Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


domingo, 29 de noviembre de 2015

El Final


Si tengo un libro en mis manos, cuya historia me ha capturado al grado de provocarme ansiedad cuando paso sus páginas, es inevitable que me carcoman las ganas de leer pronto el final.

Es una curiosa sensación, porque al tiempo que quieres saber en qué va a terminar, tampoco quieres que termine de lo entretenida que está la historia.

A veces creo qué así nos pasa con la vida. Quisiéramos saber el final. A veces no tan motivados por lo increíble que está su narración, sino porque tanto dolor, tanta desilusión y tanto fracaso algún sentido tienen que tener. La vida nos presenta tantos retos a superar, tantas cosas que debemos dejar atrás, tantos momentos de los que debemos levantarnos, que la esperanza radica en que un día, cuando ha transcurrido el tiempo preciso, las heridas habrán sanado y podremos sonreír otra vez. Pero para enterarnos de que somos capaces de avanzar, tenemos que hacer eso: seguir y seguir, aún cuando resulte muy difícil hacerlo.

Es casi como en los libros. Muchos personajes interesantes no la tienen nada fácil. Andan y andan conforme avanza la historia, procurando resolver los conflictos a los que un autor se ha encargado de someterlos. Requieren valor y mucha voluntad para salir airosos y vencedores. Y conforme eso ocurre, los nudos se resuelven increíblemente con cosas grandiosas, a las que no hubieran sido acreedores si no se hubieran atrevido a continuar. Superan lo insuperable y hacen posible lo imposible, innovan lo convencional y demuestran que no hay límites. Esos grandes personajes inspiran creer que en el final, todo tiene sentido y un por qué, que agraciadamente, son para bien, aunque en ese momento, no lo veamos.

Nos gustaría adelantarnos unos años y descubrir el final. ¿Lo logramos superar? ¿Eso dejó de darnos tanta lata? ¿Conseguimos lo que buscábamos? ¿Aprendimos lo que teníamos que aprender? ¿Encontramos lo que buscamos? o tal vez, no importa cuál fuere el final, ¿nos encantó la historia?

La invitación de la semana: Sea cual sea el final, ten por seguro que lo forjas cada día con las decisiones que tomas, con la pasión con la que escribes la historia y con la perseverancia de continuar escribiendo aunque te den ganas de soltar el lápiz. Y aunque la trama te haga llorar de vez en cuando, no olvides que esa reacción sólo la logran las grandes historias. Así que tranquilo y haz de la tuya una grande.

¡¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!!











viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? 12o. Parte


Viernes de Relatos


Es agradable, linda, educada... puedo comprender por qué se enamoró de ella.

Su departamento estaba repleto de él... y de ella. Fotos colgadas en la pared donde se les veía gozar juntos de viajes, comidas en restaurantes junto a sus amigos y algunas en las que simplemente habían capturado el momento por la sencilla razón de querer trascender lo cotidiano.

Los colores los debe haber elegido ella, pero de cierta forma él se ha conseguido colar en la decoración. Detalles muy suyos destacan entre lo cursi que aparentemente es ella. Los rincones de este hogar me tienen maravillada, como si fuese invitada a un sitio especial al que no todos tienen permiso de entrar. 

Ella me invita un café para entretenerme mientras él vuelve. No le he revelado del todo mi identidad y me sorprende que siendo una extraña, el hecho de tener relación con él le inspire la confianza para conducirse conmigo familiarmente.

Sentada en el sillón, me pregunta cómo es México, me explica que él quiere vivir allá. Ella le ha dicho que no - la historia me la sé - pero en secreto me confía que sólo lo hace para dar un poco de batalla con la esperanza de que su deseo se cumpla, pero que su mayor anhelo es permanecer a su lado; aún cuando eso signifique seguirlo a otro país.

Basta. No puedo escucharla más. En eso, la puerta se abre. No hay sorpresa para mí, es él. Sin embargo, el sorprendido es ese que atraviesa el umbral y dibuja en su rostro un gesto de desconcierto que no logra disimular ni con el fuerte abrazo que recibe de parte de ella, quien se apresura a saludarle con un beso en los labios. Como si yo no existiera, ella se dedica a mimarlo y festejar su llegada. Él no aparta su mirada de mí, fija y absorta. Me levanto de mi asiento dejando la taza de café sobre la mesilla de centro. Ella se vuelve hacia mí para presentarme con él y tal vez agradarle al reencontrarnos. 

