Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
domingo, 30 de noviembre de 2014
Nada dura para siempre
Dicen que nada dura para siempre... les creo.
Ni siquiera la vida misma dura para siempre. En algún punto del tiempo se acaba y te mueres. Un día eres amigo de alguien y en los años siguientes ya no. Un día tienes una mascota favorita y al otro día ya no está. Un día estás estudiando en el colegio y al otro se termina el ciclo escolar. Un día te has ganado cien pesos y al otro día te lo has gastado comprándote algo.
Las cosas parecen ir y venir todo el tiempo. Un día están, al otro no. Parece aplicar esto mismo a los sentimientos.... un día alguien te quiere, al otro día ya no. Incluso sucede al revés. Un día odias a alguien y al otro le agarras cariño. Las cosas de la vida se pintan efímeras y eso hace difícil creer en aquellas que son capaces de trascender, porque para que eso pase, tienes que percatarte de una cosa: que nada dura para siempre por sí mismo, que si quieres que dure así, requiere trabajo y esfuerzo diario.
Tal vez por eso asuste el "para siempre", porque eso se parece a la eternidad. Un esfuerzo que nunca va a encontrar descanso, que siempre va a dolerte en un punto de esfuerzo máximo y que simplemente no va a permitirte acomodarte y decir: "ya hasta aquí, ya acabé". Lo que puede durar para siempre va a exigir de ti todo el tiempo, sin descanso, sin salidas.
Para esto, hay que estar realmente seguros de querer dar lo que esto implica. Por eso pocas cosas en nuestra vida duran para siempre, porque no por todas las cosas apostamos tanto esfuerzo de nuestra parte. Es muy exigente eso de mantenerse alerta y perseverando. Por eso elegimos cautelosamente aquello que queremos hacer que dure tanto tiempo.
Lo más común que ejemplifica esto es la elección de una pareja para toda la vida... para siempre. ¿Se puede? Sí, si estás dispuesto a trabajar porque dure así. Por sí mismo, el amor no dura tanto, lo tienes que trabajar. Tampoco las amistades duran por sí mismas para siempre. Requieren trabajo constante, presencia, disciplina, entrega y fidelidad al concepto para construirlo ante las adversidades. No flaquear, no sucumbir. Aquello que quieres que dure para siempre va a exigir todo de ti.
Por eso en realidad, casi nada dura para siempre. Sólo lo consigue aquello que para ti es valioso y por lo que estás dispuesto a darte con todo lo que eres. Eso, durará para siempre.
Elige bien a qué le apuestas y valora sabiamente qué vale la pena. La vida es breve como para desaprovecharla. No te pierdas de la satisfacción que deja la constancia y la retribución de sudar por algo. Desvivirte en hacer que algo trascienda y perdure te devuelve felicidad. Porque va en ello tu crecimiento y la posibilidad de ser una mejor versión de ti mismo.
Elige bien.... y haz que algo dure para siempre.
¡Y qué mejor si eliges que sea el amor por alguien, eso que quieres que dure para siempre!
viernes, 28 de noviembre de 2014
¿Qué será?
Viernes de Relatos
Subí a ese avión pidiendo un deseo: recibir un beso a los pies de la Torre Eiffel.
¿Cómo iba a pasarme esa romántica locura? No conocía a nadie allá y mis compañeros de viaje eran amigos entrañables que conocía de hacía tiempo; ninguno de ellos había reparado en mí como una candidata para ser su pareja. Si quería que mi deseo se cumpliera debía estar muy atenta, leer todas las señales, estar abierta a las posibilidades y fluir con naturalidad sin forzar los acontecimientos.
El avión estaba por despegar y mis dos amigos más allegados del grupo ya se peleaban por poseer el asiento vacío junto a la chica guapa que viajaba sola hacia el otro lado del océano. Ambos apostaban por quién tendría la mejor estrategia para cazar a la presa. Después de todo, tantas horas de vuelo yendo de un continente a otro exigían tener en qué entretenerse. Ellos, como simples hombres, ya habían encontrado con qué distraerse y no volverse locos sentados en su asiento sin poder ir a ningún lado.
Dos amigas habían dispuesto sus asientos tres filas atrás del mío y ambas iban acompañadas por sus novios. Eso de ir en pareja cambiaba la dinámica para ellas, pues en sus charlas y líos mentales se entendían y se enredaban ellas solas. Al principio objetamos cuando quisieron extenderles a ellos la invitación, pues predecíamos que se aislarían de vez en vez, pero ¿qué íbamos a hacer para vencer la fuerza del amor empedernido? Perdimos el debate y nuestros argumentos, por muy válidos que sonaron, fueron rebatidos.
Ellas iban hablando con sus respectivos, los otros dos armaban los turnos en que tomarían el asiento vacío, que a nadie más en el avión le interesaba ocupar. Yo añoraba las escenas que contemplaba, imaginando lo que sería que dos pretenciosos quisieran conquistarme en el lapso de unas horas, o que un novio me permitiera ser parte de ese otro grupo que hablaba por su cuenta.
La mayor parte del viaje la invertí en dormir. Para cuando abrí los ojos estábamos llegando a París. Aterrizó el avión, seguimos el protocolo y buscamos nuestro equipaje en el carrusel. Mientras esperaba a que una de las maletas que se paseaban por ahí fuese la mía, pillé de reojo a esos dos locos que aún se esforzaban por sacarle un medio de contacto a aquella víctima suya. Mis amigas no hacían más que abrazar de emoción a los otros dos que se nos habían pegado cual moscas. ¿Yo? preferí prestar mucha atención al equipaje, no fuera a ser que mis cosas se escaparan de mi vista por estar atendiendo otros asuntos.
En eso la divisé a lo lejos. Allá venía mi maleta color azul marino. Era esa. Quise adelantarme para alcanzarla así que avancé hacia ella chocando contra algunos otros viajeros. Al tenerla cerca extendí mi brazo para sujetarla del mango, pero era más pesada de lo que había calculado y no pude jalarla hacia mí. La maleta siguió su curso llevándose mi mano en el recorrido. ¡Se me iba a escapar! Empecé a perseguirla gritando disculpas a las personas contra las que volvía a chocar. Muerta de pena, comencé a configurar un plan de rescate para mis pertenencias, cuando alguien amablemente detuvo su trayectoria y con su mano la colocó en el suelo entre nosotros. Alcé la mirada. Era un hombre bastante guapo, de cabello castaño y ojos café claro. Una cabeza más alto que yo y una sonrisa de la que era fácil enamorarse. Me miró a los ojos tranquilamente y me sonrió al acercarme mi maleta.
- Gracias - fue lo único que pude formular con mis nerviosos labios.
Me sonrió de vuelta.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó él
Español, ¡hablaba español!
- Ana María.
- ¡Anne Marie! Belle nom
¿Ahora francés?... justo cuando comenzaba a emocionarme el encontrarme con ese atractivo extraño.
