dejar atrás es más rápido. El tiempo lo percibes diferente. Vives el día y dejas de preocuparte por los planes. Fluyes con lo que tienes y no te angustia lo que sucederá después.
Tal vez lo que más extraño de esa edad es jugar. Los adultos no juegan como los niños, ni se divierten con la simplicidad. La inocencia de los niños cobija sus bromas, de adulto te ríes con la ironía, el sarcasmo y el doble sentido. Cuando eres auténticamente niño (pues los hay maleados y con rumbos torcidos) la pureza sin malas intenciones persiste y te riges por códigos humanos que preservan la armonía y la sana convivencia. Vives curioso por descubrirlo todo. Te atreves a maravillarte ante el arte del saber preguntar. La ansiedad de conocer y saber está inserta en tu piel. Aún no te resignas con "lo que es" y esperas poder descubrir algo nuevo que ningún "grande" haya descubierto aún. Puedes ver con tus ojos lo que tú quieras ver y convertirte en quien gustes. Todo se vale.
Si un niño me concede el honor de jugar con él, revivo mi infancia con alma de adulto. Parezco una intrusa por un segundo, pero el niño me disfraza rápidamente de monstruo, guerrero y juez de concursos sobrenaturales y se olvida de que vengo de fuera, de allá donde la gente es más alta y se discute sobre lo impropio que es desparramarse en el suelo. Puedo volver a jugar y aunque otros adultos me miren con extrañeza, se justifica mi alegría porque entretengo a un pequeño. Cómo amo jugar...
No malinterpreten mis anhelos de la niñez. No pretendo perpetuarnos en esa etapa. El tesoro de la infancia, una vez vivido, también hay que dejarle atrás. La vida es para crecer, madurar tu alma y transformarla. Es natural dejar de ser infante, y sólo puedes darle probaditas a los recuerdos de antaño que encendieron tu corazón. Así es la vida, no hay más. Lo importante radica en vivir lo que te toca cuando lo tienes presente, aprender de cada momento y extraer la sabiduría para los años venideros. Al final, el cúmulo de experiencias y sabias conclusiones, será lo que caracterice tu vida. Hoy, en el Día del Niño, celebra lo que aprendiste siendo niño y aplícalo en tu vida adulta. Las pautas, reglas y filosofía que forjaste en tu infancia. Eso es lo que no debes olvidar. Valoriza tu existencia desde el primer aliento y dale crédito a tus primeros tropiezos y logros, que a la distancia parecen asuntos menores, pero que te llevaron a ser el gran adulto que eres hoy.
Ahora, vive tu juventud y dilucida qué te llevarás de ésta para tu vejez. En nuestra afición a voltear hacia atrás, un día querrás revivir lo que hoy vives y lo añorarás. Así que hoy, asegúrate de diseñar un paisaje que deje satisfecho a tu corazón cuando lo revisites en el futuro. Niño, adolescente, joven, adulto, anciano.... seas lo que seas, lo importante es que lo eres y lo vivas intensamente.
Hoy: Feliz Día a los Niños... y feliz día tengan los demás recordando lo que fue ser niño una vez!!
Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
miércoles, 30 de abril de 2014
martes, 29 de abril de 2014
Tú sólo avanza
Como dijo Steve Jobs, puedes unir los puntos cuando miras hacia atrás.
Mirar al futuro es incierto. Asomar la cabeza en una travesura de espiar lo que pasará mañana es inútil. El futuro no se te develará en detalles, sólo te queda esperar a que llegue y lo vivas en un instante llamado: ahora.
La vida es como emprender un viaje en el que nada te ha sido provisto de primer momento, pero que te van proveyendo de lo que requieres según avanzas. De repente caminas en un desierto que te seca la boca al andar. Tienes mucha sed y te dan una cantimplora. Te desesperas pues lo que quieres es el líquido vital que sacie tu necesidad. Podrías detenerte a lamentar tu suerte y quejarte mientras esperas sentado bajo el sol a que algo suceda. Si decides avanzar y avanzar encuentras un oasis. Entonces agradeces tener una cantimplora a la mano para llenarla de agua y continuar tu andar. En ese viaje, llevas al hombro una mochila muy pesada con todas tus pertenencias. De repente, mientras duermes, alguien se las lleva. No te percatas del robo, sólo sabes que al despertar ya no están. Puedes lamentar que te las quitaran y quejarte. Puedes avanzar en el viaje y descubrir que más adelante tenías que atravesar arenas movedizas, hazaña para la cual te estorbaría tu maleta, pues te hundiría.
Historias así hay varias. Todas con un mismo fin: compartirnos el secreto de no apresurarnos a juzgar los acontecimientos que vivimos. Algunos duelen y te hacen llorar. Otros te encienden por dentro y te hacen vibrar. Sin embargo, todos son pequeñas piezas de un rompecabezas que sólo puede admirarse una vez que ha sido terminado de ensamblar. Sólo cuando has atravesado la dicha y la desdicha, puedes comprender el para qué los viviste. La vida se entiende mejor vista hacia atrás, pero para llegar a ese punto, tienes que seguir avanzando. No te enterarás de lo alto que has subido la montaña, hasta que miras hacia abajo, y no te enterarás de lo alta que es, sino sigues avanzando. La caminata puede robarte tu concentración. No te das cuenta de todo lo que has alcanzado hasta que no te detienes a recuperar el aliento. Es en ese lapso en el que miras hacia abajo y descubres que tu esfuerzo te ha llevado alto y comprender el por qué de todo lo que has atravesado. Además, te enorgulleces de haber continuado y no cesado.
Así nos pasa en la vida. Crecemos y no nos damos cuenta de ello hasta que te das la oportunidad de reflexionarlo. Te has sumergido en ese crecimiento y esmerado tanto en lograrlo, que cuando alguien te lo hacer ver, como un espejo te hace mirar tu reflejo, te sorprende enterarte hasta dónde has llegado. Entonces, todo tiene sentido. Puedes vislumbrar las causas y efectos de todo lo que has vivido y la satisfacción de no haberte detenido te llena por dentro. Una gratitud a la vida te renueva los ánimos. No han sido en vano los sinsabores que viviste, sólo han tardado en sazonar el platillo. Comprendes que los malestrares no son más que fracciones de instantes que se van y que han servido para algo que ahora puedes dimensionar. El entendimiento profundo de esto te permite continuar tu andanza con mayor ligereza, pues cada que te encuentres con una piedra en tu camino, sabrás que está ocurriendo por una razón, que hoy ignoras, pero que te será revelada después. Le das sentido a lo que vives y aprendes a aceptarlo en lugar de resistirte a ello.
En la medida en que dejas de sufrir lo que vives y lo incorporas a tu vida como tal, el viaje es más ligero y disfrutas de lo que venga, sea lo que sea. Porque además, tienes la certeza de que una vez que puedas embonar todas las piezas que te han sido presentadas a lo largo de tu vida, la composición final será hermosa y armónica. Cada pieza habrá aportado un valioso significado a lo grandioso que eres. Sólo es cosa de darse la oportunidad de confiar y avanzar... avanzar... y avanzar.
Mirar al futuro es incierto. Asomar la cabeza en una travesura de espiar lo que pasará mañana es inútil. El futuro no se te develará en detalles, sólo te queda esperar a que llegue y lo vivas en un instante llamado: ahora.
La vida es como emprender un viaje en el que nada te ha sido provisto de primer momento, pero que te van proveyendo de lo que requieres según avanzas. De repente caminas en un desierto que te seca la boca al andar. Tienes mucha sed y te dan una cantimplora. Te desesperas pues lo que quieres es el líquido vital que sacie tu necesidad. Podrías detenerte a lamentar tu suerte y quejarte mientras esperas sentado bajo el sol a que algo suceda. Si decides avanzar y avanzar encuentras un oasis. Entonces agradeces tener una cantimplora a la mano para llenarla de agua y continuar tu andar. En ese viaje, llevas al hombro una mochila muy pesada con todas tus pertenencias. De repente, mientras duermes, alguien se las lleva. No te percatas del robo, sólo sabes que al despertar ya no están. Puedes lamentar que te las quitaran y quejarte. Puedes avanzar en el viaje y descubrir que más adelante tenías que atravesar arenas movedizas, hazaña para la cual te estorbaría tu maleta, pues te hundiría.
Historias así hay varias. Todas con un mismo fin: compartirnos el secreto de no apresurarnos a juzgar los acontecimientos que vivimos. Algunos duelen y te hacen llorar. Otros te encienden por dentro y te hacen vibrar. Sin embargo, todos son pequeñas piezas de un rompecabezas que sólo puede admirarse una vez que ha sido terminado de ensamblar. Sólo cuando has atravesado la dicha y la desdicha, puedes comprender el para qué los viviste. La vida se entiende mejor vista hacia atrás, pero para llegar a ese punto, tienes que seguir avanzando. No te enterarás de lo alto que has subido la montaña, hasta que miras hacia abajo, y no te enterarás de lo alta que es, sino sigues avanzando. La caminata puede robarte tu concentración. No te das cuenta de todo lo que has alcanzado hasta que no te detienes a recuperar el aliento. Es en ese lapso en el que miras hacia abajo y descubres que tu esfuerzo te ha llevado alto y comprender el por qué de todo lo que has atravesado. Además, te enorgulleces de haber continuado y no cesado.
Así nos pasa en la vida. Crecemos y no nos damos cuenta de ello hasta que te das la oportunidad de reflexionarlo. Te has sumergido en ese crecimiento y esmerado tanto en lograrlo, que cuando alguien te lo hacer ver, como un espejo te hace mirar tu reflejo, te sorprende enterarte hasta dónde has llegado. Entonces, todo tiene sentido. Puedes vislumbrar las causas y efectos de todo lo que has vivido y la satisfacción de no haberte detenido te llena por dentro. Una gratitud a la vida te renueva los ánimos. No han sido en vano los sinsabores que viviste, sólo han tardado en sazonar el platillo. Comprendes que los malestrares no son más que fracciones de instantes que se van y que han servido para algo que ahora puedes dimensionar. El entendimiento profundo de esto te permite continuar tu andanza con mayor ligereza, pues cada que te encuentres con una piedra en tu camino, sabrás que está ocurriendo por una razón, que hoy ignoras, pero que te será revelada después. Le das sentido a lo que vives y aprendes a aceptarlo en lugar de resistirte a ello.