- Ella es de México y vino a buscarte. Quiso darte la sorpresa y ni tenía certeza de que vivieras aquí. Una vieja amiga tuya muy aventurera, ¿cierto? ¿La reconoces? - le preguntó emocionada - yo ignoro si te reconocería luego de tantos años sin verte.

Nos miramos los dos. Ella aplaudía ignorando lo que significaba vernos nuevamente. Se acercó a mí y me tendió un abrazo fuerte. Yo le abracé de vuelta tendida en lágrimas. Sin que me lo dijera, me di por enterada, ya que la verdad se asomó en su imponente silencio y su compasivo gesto de cariño.

Por un instante se paralizó el tiempo. Me robé esos segundos para guardármelos para siempre. En ese espacio no había lugar para mí. Ni un huequito que usurpar para quedármelo conmigo. Ella le ama y por su rostro desencajado, adiviné que él a ella, por lo que deduje lo inoportuna que era mi presencia.

Permitimos que la cortesía y los buenos modales resolvieran el resto de la incómoda situación, hasta que el reloj anunció una convenida hora para retirarme. Me despedí de ella tan disimuladamente como mi convencimiento de avanzar me lo permitió. Él insistió en acompañarme a la Recepción, así que tomamos juntos del elevador. Sin decirnos nada, salimos al abrirse las puertas. Nos detuvimos en los escalones de la entrada y nos colocamos frente a frente... cara a cara.

- Me dio gusto verte. - dijo Antonio.

- A mí también, supongo. - agregué entristecida. - Cuando te fuiste sin despedir, no entendí por qué lo hiciste. Ni ahora lo entiendo, pero creo suponer la razón.

- No me despedí de ti porque sabía que no podría hacer lo que ahora me veo obligado a hacer.

- ¿Lo cual es...? - pregunté inquieta.

- Decirte adiós otra vez.

Y con una lágrima resbalando en su mejilla, me regaló un beso en la mía y nos despedimos, como aquel entonces, escondiendo resignados las ganas de estar juntos otra vez.



FIN


**No te pierdas la próxima historia el próximo viernes aquí, en "Viernes de Relatos"!!!!!!

domingo, 22 de noviembre de 2015

Tener a alguien



No se trata de no poder vivir solo y de la necesidad de estar acompañado... es sólo que a veces nos gusta la idea de tener a alguien.

Alguien infalible.

Alguien incondicional.

La vida en pareja, por definición de concepto, supone esto. La vida de soltero, por otro lado, te enfrenta al reto de encontrar una persona que se vuelva ese alguien. No precisas que ese alguien se convierta en tu próxima relación, pero sí precisas algo más, algo muy parecido a una excelente amistad.

Porque de repente te ocurren cosas. Esas que te hacen sentir tan grandioso que quieres correr a compartirlas con alguien. Te sacuden por dentro y te encienden. Quieres tomar el teléfono y compartirlo con "alguien". Una persona que no te dejará "en visto" en el celular, una persona que sí tomará tu llamada esté haciendo lo que esté haciendo, una persona que comprende esa locura que te está ocurriendo. Ese tipo de persona que sabes que está ahí para ti.

Ese alguien, que sabes que te acompañará al cine a ver la película que te gusta y que a nadie más en el mundo le agrada. Ese alguien que entiende tus defectos y no te los echa en cara. Ese alguien, que aún cuando no tienes la razón, está ahí para hacer catarsis contigo porque sabe que luego se te pasará y te llegará la cordura; y que si no sucede, entonces hará su parte para que la recuperes.

Ese alguien que comprende tus gustos más sencillos y los comparte. Con quien puedes sentarte a ver una película o ir a una cafetería sólo por un pastelito con café. Un alguien a quién poder decirle por la mañana: Buenos días. Y alguien que de vuelta se acuerde de ti de vez en cuando, pero con más frecuencia de lo que lo harían los demás.

Alguien a quien darle un abrazo y que te lo dé también. Sólo porque de repente un gesto como ese es lo que más necesitas y porque también sabes que ese alguien lo necesita de ti.

Tal vez por estas bondades sea fácil confundirse y se aparente la desesperación de encontrar una pareja, cuando en el medio se trata de reconocer la aceptación de la agraciada soledad de la soltería, pero con el agrado de tener a alguien.