- ... este, sí.... gracias, creo.
- Tu maleta... bon voyage, buen viaje. - y se retiró de la escena.
Lo vi alejarse soltando un suspiro. Mis amigos me alcanzaron haciéndome bromas luego de ser testigos de mi breve escena con aquel hombre. Las otras dos aparecieron junto a nosotros, dispuestas finalmente a integrarse al grupo. Me le quedé mirando un rato más a aquel personaje que desaparecía entre la multitud.
¿Será posible que me den un beso en la Torre Eiffel?
En los próximos días iba a averiguarlo.
domingo, 23 de noviembre de 2014
Bello eres, si eres
En esto de la belleza, dicen que lo de adentro es lo que cuenta.
Quisiera averiguar qué tan cierta puede ser esta idea. Lo que tienes adentro es eso que no se ve. No tus intestinos, tus huesos y tus órganos. Sino eso que no puedes tocar y te hace ser tú. Las emociones, los sueños, las ilusiones, las pasiones, las frustraciones, los dolores, las heridas y lo que te hace vibrar está adentro y no se puede tocar, porque no tienen una forma física. Sin embargo, esto no quiere decir que eso que llevas dentro no quiera hacerse ver y ser tocado. En ese intento por hacerse notar, busca escaparse de adentro de ti... salirse, exponerse al mundo, dejar de estar encerrado y mostrarse como es.
En ese punto, todo lo que llevas dentro se expresa. Encuentra su espacio en gestos, en la luz que ilumina la mirada, en los músculos que se contraen y se relajan, y en tu voz se hace escuchar. Tu piel lo irradia, tus labios lo representan. Todo tu cuerpo se acomoda y se amolda a lo que llevas dentro.
Tu aspecto, desde la postura hasta tu rostro, refleja todo lo que llevas ahí. Incluso si pretendes esconderlo, tu piel lo transpira. ¡Se sale! Si estás furioso: se nota. Si estás feliz, se nota. Si estás apasionado, se nota. Si estás satisfecho, se nota. Si estás a disgusto, se nota. Lo que tienes adentro es lo que dibuja y contorna lo que tienes fuera. Si por dentro eres armonía, por fuera lo serás.
Ese aspecto armónico que parece bello no depende de la simetría o de los elementos que se coordinan para estructurar tu físico. Lo que te embellece es lo que se coordina y armoniza dentro de ti. Recuerda un día en que todo te ha marchado de maravilla, porque has hecho lo que más te fascina y encuentras el gusto en todo lo que haces. Te sientes inmenso y grandioso. Estás pleno. Quien te ve lo sabe, porque irradias algo... ¡todo tú ilumina el mundo! Te miras al espejo y descubres algo: luces genial.
Si todo el tiempo hicieras lo que te apasiona y de eso vivieras; y aún en los malos ratos conservaras la hermosura de tu alma, lucirías increíble. Pues esas cosas maravillosas serían las que se transparentaran en tus gestos, en tu mirada, en todo tú por fuera.
Las personas que viven llenas de pasión y perseveran en lo que les fascina, que trabajan duro y encuentran alegría en el reto y el esfuerzo diario, ¡llaman la atención porque se ven muy bien! No es una "guapura" estándar o estereotipada. Es más profunda... porque viene de adentro. Y esa, es innegable y todos lo pueden ver.
Así que... creo que sí puede ser. Lo de adentro es lo que cuenta. Porque aún si lo de afuera resultara agraciado, se amolda a lo que llevas dentro. Y si lo de adentro está estropeado, así se verá lo de fuera.
Por ello, la invitación para la semana que inicia mañana es que procures el mejor exfoliante y humectante interior: busca hacer lo que te hace feliz, estar en paz contigo mismo y estar en calma. Persevera y persevera, lo que te hace bello requiere de tu esfuerzo constante. Disciplina y compromiso. No se da así nada más. La satisfacción y la sensación de logro te hacen vibrar. ¡Vibra y ponte hermoso!
Sé tú mismo, explota lo que te hace ser tú y esfuérzate en ser mejor.
Bello eres, si eres tú.
viernes, 21 de noviembre de 2014
Los viernes soy soltera (7o. Parte) EL FINAL
Viernes de Relatos
- ¿A las doce? - preguntó incrédulo.
- Sí, a las doce estaba ahí parado invitándome a tomar algo en un bar cerca de la oficina. No le importó mi cara de cansancio ni mi sonrisa algo fingida, porque ánimo de salir, yo no tenía. Así que acepté y estuvimos ahí hasta que nos dieron las tres de la mañana. Me inventé que al día siguiente tenía que continuar con los asuntos del trabajo que ni en fin de semana me dejaban descansar, con lo que le convencí de dejarlo hasta ahí.
Mi interlocutor era bastante empático. Me escuchaba atento mientras yo comía un pedazo de pastel sabor chocolate y bebía un capuccino. Aquel sitio me reconfortaba y permitía la fluidez de la conversación en términos relajados y amistosos. Sin tener que fingir que me alegraba estar ahí, me mostraba con toda la naturalidad de mi esencia. Después de todo, nos conocíamos de tiempo atrás.
- Entiendo. Entonces él fue tu quinta cita a ciegas, la cual no trascendió - declaró él sonriendo - Y la sexta y última soy yo.
- Así es, ¡y mira qué pequeño es el mundo! - exclamé admirada.
Él era David. Un compañero que había conocido estudiando el MBA en Finanzas. Alguna vez habíamos hecho equipo para una tarea que debíamos entregar. Él era muy agradable y sencillo. Nada de ostentoso ni presumido. Un hombre de trato cálido y amable, de esos de los que te haces amiga fácilmente porque conectas de un modo muy particular y sin forzarlo. Le encantaba la fiesta, eso sí lo recuerdo, pues le gustaba apurarse en las entregas de ensayos y reportes para irse a socializar. Jamás hubiera imaginado que tuviéramos una amiga en común y mucho menos pensado que formara parte de la lista de extraños que debía conocer, pues en el punto de la historia en el que me quedé, él tenía novia y era bastante feliz con ella.
- ¿Entonces cortaron? - pregunté temiendo invadir el terreno personal.
- Sí, ella me cortó a mí, si hemos de ser precisos. - reconoció bajando un poco la cabeza, aún dolido por el acontecimiento quizás.
- ¿Qué fue lo que pasó?
- Ella quería otras cosas. Percibí que las fiestas la cansaban, que no nos entendíamos al momento de conversar, que la descuidaba cuando estaba con mis amigas. Que ellas me buscaban y yo les daba entrada. Cosas de celos... creo.
- ¡Bueno, es que así como eres, resulta inevitable quererse acercar!
¿¿Estoy coqueteando?? De inmediato se sonrojaron mis mejillas y comí el último bocado del pastel, sin anticipar que el tamaño era demasiado grande para mi boca. Casi me atraganto.
