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Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 21 de noviembre de 2014

Los viernes soy soltera (7o. Parte) EL FINAL

Viernes de Relatos

- ¿A las doce? - preguntó incrédulo.

- Sí, a las doce estaba ahí parado invitándome a tomar algo en un bar cerca de la oficina. No le importó mi cara de cansancio ni mi sonrisa algo fingida, porque ánimo de salir, yo no tenía. Así que acepté y estuvimos ahí hasta que nos dieron las tres de la mañana. Me inventé que al día siguiente tenía que continuar con los asuntos del trabajo que ni en fin de semana me dejaban descansar, con lo que le convencí de dejarlo hasta ahí.

Mi interlocutor era bastante empático. Me escuchaba atento mientras yo comía un pedazo de pastel sabor chocolate y bebía un capuccino. Aquel sitio me reconfortaba y permitía la fluidez de la conversación en términos relajados y amistosos. Sin tener que fingir que me alegraba estar ahí, me mostraba con toda la naturalidad de mi esencia. Después de todo, nos conocíamos de tiempo atrás.

- Entiendo. Entonces él fue tu quinta cita a ciegas, la cual no trascendió - declaró él sonriendo - Y la sexta y última soy yo.

- Así es, ¡y mira qué pequeño es el mundo! - exclamé admirada.

Él era David. Un compañero que había conocido estudiando el MBA en Finanzas. Alguna vez habíamos hecho equipo para una tarea que debíamos entregar. Él era muy agradable y sencillo. Nada de ostentoso ni presumido. Un hombre de trato cálido y amable, de esos de los que te haces amiga fácilmente porque conectas de un modo muy particular y sin forzarlo. Le encantaba la fiesta, eso sí lo recuerdo, pues le gustaba apurarse en las entregas de ensayos y reportes para irse a socializar. Jamás hubiera imaginado que tuviéramos una amiga en común y mucho menos pensado que formara parte de la lista de extraños que debía conocer, pues en el punto de la historia en el que me quedé, él tenía novia y era bastante feliz con ella.

- ¿Entonces cortaron? - pregunté temiendo invadir el terreno personal.

- Sí, ella me cortó a mí, si hemos de ser precisos. - reconoció bajando un poco la cabeza, aún dolido por el acontecimiento quizás.

- ¿Qué fue lo que pasó?

- Ella quería otras cosas. Percibí que las fiestas la cansaban, que no nos entendíamos al momento de conversar, que la descuidaba cuando estaba con mis amigas. Que ellas me buscaban y yo les daba entrada. Cosas de celos... creo.

- ¡Bueno, es que así como eres, resulta inevitable quererse acercar!

¿¿Estoy coqueteando?? De inmediato se sonrojaron mis mejillas y comí el último bocado del pastel, sin anticipar que el tamaño era demasiado grande para mi boca. Casi me atraganto.

- Gracias por el cumplido - dijo en seco y cambiamos el tema.

Reímos de todo, bromeamos sobre nuestros trabajos, hablamos de nuestros compañeros de clase, intercambiamos opiniones sobre nuestros proyectos, nos acordamos de anécdotas en el salón e hicimos catarsis sobre nuestros malos y buenos profesores. Luego de cinco semanas de sorpresas, es reconfortante encontrarse con alguien familiar para variar.

Nos dieron las 12 de la noche y el café en el que estábamos acomodados iba a cerrar sus puertas. Podía ser que me invitara a continuar la salida en otro sitio, pero ambos coincidíamos en que al concluir la semana se antojaba disfrutar plenamente del hogar. Se retomaban las fuerzas y el fin de semana se disfrutaba más.

- Qué increíble coincidencia el haberte encontrado así - mencionó David mientras esperábamos a que el Valet Parking nos trajera a cada uno su coche.

- Sí, ha sido muy agradable. La he pasado bien.

- Al menos no te encontraste hoy con un acosador, un envidioso que se negara a pagar la cuenta, un desaparecido que te deje esperando o un tipo con el que te emocionaras, pero que no quisiera a fin de cuentas verte otra vez.

- ¿Tú querrás que nos veamos otra vez? - súbitamente, me atreví a preguntar.

- Por mi parte no tengo ningún problema. ¿Tú qué quieres?

Prevaleció por un instante el silencio absoluto. ¿Qué quiero yo? Lo cierto es que no tenía esa respuesta en mis manos. Antes de todo este lío de salir con extraños creía tener las certezas necesarias para comprender mi vida. Tenía todo aquello por lo que había trabajado duro. Ahora, exponer mi corazón ante tanta incertidumbre sólo me había recordado lo que anhelé alguna vez y me dispuse a enterrar en algún rincón de mi olvido, para sentirme segura y protegida. Atravesar decepciones e incomodidades era regresar a eso de lo que ya me había despedido. ¿Para qué arriesgar? Sin embargo, sentir esa terrible vulnerabilidad y adictiva ansiedad me emocionaba en mis entrañas otra vez; y al mismo tiempo el temor y la desesperanza del posible abandono me abatían. David me miraba expectante y paciente, al mismo tiempo que mi coche se asomaba doblando la esquina para alcanzar la calle sobre la que esperábamos. Ahora lo único que quiero es...

- Quiero volverte a ver.

Con un beso en la mejilla lo despedí bajo un cielo negro tremendamente estrellado. El frío de la noche se había disipado y una curiosa vibración jugueteó con mi pecho, haciendo latir mi corazón deprisa. Subí a mi auto y me marché, echándole una mirada traviesa desde el retrovisor. Conforme me alejaba me percaté que no podía borrar la enorme sonrisa que adornaba mi cara. "David" ¡quién lo diría!

Ahora sólo podía pensar emocionada, que tal vez, por esta ocasión, la locura de mis amigas tenía la razón.


FIN


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