Porque finalmente, todos necesitamos de un alguien.

La invitación de la semana: ¿Quién es ese alguien? ¿Tienes un alguien? Si lo tienes: cuida a ese alguien; y si no, sé ese alguien... de alguien más.


¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!









viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (11o. Parte)



Viernes de Relatos




El avión aterriza. Quiero bajar desesperada, pero debo esperar a que los de las filas de enfrente se marchen primero. Al fin bajo del avión y espero a que mi maleta aparezca en el carrusel. Tarda un rato que se me hace eterno.


Filas, trámites de migración... ¿Motivo de mi visita? Encontrar al amor de mi vida. Si usted fuera capaz de ayudarme agilizando esto, podría encontrarlo más rápido. Vengo de México... sí, sí... turista... un hotel... ¿Lo he convencido? Me deja pasar.


Ahora lo que sigue. Encuentro un taxi y le doy la dirección que mis amigas a bien me han hecho favor de compartirme. El taxi lo busca en su celular sin preguntarme por detalles. La tecnología lo tiene resuelto. Allá vamos.


Me gustaría contemplar el paisaje mientras damos con la dirección, pero muero de nervios de sólo pensar que pronto le veré. No tengo ningún discurso preparado ni he ensayado alguna romántica declaración. Sin planes, le estoy buscando en otro país. ¿Estoy loca?


El taxi se detiene frente a un edificio enorme. Adivino que se tratan de departamentos. Parece contener miles de pisos en su estructura. Fácilmente cuento diez y de ahí calculo al menos otros tres bloques del mismo tamaño. Mínimo tiene 40 pisos. ¿Cómo sé en cuál vive?


Entro a la estancia, donde un guardia me mira de pies a cabeza con mi maleta arrastrando detrás de mí. Me observa con atención y me echa una mirada bastante seria. Infiero que no será de mucha ayuda contarle mi historia. Tengo que pensar bien en cómo voy a preguntar esto...


- Busco a Antonio. Sé que vive aquí, en alguno de los pisos.


- Señorita, cinco hombres viven aquí bajo ese nombre. ¿A quién visita?


Comienzo a describirlo con la esperanza de hacer bien la tarea para que pueda identificar al que me interesa. El guardia no hace ni el más mínimo esfuerzo por imaginar los rasgos que le estoy dictando. Estoy perdida.


- Vaya y averigüe más información. Así no le dejaré entrar.


Me doy la vuelta resignada y salgo del enorme edificio. Me siento en los escalones que sirven de entrada y acomodo la maleta a mi derecha. Vaya viaje... y entonces, como escena de película de amor, veo a contraluz aparecerse una figura humana acercándose hacia mí. No distingo bien quien sea, pero parece tener intenciones de acercarse a mí. ¿Será él?


Entonces descubro su identidad.


- ¿A quién esperas? - me pregunta una mujer con cara de buen samaritano. Por lo visto mi gesto de desilusión despierta su ánimo rescatador de almas en desgracia.


- He venido desde México buscando a Antonio.... - me miró extrañada- ...una larga historia. ¿Conoces a algún Antonio en este edificio?


Dubitativa y pensativa se animó a decir:


- Sí, de hecho sí.


¡La esperanza vuelve! Podría ayudarme...


- De hecho vivo con alguien llamado Antonio.


¿¡Qué?? ¿¡No será!?


- Es mi prometido. Y él es mexicano. ¿Será que es al que buscas?


En silencio sólo medité... qué más puede pasar.






**No te pierdas la continuación en el próximo Viernes de Relatos!!!!

domingo, 15 de noviembre de 2015

Una mascota



La compañía de una mascota resulta increíble. Pero no lo digo tanto por lo que recibes, sino por lo que refleja de ti. 

Me encanta sobre todo el mensaje oculto que te da tener un perro como mascota. Simplemente es innegable que tu estado de ánimo es la pauta para relacionarte con ella.

Si estás de buenas, lo sabe, porque hasta le permites cometer las más grandes locuras, que estando de malas, le reprocharías con gritos inmediatamente. Si estás de buenas, te sigue y te busca. Si estás de malas, sabe que acercarse y llenarte de pelos en su temporada de muda, te hará molestarte y desquitarte con ella. Tu mascota perruna está siempre ahí pese a todo, pero definitivamente te permite identificar cómo te sientes contigo mismo, porque de eso depende cómo le trates.