- Gracias por el cumplido - dijo en seco y cambiamos el tema.
Reímos de todo, bromeamos sobre nuestros trabajos, hablamos de nuestros compañeros de clase, intercambiamos opiniones sobre nuestros proyectos, nos acordamos de anécdotas en el salón e hicimos catarsis sobre nuestros malos y buenos profesores. Luego de cinco semanas de sorpresas, es reconfortante encontrarse con alguien familiar para variar.
Nos dieron las 12 de la noche y el café en el que estábamos acomodados iba a cerrar sus puertas. Podía ser que me invitara a continuar la salida en otro sitio, pero ambos coincidíamos en que al concluir la semana se antojaba disfrutar plenamente del hogar. Se retomaban las fuerzas y el fin de semana se disfrutaba más.
- Qué increíble coincidencia el haberte encontrado así - mencionó David mientras esperábamos a que el Valet Parking nos trajera a cada uno su coche.
- Sí, ha sido muy agradable. La he pasado bien.
- Al menos no te encontraste hoy con un acosador, un envidioso que se negara a pagar la cuenta, un desaparecido que te deje esperando o un tipo con el que te emocionaras, pero que no quisiera a fin de cuentas verte otra vez.
- ¿Tú querrás que nos veamos otra vez? - súbitamente, me atreví a preguntar.
- Por mi parte no tengo ningún problema. ¿Tú qué quieres?
Prevaleció por un instante el silencio absoluto. ¿Qué quiero yo? Lo cierto es que no tenía esa respuesta en mis manos. Antes de todo este lío de salir con extraños creía tener las certezas necesarias para comprender mi vida. Tenía todo aquello por lo que había trabajado duro. Ahora, exponer mi corazón ante tanta incertidumbre sólo me había recordado lo que anhelé alguna vez y me dispuse a enterrar en algún rincón de mi olvido, para sentirme segura y protegida. Atravesar decepciones e incomodidades era regresar a eso de lo que ya me había despedido. ¿Para qué arriesgar? Sin embargo, sentir esa terrible vulnerabilidad y adictiva ansiedad me emocionaba en mis entrañas otra vez; y al mismo tiempo el temor y la desesperanza del posible abandono me abatían. David me miraba expectante y paciente, al mismo tiempo que mi coche se asomaba doblando la esquina para alcanzar la calle sobre la que esperábamos. Ahora lo único que quiero es...
- Quiero volverte a ver.
Con un beso en la mejilla lo despedí bajo un cielo negro tremendamente estrellado. El frío de la noche se había disipado y una curiosa vibración jugueteó con mi pecho, haciendo latir mi corazón deprisa. Subí a mi auto y me marché, echándole una mirada traviesa desde el retrovisor. Conforme me alejaba me percaté que no podía borrar la enorme sonrisa que adornaba mi cara. "David" ¡quién lo diría!
Ahora sólo podía pensar emocionada, que tal vez, por esta ocasión, la locura de mis amigas tenía la razón.
FIN
- ¿A las doce? - preguntó incrédulo.
- Sí, a las doce estaba ahí parado invitándome a tomar algo en un bar cerca de la oficina. No le importó mi cara de cansancio ni mi sonrisa algo fingida, porque ánimo de salir, yo no tenía. Así que acepté y estuvimos ahí hasta que nos dieron las tres de la mañana. Me inventé que al día siguiente tenía que continuar con los asuntos del trabajo que ni en fin de semana me dejaban descansar, con lo que le convencí de dejarlo hasta ahí.
Mi interlocutor era bastante empático. Me escuchaba atento mientras yo comía un pedazo de pastel sabor chocolate y bebía un capuccino. Aquel sitio me reconfortaba y permitía la fluidez de la conversación en términos relajados y amistosos. Sin tener que fingir que me alegraba estar ahí, me mostraba con toda la naturalidad de mi esencia. Después de todo, nos conocíamos de tiempo atrás.
- Entiendo. Entonces él fue tu quinta cita a ciegas, la cual no trascendió - declaró él sonriendo - Y la sexta y última soy yo.
- Así es, ¡y mira qué pequeño es el mundo! - exclamé admirada.
Él era David. Un compañero que había conocido estudiando el MBA en Finanzas. Alguna vez habíamos hecho equipo para una tarea que debíamos entregar. Él era muy agradable y sencillo. Nada de ostentoso ni presumido. Un hombre de trato cálido y amable, de esos de los que te haces amiga fácilmente porque conectas de un modo muy particular y sin forzarlo. Le encantaba la fiesta, eso sí lo recuerdo, pues le gustaba apurarse en las entregas de ensayos y reportes para irse a socializar. Jamás hubiera imaginado que tuviéramos una amiga en común y mucho menos pensado que formara parte de la lista de extraños que debía conocer, pues en el punto de la historia en el que me quedé, él tenía novia y era bastante feliz con ella.
- ¿Entonces cortaron? - pregunté temiendo invadir el terreno personal.
- Sí, ella me cortó a mí, si hemos de ser precisos. - reconoció bajando un poco la cabeza, aún dolido por el acontecimiento quizás.
- ¿Qué fue lo que pasó?
- Ella quería otras cosas. Percibí que las fiestas la cansaban, que no nos entendíamos al momento de conversar, que la descuidaba cuando estaba con mis amigas. Que ellas me buscaban y yo les daba entrada. Cosas de celos... creo.
- ¡Bueno, es que así como eres, resulta inevitable quererse acercar!
¿¿Estoy coqueteando?? De inmediato se sonrojaron mis mejillas y comí el último bocado del pastel, sin anticipar que el tamaño era demasiado grande para mi boca. Casi me atraganto.
- Gracias por el cumplido - dijo en seco y cambiamos el tema.
Reímos de todo, bromeamos sobre nuestros trabajos, hablamos de nuestros compañeros de clase, intercambiamos opiniones sobre nuestros proyectos, nos acordamos de anécdotas en el salón e hicimos catarsis sobre nuestros malos y buenos profesores. Luego de cinco semanas de sorpresas, es reconfortante encontrarse con alguien familiar para variar.
Nos dieron las 12 de la noche y el café en el que estábamos acomodados iba a cerrar sus puertas. Podía ser que me invitara a continuar la salida en otro sitio, pero ambos coincidíamos en que al concluir la semana se antojaba disfrutar plenamente del hogar. Se retomaban las fuerzas y el fin de semana se disfrutaba más.
- Qué increíble coincidencia el haberte encontrado así - mencionó David mientras esperábamos a que el Valet Parking nos trajera a cada uno su coche.
- Sí, ha sido muy agradable. La he pasado bien.
- Al menos no te encontraste hoy con un acosador, un envidioso que se negara a pagar la cuenta, un desaparecido que te deje esperando o un tipo con el que te emocionaras, pero que no quisiera a fin de cuentas verte otra vez.