En la medida en que dejas de sufrir lo que vives y lo incorporas a tu vida como tal, el viaje es más ligero y disfrutas de lo que venga, sea lo que sea. Porque además, tienes la certeza de que una vez que puedas embonar todas las piezas que te han sido presentadas a lo largo de tu vida, la composición final será hermosa y armónica. Cada pieza habrá aportado un valioso significado a lo grandioso que eres. Sólo es cosa de darse la oportunidad de confiar y avanzar... avanzar... y avanzar.
lunes, 28 de abril de 2014
Pensamientos de una mente TAG
La anticipación de la muerte, es peor que la muerte misma -- Clase Aikido
TAG: Trastorno de Ansiedad Generalizada
El miedo recorre mi cuerpo. Ellos dicen que es un miedo irracional, al contrario, para mí tiene sentido. Los demás no lo comprenden, pero a mí me corroe el terror cada vez que lo imagino. Basta con que cierre los ojos y me visualice dentro de la situación para perder la cabeza y enloquecer. Mis manos sudan, mi respiración se agita, el vértigo amenaza con tirarme al suelo, me falta el aire, presiento que voy a desmayarme y sin embargo, no me desmayo nunca.
Las amenazas persisten. Quiero huir, correr a toda velocidad si enfrento la encrucijada que me hace temblar. La gente me mira sin empatizar y desvaloriza injustamente lo que siento. Es una locura evitar un elevador, un viaje en carretera, un viaje en avión, una noche oscura en el coche, estar de pie en un piso alto dentro de un edificio o adentrarte en un túnel.
La sensación de peligro es constante. Me siento vulnerable ante lo cotidiano y si no controlo mis pensamientos, el roce de la muerte en cada uno de esos momentos asesina mi libertad a cuchilladas de locura. Si le he sobrevivido me percato de lo inútil que es defenderme de lo que no me hace un daño tangible, pero esta pelea no es como la que enfrenta el resto de las personas. Esta lucha la libra mi cuerpo contra mi mente. Yo misma contra quien soy. Y cuando ambos rivales son fuertes y han convivido lado a lado por años, se conocen sus debilidades, aperturas y puntos débiles que les hacen claudicar mutuamente. El esfuerzo de vencerme es exhausto, y me demanda estar alerta cada segundo. Mis fuerzas se desvanecen si la energía que poseo me la han robado los problemas cotidianos. Si no he estado en paz, sé de antemano que seré derrotada. Me dominará un cuerpo temeroso de morir y se alimentará de una mente que le convence de que así será.
Vivir es imposible si se anticipa la muerte en cada respiración. Toda posibilidad de goce se coarta. Imposibilito mi existencia. Cierro los ojos al dormir y estrepitosamente me despierto sudando el agobio de no volver a abrirlos nunca. La idea de morir me acosa y seduce, pero en el trasfondo, es la idea de vivir la que me roba la paz. Morir es fácil; vivir requiere de mi participación. Morir es un acto que no solicita mi permiso, sucederá aunque me resista. Vivir (no sólo existir) exige de mí, y dimensionar que si huyo de esto no consigo más que hacerme daño constante, es el reto a superar.
Y aunque pretendo la muerte, la ironía es descubrir que se requiere morir para poder vivir. Esta dualidad es la que debate mi mente y en una respiración serena puedo encontrar la paz para deliberar. Sólo en calma y con todos mis elementos contenidos en una integridad personal puedo salir victoriosa. Sólo abstrayéndome de lo que pienso y obligándome a tajar la corriente caudalosa del fluir de mis ideas, es que consigo domar a mi cuerpo y mente. Sólo en el blanco del vacío interior puedo recuperar mi vida.
A diario busco una tregua entre la vida y la muerte. A diario tengo que hacerlo. No hay opción si quiero aprovechar el tiempo que no pedí y que se me da. A diario tengo que esforzarme por vivir, hasta que un día, esperanzadamente, goce de hacerlo sin obligarme a ello.
TAG: Trastorno de Ansiedad Generalizada
El miedo recorre mi cuerpo. Ellos dicen que es un miedo irracional, al contrario, para mí tiene sentido. Los demás no lo comprenden, pero a mí me corroe el terror cada vez que lo imagino. Basta con que cierre los ojos y me visualice dentro de la situación para perder la cabeza y enloquecer. Mis manos sudan, mi respiración se agita, el vértigo amenaza con tirarme al suelo, me falta el aire, presiento que voy a desmayarme y sin embargo, no me desmayo nunca.
Las amenazas persisten. Quiero huir, correr a toda velocidad si enfrento la encrucijada que me hace temblar. La gente me mira sin empatizar y desvaloriza injustamente lo que siento. Es una locura evitar un elevador, un viaje en carretera, un viaje en avión, una noche oscura en el coche, estar de pie en un piso alto dentro de un edificio o adentrarte en un túnel.
La sensación de peligro es constante. Me siento vulnerable ante lo cotidiano y si no controlo mis pensamientos, el roce de la muerte en cada uno de esos momentos asesina mi libertad a cuchilladas de locura. Si le he sobrevivido me percato de lo inútil que es defenderme de lo que no me hace un daño tangible, pero esta pelea no es como la que enfrenta el resto de las personas. Esta lucha la libra mi cuerpo contra mi mente. Yo misma contra quien soy. Y cuando ambos rivales son fuertes y han convivido lado a lado por años, se conocen sus debilidades, aperturas y puntos débiles que les hacen claudicar mutuamente. El esfuerzo de vencerme es exhausto, y me demanda estar alerta cada segundo. Mis fuerzas se desvanecen si la energía que poseo me la han robado los problemas cotidianos. Si no he estado en paz, sé de antemano que seré derrotada. Me dominará un cuerpo temeroso de morir y se alimentará de una mente que le convence de que así será.
Vivir es imposible si se anticipa la muerte en cada respiración. Toda posibilidad de goce se coarta. Imposibilito mi existencia. Cierro los ojos al dormir y estrepitosamente me despierto sudando el agobio de no volver a abrirlos nunca. La idea de morir me acosa y seduce, pero en el trasfondo, es la idea de vivir la que me roba la paz. Morir es fácil; vivir requiere de mi participación. Morir es un acto que no solicita mi permiso, sucederá aunque me resista. Vivir (no sólo existir) exige de mí, y dimensionar que si huyo de esto no consigo más que hacerme daño constante, es el reto a superar.
Y aunque pretendo la muerte, la ironía es descubrir que se requiere morir para poder vivir. Esta dualidad es la que debate mi mente y en una respiración serena puedo encontrar la paz para deliberar. Sólo en calma y con todos mis elementos contenidos en una integridad personal puedo salir victoriosa. Sólo abstrayéndome de lo que pienso y obligándome a tajar la corriente caudalosa del fluir de mis ideas, es que consigo domar a mi cuerpo y mente. Sólo en el blanco del vacío interior puedo recuperar mi vida.
A diario busco una tregua entre la vida y la muerte. A diario tengo que hacerlo. No hay opción si quiero aprovechar el tiempo que no pedí y que se me da. A diario tengo que esforzarme por vivir, hasta que un día, esperanzadamente, goce de hacerlo sin obligarme a ello.
domingo, 27 de abril de 2014
¡Foto, foto!
¿Te has percatado de lo que significan las fotos hoy?
Es curioso que la fotografía hoy sea una actividad tan común. Recuerdo que en mi infancia la facilidad de tomar una foto no era como la que se tiene hoy. Tuve que hacer un tremendo esfuerzo por pedir que mis padres me compraran una. Luego de comparar varios modelos de cámaras, valorar los tamaños, los precios, los colores y las funciones, accedieron a regalarme una cámara color amarillo rectangular con una correa negra que le colgaba a uno de sus costados. Era algo fácil de portar y había que tener cuidado para introducir el rollo fotográfico. Algo había de especial en esa tarea, que de no ser bien ejecutada arriesgaba que el rollo se "velara". Había que hacerlo con destreza.
Ignorabas la calidad de tu foto hasta que fuera revelada. Esto hacía angustiante el proceso a mi edad. Apretaba el botón y me esforzaba por obtener una buena toma, que cuando me entregaban los resultados en la tienda me decepcionaba. El sobre que me entregaban contenía fotos que habían sido arruinadas por mi pulgar que salía en primer plano. Desenfocadas otras tantas y con exagerada falta de luz en los espacios cerrados. Para corregir todos mis errores tenía que esperar a que otro rollo se terminara. El proceso de aprendizaje de tomar fotografías era más lento, pero era genial tener una cámara, pues no todos los niños de mi edad se interesaban en darse ese lujo. Era raro tener una cámara a la mano.
Actualmente ocurre lo contrario. En cualquier sitio alguien está tomando una foto. Ese "alguien" me pregunto si habría estado tomando una foto en ese preciso instante, si hubiera estado situado décadas atrás y hubiera tenido que comprar una cámara que no estuviera incluida en su celular. Hoy todos (o casi todos) parecen aficionados a la fotografía. Esta actividad se ha convertido en parte de lo que todos hacemos. Lo cotidiano y simple amerita una foto. La comida amerita una foto. La mascota amerita una foto. El tráfico amerita una foto. Un letrero amerita una foto. Incluso sospecho que en el pasado se la pensaban más antes de organizar una foto de grupo entre amigos. Ahora basta con que todos se arrimen y apretujen un poco para caber en el foco de la cámara, que alguien extiende con su brazo apuntando hacia ellos. Y hoy todo amerita decir: ¡foto, foto!
La accesibilidad para tomar una es sorprendente. Sean buenas o malas tomas, no importa, lo esencial es que capturaste el instante para siempre. Me imagino que para eso fue pensado en primer lugar el asunto de tomar una foto: perpetuar el ahora. La foto es la respuesta más sencilla a la búsqueda de la trascendencia, y para adornar más sus beneficios, la tecnología nos permite compartirla con otros al instante. El juego de tomar fotos conmemora lo que somos, lo que nos gusta, lo que nos disgusta, lo que nos quita el aliento... nos facilita "recordar" y "compartir". Hace de nuestras memorias un objeto tangible y viable para difundir.
