Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 22 de abril de 2016

"Mesa para una" 14o. Parte


Viernes de Relatos

Nos saludamos como si tal cosa fuera asunto de todos los días. Relajados y frescos procede a presentármela. Al fin la mujer que tanto se negaba a ir al antro con él tuvo nombre.

- Ella es Alejandra... mi... - un torturador silencio me desgarra los nervios. Jamás el reloj marchó tan lento y burlándose de mí. Juan carraspea un poco antes de animarse a etiquetar su relación con ella. Y cuando ella, que no es víctima de nuestro trance, desespera, se le adelanta diciendo "su novia".

Con que su novia... Así que no terminó el noviazgo. Especulo un poco sobre la reconciliación que debió negociarse en este tiempo que no nos vimos. Con un poco de envidia los veo dirigirse a una mesa que les ha mostrado el mesero. Queda justo detrás mío, así que para espiarlos, me dispongo en vano a sujetar un cubierto buscando su reflejo a contraluz. Opto por sacar de mi bolso un pequeño espejo cómplice de un retoque en mi maquillaje. Es perfecto para el fin, así que alcanzo a mirarles mientras echan un vistazo a la carta. El mesero charla con ellos y ella ríe a gusto, mientras que él... él... me mira a la distancia. ¡Rayos, me ha pillado!

Disimulo y sigo con mis asuntos. No me enteraré de lo que sucede. Trato de calmarme. Si antes me sentía la espectadora, ahora me siento observada. Cada movimiento que realizo es analizado. Me acechan sus ojos, siento el peso de su mirada, ahora sí, si tiro la sopa de la cuchara, habrá alguien riéndose a mis costillas. Demasiada presión, así que me giro sutilmente para pillarlo a él en plena supervisión. ¡Ajá! Me entristezco. Él no me mira... la mira a ella. Me lo he imaginado todo.

La comida frente a mí ha perdido su sabor. No es tan suculenta como en otras veces. Hasta dudo de por qué he galardonado este sitio como mi favorito. Ni siquiera el ambiente me anima y las historias que se cuentan a mi alrededor han perdido mi interés.

Como porque tengo que terminarme la comida en mi plato. La cena se ha vuelto aburrida de pronto. Sólo espero que el postre se sirva cuanto antes para poder pedir la cuenta y marcharme de ahí. ¡Qué mala idea ha sido la de venir sola!

Embarro en la cuchara un trozo de helado con brownie de chocolate y me lo llevo a la boca. Lo mastico desganada y levanto la mirada buscando escapar. Una persona choca contra mi hombro y me toma por sorpresa el movimiento. Casi me atraganto tratando de recuperar mi posición, pues me ha desbalanceado del asiento. ¡Qué persona más grosera! A punto de buscar pleito con el culpable, se acerca a mi lado mi mayor preocupación.

- Perdónala por favor - me dice Juan.

Construyo la escena con las pistas que tengo y adivino que se ha enojado su novia y le ha abandonado. La gente nos mira, para variar. Tanta atención sólo puede disimularse haciendo como si nada ha pasado. Invito a Juan a acompañarme a la mesa. Se sienta y todos vuelven a sus conversaciones.

- ¿Qué le has hecho para que salga así? - pregunté directamente y con ganas de escuchar una buena explicación que aminorara mi disgusto contra ella.

- Nada, supongo que ser yo.

- ¿Tú?

- Sí, le he dicho que no gusto de este tipo de sitios y que a menos que ella esté dispuesta a ceder con los míos, yo no tengo por qué sufrir lo que no me gusta hacer. - explicó a grandes rasgos - Es simple, otra vez se negó a ir conmigo a bailar.

- Vaya, qué lío...

- Sí - esbozó una sonrisa pícara - es tu culpa por hacerme reaccionar. ¿Por qué no puedo tener una pareja que guste de lo mismo que yo? Lo he reflexionado... tal vez no tengamos que ser idénticos en gustos, pero ¿sufrir lo que no me gusta y que ella sufra lo que me gusta?

- ¿Y venir aquí te hacía sufrir? - pregunto curiosa.

- No, en realidad no - concluye - Puedo hacerlo, me fascina el brownie con helado que sirven aquí.

Miro mi plato a propósito de su comentario. Me río de la casualidad y le sonrío contenta.

- Y por lo que veo, tú gustas mucho de venir aquí.