- ¿Tú querrás que nos veamos otra vez? - súbitamente, me atreví a preguntar.
- Por mi parte no tengo ningún problema. ¿Tú qué quieres?
Prevaleció por un instante el silencio absoluto. ¿Qué quiero yo? Lo cierto es que no tenía esa respuesta en mis manos. Antes de todo este lío de salir con extraños creía tener las certezas necesarias para comprender mi vida. Tenía todo aquello por lo que había trabajado duro. Ahora, exponer mi corazón ante tanta incertidumbre sólo me había recordado lo que anhelé alguna vez y me dispuse a enterrar en algún rincón de mi olvido, para sentirme segura y protegida. Atravesar decepciones e incomodidades era regresar a eso de lo que ya me había despedido. ¿Para qué arriesgar? Sin embargo, sentir esa terrible vulnerabilidad y adictiva ansiedad me emocionaba en mis entrañas otra vez; y al mismo tiempo el temor y la desesperanza del posible abandono me abatían. David me miraba expectante y paciente, al mismo tiempo que mi coche se asomaba doblando la esquina para alcanzar la calle sobre la que esperábamos. Ahora lo único que quiero es...
- Quiero volverte a ver.
Con un beso en la mejilla lo despedí bajo un cielo negro tremendamente estrellado. El frío de la noche se había disipado y una curiosa vibración jugueteó con mi pecho, haciendo latir mi corazón deprisa. Subí a mi auto y me marché, echándole una mirada traviesa desde el retrovisor. Conforme me alejaba me percaté que no podía borrar la enorme sonrisa que adornaba mi cara. "David" ¡quién lo diría!
Ahora sólo podía pensar emocionada, que tal vez, por esta ocasión, la locura de mis amigas tenía la razón.
FIN
sábado, 15 de noviembre de 2014
Un vistazo a la vida de Lulucles
Mis queridos lectores:
Con el fin de responder a las inquietudes que varios de ustedes han tenido a bien compartirme, y para los que también han tenido la curiosidad de saber de dónde viene lo que escribo, he planeado esta lista de respuestas a manera de una mini entrevista. El propósito es conocernos un poco más y por qué no, echarnos un café en confianza mientras sucede.
P: ¿Cuántos años tienes, Lulucles?
R: Tengo 32 años. Esto lo sospechan algunos por la edad en la que suelo situar mis escritos.
P: ¿Qué fue lo que te inspiró a escribir un blog?
R: Siempre me ha fascinado escribir. Sin embargo, hubo momentos en mi vida en que dejé de hacerlo. Supongo que el fracaso, cuando no sabes manejarlo, puede arrebatarte las cosas que más te gustan. ¡Y vaya que he tenido mis fracasos! Y cómo han dolido. Tal vez porque esas caídas son las de las que más trabajo cuesta levantarse. Cuando volví a creer en mí, decidí darme la oportunidad de ser quien soy. ¡Y soy escritora! Y como alguien me dijo una vez: una escritora, escribe. Por ello no bastaba con hacerme llamar así. Tenía que ponerme a escribir. Así que para practicar y perseverar en este arte, descubrí que un blog podría ser el espacio para lograrlo. Lo que me emociona, además de escribir, es que "Así es la vida, Lulucles" genere lazos con las personas que leen lo que publico. Es un honor que alguien pueda identificarse con un personaje que creé, o que alguien encuentre un mensaje que le ayude a avanzar o que le haga sentido con lo que está atravesando en ese momento en su vida. Enterarme de la posibilidad de intimar con los lectores a través de las publicaciones, es una emoción que agradezco profundamente.
P: ¿No te da miedo lo que la gente pueda pensar de lo que escribes?
R: Pavor diría yo jaja, antes me daba pavor. Por eso era difícil compartir lo que escribía. Es ponerte al desnudo frente a alguien, con todo lo que eres al descubierto. Una temporada esto me detuvo, te hablo de cuando asistía al colegio. Entonces en un taller de cuentos que tomé, me dijeron una vez: "escribes para que te lean", como animándonos a compartir nuestro trabajo. Poco a poco te despojas de ese miedo, y el que le sigue es el miedo al fracaso, el miedo a ser malinterpretada y el miedo a la crítica. Peor aún: el miedo al éxito. Pero como digo en mi blog, lo que he aprendido, pues me lo han enseñado es que el miedo no es malo; sólo es malo cuando te dejas paralizar por él. Así que hay que seguir avanzando, seguir escribiendo, sin importar qué pase, sin importar qué digan. No hacerlo sería negar quién soy.
P: Los viernes de relatos: ¿son cosas reales o ficticias?
R: Como tal, tendría que decir que son ficticias. Sin embargo, toda historia que brota de mi pluma (en este caso del teclado) tiene una dosis de autobiografía. Escribo sobre lo que he vivido, lo que anhelo, lo que sueño, lo que quisiera vivir, lo que he visto que otros viven y lo que imagino que podría vivir. Básicamente mis escritos son el producto de la reflexión de algún episodio de mi vida que he digerido lo suficiente para poder descomponerlo y capturar su esencia. Esa esencia es la que cobijo con fantasía y locuras, creando personajes que tomarán sus propias decisiones para construir el rumbo de los acontecimientos. No son asuntos que estrictamente me hayan ocurrido, pero sí llevan consigo bastante de mí misma. La emoción es mía, el relato es la travesura de la escritora que soy.
P: Sin embargo, todas tus publicaciones hablan de ti, de lo que has vivido, ¿cierto?
R: Las publicaciones que no pertenecen a la secuencia "Viernes de Relatos" son reflexiones sobre la vida, anécdotas y aprendizajes que comparto con ustedes. Claro que éstas nacen de lo que he vivido, de mis experiencias, de lo que siento. No necesariamente lo que me ocurre hoy, porque para poder tener claro el panorama de lo que uno vive, es necesario dejarlo cuajar y mirarlo a la distancia para enterarse de qué va. Por ello, algunas cosas tendrán que ver con lo que vivo hoy y otras, con lo que viví hace tiempo. La vida es tan compleja y tan sencilla al mismo tiempo, que cada instante puede brindarte, si te dejas, una inspiración para escribir. Por eso la incesante invitación a vivir intensamente y hacer que al final de cada día tengas algo qué contar.
P: ¿Sobre qué tema te gusta escribir más?
R: El amor. Me parece una experiencia terriblemente emocionante y dolorosa, que requiere crecimiento personal constante para poder compartirla con otro ser humano, en plenitud y felicidad.
P: Aunque no todo lo que escribes va sobre el amor de pareja, hay algunos escritos que nos hacen pensar que es un tema que repasas en tu cabeza. ¿Has tenido alguna relación de la que te arrepientas, te quedaste con las ganas de decir algo? ¿Amaste, perseveraste, perdonaste?