Lo maravilloso es la cantidad de aficionados a esto. ¿Qué otras actividades ganarían adeptos si su accesibilidad fuera así de cómoda y ágil? ¿Cuántas personas descubrirían un interés en una actividad si se las hacemos más cercana a ellas? Me intriga pensar en ello. ¿Será cuestión de accesibilidad o también de popularidad? ¿Qué hace que tomar fotos sea algo que hoy se practique tanto? Más allá de que se aplique la técnica al hacerlo, definitivamente es un recurso del que muchísimos participan.
Siempre hay alguien tomando una foto o viendo una. Y siendo tan fácil tomarla, no se desperdicia la oportunidad de hacerlo si la tienes.
Así que en esta época de la fotografía aficionada, ¡sonríe! Y si no te gusta la foto, repítela. Finalmente es como todo en la vida: si no te gusta lo que ves, hazla otra vez hasta que te salga bien.
Tomen muchas fotos y recuerden: disfruten los instantes que los ameritan, para que sus fotos reflejen honestamente lo genial que fue vivirlos.
sábado, 26 de abril de 2014
Los cumpleaños
La vida sonríe
Abres los ojos, miras a tu alrededor y te percatas de que no estás solo. Es una fracción de segundo lo que dura el hallazgo. Tu corazón late deprisa por la emoción que procura contener para no saltar de tu pecho. Tu respiración es tranquila, como cuando duermes profundamente por la noche. Naturalmente, descubres lo que siempre ha estado ahí: tu felicidad.
A veces es necesario escaparse de la rutina y dedicar una pausa para que te enteres. Aunque siempre están ahí las razones, no las adviertes por la inercia del día a día, pero ahí están. Creo que por eso tenemos la necesidad de crearnos tradiciones que nos obliguen a poner un alto y recordar lo que somos y tenemos, de otro modo, aún teniéndolo frente a nuestros ojos no lo veríamos.
Un cumpleaños es uno de esos momentos. El aniversario de nuestra llegada al mundo nos otorga una pauta para hacer algo distinto a lo de siempre; o para hacer de lo de siempre algo especial. Para reunir a los que queremos alrededor de un pastel. Reír de tonterías, carcajearnos de la vejez y conmemorar los aspectos más sencillos que tiene la vida como llenarte de abrazos y buenos deseos. Ese día recuerdas que hay detalles en la vida que te contentan el corazón.
También te maravillas al ser parte de ese festejo que no es tuyo. Festejar a un amigo se convierte en un acontecimiento genial cuando ves lo que el aprecio y cariño por alguien puede hacer. Si fluyes con lo que ocurre y te dejas de prejuicios, miedos, expectativas y desganas, confabulas una fiesta sorprendente. Es cautivador lo que el amor y el interés por un amigo pueden conseguir.
Las ganas de dormir y quedarte en casa se vencen. La poca afinidad a sitios estruendosos carece de importancia. El cansancio luego de un largo viaje en carretera no te roba los ánimos. Cancelas otros eventos que se agendan al mismo tiempo, y también cruzas la ciudad de frontera a frontera para poder estar presente. Ignoras los malentendidos con otras personas y las tristezas que te agobian las sueltas para estar y atender esa amistad. Es un deber estar ahí, y ningún contrato que hayas firmado te obliga a hacerlo. Es una fuerza más grande la que te mueve, algo más trascendental.
La magia de celebrar a un amigo puede unir a las personas y recordarles que lo verdaderamente importante es convivir y gozarse mutuamente. Verse a la cara, sentir la alegría, admirar las sonrisas y entender que no estás solo. Una fiesta de cumpleaños te revive y anima. Es un pedacito de tiempo, en el que si te dejas, te llena de agradecimiento y satisfacción, porque te lo presenta directamente y claro: lo que realmente importa, son las personas que tienes a tu alrededor. Lo que haces por ellas y lo que ellas hacen en ti. Esos lazos que te tocan las entrañas y te hacen sonreír, porque la vida está para sentirlos, para atiborrarte de ellos y gozarlos. Los lazos con tus amigos y familia, son parte esencial de lo que celebras por estar vivo. Por eso están ahí contigo al apagar las velas.
Feliz cumpleaños a mis amigos y familia que cumplen años en este fin de semana. Es un honor tenerlos en mi vida y participar de la suya.
Y a las personitas que me encuentro en esas celebraciones, gracias porque puedo llamarles "Mis amigos."
¡A celebrar!
Abres los ojos, miras a tu alrededor y te percatas de que no estás solo. Es una fracción de segundo lo que dura el hallazgo. Tu corazón late deprisa por la emoción que procura contener para no saltar de tu pecho. Tu respiración es tranquila, como cuando duermes profundamente por la noche. Naturalmente, descubres lo que siempre ha estado ahí: tu felicidad.
A veces es necesario escaparse de la rutina y dedicar una pausa para que te enteres. Aunque siempre están ahí las razones, no las adviertes por la inercia del día a día, pero ahí están. Creo que por eso tenemos la necesidad de crearnos tradiciones que nos obliguen a poner un alto y recordar lo que somos y tenemos, de otro modo, aún teniéndolo frente a nuestros ojos no lo veríamos.
Un cumpleaños es uno de esos momentos. El aniversario de nuestra llegada al mundo nos otorga una pauta para hacer algo distinto a lo de siempre; o para hacer de lo de siempre algo especial. Para reunir a los que queremos alrededor de un pastel. Reír de tonterías, carcajearnos de la vejez y conmemorar los aspectos más sencillos que tiene la vida como llenarte de abrazos y buenos deseos. Ese día recuerdas que hay detalles en la vida que te contentan el corazón.
También te maravillas al ser parte de ese festejo que no es tuyo. Festejar a un amigo se convierte en un acontecimiento genial cuando ves lo que el aprecio y cariño por alguien puede hacer. Si fluyes con lo que ocurre y te dejas de prejuicios, miedos, expectativas y desganas, confabulas una fiesta sorprendente. Es cautivador lo que el amor y el interés por un amigo pueden conseguir.
Las ganas de dormir y quedarte en casa se vencen. La poca afinidad a sitios estruendosos carece de importancia. El cansancio luego de un largo viaje en carretera no te roba los ánimos. Cancelas otros eventos que se agendan al mismo tiempo, y también cruzas la ciudad de frontera a frontera para poder estar presente. Ignoras los malentendidos con otras personas y las tristezas que te agobian las sueltas para estar y atender esa amistad. Es un deber estar ahí, y ningún contrato que hayas firmado te obliga a hacerlo. Es una fuerza más grande la que te mueve, algo más trascendental.
La magia de celebrar a un amigo puede unir a las personas y recordarles que lo verdaderamente importante es convivir y gozarse mutuamente. Verse a la cara, sentir la alegría, admirar las sonrisas y entender que no estás solo. Una fiesta de cumpleaños te revive y anima. Es un pedacito de tiempo, en el que si te dejas, te llena de agradecimiento y satisfacción, porque te lo presenta directamente y claro: lo que realmente importa, son las personas que tienes a tu alrededor. Lo que haces por ellas y lo que ellas hacen en ti. Esos lazos que te tocan las entrañas y te hacen sonreír, porque la vida está para sentirlos, para atiborrarte de ellos y gozarlos. Los lazos con tus amigos y familia, son parte esencial de lo que celebras por estar vivo. Por eso están ahí contigo al apagar las velas.
Feliz cumpleaños a mis amigos y familia que cumplen años en este fin de semana. Es un honor tenerlos en mi vida y participar de la suya.
Y a las personitas que me encuentro en esas celebraciones, gracias porque puedo llamarles "Mis amigos."
¡A celebrar!
viernes, 25 de abril de 2014
Viernes social
El maldito riesgo de encontrarte a tu ex
Está dicho que recuperar las andanzas de tu vida social es parte del proceso de bienvenida y celebración de tu regreso a la soltería. Es una especie de ritual. Tiene sus reglas, sus desventuras y su celebración una vez que lo lograste. Salir a la fiesta es en sí sencillo. No requiere de mucho. En situación normal, básicamente consiste en salir de tu casa y asistir a un sitio que cumpla con los criterios que te aseguren diversión según tu personalidad. No hay más que eso. Sin embargo, salir a divertirse, cuando los amigos en común, los sitios en común y la forma de divertirse en común con tu ex acechan; vuelve tu salida en viernes peligrosa. Existe una diminuta y real posibilidad de encontrarte con él. Lo peor: encontrarte con él acompañado de alguien más. Peor aún: encontrarte con él acompañado de una mujer candente e inteligente, hermosa por fuera y aparentemente por dentro. (O una mujer terriblemente fea que te indigne si por "eso" te dejó) La amenaza es: encontrarte con "tu sustituta."
Así que, para regresar a la vida social en ese breve período de dolencia fresca en tu corazón, requiere de tu parte una sobre exigencia como plan en caso de que te encuentres en el aprieto de enfrentar a tu exnovio. Lo más irónico, es que por muy preparada que estés... va a doler.
Sabemos de antemano los usuales consejos planteados que te suponen una ventaja en este tipo de situaciones. El primero y más popular: ¡arréglate como nunca! Ese día estrenas ropa, usas los tacones con los que no sabes caminar, usas el vestido ajustado que mejor le va a tu figura y "metes la panza" así tengas que evitar respirar. Tu cabello está sedoso y no te concedes mover tu cabeza para no desarreglar el peinado perfecto que has tardado horas en el baño para conseguir. Tu maquillaje te queda hermoso y no cabe duda: estás lista para conquistar a cualquier hombre que te encuentres a tu paso.
La realidad es que aún con la maravillosa facha con que te presentes. La actitud es la que marca la postura que quieres defender. Ésta debes tenerla clara de antemano. ¿Quieres presumirle de lo que se perdió? ¿Quieres tentarlo a ver si cae para una última despedida romántica? ¿Quieres una probadita de lo que es estar con él una noche más? ¿Quieres demostrarle que lo has dejado atrás y no te importa su existencia? Cualquiera es válida siempre y cuando la tengas clara.
Y según lo que decidas será tu proceder. Lo frustrante sería que con tu arreglo y actitud anhelaras una oportunidad de cambio y vuelta a lo que tenían. Creer que mágicamente se le abrirán los ojos que había tenido ciegos ante lo maravillosa que eres, y súbitamente te pida regresar de novio contigo es mínimamente probable, por no decir imposible (aunque en realidad lo imposible puede ser posible si nos las ingeniamos). Ignoro si eso le ha funcionado a alguien, pero más allá de un rato de coquetería e insinuaciones o una noche de pasión, nada más va a ocurrir si la relación ha sido oficialmente concluida con todos sus estatutos definidos.
