Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 8 de julio de 2016

"Puedes besar a mi ex" 7o. Parte


Viernes de Relatos


- Está claro que Roberto no es una opción para llevar a esta boda - declara mi amiga - Es capaz de pedirte que pagues un traje nuevo para él para poder acompañarte.- Las dos soltamos una carcajada.

Dos eliminados. ¿Podremos seguir mirando la lista? La verdad es que el panorama luce desalentador.

- Hagámoslo al revés - propone - El objetivo no es enamorarte y encontrarte enamorado. Sólo necesitamos candidatos que te permitan sobrevivir a esa boda. Veamos entonces qué características buscamos en ese acompañante ideal y checamos quién de esta lista las cumple. 

Conforme con la propuesta, empezamos a enlistar las posibilidades. 

1. Debe ser guapo.

No puede ser de otra forma, Si queremos que la gente chismosa considere que yo he ganado en esta ruptura, tiene que ser así. Uno de esos hombres que salen bien en las fotografías, que lucen despampanantes en un traje y que saben combinar las calcetas con el resto del atuendo. Así tiene que ser.

2. Irónico y dispuesto a criticar... constructivamente... destructivamente.

- ¿Así de plano? - pregunto insegura.

- Así de plano. Necesitas tener humor de crítica para sobrevivir a lo hermosa, maravillosa, tierna, romántica y envidiable que será la boda. Tu escudo protector es no dejarte conmover por ese ambiente, así que si llevas a alguien dispuesto a criticar todo, el trago será menos amargo.

Asiento obediente con la cabeza.

3. Socialmente presumible

Debe poder interactuar y brillar en sociedad. En estos eventos vale la pena llevar a alguien que pueda presumir sus buenos modales con los extraños con quienes nos sentarán a la mesa. Poder mantener una conversación interesante, bromear cuando haya que hacerlo y sobre todo, controlar el consumo del alcohol y cuidar el mío, claro; porque seguramente estaré tentada a beber demasiado.

4. Hacerme sentir como reina

Habrán mujeres hermosas y con mucha producción encima. Sin embargo la novia se robará la mirada de todos los presentes como es la costumbre. Siendo que la novia es la futura esposa de tu ex, más te vale ir acompañada de alguien que te recuerde constantemente lo hermosa que eres y que ni esa mujer vestida de blanco puede opacarte.

5. Dispuesto a bailar y que baile bien.

Cuando no quiera socializar más y escuchar a la gente hablar, la pista de baile es el refugio. Así que habrá que llevar a alguien con quien matar el tiempo al ritmo de la música. Alguien que baile tan bien que provoque envidias.

Con estos puntos creo que basta.

Releemos la lista. Yo estoy satisfecha, pero mi amiga parece dubitativa. Dispuesta a anotar una cosa más...

6. Alguien que entienda que sólo es un acompañante perfecto para lidiar con la boda de un ex, y que no trate de conquistarte toda la noche, porque no estarás de humor para ello.

Hago una mueca con la boca. Me parece pertinente dicha aclaración. Así es como quedamos satisfechas.

 Ahora... ¿quién de ellos podría cumplir con dichos requisitos?

Ese es el problema...



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡"Viernes de Relatos"!!!


viernes, 1 de julio de 2016

"Puedes besar a mi ex" 6o. Parte


Viernes de Relatos


- ... puedo ir sola... 

Mi amiga me saca su discurso otra vez.

- No habría problema en que vayas sola si no fueras la ex. La ex no puede ir sola. Si vas sola, él gana, no tú. Serás la pobre mujercita abandonada que no pudo encontrar a nadie. 

Aunque eso tiene una dosis de verdad, me deja claro que no quiero que nadie lo sepa. Así que volvemos a la lista. No es corta. Alguno de estos candidatos debe ser una buena opción para ir a la boda.

- ¡Roberto! Situación sentimental: Soltero - celebra mi amiga con un aplauso y una enorme sonrisa en la cara, la cual contrasta con mi cara de antipatía - Veamos, ¿qué tiene de malo Roberto? Se ve bastante guapo, intrépido, NADA CURSI...

La historia de Roberto es... liberal. 

Este personaje apareció en mi vida por culpa de una amiga a la que hacía años no veía. Me la encontré en la calle, mientras iba de camino a la tienda por un gran bote de helado. Recién había cortado con Pablo y me la topé, en mi peor facha, en mi peor aspecto.