Y aún cuando le has tratado mal, sigue ahí contigo. Con sus ojos enormes y expresivos esperando a que vuelvas a recuperar tus cabales. Sin decirte nada, comprende que has tenido un mal día, que alguien te ha dejado, que algo te ha salido mal o que simplemente no estás de humor para compartir sus asuntos perrunos. 

Son tan leales... que simplemente te vuelvan el corazón. Porque si lo reflexionas, descubres que te arrepientes de tratar con dejos malhechores a quien está siempre para ti y que te paga con la misma moneda que le has entregado tú. Y entonces te esfuerzas a la siguiente por ser mejor persona... lo que te ayuda también para ser mejor con las personas que te rodean.

Tener una mascota y tratarla bien, te sirve de lección para tratar a otros seres humanos. Supongo que en la medida en que tratemos mejor a las mascotas, podremos tratar mejor a los iguales a nosotros.

La invitación de la semana: Respira y cuenta hasta mil antes de desquitarte con tu mascota o con quien sea. Ensaya y aprende con tu mascota a querer. Y aprende a estar ahí para alguien como lo hace tu mascota. Suena muy simple, pero puede ayudar.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!  

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (10o. Parte)



Viernes de Relatos


¡NO! No seré yo quien diga adiós.

Estoy subida en un avión con un rumbo algo incierto, puesto que al bajarme, no sé a dónde iré. Mis amigas buscan desesperadas la relación de las fotografías en Facebook con algunos sitios que podrían darme indicios de donde puede estar. Ese es el plan: buscarlo. Cuando lo encuentre... cuando lo encuentre... No seré yo quien diga adiós en esta vez.

Miro por la ventanilla del avión esperando el despegue. Recuerdo que el día de ayer ellas se hartaron de hablar conmigo acerca de él. Cansadas de que lo trajera a colación cada segundo, me introdujeron la loca idea en mi cabeza. "Ve por él". Esta sugerencia queda bien cuando se vive en la misma colonia, en la misma ciudad o cuando menos en el mismo país. Ninguna de las anteriores es mi caso. Sin embargo, animada por una loca ilusión y una diminuta esperanza, reconocí que no quiero dejarlo ir y que la única manera de recuperarlo es ir tras él.

Pasaporte, Visa y mis ahorros de dos años son mis únicos acompañantes. Mi estrategia es mi celular con un plan de datos suficiente para que mis amigas me aconsejen y no se agote el saldo en ese ir y venir de mensajes. ¿Maleta? Sólo un montón de ropa limpia que me quedaba en el armario. No me molesté en verificar que combinara. Algo arriesgado, pero pertinente por la falta de tiempo para actuar.

Como suele ser costumbre en esta ciudad, el tráfico aéreo atrasa el horario de salida. Empiezo a sentir los nervios que suelen seguirle al momento inspirado por la locura. Con la calma, se racionalizan los impulsos y de a poco pierden su ímpetu. ¿Qué rayos estoy haciendo? Debo bajarme de este avión. Estoy más que loca si creo que con aparecerme frente a su cara el tipo va a pedirme que me quede con él toda su vida. Me levanto desesperada del asiento. Empujo un poco a la señora a mi lado que ha decidido dejarse la maleta chica a sus pies, estorbando mi paso. El señor junto al pasillo se desplaza sobre su asiento rotándose para permitirme pasar. La aeromoza me pilla buscando mi maleta en el maletero. Me detiene procurando ser amable. Ya es tarde para escapar. Le explico con aspavientos mi urgencia y dramática necesidad de correr y regresar a casa. La aeromoza y otros tantos metiches me miran incrédulos e impacientes. No parecen simpatizar con mi petición, y por el contrario, la señorita me invita con tono de obligación inapelable, a retomar mi asiento. Entro en mis cabales y vuelvo a molestar al señor y la señora sentados en la fila de mi asiento.

Suspiro resignada. Están avisando que los celulares deben apagarse o ponerse en modo avión. Me dispongo a obedecer otro mandato. Empiezo a entender que la democracia no existe en este lugar, cuando entra a mi celular un mensaje. "Hemos localizado a Antonio. Esta es su ubicación". El mensaje paraliza todo a mi alrededor. Una pausa en mi respiración sugiere que estoy a punto de caer en una crisis nerviosa. ¿Cómo lo han conseguido?  Sin tiempo de preguntar detalles, llega el momento de suspender el servicio de mi teléfono. El despegue va a iniciar.