R: Arrepentirse sería negar un aprendizaje y anularlo en un deseo de revertirse. Así que como tal, no me arrepiento de ninguna relación que haya tenido. De hecho agradezco aquellas que más me consumieron o construyeron, pues ¡me obsequiaron material para escribir! Las relaciones que me provocaron algo muy dentro de mí, son las que me inspiraron a tomar el lápiz y escribir. Eso, lo agradezco. Sobre si me he quedado con ganas de decir algo: no. Mi política siempre ha sido decir todo lo que tengo que decir, aunque en el momento parezca ridículo o inoportuno. Los sentimientos que se quedan adentro se pudren y hacen daño, es mejor sacarlos, sin expectativas, claro. No esperes "algo" luego de decirlos. Sólo dilos, eso te ayuda a limpiarte y avanzar. De otro modo, sólo son un medio que utilizas para lograr que la otra persona se mueva a donde tus necesidades le indican. Sólo hay que decir sin esperar nada. Se hace por uno, no por el otro. ¿Que si he amado? Sí ¿Perseverado? Sí ¿Perdonado? Sí. Todas fruto de un proceso fuerte de dolor y crecimiento. Amar duele y mucho. No se puede amar sin sentir dolor una vez. No se puede perseverar si no te esfuerzas y te cuesta trabajo. Perseverar lleva implícito ganar una batalla diaria contra tu comodidad. Y perdonar... hacer las paces. No es fácil, no sale a la primera, pero cuando aprendes a confiar y soltar lo que te hace el camino más pesado, puedes hacerlo. No digo que yo siempre haya sido así y que rotundamente lo sea siempre en todos los aspectos de mi vida. Creo que soy un ser imperfecto en crecimiento. A veces dan ganas de tirar la toalla y claudicar, sobre todo cuando duele mucho y creo no poder más... pero la confianza en Dios me da empujoncitos para seguir adelante y no detenerme. Creo que ahí radica el secreto: en confiar y avanzar.
P: Para finalizar ¿algo qué decir a tus lectores?
R: En tres palabras: GRACIAS POR LEER. Gracias por darme el mejor regalo: su tiempo para leer mis publicaciones y estar al pendiente del blog. Ustedes también conforman este espacio y lo hacen posible. Dejen sus comentarios y preguntas, me encanta saber de ustedes.
¡¡Espero hayan disfrutado de esta mini entrevista!!
Y recuerda: Si te gusta suscríbete, dale Google+1, comparte y deja tu comment. Así como tú me lees a mí; a mí me gusta leerte a ti.
¡¡¡Nos vemos en el próximo post!!!
Con el fin de responder a las inquietudes que varios de ustedes han tenido a bien compartirme, y para los que también han tenido la curiosidad de saber de dónde viene lo que escribo, he planeado esta lista de respuestas a manera de una mini entrevista. El propósito es conocernos un poco más y por qué no, echarnos un café en confianza mientras sucede.
P: ¿Cuántos años tienes, Lulucles?
R: Tengo 32 años. Esto lo sospechan algunos por la edad en la que suelo situar mis escritos.
P: ¿Qué fue lo que te inspiró a escribir un blog?
R: Siempre me ha fascinado escribir. Sin embargo, hubo momentos en mi vida en que dejé de hacerlo. Supongo que el fracaso, cuando no sabes manejarlo, puede arrebatarte las cosas que más te gustan. ¡Y vaya que he tenido mis fracasos! Y cómo han dolido. Tal vez porque esas caídas son las de las que más trabajo cuesta levantarse. Cuando volví a creer en mí, decidí darme la oportunidad de ser quien soy. ¡Y soy escritora! Y como alguien me dijo una vez: una escritora, escribe. Por ello no bastaba con hacerme llamar así. Tenía que ponerme a escribir. Así que para practicar y perseverar en este arte, descubrí que un blog podría ser el espacio para lograrlo. Lo que me emociona, además de escribir, es que "Así es la vida, Lulucles" genere lazos con las personas que leen lo que publico. Es un honor que alguien pueda identificarse con un personaje que creé, o que alguien encuentre un mensaje que le ayude a avanzar o que le haga sentido con lo que está atravesando en ese momento en su vida. Enterarme de la posibilidad de intimar con los lectores a través de las publicaciones, es una emoción que agradezco profundamente.
P: ¿No te da miedo lo que la gente pueda pensar de lo que escribes?
R: Pavor diría yo jaja, antes me daba pavor. Por eso era difícil compartir lo que escribía. Es ponerte al desnudo frente a alguien, con todo lo que eres al descubierto. Una temporada esto me detuvo, te hablo de cuando asistía al colegio. Entonces en un taller de cuentos que tomé, me dijeron una vez: "escribes para que te lean", como animándonos a compartir nuestro trabajo. Poco a poco te despojas de ese miedo, y el que le sigue es el miedo al fracaso, el miedo a ser malinterpretada y el miedo a la crítica. Peor aún: el miedo al éxito. Pero como digo en mi blog, lo que he aprendido, pues me lo han enseñado es que el miedo no es malo; sólo es malo cuando te dejas paralizar por él. Así que hay que seguir avanzando, seguir escribiendo, sin importar qué pase, sin importar qué digan. No hacerlo sería negar quién soy.
P: Los viernes de relatos: ¿son cosas reales o ficticias?
R: Como tal, tendría que decir que son ficticias. Sin embargo, toda historia que brota de mi pluma (en este caso del teclado) tiene una dosis de autobiografía. Escribo sobre lo que he vivido, lo que anhelo, lo que sueño, lo que quisiera vivir, lo que he visto que otros viven y lo que imagino que podría vivir. Básicamente mis escritos son el producto de la reflexión de algún episodio de mi vida que he digerido lo suficiente para poder descomponerlo y capturar su esencia. Esa esencia es la que cobijo con fantasía y locuras, creando personajes que tomarán sus propias decisiones para construir el rumbo de los acontecimientos. No son asuntos que estrictamente me hayan ocurrido, pero sí llevan consigo bastante de mí misma. La emoción es mía, el relato es la travesura de la escritora que soy.
P: Sin embargo, todas tus publicaciones hablan de ti, de lo que has vivido, ¿cierto?
R: Las publicaciones que no pertenecen a la secuencia "Viernes de Relatos" son reflexiones sobre la vida, anécdotas y aprendizajes que comparto con ustedes. Claro que éstas nacen de lo que he vivido, de mis experiencias, de lo que siento. No necesariamente lo que me ocurre hoy, porque para poder tener claro el panorama de lo que uno vive, es necesario dejarlo cuajar y mirarlo a la distancia para enterarse de qué va. Por ello, algunas cosas tendrán que ver con lo que vivo hoy y otras, con lo que viví hace tiempo. La vida es tan compleja y tan sencilla al mismo tiempo, que cada instante puede brindarte, si te dejas, una inspiración para escribir. Por eso la incesante invitación a vivir intensamente y hacer que al final de cada día tengas algo qué contar.