Por ende... ¡qué más da lo que suceda esa noche! Por unas horas compartirás el mismo espacio terrenal y respirarán del mismo aire. Él estará ahí en lo suyo y tú estarás ahí en lo tuyo. Si lo meditas, tu actuación no afectará el resultado final. Suceda lo que suceda, al final de la noche, cada uno se irá por su lado, y la normalidad previa al encuentro volverá a la mañana siguiente. Tal vez te enredes un rato pensando en lo que "hubieras podido decir" o en lo que "hubieras podido hacer". Sin embargo, el desenlace sería igual, los hechos permanecen intactos. Lo único que podrías perder es la paz que tanto te has esforzado en tener.
Esa paz de la que hablamos es la que debes defender a toda costa durante ese encuentro fortuito que te regala la vida. Tu calma, tu serenidad y tu tranquilidad son los elementos en los que debes enfocarte. Si saludarlo te da paz, hazlo. Si charlar un rato con él lo hace, hazlo. Si ignorarlo toda la noche te da paz, hazlo. Tú sabrás qué es lo que mejor te va. El criterio de elección de cómo enfrentar la situación es ese: Haz lo que verdaderamente te de paz. ¡¡Protégela!! Una vez alguien me dijo: "Defiende tu paz, que es lo único que verdaderamente tienes, ni siquiera la vida, porque esa es prestada". (Sensei Josué Novoa) Así que cuando él se marche del sitio o tú lo hagas primero, que no te quede un sinsabor en la boca, ni una añoranza o decepción provocada por la expectativa quebrantada. No esperes ni anticipes sus movimientos. Evita analizarlo como espécimen en laboratorio y vuelve la mirada en ti. Estarás tranquila ante lo que ocurra.
A veces dedicamos horas a idear planes alternos de acción emergente cuando nos encontremos al exnovio. Tramamos opciones y tejemos redes que provoquen el efecto deseado en él. ¿Por qué no dejar eso de lado y atender el efecto que él cause en ti? Todo se reduce a que tengas claro qué te da paz. Ese estado por el que te has esforzado en recuperar tras la ruptura es el que no quieres perder. Reflexiona qué te mantiene así, y ve tras ello. La vida continúa y podrías evitar volver a ella, pero es tan breve y sorprendente, que por un hombre no vale la pena que te la pierdas. La vida es superior a esa mala experiencia, así que respira hondo y ¡a seguir!
Disfruten todos su viernes social. (aunque te quedes en casa, disfrútalo) Y suceda lo que suceda, recuerda: la vida es aquí y ahora.
Que tengan un genial viernes.
Está dicho que recuperar las andanzas de tu vida social es parte del proceso de bienvenida y celebración de tu regreso a la soltería. Es una especie de ritual. Tiene sus reglas, sus desventuras y su celebración una vez que lo lograste. Salir a la fiesta es en sí sencillo. No requiere de mucho. En situación normal, básicamente consiste en salir de tu casa y asistir a un sitio que cumpla con los criterios que te aseguren diversión según tu personalidad. No hay más que eso. Sin embargo, salir a divertirse, cuando los amigos en común, los sitios en común y la forma de divertirse en común con tu ex acechan; vuelve tu salida en viernes peligrosa. Existe una diminuta y real posibilidad de encontrarte con él. Lo peor: encontrarte con él acompañado de alguien más. Peor aún: encontrarte con él acompañado de una mujer candente e inteligente, hermosa por fuera y aparentemente por dentro. (O una mujer terriblemente fea que te indigne si por "eso" te dejó) La amenaza es: encontrarte con "tu sustituta."
Así que, para regresar a la vida social en ese breve período de dolencia fresca en tu corazón, requiere de tu parte una sobre exigencia como plan en caso de que te encuentres en el aprieto de enfrentar a tu exnovio. Lo más irónico, es que por muy preparada que estés... va a doler.
Sabemos de antemano los usuales consejos planteados que te suponen una ventaja en este tipo de situaciones. El primero y más popular: ¡arréglate como nunca! Ese día estrenas ropa, usas los tacones con los que no sabes caminar, usas el vestido ajustado que mejor le va a tu figura y "metes la panza" así tengas que evitar respirar. Tu cabello está sedoso y no te concedes mover tu cabeza para no desarreglar el peinado perfecto que has tardado horas en el baño para conseguir. Tu maquillaje te queda hermoso y no cabe duda: estás lista para conquistar a cualquier hombre que te encuentres a tu paso.
La realidad es que aún con la maravillosa facha con que te presentes. La actitud es la que marca la postura que quieres defender. Ésta debes tenerla clara de antemano. ¿Quieres presumirle de lo que se perdió? ¿Quieres tentarlo a ver si cae para una última despedida romántica? ¿Quieres una probadita de lo que es estar con él una noche más? ¿Quieres demostrarle que lo has dejado atrás y no te importa su existencia? Cualquiera es válida siempre y cuando la tengas clara.
Y según lo que decidas será tu proceder. Lo frustrante sería que con tu arreglo y actitud anhelaras una oportunidad de cambio y vuelta a lo que tenían. Creer que mágicamente se le abrirán los ojos que había tenido ciegos ante lo maravillosa que eres, y súbitamente te pida regresar de novio contigo es mínimamente probable, por no decir imposible (aunque en realidad lo imposible puede ser posible si nos las ingeniamos). Ignoro si eso le ha funcionado a alguien, pero más allá de un rato de coquetería e insinuaciones o una noche de pasión, nada más va a ocurrir si la relación ha sido oficialmente concluida con todos sus estatutos definidos.
Por ende... ¡qué más da lo que suceda esa noche! Por unas horas compartirás el mismo espacio terrenal y respirarán del mismo aire. Él estará ahí en lo suyo y tú estarás ahí en lo tuyo. Si lo meditas, tu actuación no afectará el resultado final. Suceda lo que suceda, al final de la noche, cada uno se irá por su lado, y la normalidad previa al encuentro volverá a la mañana siguiente. Tal vez te enredes un rato pensando en lo que "hubieras podido decir" o en lo que "hubieras podido hacer". Sin embargo, el desenlace sería igual, los hechos permanecen intactos. Lo único que podrías perder es la paz que tanto te has esforzado en tener.
Esa paz de la que hablamos es la que debes defender a toda costa durante ese encuentro fortuito que te regala la vida. Tu calma, tu serenidad y tu tranquilidad son los elementos en los que debes enfocarte. Si saludarlo te da paz, hazlo. Si charlar un rato con él lo hace, hazlo. Si ignorarlo toda la noche te da paz, hazlo. Tú sabrás qué es lo que mejor te va. El criterio de elección de cómo enfrentar la situación es ese: Haz lo que verdaderamente te de paz. ¡¡Protégela!! Una vez alguien me dijo: "Defiende tu paz, que es lo único que verdaderamente tienes, ni siquiera la vida, porque esa es prestada". (Sensei Josué Novoa) Así que cuando él se marche del sitio o tú lo hagas primero, que no te quede un sinsabor en la boca, ni una añoranza o decepción provocada por la expectativa quebrantada. No esperes ni anticipes sus movimientos. Evita analizarlo como espécimen en laboratorio y vuelve la mirada en ti. Estarás tranquila ante lo que ocurra.
A veces dedicamos horas a idear planes alternos de acción emergente cuando nos encontremos al exnovio. Tramamos opciones y tejemos redes que provoquen el efecto deseado en él. ¿Por qué no dejar eso de lado y atender el efecto que él cause en ti? Todo se reduce a que tengas claro qué te da paz. Ese estado por el que te has esforzado en recuperar tras la ruptura es el que no quieres perder. Reflexiona qué te mantiene así, y ve tras ello. La vida continúa y podrías evitar volver a ella, pero es tan breve y sorprendente, que por un hombre no vale la pena que te la pierdas. La vida es superior a esa mala experiencia, así que respira hondo y ¡a seguir!
Disfruten todos su viernes social. (aunque te quedes en casa, disfrútalo) Y suceda lo que suceda, recuerda: la vida es aquí y ahora.
Que tengan un genial viernes.
jueves, 24 de abril de 2014
Decidir un día 24 de abril
Una melodía conocida suena en el piano. Es la canción que hicimos nuestra. Nunca lo dijimos como tal, simplemente la adoptamos en nuestros sueños. La elegiste porque al escucharla antes de dormir te hacía recordarme y te arrullaba tranquilo. La elegí porque la película con la que siempre te molesto la lleva como canción. Nos acompañó y fue testigo de nuestro romance. Nos vio sonreír, gozar y enamorarnos, pero hoy su música suena con notas bajas y un ritmo triste cuando la escucho en el trasfondo de mis pensamientos. No causa el efecto de antes, duele la ejecución de su partitura porque me recuerda que ha llegado el tiempo de decidir.
Más de un año. La vida se escurre entre instantes apresurados que se acaban en lo que dura un respiro. Un año es imperceptible cuando te has mantenido ocupada. Así me ha pasado contigo. No me he percatado de las muchas hojas que he arrancado del calendario por perderme en tus ojos café claro. La historia que hemos escrito es vasta, completa y variada. Tiene giros inesperados al voltear la página. Renglones que te sacuden y frases con las que te comes las uñas ansiando leer más. Dos personajes interesantes y nudos entretenidos. Sin embargo, posee un trama en declive avanzados los capítulos. Párrafos monótonos, planteamientos que conducen a la nada... y un lector exhausto de tanta decepción, que aclama por un desenlace liberador.
En el conteo final que resulta de poner las ventajas y desventajas sobre una balanza, aún cuando lo reclamo, no me atrevo a mirar el resultado. La razón insiste determinante en mirar para decidir. Mi corazón terco e ingenuo se ilusiona buscando en los recovecos de mi memoria migajas para sumar a favor nuestro. En la búsqueda de sabiduría para elegir, me encuentro frustrada aún más cuando cuento el relato que me trajo hasta aquí. Escuchar mi narración me regresa cual espejo la percepción inequívoca de lo absurdo que es no poder defender ni mi propia versión. Es un caso que ya tiene dictaminada su resolución. No hay pruebas que ayuden al defensor a librarle un juicio favorable. Es obvio a la luz de la razón: está perdido.
