Viernes de Relatos
Hoy también quedé con Antonio. Me encuentro esperando a la puerta del museo que recorreremos juntos. Esta vez he llegado yo primero. He anticipado dónde estacionar el coche, los horarios de la exposición, dónde comprar los boletos. Esta vez domino la situación y los nervios no se apoderarán de mí.
Antonio me saluda de lejos con su mano. Yo le miro caminar hasta mí. Luce sus pantalones de mezclilla y una playera tipo polo de color azul claro. Se ve guapo... muy guapo.
El museo tiene montada una exposición temporal de Remedios Varo. Recorremos las pinturas sin comentarlas entre nosotros. No hace falta ir charlando sobre nuestras percepciones, basta sabernos caminando uno al lado del otro para sentir la grata compañía. Ni siquiera hace falta tomarnos de la mano para no perdernos la pista. Nos sentimos ahí, juntos, eso basta.
El sabor en mi mirada me extasía. Ha sido una grata experiencia. Antonio me toma del hombro en la salida y en su sonrisa adivino que también lo ha disfrutado. Intercambiamos un par de ideas que corroboran mi conclusión.
La idea de un chocolate y churros me parece coqueta. Así que continuamos el plan degustando estos sencillos placeres. La charla toma un rumbo interesante cuando él me pregunta directamente sobre mis planes de boda.
- Ahí van... - digo a secas.
- Tu falta de emoción me preocupa, en serio: ¿qué sucede?
Me la pienso un poco. Tal vez necesito contarle a él lo que me ocurre para descifrar mejor mi angustia por lo que siento.
- Octavio es una buena persona. Un buen... partido, como dice la gente. Me ha acompañado toda la vida. Ha estado conmigo en todo lo que me ha ocurrido. Siempre está ahí para mí. Sería una tonta si no valoro todo lo que me da. Es atento, me cuida, vela por mí, lo que necesito me lo da... Tenemos una larga historia juntos. Siempre me tendió su mano cuando necesité un abrazo.
- Parece ser un buen hombre, ¿cuál es el problema entonces?
- Mi amiga - y me solté a reír a carcajadas.
- ¿Tu amiga qué tiene que ver con esto?
- Mi amiga - explico - insiste en que él no es para mí. Su argumento radica en que no somos el uno para el otro porque él no gusta de lo que yo gusto y viceversa.
- Los gustos son hasta cierto punto importantes. ¿En qué difieren?
- A él le gusta hacer cosas que a mí no, y lo que a mí me gusta, no le gusta a él. No puedo contar con su presencia para recorrer la librería y charlar sobre libros. Tampoco le gusta pasear con un helado en la mano. Tampoco disfruta de los museos y... - voy a insinuarlo ahora - tampoco disfruta de un chocolate con churros.
Antonio mira hacia la mesa con incomodidad. No es tonto, por lo que interpreta con tino mi comentario. Me ruborizo al percatarme de lo que he hecho y me empeño en beberme el chocolate con prisa, sorbiéndome el silencio que se ha creado entre ambos.
El tema no volvemos a tocarlo. Es más, pretendemos que nunca hablamos al respecto. Mejor conversamos sobre lo hermosa que estuvo la exposición y cómo los colores y las formas nos antojaron sueños y mensajes secretos que sólo nosotros pudimos descifrar.
Tengo miedo de haber cometido una intromisión que arruine un futuro encuentro, pero se disipa en el instante en que él busca mi mano con la suya para invitarme a retirarnos. No es un roce casual, es profundo. Sujeta mis dedos entrelazándolos con los suyos. Me toca y nuestra piel se comunica nerviosa.
- Nos veremos otra vez, ¿cierto?
Asiento con la cabeza respondiendo a su pregunta. Salimos a la calle y nos quedamos quietos de pie uno frente al otro. Nos miramos en silencio con los ojos encendidos. Me toma de la mano con sutileza y dirige mis pasos mientras nos marchamos de ahí.
**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"
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