Ella lucía radiante, recién se había casado y estaba encantada con su esposo. Éramos el retrato del sol y la luna, totalmente opuestas. Me contó de su boda, de su nueva casa, del prometedor trabajo de su marido, del coche nuevo que adquirieron, de la luna de miel de tres meses por Europa... y cuando se le acabaron los triunfos para echarme en cara me miró. Sólo luego de media hora de presunciones se percató de mi desagradable imagen. "¿Pero a ti qué te pasó?" La respuesta fue breve y me abrazó con tanta compasión que me hice de fuerzas para quitármela de encima y fingir que estaba bien. Creí que había logrado mi cometido con mi actuación y la pasé de largo para retomar mi camino para hacer mi compra. Sin embargo, ella se dio la vuelta y me detuvo en seco con su intención de rescatarme del dolor. "Y si te presento a alguien..." Esa sugerencia fue mi perdición.

Roberto era su nombre. Amaba los deportes extremos, las noches en el bar, las canciones para bailar y la buena cerveza. Así que el plan con él tenía que incluir al menos dos de sus cosas favoritas. Esa noche salimos a un bar donde tocaba una de sus bandas más queridas y nos dedicamos a beber. Como aún no se me curaban las heridas, cada canción de desamor que entonaban me la tomaba en serio. Así que canté a todo volumen con mi desgarradora y nada educada voz para dejar salir mis dolor. Él estaba bastante encantado con mi escena, así que me animaba a ponerle empeño a mi actuación y entre canción y canción bebí más y más alcohol. Él me secundó en las siguientes canciones, fueran las que fueran y tan divertidos - o patéticos - nos veíamos, que los de las mesas contiguas se nos unieron. En cuestión de minutos todos estaban conmigo dedicando majaderías al difunto Pablo. 

El mesero pronto se hizo nuestro amigo, pues nuestros pedidos elevaban ya la cuenta a cantidades significativas. Sobre todo porque Roberto, llevado por toda la emoción del momento y la inyección repentina de popularidad, a cada vaso y botella que se levantaba en el aire para brindar, decía "¡Yo invito!" 

¡Qué bien la estaba pasando! Todo daba vueltas. No podía estructurar ni una sola frase coherente. Hice amistad con todos los chicos y chicas del bar. Me dejé besar por un par de extraños para olvidarme de los besos de Pablo. Bailé alrededor de todo el bar y me reí a carcajadas.

Pero todo tiene un final. Las luces se encendieron y la banda dejó de tocar. Las chicas empezaron a buscar sus abrigos, los chicos empezaron a sacar sus carteras, las amigas empezaron a dividirse la cuenta y yo me senté en la silla esperando a que el mundo tomara orden de nuevo.

- Corazón, hay que pagar la cuenta - me susurró en el oído mientras colocaba su mano gentilmente en mi espalda. Viré mi rostro hacia el suyo, que tenía muy cerca de mí. Le miré con ojos soñadores y me acerqué a su cuello oliendo su deliciosa y seductora loción. Respiré hondo y suspiré. Él sujetó la nota frente a mí y me hizo una seña con su cabeza para que la viera. Hice caso y la miré de reojo. Leí la cifra y... en un segundo recuperé la cordura. Era una cifra tan grande que la omití como mecanismo de defensa.

¿Cuánto había tomado yo? No podía recordarlo, pero no podía haber sido tanto. Unos extraños caminaron a nuestro lado para despedirse y le agradecieron a Roberto con abrazos y palmadas en la espalda la invitación de rondas que hizo para ellos. Recordado el incidente, supuse entonces que él se haría responsable de su parte.

- ¿Cuánto me toca pagar a mí? - pregunté ingenuamente.

- Lo que dice aquí, cariño. - releí la cifra y sentí cómo el alcohol se bajaba estrepitosamente.

- Esa es la cuenta completa. Te aseguro que yo no bebí todo eso.

- Lo sé, pero eso es lo que costó el relajito... 

Incrédula ante lo que estaba ocurriendo, le arrebaté la hoja de la mano y lo miré enojada. Le cuestioné si él aportaría para cubrirla y se negó diciéndome que él esperaba conocerme pasando una noche tranquila y bebiendo a lo más dos cervezas, que no planeaba un gasto así y por ende, no tenía con qué pagarlo. Más que enfurecida, busqué mi tarjeta de crédito en la bolsa, pues no había otra manera de pagar aquello. Firmé autorizando esa cifra de terror y salí del bar con paso fuerte. Él me siguió el paso y nos encontramos fuera acompañados del amanecer. Dispuesta a despedirme y no decirle nada más, le tendí la mano para estrechar la suya y cerrar la salida. Entonces me echó una dulce mirada que por un segundo enterneció mi corazón y dijo:

- ¿Podríamos compartir tu taxi? Tampoco traje para pagar uno... 


- DIME, POR FAVOR, QUE NO COMPARTIERON EL TAXI - ruega mi amiga con ojos exorbitantes.

Me da vergüenza reconocer que sí compartimos el transporte. Más bajo ya no podía caer, así que levanté los hombros y resignada lo invité a subir conmigo.

Básicamente fue la peor noche de mi vida, hasta que Pablo le quitó ese sitio cuando se le ocurrió darme esa invitación para su boda.



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!