P: ¿Sobre qué tema te gusta escribir más?
R: El amor. Me parece una experiencia terriblemente emocionante y dolorosa, que requiere crecimiento personal constante para poder compartirla con otro ser humano, en plenitud y felicidad.
P: Aunque no todo lo que escribes va sobre el amor de pareja, hay algunos escritos que nos hacen pensar que es un tema que repasas en tu cabeza. ¿Has tenido alguna relación de la que te arrepientas, te quedaste con las ganas de decir algo? ¿Amaste, perseveraste, perdonaste?
R: Arrepentirse sería negar un aprendizaje y anularlo en un deseo de revertirse. Así que como tal, no me arrepiento de ninguna relación que haya tenido. De hecho agradezco aquellas que más me consumieron o construyeron, pues ¡me obsequiaron material para escribir! Las relaciones que me provocaron algo muy dentro de mí, son las que me inspiraron a tomar el lápiz y escribir. Eso, lo agradezco. Sobre si me he quedado con ganas de decir algo: no. Mi política siempre ha sido decir todo lo que tengo que decir, aunque en el momento parezca ridículo o inoportuno. Los sentimientos que se quedan adentro se pudren y hacen daño, es mejor sacarlos, sin expectativas, claro. No esperes "algo" luego de decirlos. Sólo dilos, eso te ayuda a limpiarte y avanzar. De otro modo, sólo son un medio que utilizas para lograr que la otra persona se mueva a donde tus necesidades le indican. Sólo hay que decir sin esperar nada. Se hace por uno, no por el otro. ¿Que si he amado? Sí ¿Perseverado? Sí ¿Perdonado? Sí. Todas fruto de un proceso fuerte de dolor y crecimiento. Amar duele y mucho. No se puede amar sin sentir dolor una vez. No se puede perseverar si no te esfuerzas y te cuesta trabajo. Perseverar lleva implícito ganar una batalla diaria contra tu comodidad. Y perdonar... hacer las paces. No es fácil, no sale a la primera, pero cuando aprendes a confiar y soltar lo que te hace el camino más pesado, puedes hacerlo. No digo que yo siempre haya sido así y que rotundamente lo sea siempre en todos los aspectos de mi vida. Creo que soy un ser imperfecto en crecimiento. A veces dan ganas de tirar la toalla y claudicar, sobre todo cuando duele mucho y creo no poder más... pero la confianza en Dios me da empujoncitos para seguir adelante y no detenerme. Creo que ahí radica el secreto: en confiar y avanzar.
P: Para finalizar ¿algo qué decir a tus lectores?
R: En tres palabras: GRACIAS POR LEER. Gracias por darme el mejor regalo: su tiempo para leer mis publicaciones y estar al pendiente del blog. Ustedes también conforman este espacio y lo hacen posible. Dejen sus comentarios y preguntas, me encanta saber de ustedes.
¡¡Espero hayan disfrutado de esta mini entrevista!!
Y recuerda: Si te gusta suscríbete, dale Google+1, comparte y deja tu comment. Así como tú me lees a mí; a mí me gusta leerte a ti.
¡¡¡Nos vemos en el próximo post!!!
viernes, 14 de noviembre de 2014
Los viernes soy soltera (6o. Parte)
Viernes de Relatos
Confieso que no hice ningún esfuerzo por apresurarme en terminar el presupuesto. Mi equipo me echaba miradas enojadas e indignadas. ¡Era un insulto arrebatarles su viernes social! Lo siento, hay prioridades y ésta era una de ellas. El fin de año se acercaba y había que dejar todos los números y cuentas listas para los reportes de cierre de año, pendientes en los gastos y proyectos que postergarían por falta de recursos. El balance debía quedar listo esta semana, así que haciendo uso de mi poder y autoridad, con un tanto de desdén, les hice a todos quedarse conmigo a terminar la actividad.
Así que llamé a Laura para avisarle que no iría a la cita de hoy.
Insistente, me comentó que él podía esperar, que no la cancelaría. Advertí que tal vez no lograría escaparme del inhumano yugo de mi jefe. Evidentemente omití la parte en que era yo la del poder de decisión sobre la hora de nuestra liberación para evitarme un discurso. Era obligatorio quedarme... y aún así Laura no dejó de insistir.
Ya eran las once de la noche y el cansancio empezaba a molestarnos a todos. De vez en vez les animaba y les invitaba a esmerarse para terminar, aunque eso fuera lo que yo menos quería. Algunos encendieron el radio para situarse en su imaginación en alguna fiesta. Otros se enviaban mensajes con personas del exterior, que los distraían de hacer lo suyo. A esos los alentaba a seguirse escribiendo con sus amigos, así retrasarían su trabajo y no tendríamos que irnos pronto. Sin embargo, los que estaban dispuestos a llegar al antro aunque fueran las tres de la mañana, se apresuraban y les ayudaban a ellos a liberar sus encomiendas.
Finalmente lo logramos. Marcaban las doce de la noche en el reloj. Los que comían ansias por marcharse tomaron sus cosas y salieron de inmediato, pero no sin antes refunfuñar en un volumen casi imperceptible "qué culpa tenemos de que ella no tenga vida".
Apagué las luces y fui la última en abandonar la oficina. El alivió que me invadió después del ajetreo no fue el de la satisfacción de un trabajo bien hecho, sino el del gusto de haberme librado de otra posible desilusión amorosa. Era imposible que el hombre en turno aún quisiera salir y yo no tenía intenciones de hacerlo. ¡Qué remedio! Hablé con Laura para cancelar la invitación.
- Ni te lo imaginas... - dijo ella nerviosa y riéndose víctima de un asombro infantil. - Me pidió la dirección de tu oficina. Te espera en Planta Baja.
- ¡Pero ya son las doce de la noche, el viernes ya acabó! - objeté a regañadientes.
- Qué puedo decirte amiga, ¡él de verdad quiere salir contigo! ¡Suerte, conquístalo!
Las puertas del elevador se abrieron de par en par. Al primer paso que di, pude distinguirlo en la entrada de vidrio, antes de los trinquetes que le impedían el acceso sin credencial. Calmando mis sentimientos paranoicos de mujer acosada a la mitad de la noche, respiré profundo y sonreí lo mejor que pude. Seguí avanzando hasta que él fijó su mirada en mí. En sus sospechas me reconoció y con su palma extendida me saludó de lejos. Le percibí sonriente y paciente como un perseverante inoportuno. Deslicé mi credencial para abrirme el paso y salir. Llegó la hora de la inevitable cita con este extraño.
Qué injusto, ya ni siquiera es viernes.
domingo, 9 de noviembre de 2014
Ser mejores
Esta noche de domingo vale la pena hacer el balance de la semana.
