Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


domingo, 23 de octubre de 2016

Feliz Día del Médico (México)


"Tratas a una enfermedad, ganas, pierdes. Tratas a una persona y te garantizo, siempre ganarás, sin importar el resultado"  Patch Adams



Tardamos mucho en animarnos a tocar la puerta de su consultorio. Tiene que ser insoportable el dolor para que la motivación de verlos nos mueva a pedirles una consulta. No nos gustan las malas noticias ni los tratamientos a los que nos toque someternos. Elegir entre pastillas e inyecciones. ¿Hay una mejor que otra? 

¡Esperamos que nos tengan paciencia! No es cosa fácil la de reconocer nuestra vulnerabilidad como seres humanos capaces de enfermarse. Tal vez algunas enfermedades pudimos prevenirlas: alimentación, ejercicios y beber dos litros de agua; eso está en nuestras manos, pero hay otras que aún con hábitos relativamente saludables nos hacen caer bajo el yugo de su estetoscopio.

Y ahí estamos, sentados esperando el diagnóstico. ¡Por favor que no sea nada grave! Nos rondan los "hubiera" y otros pensamientos que tal vez, sólo tal vez, de haberlos procurado no estaríamos ahí.

Hemos caído en buenas manos, al menos eso queremos creer. Nos volvemos entonces expertos en confiar. Porque nos atrevemos a confiarle a alguien nuestros hábitos, nuestros descuidos y nuestros temores. Les contamos todo y sino, ellos se encargan de que lo hagamos.

Esperanzadamente el asunto no será más grave que un tratamiento de 10 días, pero si no... es cuando inicia lo interesante, porque elegimos a nuestros médicos no sólo por los conocimientos que poseen, sino por la capacidad que tienen para creer en nosotros y en que podemos sanar. Más que un dictador de diagnósticos y tratamientos, buscamos quien nos inspire y nos acompañe en el camino. Porque simplemente no es sencillo enfrentar aquello en lo que te juegas lo que no sabías que era tan valioso hasta que vislumbras que lo puedes perder.

Por eso, los médicos representan tanto para nosotros. Porque en ellos queremos encontrar esperanza, perseverancia y lucha. Nada de que tirarán la toalla. Queremos que se esfuercen tanto o más que nosotros. Porque sabemos que en el trayecto perderemos nuestra fuerza y seremos tentados por la debilidad, y necesitamos hacernos de alguien... de un alguien que estará dispuesto a dar todo de sí por nosotros mismos. Que será capaz de mirarnos a los ojos y recordarnos que aún en la enfermedad, estamos vivos.

A esos médicos que nos arrancan una sonrisa de agradecimiento y que nos devuelven algo más que la salud física: muchas gracias por su esfuerzo y dedicación. Y aunque no esperamos tocar sus puertas pronto, prometemos no esperar tanto para volverlos a ver.


¡¡FELIZ DÍA DEL MÉDICO!!



viernes, 21 de octubre de 2016

"Ya no somos novios" 4o. Parte


Viernes de Relatos


Me la he pasado revisando todas las fotografías que hay en sus álbums en Facebook. No he encontrado nada. En ninguna fotografía aparece alguien similar a la mujer que vimos con él en el bar.

Su imagen la tengo tan nítida en mi memoria, que si vuelvo a verla en vivo puedo reconocerla sin ninguna dificultad. Incluso puedo dar un retrato hablado de ella: cabello ondulado largo color castaño claro, pómulos prominentes y labios delgados. Una mirada rodeada de largas pestañas tupidas. Unos ojos grandes y unas orejas escondidas tras el revolotear de sus ondas del cabello. La nariz delgada pero resaltando su cara. Un maquillaje excesivo que cubre todas las imperfecciones y favorece sus rasgos buenos. El vestido... el vestido con un escote discreto que dice todo sin decir nada, y para no interrumpir lo que debe decir, ningún accesorio al cuello, sólo aretes.

Elena aceptó que nos fuéramos enseguida apenas los descubrimos. Se portó de maravilla conmigo, pero me siento mal de haberle arruinado el plan. Por eso es que hoy cuando me pidió que saliéramos, acepté sin chistar. Sólo le he pedido que prometa que no iremos a aquel sitio, que no quiero que la casualidad vuelva a ponerlo frente a mí.

Aún me duele. Sin razones para persuadirme de que ha sido lo mejor me resulta más difícil el olvido. Terca mi razón exige un argumento lógico, pero no lo tengo. Tal vez si me aferro a la idea de otra mujer pueda soltarlo. ¿Me habrá engañado con ella? Tal vez una vez que cortamos apareció en su vida y todo ha salido puntualmente conveniente. No lo sé... Debería averiguarlo, pero Elena ya se enterará, porque si algo ha hecho esta semana, es ser mi emisaria misteriosa. Ella tiene la misión de averiguarlo.