¿Por qué es tan difícil fluir con la respuesta? Culpo a esos ojos café que me hostigan cuando duermo; a esa sonrisa de dientes salvajes que no obedecen al orden de la estética. A ese cabello rebelde que las tijeras doman de vez en vez. A ese cuerpo esculpido que me atonta cuando lo miro. A los comentarios chuscos que siempre fueron inoportunos cuando quería ser seria. A la torpeza que tienes para enamorarme y al simbolismo con el que nos habló el universo para cultivar en nosotros la idea de estar hechos el uno para el otro. Culpo a tus ocurrencias, a tu maestría para mantener la serenidad, a las frases románticas que hilvanaste en las noches para saciar mi sed de romanticismo y culpo más aún a ese idioma que sólo tú y yo nos hablamos hablando de amor.
Te culpo a ti por lo que significas para mí. Por lo que haces de mí con tu compañía y por lo que he visto que hago en ti cuando estás conmigo. Por todo lo que una vez creamos, pero que hoy deshacemos con descuido. Por la canción que hace meses entonamos juntos al unísono y que hoy tarareamos cada uno por su lado.
Me culpo por no poder dejarte ir, por la decisión imperante que me arrebata mis horas de dormir. El desenlace es lo que sigue, ya no hay trama que continuar, no más nudos que desanudar. ¿Qué mantendrá cautivada su lectura a partir de aquí? ¿Qué la hará emocionante y quitará la respiración? Esta historia es sólo interesante cuando la escribimos los dos, y siento que sólo yo sostengo la pluma. Tu mano se ausenta y la página en blanco te extraña. Yo te extraño.
Más de un año. La vida se escurre entre instantes apresurados que se acaban en lo que dura un respiro. Un año es imperceptible cuando te has mantenido ocupada. Así me ha pasado contigo. No me he percatado de las muchas hojas que he arrancado del calendario por perderme en tus ojos café claro. La historia que hemos escrito es vasta, completa y variada. Tiene giros inesperados al voltear la página. Renglones que te sacuden y frases con las que te comes las uñas ansiando leer más. Dos personajes interesantes y nudos entretenidos. Sin embargo, posee un trama en declive avanzados los capítulos. Párrafos monótonos, planteamientos que conducen a la nada... y un lector exhausto de tanta decepción, que aclama por un desenlace liberador.
En el conteo final que resulta de poner las ventajas y desventajas sobre una balanza, aún cuando lo reclamo, no me atrevo a mirar el resultado. La razón insiste determinante en mirar para decidir. Mi corazón terco e ingenuo se ilusiona buscando en los recovecos de mi memoria migajas para sumar a favor nuestro. En la búsqueda de sabiduría para elegir, me encuentro frustrada aún más cuando cuento el relato que me trajo hasta aquí. Escuchar mi narración me regresa cual espejo la percepción inequívoca de lo absurdo que es no poder defender ni mi propia versión. Es un caso que ya tiene dictaminada su resolución. No hay pruebas que ayuden al defensor a librarle un juicio favorable. Es obvio a la luz de la razón: está perdido.
¿Por qué es tan difícil fluir con la respuesta? Culpo a esos ojos café que me hostigan cuando duermo; a esa sonrisa de dientes salvajes que no obedecen al orden de la estética. A ese cabello rebelde que las tijeras doman de vez en vez. A ese cuerpo esculpido que me atonta cuando lo miro. A los comentarios chuscos que siempre fueron inoportunos cuando quería ser seria. A la torpeza que tienes para enamorarme y al simbolismo con el que nos habló el universo para cultivar en nosotros la idea de estar hechos el uno para el otro. Culpo a tus ocurrencias, a tu maestría para mantener la serenidad, a las frases románticas que hilvanaste en las noches para saciar mi sed de romanticismo y culpo más aún a ese idioma que sólo tú y yo nos hablamos hablando de amor.
Te culpo a ti por lo que significas para mí. Por lo que haces de mí con tu compañía y por lo que he visto que hago en ti cuando estás conmigo. Por todo lo que una vez creamos, pero que hoy deshacemos con descuido. Por la canción que hace meses entonamos juntos al unísono y que hoy tarareamos cada uno por su lado.
Me culpo por no poder dejarte ir, por la decisión imperante que me arrebata mis horas de dormir. El desenlace es lo que sigue, ya no hay trama que continuar, no más nudos que desanudar. ¿Qué mantendrá cautivada su lectura a partir de aquí? ¿Qué la hará emocionante y quitará la respiración? Esta historia es sólo interesante cuando la escribimos los dos, y siento que sólo yo sostengo la pluma. Tu mano se ausenta y la página en blanco te extraña. Yo te extraño.
Doy vueltas y vueltas sin tomar una decisión. Me aferro a los
pretextos y a la esperanza que hace lo imposible por mantenerse en pie. La
música en el piano se extingue, se oscurece. Una nota suena y luego de un
prolongado silencio, otra nota más. ¿Dónde estás? Tengo que decidir, y la ironía que duele más es saber que ya ni estás aquí.
miércoles, 23 de abril de 2014
Las "suegris"
Esa que ves, no sólo será tu suegra, sino también la abuelita de tus hijos.
No sé cómo les haya ido a ustedes en la feria, pero en lo personal, algunas visitas a ésta han sido gratas y otras ingratas. Así es, en las experiencias de la vida, todo es posible.
Una relación amorosa en sí tiene sus complejidades y por si fueran pocas, la vida se jacta de regalarte pruebas con buenas intenciones de su parte. Sólo que, me pregunto si un día te dará un respiro... lo dudo. Y es así como se añade el ingrediente extra a la relación amorosa con tu novio. Un ingrediente peculiar e innecesario: La Suegra. (que aunque viene de ambos lados, la que es madre del hombre es la que vamos a abordar)
Como decía, este ingrediente puede sazonar tu relación o quitarle sabor. En lo que a mí respecta, las singularidades de aquellas que le quitan sabor son las que te remiten a anécdotas graciosas una vez que las superas. Al principio resultan un calvario, un camino en el desierto sin agua en tu cantimplora, una piedra en tu zapato que no puedes quitar aunque le sacudas. Está ahí, imperiosa y constante.
Este tipo de suegras viene en diversas presentaciones y con diferentes historias que le justifican. Están aquellas que han adoptado a sus hijos como pareja, están aquellas que han conservado a sus hijos como niños pequeños y están otras que se han convertido en niñas cuyos hijos son sus padres. El asunto es tan complejo y profundo, que especialistas profesionales en el tema le dedican extensas sesiones en terapia a casos de esta índole.
Como sea, lo que nos atañe a nosotros no es tanto el entendimiento de las causas, sino los relatos que extraemos de esto. El minuto a minuto que narramos cuando lo vivimos. Nuestras emociones que florecen con sus acciones, el asombro que suscitan y acaban con nuestra incredulidad cuando aprendemos de lo que son capaces. Esa mágica y exasperante sensación de comprender que, es real, aún no lo has visto todo, porque pueden hacer "eso" y mucho más.
El suceso más común son las llamadas interminables a su celular. Así es, recibe más llamadas de su mamá, que de su propio jefe. Si ha anochecido, las llamadas serán recurrentes, porque el riesgo romántico de la noche es motivo de susto para ella. Entonces se asegurará de interrumpir cualquier gesto amoroso entre tú y él. Ella impedirá que suceda y marcará a su celular una, dos, tres y hasta cuatro veces si es necesario. Otro suceso aterrador, es ese en el que el silencio se termina tras una sencilla pregunta que brota de sus labios: "¿La quieres más a ella que a mí?" "Ella" eres tú, claro. Se inicia entonces una fatídica guerra, donde el novio queda a merced de decir la verdad, decir una mentirijilla piadosa o responder lo más condescendiente posible. Como sea, si esta suegra es de este modo, es porque ya sabemos qué tipo de respuesta recibirá; una en la que definitivamente no le romperá el corazón de madre y tú formarás parte de ese turbio triángulo amoroso.
Estas suegras están dispuestas a dar pelea. Así es, tienen la espada desenvainada para proteger a sus tesoros y su cómoda situación con ellos. Están las que frente a ti buscarán colarse entre sus brazos. Sí, las hay. Si creías que el caminar por la calle tomada de la mano de tu novio era un gesto exclusivo para ti, te han engañado. Sabemos que hay suegras que se debatirán el brazo que queda al aire para caminar juntito y cerquita de sus hijos, mientras tú le acoges cariñosamente su otra mano. Irán los tres por la calle disfrutando del paisaje. (Nótese que en situación de enfermedad, convalecencia u otro impedimento físico tendría sentido, pero si no es así: ¡¿por qué lo hacen?!)
¿Qué tal la tradicional comparación sobre tu dominio del arte culinario? Algunas suegras están tan preocupadas por la nutrición de sus hijos, que harán que pases la prueba de: "Cocinar como yo". Porque claro está que necesitan constatar que tú no serás la culpable de bajar sus niveles de proteínas, grasas, fibra, hidratos de carbono y agua... ¡Mentira! Esta lucha de quién tiene el mejor sazón, quién cocina mejor, a quién le sale mejor el platillo tradicional mexicano de la receta antiquísima de la familia es absurda. Sin embargo, hay quien te la hace pasar. Tu desempeño en la prueba te ameritará un juicio con el que tendrás que vivir. Es así... resígnate.
Que si limpias la casa, que si sabes planchar, que si no te sabes arreglar, que si tratas o no tratas a su hijo... el escrutinio de una suegra de este tipo encontrará tus fallas y las señalará. Jugará a ganar su lugar y su posición como la única mujer en la vida de su hijo. En mayor o menor grado, la contienda te espera y no te queda más que aprender a usar los guantes de box en el cuadrilátero. Puedes tirar el mejor gancho y ganar en un round o poner las dos mejillas y recibir con dignidad los golpes del contrario sin límite de tiempo. Tú eliges cómo participar en la inevitable rivalidad con la suegra, sólo asegúrate de velar por lo principal: la relación con tu novio. ¿Por eso estás ahí, cierto?
Las suegras... ¿qué nos tienen preparado esta vez?