**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!

domingo, 8 de noviembre de 2015

La verdad


Una vez me dijeron que mentir es no decir la verdad a quien merece saberla. Como por ejemplo, si un desconocido con cara de maleante te pregunta la dirección de tu casa, y le dices cualquier cosa, no se te califica de mentiroso. No tienes por qué decirle aquel dato, no merece saberlo.

Bajo esta premisa, de repente reflexiono: es posible que cuando alguien te dice la verdad, es porque algo has hecho para merecerla. Y me refiero a ese tipo de verdades que uno guarda en su vida, aquellas que revelan tu identidad, tu historia, tus razones y tu forma de ser. Ese tipo de verdades que no le sueltas a quien sea, sino que compartes en profundos momentos de intimidad y resguardo.

Cuando tú eliges a una persona para confiarle tu verdad, es porque le das un lugar especial en tu vida. Ese sitio, esperanzadamente se lo ha ganado y por eso merece saber la verdad sobre ti. Supongo que llegado ese momento en que te animas a revelarte como eres es especial. Porque no a cualquiera lo revelas. Eliges bien a esas personas. Al menos esperas haberlo hecho así...

Amigos, familia y por qué no, una que otra persona que se acerca demasiado al corazón. Esas personas suelen saber la verdad sobre ti. Tú eliges quiénes quieren que la sepa. Y tal vez, de algún modo, por la confianza y el cariño, es que se la merecen. Pareciera que la verdad te acerca a otros, mientras que guardarte la verdad para ti mismo, mantiene la distancia.

Y ha de ser genial poder confesar quién eres sin miramientos ni juicios.

La invitación de la semana: encuentra a alguien a quien puedas decirle la verdad. Y si tienes a tu alrededor a alguien que merezca saberla, dila. Ha hecho su parte, te toca a ti. Que finalmente, la verdad, aunque pueda doler, siempre abrirá puertas. A veces no las que queríamos, pero sí las que son mejores para nosotros.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!

sábado, 7 de noviembre de 2015

Un ritual para decir adiós


Me encantaría que existiera el perfecto ritual para decirte adiós.

Con la despedida anunciada, hubiera creído que era posible maquinar los elementos necesarios para configurar el momento ideal. De antemano, la fecha en que te marcharías era de mi conocimiento. La hora era un misterio, pero cuando se trata de una partida inminente, que sea de día o de noche da lo mismo. Hubiera dado igual coordinar el brillo de todas las estrellas a un tiempo, que acomodar a todas las nubes en un rincón para que el sol se diera abasto en el inmenso cielo azul. Cualquier locura hubiera organizado para hacer esa hora menos triste.

Si existiera un perfecto ritual, seguramente vendría acompañado de un discurso atinado, asertivo, que procurara no desviarse en un guión melodramático. Nada exagerado para no importunar tus sentimientos, ni perturbar la decisión tomada. Serían palabras elegidas con cautela, que sonaran armoniosamente con un dejo de melancolía, pero con vistas de ánimo para después avanzar cada uno por su lado. Ninguna de ellas insinuaría ningún reclamo, ni tampoco alentarían una esperanza. Serían conciliadoras para ambos, y sabrían situar en un lugar lo que sentimos los dos sin necesidad de etiquetarlo.

Tal vez incluiría un instructivo para no tener que adivinar cuándo sería políticamente correcto abrazarte y por cuánto tiempo. Vendrían indicados los gestos de cariño que son apropiados para demostrarte. Un abrazo corto y dos largos, tal vez. Una caricia en el brazo y sujetar tu mano por máximo diez segundos... Mantener una distancia entre nosotros de un paso y medio... Derramar una lágrima discreta o llorar un poco más de la cuenta.

También incluiría un arriesgado consejo: Evitar regalos cursis u objetos que pretendan mantenerme viva en tu memoria o viceversa. Pues como decía Shakespeare: "Conservar algo que me ayude a recordarte, sería reconocer que puedo olvidarte". Y a ti, estoy segura, no te voy a olvidar.