Y hoy me contará sobre sus descubrimientos.... casualmente.

Así que allá vamos, caminando hacia una cafetería para tomarnos un café y una rebanada de pastel que cumpla con la dosis de azúcar necesaria en mi vida para no deprimirme.

- Entonces Elena, ¿cómo estuvo tu semana, cómo te ha ido? - le pregunto disimuladamente para que no sospeche mi ansiedad por información específica, pero ella es muy perspicaz.

- No te importa cómo me fue... tú quieres saber qué averigüé...

Atrapada en el acto, le sonrío y bebo un trago del café, sosteniendo la taza con ambas manos. Mis ojos derraman curiosidad y los lee sobre el borde de la porcelana.

- ¡Mueres por saber! Tal vez me divierta haciéndote sufrir.

- Ni se te ocurra Elena - la amenazo.

- Está bien... te contaré. De todos modos no puedo con las ganas de compartirte mis hallazgos. La verdad es bastante...

- Continúa - le ruego.

- ... te vas a ir de espaldas. Jamás vas a creer quién es ella.

Siento que mi corazón se paraliza.




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!"


viernes, 7 de octubre de 2016

"Ya no somos novios" 3o. Parte


Viernes de Relatos


Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp... son muchos los medios por los que tengo que anunciar que ya no somos novios. El pasillo, la cafetería, el estacionamiento, el gimnasio... y hasta a la taquería que frecuentábamos le extraña que me aparezca sin compañía.

No basta con cambiar mi estado en Facebook. La gente no se conforma con una declaración sin el chisme que acompaña el acontecimiento. Tengo que idearme una buena historia, porque la real no sacia la curiosidad del morbo. Mi versión es muy escueta y es porque ni yo misma he podido hilvanar las razones que me han llevado a quedarme solita.

Les invento que decidimos dejar todo dentro de un contexto profesional. No mezclar el trabajo con los sentimientos... Les invento que el trabajo nos absorbía tanto que no teníamos tiempo para nosotros mismos y extrañábamos estar por nuestra cuenta... Les invento que dejé de estar enamorada y simplemente no funcionó...

Algunos me creen lo que les digo; otros, no.

Estoy cansada de tener que dar explicaciones. Cada encuentro con alguien es una nueva invención. Incluso los que no son cercanos a mí de repente parecen serlo, pero sólo porque les interesa escudriñar todos los detalles. Y luego de ello, algunos toman partido, se colocan de mi lado o peor, se colocan del suyo. "Es que tú debiste..." "Me parece que si tú hubieras...". 

El ir y venir de interpretaciones me tiene exhausta. Y en ninguna de esas conversaciones encuentro la verdad. Repasar lo ocurrido esa noche rebobina el dolor que me ahoga en el pecho. Parece no terminar... Y no tener un argumento del cual aferrarme para convencerme de que no volverá es una tortura. ¿Cómo me convenzo, cómo me persuado de no ir a buscarlo?

Y a él, curiosamente no me lo he encontrado en toda la semana. Ha conseguido desvanecerse, como un fugitivo ha encontrado cómo esconderse sin dejar rastro. A donde quiera que fui, él ya se había marchado. Los demás lo han visto, me lo han dicho, pero nadie ha reparado en cuestionarlo a él. Todos han preferido interrogarme a mí para enterarse de la noticia.

Hoy es viernes. Se termina el horario de oficina y me marcho a casa. Elena me invita a tomar unos tragos coquetos para evitar que me abandone en mi solitaria depresión en casa. Se niega a dejarme sola, le preocupa que no me levante de la cama en todo el fin de semana. Le digo que esas son tonterías, pero lo cierto es que me ha pillado en mi plan.

Nos dirigimos juntas al bar que queda a tres cuadras. En el andar en la banqueta yo no digo ni una sola palabra, ella se empeña en su monólogo que se pierde en el aturdido sonido del tráfico. Me pierdo en mis pensamientos, que no hacen más que acusarme de haber hecho algo mal, sin saber qué. Me duele tanto su partida, que me dedico a concentrarme en no llorar.

Entramos. Elena pide sentarnos en unos sillones al fondo, ubicados en una especie de terraza. Yo la sigo sin protestar. Apenas estoy acomodando la bolsa a mi lado, cuando alzo la mirada y echo un vistazo al lugar. Siento una fría sensación que petrifica mi cuerpo y detengo la respiración. Elena se asusta al verme y sigue con sus ojos el sitio donde los míos se han postrado fijamente.

Es él. 

Está ahí riendo con una mujer.




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!