Si esta vida se trata de aprovechar el pasado para aprender de éste y ser mejores, vale la pena entonces valorar qué resultó de la semana para indicarnos en qué podemos mejorar.
El ejercicio no puede ser tan ambicioso, porque creo que la rutina de la semana te come fácilmente. Si te mantienes laborioso incluso te sorprendes diciendo: ¡Qué rápido se me ha ido el día! En esa velocidad no te enteras muy bien de qué ha pasado, por eso esta noche de domingo cae bien para reflexionar qué haremos los siguientes siete días.
¿Qué cosas nos molestaron? ¿Qué cosas nos emocionaron? ¿Te arrepientes de alguna reacción que hubieras podido manejar mejor? ¿Arrojaste palabras que hubieran quedado mejor en silencio? ¿Desaprovechaste el tiempo? ¿Te quedaste con las ganas de decir o hacer algo? ¿Amaste, perdonaste, perseveraste?
La vida se pasa en un suspiro. Así de rápido y si no hacemos el esfuerzo de ponernos un claro propósito para mejorar, se puede pasar desapercibida la oportunidad para hacerlo mejor. Cada día se puede hacer algo para ser mejores. Cada minuto se puede aprovechar para este fin. Si lo hiciéramos en cada instante... ¿cuánto no creceríamos? Claro que como he dicho, el crecimiento requiere de mucho esfuerzo y sobre todo, constancia. Disciplina y perseverancia. Y no digamos de las emociones implícitas en este proceso de crecimiento. No es tan fácil, por eso creo que dejamos que el tiempo nos coma en su velocidad y se nos vaya entre las manos casi sin enterarnos de lo que estamos haciendo realmente con él. Así nos justificamos de lo que no hacemos diciendo: "no tengo tiempo" o "no he podido".
El trabajo de crecer y ser mejor cada día no es cosa fácil, pero no imposible. Basta con comprometernos con este propósito y hallar en los detalles de nuestro día los cambios que nos permitirán ir creciendo de a poquito en poquito. Haciendo eso que no hacen todos... avanzando y aceptando el reto de hacerlo.
Finalmente, de eso se trata la vida. Las grandes satisfacciones surgen de aquello por lo que nos hemos esforzado. Lo que no se nos ha dado fácil. Eso, es lo que se disfruta en grande.
Les deseo que esta semana que inicia sea eso: días llenos de esfuerzo, que no se les den fáciles las cosas, porque al final de la semana, al hacer su balance, se sentirán realmente satisfechos de haber superado el reto y con éste, haber crecido un poco más.
viernes, 7 de noviembre de 2014
Los viernes soy soltera (5o. Parte)
Viernes de Relatos
- ¡¡¡Esta vez te luciste!!! - le dije a gritos de emoción a Mariana.
Estaba en casa, eran las tres de la mañana. Habíamos gastado muchas horas platicando hasta que nos corrieron del restaurante porque iban a cerrar. La plática había sido perfecta. Él, todo un galán. Caballeroso, apuesto, buen conversador, atento, interesante... ¡Todo lo que había querido encontrar luego de tantos tropezones en los últimos viernes! Pagó la cuenta... pagó la cuenta.
- Estoy encantada con él, ¿dónde lo tenías que no me habías dicho? - le pregunté a Mariana - Creo que tú serás quien gane esta contienda por sacarme de la soltería. ¡Le has dado al clavo!
Mariana permanecía en silencio al otro lado. Ni festejaba su logro ni me preguntaba detalles de lo ocurrido.
- ¿Mariana, estás ahí?
Tardó una pausa larga en contestar.
- Sí, aquí estoy.
Su silencio me desconcertó. Empecé a caminar alrededor de mi cama, sin ir a ningún lado. Harta por no recibir respuesta exigí una explicación.
- He hablado con él antes de que llamaras.
Ósea que Mariana ya tenía la versión de los hechos de la otra parte. Eso hacía más interesante la conversación.
- ¿¿¡¡¡Y qué te ha dicho!!!?? Cuéntamelo todo ahora mismo.
Otra vez el fastidioso silencio. ¡Vamos chica, ya suéltalo, he recibido peores noticias!
- Le has parecido una buena mujer. - explicó Mariana muy seria.
- No te sale mentir amiga, mejor dime la verdad de una vez por todas.
- No miento, le has parecido una buena mujer. Sólo que no le interesa tener nada más contigo. Apuesta a que eres una buena amiga...
Típico. Lo que me faltaba. Si no te gustan, les gustas; si te gustan, no les gustas. ¿No podría ser diferente? No basta con que una parte esté interesada, la otra también tiene que estarlo. Creo que empaticé por primera vez con los otros candidatos que habían desfilado las semanas anteriores. ¿Qué es lo que él pudo descartar de mí? Tal vez debí pagar la cuenta, mostrarme como una mujer moderna. Tal vez hablé demasiado de mi trabajo, debía hablar más de... ¿mi triste historia de amor que me tiene saliendo con extraños todos los viernes? Tal vez debí ser hablar menos, tal vez debí reír menos... ¿o más? Tal vez mi ropa... tal vez el maquillaje no me favorecía. El peinado no había sido perfecto, pero esperaba que me favoreciera. ¿Acaso comí demasiado y la cuenta fue exorbitante? No alcancé a mirar. Tal vez fui metiche al preguntarle por su vida personal.
¿Qué rayos hice mal? ¡Según yo soy un partidazo! ¿No lo ve? ¿NO LO VE?
- Amiga, no sé qué decirte. No me ha dado razones. Alguna impresión equivocada, quizás. ¿Quieres que le pregunte directamente?
- No tiene caso...
- Tal vez una segunda cita pueda resolver los malentendidos. Voy a agendarla con él...
- No, olvídalo. Es mejor así...
- ¡¡¡Esta vez te luciste!!! - le dije a gritos de emoción a Mariana.
Estaba en casa, eran las tres de la mañana. Habíamos gastado muchas horas platicando hasta que nos corrieron del restaurante porque iban a cerrar. La plática había sido perfecta. Él, todo un galán. Caballeroso, apuesto, buen conversador, atento, interesante... ¡Todo lo que había querido encontrar luego de tantos tropezones en los últimos viernes! Pagó la cuenta... pagó la cuenta.
- Estoy encantada con él, ¿dónde lo tenías que no me habías dicho? - le pregunté a Mariana - Creo que tú serás quien gane esta contienda por sacarme de la soltería. ¡Le has dado al clavo!
Mariana permanecía en silencio al otro lado. Ni festejaba su logro ni me preguntaba detalles de lo ocurrido.
- ¿Mariana, estás ahí?
Tardó una pausa larga en contestar.
- Sí, aquí estoy.
Su silencio me desconcertó. Empecé a caminar alrededor de mi cama, sin ir a ningún lado. Harta por no recibir respuesta exigí una explicación.