Como sea que te resulte tu visita en la feria, sea buen día o mal día, hay que tener presente una realidad. Ellas engendraron y dieron vida al hombre del que te has enamorado. Ellas le educaron y le dieron la formación, que bien o mal, es la que te ha fascinado a ti. Es a quien le debes la existencia de tu novio. Así que si la relación vale la pena lo suficiente como para vivir esas aventuras a lado de la madre de tu hombre y encuentras la forma de congeniar sin sufrir... ¡adelante, ya la hiciste! Por otro lado, considera que aunque quisiéramos hacernos de la vista gorda y no ver lo que está frente a nosotros con su enorme tamaño: tu suegra y tú no sólo estarán unidas por este novio tuyo, sino también, a la larga, por esa tierna relación de abuelita - nietos que se estrenará en el futuro. Y ella va a influir en ellos, como cualquiera influye en el otro en una interacción humana. I-n-e-v-i-t-a-b-l-e.
Así que piénsalo, medítalo, reflexiónalo y no te mientas a ti misma. Tú mejor que cualquiera conoces tus cartas. Juégalas como a ti te plazca y... ánimo, ninguna suegra es perfecta, pero puedes aprender a amarlas como son. (Si es que no las matas primero)
¡Ánimo y ríete de tu suerte, que la feria no dura para siempre!
No sé cómo les haya ido a ustedes en la feria, pero en lo personal, algunas visitas a ésta han sido gratas y otras ingratas. Así es, en las experiencias de la vida, todo es posible.
Una relación amorosa en sí tiene sus complejidades y por si fueran pocas, la vida se jacta de regalarte pruebas con buenas intenciones de su parte. Sólo que, me pregunto si un día te dará un respiro... lo dudo. Y es así como se añade el ingrediente extra a la relación amorosa con tu novio. Un ingrediente peculiar e innecesario: La Suegra. (que aunque viene de ambos lados, la que es madre del hombre es la que vamos a abordar)
Como decía, este ingrediente puede sazonar tu relación o quitarle sabor. En lo que a mí respecta, las singularidades de aquellas que le quitan sabor son las que te remiten a anécdotas graciosas una vez que las superas. Al principio resultan un calvario, un camino en el desierto sin agua en tu cantimplora, una piedra en tu zapato que no puedes quitar aunque le sacudas. Está ahí, imperiosa y constante.
Este tipo de suegras viene en diversas presentaciones y con diferentes historias que le justifican. Están aquellas que han adoptado a sus hijos como pareja, están aquellas que han conservado a sus hijos como niños pequeños y están otras que se han convertido en niñas cuyos hijos son sus padres. El asunto es tan complejo y profundo, que especialistas profesionales en el tema le dedican extensas sesiones en terapia a casos de esta índole.
Como sea, lo que nos atañe a nosotros no es tanto el entendimiento de las causas, sino los relatos que extraemos de esto. El minuto a minuto que narramos cuando lo vivimos. Nuestras emociones que florecen con sus acciones, el asombro que suscitan y acaban con nuestra incredulidad cuando aprendemos de lo que son capaces. Esa mágica y exasperante sensación de comprender que, es real, aún no lo has visto todo, porque pueden hacer "eso" y mucho más.
El suceso más común son las llamadas interminables a su celular. Así es, recibe más llamadas de su mamá, que de su propio jefe. Si ha anochecido, las llamadas serán recurrentes, porque el riesgo romántico de la noche es motivo de susto para ella. Entonces se asegurará de interrumpir cualquier gesto amoroso entre tú y él. Ella impedirá que suceda y marcará a su celular una, dos, tres y hasta cuatro veces si es necesario. Otro suceso aterrador, es ese en el que el silencio se termina tras una sencilla pregunta que brota de sus labios: "¿La quieres más a ella que a mí?" "Ella" eres tú, claro. Se inicia entonces una fatídica guerra, donde el novio queda a merced de decir la verdad, decir una mentirijilla piadosa o responder lo más condescendiente posible. Como sea, si esta suegra es de este modo, es porque ya sabemos qué tipo de respuesta recibirá; una en la que definitivamente no le romperá el corazón de madre y tú formarás parte de ese turbio triángulo amoroso.
Estas suegras están dispuestas a dar pelea. Así es, tienen la espada desenvainada para proteger a sus tesoros y su cómoda situación con ellos. Están las que frente a ti buscarán colarse entre sus brazos. Sí, las hay. Si creías que el caminar por la calle tomada de la mano de tu novio era un gesto exclusivo para ti, te han engañado. Sabemos que hay suegras que se debatirán el brazo que queda al aire para caminar juntito y cerquita de sus hijos, mientras tú le acoges cariñosamente su otra mano. Irán los tres por la calle disfrutando del paisaje. (Nótese que en situación de enfermedad, convalecencia u otro impedimento físico tendría sentido, pero si no es así: ¡¿por qué lo hacen?!)
¿Qué tal la tradicional comparación sobre tu dominio del arte culinario? Algunas suegras están tan preocupadas por la nutrición de sus hijos, que harán que pases la prueba de: "Cocinar como yo". Porque claro está que necesitan constatar que tú no serás la culpable de bajar sus niveles de proteínas, grasas, fibra, hidratos de carbono y agua... ¡Mentira! Esta lucha de quién tiene el mejor sazón, quién cocina mejor, a quién le sale mejor el platillo tradicional mexicano de la receta antiquísima de la familia es absurda. Sin embargo, hay quien te la hace pasar. Tu desempeño en la prueba te ameritará un juicio con el que tendrás que vivir. Es así... resígnate.
Que si limpias la casa, que si sabes planchar, que si no te sabes arreglar, que si tratas o no tratas a su hijo... el escrutinio de una suegra de este tipo encontrará tus fallas y las señalará. Jugará a ganar su lugar y su posición como la única mujer en la vida de su hijo. En mayor o menor grado, la contienda te espera y no te queda más que aprender a usar los guantes de box en el cuadrilátero. Puedes tirar el mejor gancho y ganar en un round o poner las dos mejillas y recibir con dignidad los golpes del contrario sin límite de tiempo. Tú eliges cómo participar en la inevitable rivalidad con la suegra, sólo asegúrate de velar por lo principal: la relación con tu novio. ¿Por eso estás ahí, cierto?
Las suegras... ¿qué nos tienen preparado esta vez?
Como sea que te resulte tu visita en la feria, sea buen día o mal día, hay que tener presente una realidad. Ellas engendraron y dieron vida al hombre del que te has enamorado. Ellas le educaron y le dieron la formación, que bien o mal, es la que te ha fascinado a ti. Es a quien le debes la existencia de tu novio. Así que si la relación vale la pena lo suficiente como para vivir esas aventuras a lado de la madre de tu hombre y encuentras la forma de congeniar sin sufrir... ¡adelante, ya la hiciste! Por otro lado, considera que aunque quisiéramos hacernos de la vista gorda y no ver lo que está frente a nosotros con su enorme tamaño: tu suegra y tú no sólo estarán unidas por este novio tuyo, sino también, a la larga, por esa tierna relación de abuelita - nietos que se estrenará en el futuro. Y ella va a influir en ellos, como cualquiera influye en el otro en una interacción humana. I-n-e-v-i-t-a-b-l-e.
Así que piénsalo, medítalo, reflexiónalo y no te mientas a ti misma. Tú mejor que cualquiera conoces tus cartas. Juégalas como a ti te plazca y... ánimo, ninguna suegra es perfecta, pero puedes aprender a amarlas como son. (Si es que no las matas primero)
¡Ánimo y ríete de tu suerte, que la feria no dura para siempre!
martes, 22 de abril de 2014
Prefiero la muerte
Vivir la ausencia
Dos amigas perdieron a su pareja el mismo día. Una, se armó de las fuerzas que aún le quedaban y dio término a la relación con su novio de años aquella noche luego de salir del bar. El hombre le dictó su sentencia: "Si me dejas hoy, aunque lo intentes no volverás a verme". La otra, ese día lloró el desenlace de su matrimonio. Él hombre falleció a causa de una enfermedad.
Despedirse de alguien en ningún caso es fácil. Requiere fortaleza y requiere serenidad. Existe dolor y existe pena. Existe reflexión y retraimiento. Aunque no es mi propósito comparar la emoción que carcome ambas situaciones, en igual o diferente grado, según la experiencia de todos, lo que le sigue es lo que quisiera estudiar.
La muerte no te da opciones. La partida es innegable. No hay vuelta atrás. Sientes la ausencia del ser amado y no va a regresar. Es un hecho natural. Te quedan los recuerdos y te aferras a la presencia intangible. Aunque la ansiedad le dé un rumbo trágico a tus días, no tienes elección que te evite la resignación. El proceso interno es tuyo y de nadie más. No hay escapatoria.
La vida te da opciones. Te concede remendar tus decisiones si no te apetecen. El perdón es una alternativa que te tienta a retractarte. La posibilidad de un encuentro fortuito te amenaza. La facilidad de tomar el celular y hacer una llamada te seducen. Retomar el camino rechazado es viable. Deshacer tu decisión... es lo que puedes hacer si el panorama que incluye su ausencia te aterra.
No hay salidas con la muerte. Decirle adiós a la persona que amaste dependerá de ti. Puedes negarte a hacerlo, pero no hay forma de que cambies el final de la historia. Si la persona amada sigue viva, de algún modo tienes que aprender a construir tu final. Vivir sin ella exige mucho de ti, y se vuelve complejo si es que la persona pertenecía a un círculo tuyo muy próximo. Le verás a diario... le verás de cerca... le verás avanzar... le verás vivir... LE VERÁS.
Tormentosa despedida la que hay que elaborar cuando se tiene el corazón para continuar y la razón para no hacerlo.
Prefiero la muerte en cuestión de despedidas. Incluso le otorgas a ese alguien un sitio especial que permanece en la ilusión de verle algún día y amarle hasta que tú quieras. Su amor por ti queda congelado y ardiendo en tus entrañas. Es intocable y recíproco en tu entendimiento. La vida te encierra en una encrucijada, donde la perseverancia depende sólo de tu voluntad y confianza en la incertidumbre de la esperanza, que se arrulla en el consuelo de un mejor porvenir. Aún teniendo la capacidad de rehacer la relación, tienes que amarrarte las manos y morderte los labios para no hacerlo. No sólo lidias con la pérdida, también con la posibilidad de recuperarlo.
Reitero, para decirte adiós, te prefiero muerto. Aunque si la exigencia doble del duelo en vida es tan tremenda, la recompensa por lograrlo ha de ser así también. Tiene que haber un bien mayor a esto. Sino, ¿para qué la pena de despedirnos si podemos vivir juntos la vida?
lunes, 21 de abril de 2014
"Cortar con estilo"
¿Y si cortamos...?