Ese ritual me rescataría ahora mismo. Evitaría que mi ansiedad de no alcanzar a decir todo lo que tengo que decir, me hiciera pronunciar imprudencias. Detendría mis labios para reconocer sabiamente aquello que debo callar. Amedrentaría mi coraje por no poder echar el tiempo muy atrás y evitarme este mal trago. Me ayudaría a no justificar tu ausencia explicándome que tal vez a ti no te afecta en nada. Porque me recordaría que hubo un tiempo en que pareció que nos quisimos, aunque sólo me hubiera parecido escucharlo en tu silencio. Y que en realidad no está mal soñar con la ilusión de que con todo y todo, puede ser, que de algún modo entrañable, nos guardemos hacia el otro un especial sentimiento.

Pero no existe y busco inútilmente el mejor modo para despedirme de ti. ¡Más ridículo es tratar de hacerlo sin poder tenerte aquí! Sin embargo, si por una razón se inventaron las palabras, es porque se dan a entender por su profundo significado; y por ello no me queda otra forma para expresarlo, que sencillamente reunir esas letras e impregnarlas con todo mi corazón. Y espero que con ellas baste para que me entiendas, que todo lo que siento se resume en un sincero "Te quiero" y un resignado "Adiós". 





viernes, 6 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (9o. Parte)


Viernes de Relatos

Han pasado dos meses desde su partida. No he sabido nada de él, más que lo que chismea imprudentemente su muro en Facebook. Fotos de calles en otro país, restaurantes, platillos decorados cuidadosamente y una que otra frase inspiradora, de esas que te convocan a hacer grandes cosas en la vida. Nada personal que me dé pistas de su razonamiento para irse así sin despedirse.

Repaso las escenas en mi mente. No encuentro argumentos para justificar su desaparición. Sólo el hecho de que le pedí tajantemente decidir por sí mismo y no por mí. ¿Acaso fue eso lo que le incitó a huir?

Su ausencia, aunque ya estaba acostumbrada a ella, me pesa sobremanera. Fue un destello su reaparición, no tendría que inquietarme tanto volver a la normalidad. Años han transcurrido sin él a mi lado. Ya sé de qué va esto... ya me sé cómo es la vida sin él. Entonces, ¿qué me ocurre?

Incapaz de comprenderlo, procuro no mirar su sitio en internet. Procuro ocuparme con tonterías para no tener ni un segundo libre para pensar en el lío que me ocasionó su regreso. Mis amigas hacen lo imposible por invitarme a salir y divertirme. Pretenden distraerme sugiriéndome conquistas de una noche. Esto sólo consigue que piense más en él. En lo que tuve, en lo que pude tener... en vez de estar cazando incertidumbres nocturnas.

Se marchó sin mí, otra vez. Es la realidad. Creo que debería empezar a aceptarla.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!


domingo, 1 de noviembre de 2015

La Muerte


Dicen que en México nos tuteamos con la muerte...

La Muerte, aún con todo y su lúgubre emoción, nos regala una cosa: la reconciliación con la vida.

Así es, la muerte nos reconcilia con la vida. En el momento exacto del dolor más grande, la mirada hacia lo que viene delante se enciende. Tal vez porque se despierta la conciencia de lo efímera que es. Que son segundos los que integran nuestra existencia y que de no ponernos listos, se nos escaparán sin haber sido aprovechados.

La muerte nos encara con nuestra finita existencia. En ese enfrentamiento nace la reflexión. Los deseos de hacer lo que no hemos hecho, de invertir más en nuestras encendidas pasiones, que en nuestras apagadas obligaciones. Ser más esas personas que verdaderamente disfrutan la vida. Del tipo de personas que se atreven a gozar y no perderse en la inercia del tiempo.

También ocurre que la muerte nos encara con lo trascendente. Nos obliga a mirarnos y debilitar nuestros rencores. Si fuimos sabios, perdonamos en vida; pero si no lo hicimos, la muerte nos acorrala para arrepentirnos de todo lo que cargamos a espaldas por años.

La muerte también se encarga de reencontrarnos. Nos miramos otra vez con el amigo lejano y el familiar que hace años desapareció. Nos devuelve un poco las amistades disipadas y los cariños olvidados. Como si nunca se hubieran ido, regresan a consolarnos.

Y lo trascendental vence a lo superficial.

La invitación de esta semana: echa un vistazo a la muerte, para enterarte de que estás vivo y no se te pase de largo la vida y te enteres de ello cuando la muerte llegue a tu puerta.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!


Y... ¡Feliz día de Muertos!