Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
miércoles, 9 de julio de 2014
Caer
Este tema lo he abordado antes, pero no me canso de hacerlo, ¿porque saben? Tantas veces hablo de él, como veces me caigo.
Insisto en que caer duele. Por mucho que piense que estoy "preparada psicológicamente" y sepas que es un paso que forzosamente debes dar para poder crecer, no hay nada que evita que te duela.
Se siente "regacho". Es como si tu corazoncito lo estrujaran, sientes cómo tus ánimos se vacían iniciando en la cabeza y así hasta llegar a tus extremidades. La sangre se te hiela y tu pecho se oprime. Sí, es bastante terrible la caída. Si tienes suerte y la asimilas pronto, puede que llores un rato, porque tu cuerpo necesita sacar todo eso que acabas de experimentar para que no se añeje y se pudra dentro de ti. No es algo que merezcas que vaya estorbándote y pesándote en tu andar. Vivir es un viaje de mochilazo y para disfrutarlo,es mejor viajar ligero.
Entonces, luego del susto, hago el recuento de los daños. Miro al cielo, a mi alrededor y descubro una verdad: aún con las heridas, estoy viva. Por muy apachurrado que queda el corazón, no se ha terminado este andar. Me siguen concediendo tiempo y esperan que siga andando. ¡Pero me caí, qué no ven, estoy tendida en el suelo! Sí, además de todo, algunos me vieron cayendo. Es curioso que cuando anticipamos que la caída será tremenda nos encarguemos sólo de compartirla con unos cuantos. Tal vez así "la pena" de azotar contra el piso sea menor, como si al no hacerla pública pudiéramos huir a nuestra buhardilla a recomponer las piezas en las que se ha fragmentado nuestro ser. Sin exponernos, haciendo de los tropiezos un acto íntimo entre amigos.
Yaciendo en el suelo, sólo tienes dos opciones: permanecer ahí o levantarte. La primera opción es bastante cómoda. Sí, se antoja sobremanera. ¿Por qué? Porque es cómoda, no requiere tanto de ti. Lamentarse, entristecerse, analizar paso a paso cómo no viste la piedra frente a ti, quejarse y añorar lo que pasó antes de caer, se antoja sencillo. La segunda opción es bastante exigente. Demanda que te cures las heridas, que aún sangrando te pongas de pie. Te sobas sin chistar y aún cuando te duele el apoyar el pie, te mantengas levantada y con postura recta. ¡Eso! Eso es lo realmente difícil. Buscas en los recovecos de tu alma la fortaleza para hacerlo y descubres partes de ti que ignorabas que se escondían en algún rincón.
Y por si creía que aquí terminaba el esfuerzo, descubro que no.
Estás de pie. Tienes dos opciones: Retroceder o avanzar. La primera opción es bastante cómoda. Ya sabes cómo es el camino antes de llegar a dicha piedra que te hizo tropezar. Regresar sobre tus pasos significa volver a lo conocido. Ahí estabas bien. Te sentías hasta cierto punto segura. Ese camino ya te lo sabes, ¿por qué habrías de caer de nuevo? La segunda opción es bastante exigente. Avanzar implica seguir adelante, aún cuando ignores lo que está por venir. Es no despegar la vista del destino al que quieres llegar. Es seguir buscando caminos que te lleven ahí, por un lado o por otro, pero es seguir andando hacia allá. Tal vez se ponga peor el escenario. Más negro, más escabroso, pero al mismo tiempo puede ser que se ponga más alegre, más satisfactorio. No lo sabes, no hay certezas. Ninguna.
Esto es lo que pasa cuando decides no estar cómodo nunca. Cuando eliges no conformarte e ir más allá. Dejas de lado los planes tradicionales y legítimos que la sociedad tiene para ti. Cuando decides moverte e ir tras algo más. Ese placer, satisfacción y realización personal para destacar en lo que sea que elijas, va a tener un precio que pagar. ¿Cuál? El esfuerzo de caer, levantarte y avanzar.
Así es la vida, Lu
Y tú: ¿qué quieres?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario! Te leeré así como tú me lees