Apostaría a que todos pasamos por ahí. Un día él o ella declaran que la relación ha terminado. Puede dolerte mucho o poco, resignarte rápida o lentamente. Como sea, es inevitable lo que procede, que es anunciarlo a todos. Afortunadamente, lanzar la noticia actualmente es más sencillo a que si "cortaras" hace unas décadas. El proceso de "enterarse" es más efectivo y reduce las posibilidades de encontrarte gente por la calle, meses después, que inoportunamente te preguntan interesadas por el susodicho(a) en turno. Ahora, este proceso es más ágil y te ahorra momentos incómodos posteriores. Sin embargo, la tentación de un contenido nada conveniente para tu reputación está presente. Ese aviso a tus amigos vía cualquier red social o medio de comunicación, puede marcar una tendencia a tu favor o en tu contra en los comentarios que giren alrededor de tu ruptura.
En mi experiencia, lo primero con lo que debes contar es con la seguridad que tienes en la decisión. Eso de cortar-volver-cortar-volver si no es en serio, puede aburrir a tus seguidores y dar una mala imagen tuya. Serás caracterizado por indeciso y en el momento en que sea cierta y certera tu decisión, no vas a tener el mismo impacto a cuando has quemado los cartuchos de consolación y empatía previamente. Mantén en bajo perfil las cosas si no estás seguro. No anuncies a los cuatro vientos lo que el mismo viento hará que cambies en instantes.
Una vez que tienes clara tu postura ante la ruptura, es momento de comunicarla. Si la gente no ardiera en sus entrañas por el chisme y el morbo, la sociedad sería diferente. Sin embargo, aceptémoslo, las personas querrán detalles sangrientos de la matanza entre los dos y no estarán contentas hasta escucharlos. Por muy pacífico que haya sido el asunto, querrán saberlo todo. ¡Pero calma! No cedas ante el impulso y el poder que te ha sido otorgado. En tu versión, serás tentado a generar un partido "Anti tu Ex" y contar la versión donde tú eres el mártir o el héroe. Calma. Respira. Por tu bien (y del otro de refilón) vale la pena que des un paso atrás y mires los hechos desde otra perspectiva. Cuenta objetivamente lo que realmente quieras compartir y elige bien a quién querrás compartirlo. No querrás armar un alboroto por una cosa tan cotidiana en la vida del ser humano (aunque si gustas, podemos encender las antorchas y cobrar venganza en tu nombre. Algunas veces el mitote melodramático ayuda a superarlo)
Pero vamos, estamos cuidando tu reputación. Es como cuando dos personas que han estado casadas se divorcian. Dicen que uno conoce al otro al momento de la separación. Éste es crucial y cada uno revela su yo interno y real. Las patologías esperan ese segundo de desesperación y frustración para aparecer. Cuando cortas puedes tirarte al drama y no salir de cama o tomar el sentido contrario y salir a donde sea y no volver a casa. Estar con todos tus amigos devorando los defectos del otro o bien, aislarte por completo en la soledad de tu desgracia. Sea el efecto que cause en ti, este hecho revela quién eres realmente y cómo tomas las caídas voluntarias o involuntarias de la vida.
Por ello, respira otra vez el dolor que te genera (que siendo poco o mucho, a todos nos duele) y déjalo ir en cada exhalación. Conforme creces aprendes a dominar "el arte de cortar con estilo". Esperanzadamente manejas la situación más sanamente a como lo hacías cuando era más chico de edad. Los días de depresión se reducen, las explosiones lagrimales son abundantes y agotas más pronto el tanque de agua que abastece tus ojos. Sigue doliendo pasados algunos días, pero practicas la resiliencia y recuperas la serenidad. "La práctica hace al maestro", dicen. Entonces, añade orgullosamente esa ruptura en tu lista de experiencias vividas y aprende a salir airoso de ese hecho. Poco a poco serás un artista del adiós y otros te admirarán por tu capacidad de llorar cuando hay que llorar, y avanzar cuando hay que hacerlo.
Existen algunos que se quedan atrapados y titubeantes en sus relaciones por miedo a sentir ese "cortón". A ti, felicidades por lanzarte a ello si es que lo has decidido alguna vez. Ese dolorcito horroroso es el precio a pagar por quitar lo que no quieres en tu vida. ¡Algo había que dar a cambio de esa dicha! Así es la vida. La tranquilidad que tendrás a partir de ahora es la que vale la pena (sí, la pena de llorarle un rato) y por esa ilusión de seguir adelante sin la piedrita en el zapato es que "cortas".
Ahora, antes de correr al Facebook a cambiar trágicamente tu situación sentimental, date un espacio para reflexionar y apapacharte. Ya cortaste, mantén en alto la frente y sal al mundo sin perder el estilo. Sólo ha sido un rasponcito o un hiper-descalabro. Sigues vivo y todo sana... todo. Siente el dolor y déjalo ir. Y toma en consideración los siguientes consejos, que te comparto para levantarte de esta caída:
a) Pon música alegre y que te haga bailar.
b) Canta canciones alegres. Evita las clásicas como "Ojalá que te mueras" o "La planta"
c) Come tu comida favorita. No te conformes con "lo que hay para comer hoy". Consiéntete.
d) ¡Arréglate! Como te ves por fuera es el reflejo de como estás por dentro. Ayudemos al interior arreglando el exterior.
e) Siente (déjate sentir) y llora y llora y llora. Dejarás de llorar, ya lo verás.
f) De una vez quítate frases como "no vuelvo a enamorarme", "el amor no existe", "nunca encontraré al que es para mí" "todos(a) son iguales"..... ¡Patrañas! Volverás al camino, ya verás.
Recuerda: no es evasión, se trata de no seguir cavando. No les entregues a tus amigos una pala para que te ayuden a cavar el hoyo, pídeles su mano para salir de éste.
Finalmente: Ánimo. Cortar es vivir. Si has cortado... estás viviendo. ¡Bien!
domingo, 20 de abril de 2014
Así nací
Todos los niños mitifican su nacimiento, es un rasgo universal. ¿Quieres conocer a alguien? ¿Su corazón, su mente, su alma? Pídele que te hable de cuando nació. Lo que te cuente no será la verdad: será una historia. Y nada es tan revelador como una historia. --- Vida Winter, Cuentos de cambio y desesperación.
Un sol tan apagado, que al verlo nadie le creía que era un sol. Apenas conseguía calentar el agua de la fuente en el centro del hospital. Sus gotas chisporroteaban de arriba abajo en caída libre, salpicando las faldas de la fuente que las sostenía. El golpe del agua le recordaba el fluir de la vida, el movimiento del tiempo y el caudal que te arrastra contra su voluntad. Así avanzan las horas, inevitables, mientras una señora adentrada en años contemplaba el cielo buscando el cobijo del calor de la mañana.
Adentro, un hombre desespera recorriendo los pasillos blancos y absurdamente pulcros. En cada paso las paredes parecían hacerse más angostas, apretujándole el cuerpo y asfixiándole más y más. Su cabello lidiaba la pelea contra el roce incesante de sus dedos, despeinándose y levantándose en señal de protesta. Rascaba luego con sus manos el fondo de sus bolsillos, mirando incesante su cartera escondida en el bolsillo trasero de su raído pantalón. Sin monedas, sin billetes y una cuenta vacía, pero llena de deudas en el banco.
Una mujer gruñía más adentro. Sola, apretando sus puños para pujar con fuerza, cada respiración dedicada a un solo esfuerzo: dar a luz a una niña. El llanto del bebé se hizo escuchar en toda la habitación. Los doctores felicitaron cortésmente y sin emoción a la nueva madre. La mujer pidió ver al bebé. Le bastó un vistazo, pues se negó a estrecharle entre sus brazos. Ella suspiró hondo, el dolor terminó.
La señora en el jardín fue avisada desde lejos por una enfermera de quien había sido cómplice durante los chequeos previos al parto. Había querido estar presente en cada uno de ellos cual buena madre viviendo el sueño de convertirse en abuela. Había sido su única compañía en esos momentos. El presunto padre no había querido asistir... su negación y miedo no le permitían ejercer su nuevo rol. Anhelaba permanecer en la niñez aún siendo un hombre.
La abuela se acercó presurosa al cunero, donde encontró sorpresivamente a su yerno. Cabizbajo, apenas se atrevió a dirigirle una sonrisa. Ella echó una mirada llena de ilusión a su nieta, quien estrenaba su aliento y abría los ojos por primera vez al mundo. A través del vidrio y rodeada de otros igual a ella, destacaba por su carita expectante, su inmovilidad envuelta por una cobija y su cabeza cubierta con un gorrito rosa de estambre. Una escena que capturaba la belleza y la inocencia del que no sabe nada. Ella miró de nuevo al hombre a su lado, quien apretaba los dientes y perdía el ritmo de su respiración.
- ¿Cómo voy a sacar a ambos de aquí?
Ella quedó desarmada al pillar sus ojos humedecidos. Un hombre le revelaba su flaqueza y debilidad. Su hija permanecía desterrada en la habitación designada para ella, ignorándolo todo, sospechando todo. Las dudas y el miedo se apoderaron de los dos. El instante de alegría que había inspirado la ternura de la niña, se apagaba lentamente ante la mediocridad y la inmadurez de la falta de un plan. El nacimiento empujaba a aquellos seres a crecer y a despertar sus voluntades, mientras que la bebé esperaba ingenua que la fueran a abrazar.
miércoles, 16 de abril de 2014
Vivir sin sueldo
Inevitable vivir sin dinero.
Alguna vez fui una de esas personas que se levantan cada mañana muy temprano para salir a trabajar. Desayunaba por regla familiar de nunca salir de casa sin alimento en el estómago. Me arreglaba con mi ropa propia para ir a la oficina. Salía rogando no encontrar tráfico en las calles y conducir milagrosamente a toda velocidad. Esto anterior: totalmente irreal. Invertía en los trayectos de mi casa al trabajo una hora. Una hora de mi vida gastada en el coche; invertida en mis clases autodidactas de canto al son que tocara la radio.
Alguna vez fui una de esas personas asalariadas, que si trabajan con esmero, consiguen mantener su empleo y recibir ese hermoso pago fijo y constante.