- He hablado con él antes de que llamaras.
Ósea que Mariana ya tenía la versión de los hechos de la otra parte. Eso hacía más interesante la conversación.
- ¿¿¡¡¡Y qué te ha dicho!!!?? Cuéntamelo todo ahora mismo.
Otra vez el fastidioso silencio. ¡Vamos chica, ya suéltalo, he recibido peores noticias!
- Le has parecido una buena mujer. - explicó Mariana muy seria.
- No te sale mentir amiga, mejor dime la verdad de una vez por todas.
- No miento, le has parecido una buena mujer. Sólo que no le interesa tener nada más contigo. Apuesta a que eres una buena amiga...
Típico. Lo que me faltaba. Si no te gustan, les gustas; si te gustan, no les gustas. ¿No podría ser diferente? No basta con que una parte esté interesada, la otra también tiene que estarlo. Creo que empaticé por primera vez con los otros candidatos que habían desfilado las semanas anteriores. ¿Qué es lo que él pudo descartar de mí? Tal vez debí pagar la cuenta, mostrarme como una mujer moderna. Tal vez hablé demasiado de mi trabajo, debía hablar más de... ¿mi triste historia de amor que me tiene saliendo con extraños todos los viernes? Tal vez debí ser hablar menos, tal vez debí reír menos... ¿o más? Tal vez mi ropa... tal vez el maquillaje no me favorecía. El peinado no había sido perfecto, pero esperaba que me favoreciera. ¿Acaso comí demasiado y la cuenta fue exorbitante? No alcancé a mirar. Tal vez fui metiche al preguntarle por su vida personal.
¿Qué rayos hice mal? ¡Según yo soy un partidazo! ¿No lo ve? ¿NO LO VE?
- Amiga, no sé qué decirte. No me ha dado razones. Alguna impresión equivocada, quizás. ¿Quieres que le pregunte directamente?
- No tiene caso...
- Tal vez una segunda cita pueda resolver los malentendidos. Voy a agendarla con él...
- No, olvídalo. Es mejor así...
martes, 4 de noviembre de 2014
La vida, como los aguacates
Miraba yo un aguacate que abrí. De esos a los que les dicen "está muy verde, no está maduro" No me importó mucho y lo abrí con un cuchillo para comérmelo en pedacitos.
¿Esto qué tiene que ver con la vida? El aguacate que no estaba maduro, estaba duro y era difícil de morder. Muy verde, en efecto, por dentro, pero casi inmasticable. No se disfrutaba para nada. Incluso cortarlo con el cuchillo había sido una hazaña.
La mitad de aguacate que no me comí, la dejé ahí y supuse que el tiempo haría de las suyas y lo aguadaría, pero no, sólo lo oxidó en su dureza. Lo ennegreció, pero sin hacer comestible.
Pienso que algunas veces así nos pasa en la vida. Los momentos difíciles nos cortan por la mitad y luego dejamos nuestra sanación a lo que invocan todos "el tiempo". Es el mágico doctor y curandero, es el que pasa y se encarga de sanarnos. ¿Será así?
El tiempo sólo consigue dos cosas: hacernos madurar o echarnos a perder. En la misma desgracia, con el tiempo podemos componernos o descomponernos, pero no forzosamente nos hará crecer. La madurez y el crecimiento dependen de uno mismo, no de la cantidad de tiempo que pase. Pueden transcurrir años y llegará el día en que nos miremos al espejo y descubramos que sólo hemos sido ennegrecidos y oxidados, para nada nos hemos recompuesto.
Así pasa con el aguacate, para madurar y tener buen sabor requiere estar completo e íntegro; y entonces sí, el pasar del tiempo le hace bien. Si lo abrimos sin madurar, aunque pase el tiempo, sólo se pondrá feo y sus características de inmadurez permanecerán.
Supongo que en la vida no queda más que aprender que la reconstrucción de nosotros mismos luego de muy malos ratos depende de nosotros y no del tiempo. Es inevitable, para sentirnos mejor, tenemos que esforzarnos. Sanar no es un proceso que suceda sin nuestra participación. El tiempo sólo es un atenuante, pero no es la cura. El remedio está en nosotros nada más. Tenemos que superarnos y crecer. No hay de otra.
domingo, 2 de noviembre de 2014
La vida como el tráfico de un lunes
Mañana que es lunes, algunos se irán a la cama más temprano para descansar y levantarse a tiempo para llegar a sus destinos: la escuela, el trabajo, el ejercicio, etc.
Si eres disciplinado y voluntarioso, tal vez consigas levantarte a buena hora y salir con esos "cinco minutos antes" que te advierten todos para que consideres el tráfico y aún así llegues puntual.
¿Por qué la recomendación de salir cinco o más minutos antes del tiempo que estimas tardarás en llegar a donde quieres ir? Por calcular imprevistos y posibles retrasos.
Verán, la vida es como el tráfico de un lunes por la mañana. Uno no puede salir de su casa pensando que llegará sin ninguna dificultad. Siempre cabe la posibilidad de un incidente: choques, semáforos descompuestos, nuevos baches, manifestaciones, calles cerradas, autos descompuestos, alguien con ganas de conducir lento, un policía creyéndose útil dirigiendo el tráfico... toda clase de cosas pueden pasar en el trayecto.
Así funciona también la vida. Por mucho que queramos llegar al destino sin tropezar, algo va a pasar en el camino. Si en una mañana de un día de tantos, corres el riesgo de encontrarte con algo que atrase tu llegada, ¿por qué la vida misma iba a librarte de toparte con un obstáculo? No, la vida va a tener un reto para ti siempre que quieras seguir avanzando. Algo con lo que tendrás que enfrentarte, algo con lo que tendrás que lidiar y pese a lo que te pueda producir, mantener la calma para no ser parte de la masa histérica que "toca el claxon sin ton ni son".
Ante la crisis vial, puedes elegir ser de los que van furiosos o de los que van cantando la canción que tocan en la radio. Puedes elegir ser el que grita o el que respira y simplemente deja ir el mal momento. Así también en la vida tú eliges cómo vivir esas malas pasadas. Puedes ser de los que al llegar al destino llevan el hígado hecho bolas y el estómago con bilis abundante o puedes ser de los que llegan con una sonrisa porque aprendieron a dejar atrás lo que ya pasó.
En la vida, no hay forma de que te libres de los accidentes emocionales, los choques de alguien contra ti y de los baches que buscan desinflar tu ánimo. Pero puedes salir airoso respirándolos y no enganchándote en ellos. Se trata de tener paz interior para que no arruinen tu viaje. La ventaja de la vida versus el trayecto de un lunes, es que en la vida no hay prisa, ni hay hora límite de llegada. Lo que cuenta no es la hora a la que llegas, sino cómo usas cada minuto que te ha sido obsequiado.
Así que, mucho ánimo y disfruten cada instante.
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