Hoy no soy una de esas personas. Soy de esa clase a la que llamamos: "emprendedores" y a los que por un tiempo también les queda bien la etiqueta de: "desempleados". La diferencia entre ambos radica en qué haces con el tiempo que te ha sido concedido. ¡Ah, porque debes enterarte! El asalariado se queja de no tener tiempo.... el otro se queja de tener demasiado tiempo.
Entonces, el emprendedor (quiero considerar que caigo en dicha categoría) busca incansable oportunidades de trabajo por las que obtendrá a cambio una remuneración posiblemente muy pequeña en comparación de su sueldo como asalariado. Así es, la vida del emprendedor novato es ingrata. Los recuerdos que de cuando tenía un genial sueldo asegurado lo tientan a volverse al otro camino. A mí me pasó. Lo irónico es que cuando más desesperada estaba por hallar empleo, la única "empresa" que me contactó, resultó ser una multinivel, de esas que te venden la idea de poner tu propio negocio, cuando en la realidad, les trabajas a ellos con libertades y flexibilidad. Hasta no ver mi nombre en el Acta Constitutiva, les creeré a esas empresas, que su empresa es mía...
Sin embargo, tomé aquello como una señal. No debía rectificar y continuar esforzándome en el camino de emprender. No es fácil, pero a la larga promete una independencia soñada, que los asalariados envidiarán en el futuro. Al menos a eso me aferro para seguir avanzando.
Lo que es cierto, y antes no era capaz de verlo. Es que en aquellos ayeres, cuando yo recibía mi pago por mi trabajo, me sentía cómoda y aparentemente feliz. Puedes comprar, salir, despilfarrar, gastar, invertir... todos esos verbos que conjugas con el dinero en tu mano. Hoy, que esas acciones se ven limitadas por el raquítico ingreso que obtengo, no puedo realizarlas, pero a cambio, he recibido un sentimiento que antes no experimentaba: "Agradecimiento".
Por alguna razón, el dinero extrañamente seguro (porque nada en la vida es seguro) no sabía igual al que realmente sudo con mi esfuerzo de hoy. Ganar el dinero por tu cuenta le imprime un sabor delicioso y exquisito que te traslada a la dulce sensación de ser algún día financieramente independiente. "Un peso" es un bocado diminuto de un platillo excelso de satisfacción. No quisiera que me malinterpretaran. Definitivamente el fruto de un trabajo asalariado puedes agradecerlo también. Es sólo que, el ingrediente incertidumbre, en dosis extremas es lo que le convierte en un manjar que produce un agradecimiento peculiar que no había experimentado.
Básicamente, el hecho de que hacer dinero por tu cuenta sea más difícil, hace que sepa mejor tenerlo.
Mantengo mi orgullo para los que viven bajo el reloj checador de un jefe... vivir así, merece mi respeto. Yo no quise y preferí la aventura de vivir sin un sueldo por un rato. Ya veremos en unos años cómo resultó.
Lo importante queridos amigos, sea como asalariado o como emprendedor, es que puedas vivir. El dinero no es el fin, es un medio. Lo trascendente y con significado es qué haces para obtenerlo y qué haces con él. Esas son las interrogantes sobre las que cada uno debemos reflexionar.
Alguna vez fui una de esas personas que se levantan cada mañana muy temprano para salir a trabajar. Desayunaba por regla familiar de nunca salir de casa sin alimento en el estómago. Me arreglaba con mi ropa propia para ir a la oficina. Salía rogando no encontrar tráfico en las calles y conducir milagrosamente a toda velocidad. Esto anterior: totalmente irreal. Invertía en los trayectos de mi casa al trabajo una hora. Una hora de mi vida gastada en el coche; invertida en mis clases autodidactas de canto al son que tocara la radio.
Alguna vez fui una de esas personas asalariadas, que si trabajan con esmero, consiguen mantener su empleo y recibir ese hermoso pago fijo y constante.
Hoy no soy una de esas personas. Soy de esa clase a la que llamamos: "emprendedores" y a los que por un tiempo también les queda bien la etiqueta de: "desempleados". La diferencia entre ambos radica en qué haces con el tiempo que te ha sido concedido. ¡Ah, porque debes enterarte! El asalariado se queja de no tener tiempo.... el otro se queja de tener demasiado tiempo.
Entonces, el emprendedor (quiero considerar que caigo en dicha categoría) busca incansable oportunidades de trabajo por las que obtendrá a cambio una remuneración posiblemente muy pequeña en comparación de su sueldo como asalariado. Así es, la vida del emprendedor novato es ingrata. Los recuerdos que de cuando tenía un genial sueldo asegurado lo tientan a volverse al otro camino. A mí me pasó. Lo irónico es que cuando más desesperada estaba por hallar empleo, la única "empresa" que me contactó, resultó ser una multinivel, de esas que te venden la idea de poner tu propio negocio, cuando en la realidad, les trabajas a ellos con libertades y flexibilidad. Hasta no ver mi nombre en el Acta Constitutiva, les creeré a esas empresas, que su empresa es mía...
Sin embargo, tomé aquello como una señal. No debía rectificar y continuar esforzándome en el camino de emprender. No es fácil, pero a la larga promete una independencia soñada, que los asalariados envidiarán en el futuro. Al menos a eso me aferro para seguir avanzando.
Lo que es cierto, y antes no era capaz de verlo. Es que en aquellos ayeres, cuando yo recibía mi pago por mi trabajo, me sentía cómoda y aparentemente feliz. Puedes comprar, salir, despilfarrar, gastar, invertir... todos esos verbos que conjugas con el dinero en tu mano. Hoy, que esas acciones se ven limitadas por el raquítico ingreso que obtengo, no puedo realizarlas, pero a cambio, he recibido un sentimiento que antes no experimentaba: "Agradecimiento".
Por alguna razón, el dinero extrañamente seguro (porque nada en la vida es seguro) no sabía igual al que realmente sudo con mi esfuerzo de hoy. Ganar el dinero por tu cuenta le imprime un sabor delicioso y exquisito que te traslada a la dulce sensación de ser algún día financieramente independiente. "Un peso" es un bocado diminuto de un platillo excelso de satisfacción. No quisiera que me malinterpretaran. Definitivamente el fruto de un trabajo asalariado puedes agradecerlo también. Es sólo que, el ingrediente incertidumbre, en dosis extremas es lo que le convierte en un manjar que produce un agradecimiento peculiar que no había experimentado.
Básicamente, el hecho de que hacer dinero por tu cuenta sea más difícil, hace que sepa mejor tenerlo.
Mantengo mi orgullo para los que viven bajo el reloj checador de un jefe... vivir así, merece mi respeto. Yo no quise y preferí la aventura de vivir sin un sueldo por un rato. Ya veremos en unos años cómo resultó.
Lo importante queridos amigos, sea como asalariado o como emprendedor, es que puedas vivir. El dinero no es el fin, es un medio. Lo trascendente y con significado es qué haces para obtenerlo y qué haces con él. Esas son las interrogantes sobre las que cada uno debemos reflexionar.
martes, 15 de abril de 2014
Luna de Sangre
Curioso que al decirnos adiós la luna sangrara.
Sé que puede ser una coincidencia loca que en ese momento ocurriera un eclipse que no sorprendió los planes de quienes estudian los movimientos de la luna. Sin embargo, para los adictos al romanticismo y los mensajes ocultos del universo, esta hazaña nocturna nos arrebató el escepticismo.
En silencio, bajo la oscura noche, tú y yo nos miramos. La luz de la luna iluminaba tu cara y nuestras manos se entrelazaron. La tranquilidad de la noche nos acompañaba y esperaba expectantes. Presenciaba un adiós que nos dolería hasta las entrañas.
Mis lágrimas y las tuyas las limpiábamos tontamente. Nos habíamos perdonado desde el instante en que nos abrazamos, pero la razón no nos concedió una tregua. El juicio comenzó sin desearlo, una sentencia fue reclamada por nuestras cabezas. Nuestros corazones temían por las palabras, mientras se aferraban a lo que sentían. Sin rumbo, sin certezas. Acomodando cautelosamente las versiones de dos sobre una misma cosa. Nos hallamos vulnerables y con la misma idea.
Mientras se desenvainaba los miedos, y se desarmaba el amor, allá afuera, el cielo de testigo hacía lo propio. La luna se eclipsó en un rojo intenso. Comenzó a sangrar tristemente por ti y por mí. La resolución de nuestra razón quebró la ilusión del enamoramiento. Mientras nos despedíamos para no llorar en el futuro, nuestros rostros se enjugaban en lágrimas de añoranza.
La luna lloraba sangre, nuestros corazones también. Nuestra mente severa sacó cuentas y dio su fallo fatal. Esa noche nos besamos una última vez. Esa noche lastimamos la luna. Esa noche, simplemente, todo entristeció.
Sé que puede ser una coincidencia loca que en ese momento ocurriera un eclipse que no sorprendió los planes de quienes estudian los movimientos de la luna. Sin embargo, para los adictos al romanticismo y los mensajes ocultos del universo, esta hazaña nocturna nos arrebató el escepticismo.
En silencio, bajo la oscura noche, tú y yo nos miramos. La luz de la luna iluminaba tu cara y nuestras manos se entrelazaron. La tranquilidad de la noche nos acompañaba y esperaba expectantes. Presenciaba un adiós que nos dolería hasta las entrañas.
Mis lágrimas y las tuyas las limpiábamos tontamente. Nos habíamos perdonado desde el instante en que nos abrazamos, pero la razón no nos concedió una tregua. El juicio comenzó sin desearlo, una sentencia fue reclamada por nuestras cabezas. Nuestros corazones temían por las palabras, mientras se aferraban a lo que sentían. Sin rumbo, sin certezas. Acomodando cautelosamente las versiones de dos sobre una misma cosa. Nos hallamos vulnerables y con la misma idea.
Mientras se desenvainaba los miedos, y se desarmaba el amor, allá afuera, el cielo de testigo hacía lo propio. La luna se eclipsó en un rojo intenso. Comenzó a sangrar tristemente por ti y por mí. La resolución de nuestra razón quebró la ilusión del enamoramiento. Mientras nos despedíamos para no llorar en el futuro, nuestros rostros se enjugaban en lágrimas de añoranza.
La luna lloraba sangre, nuestros corazones también. Nuestra mente severa sacó cuentas y dio su fallo fatal. Esa noche nos besamos una última vez. Esa noche lastimamos la luna. Esa noche, simplemente, todo entristeció.
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