- ¿Así nada más lo adivinas?   

- Lo adivino porque no te importa estar aquí sola. Supongo que aquí puedes sentirte tú misma y por eso no te importa estar por tu cuenta. 

Me sonrojé al recordar que todo este asunto de la lista era para poder ser yo, sin tener que esperar que alguien me siguiera para poder hacerlo. Precisamente como lo enmarca Juan. Me complace saber que lo he logrado, y la mejor parte: lo estoy proyectando.

- Si no te molesta, ¿me permitirías acompañarte lo que te queda de postre?

- Con una condición - digo entusiasmada y se intriga con mi propuesta - Que acabando me lleves a bailar.

Juan se ríe conmigo y asiente con su cabeza mientras busca con su mano la mía sobre la mesa.

- Eso, ni dudarlo.

Sé que mi amiga morirá de emoción cuando le comparta esta noche tan increíble que hemos pasado juntos. Predigo que se infartará cuando le cuente que al salir del antro nos perdimos en un profundo beso y seguramente se divertirá diciendo que "la lista" fue la fórmula mágica que hizo de mi vida de soltera, la mejor antesala para una vida en pareja.

Y tendrá razón. 


FIN



**Si te ha gustado, no te pierdas la próxima historia en el próximo ¡¡¡Viernes de Relatos!!!





viernes, 1 de abril de 2016

"Mesa para una" 13o. Parte


Viernes de Relatos

Hoy es el día.

El día en que debo vencer mi más profundo miedo.

Inhalo... exhalo... inhalo... exhalo...

La cosa que no he tachado de la lista: Cenar sola en el restaurante. 

Empuño mis manos, aprieto la boca y alzo la mirada. Ahí está el letrero que enuncia el nombre del restaurante. No cualquiera, mi favorito. El cielo oscuro me cobija con un par de estrellas. Empieza a soplar un viento helado que me hace caer en un repentino arrepentimiento sobre la elección de mi ropa. Este vestido corto y atrevidamente escotado me empieza a disgustar.

Sola, estoy aquí de pie sola. Nuevamente, grupos de amigos me pasan de largo mientras se acercan a festejar y convivir. Celebran sus cosas ajenas a mí y les soy invisible. Me armo de valor y empiezo a andar, subiendo los imponentes escalones que te llevan a esperar que te asignen sitio para cenar. Me veo obligada a empujar a unos cuantos hacia los lados, pues al no percatarse de mi existencia, no me hacen espacio para pasar. Ellos se recorren sin distraerse de sus charlas, así de relajada es la diversión en grupo.

Respiro una vez más. Ha llegado el segundo crítico de esta noche. Me acerco a la señorita que amablemente alza la mirada de la lista que controla y sonriendo me pregunta:

- Buenas noches, ¿cuántas personas?

Cuántas personas... trago saliva.

- Mesa para una, por favor.

- ¿Una? ¿Viene sola, señorita?

¡Sí, vengo sola maldita sea! ¿Quiere decirlo más alto para que todos la escuchen?

- Sí... - le contesto con una mirada que presiento me asegura que no hará más preguntas.

Me hago a un lado para esperar y me quedo mirando el entorno. La gente de pie esperando está en lo suyo. Realmente nadie se percata de nada de lo que pasa ahí. Adentro, las personas que cenan no se molestan en mirarnos, ni siquiera especulan de una mesa a otra si es que a alguno no ha comido todo lo que han servido o si otro se ha preguntado al mesero por las indicaciones para localizar el baño. Suceden las escenas sin que nadie se entere de ellas. Cada uno capturado en su mundo. Por primera vez me relajo. Seguramente nadie me verá.

Asignan mesas y de a poco la lista se acorta hasta que anuncian mi nombre. Es momento de entrar.

- Señorita, por aquí - me dice un mesero y recorre la silla para que me siente. - Será un placer atenderle.

¡Qué bien! Empieza a gustarme esto. Miro la carta, reviso los platillos que hay y elijo mis favoritos. Qué más da cuánto pida. Yo pago mi cuenta. No debo preocuparme por velar por el bolsillo de otro. Ni por si acaso me juzga por lo que quiero comer y mucho menos por la logística que puede implicarme comer alguna cosa sin correr riesgos de ensuciarme el vestido. ¡Qué más da! No tengo a nadie a quien impresionar.

Pido a mis anchas lo que se me da la gana. Ahora lo que me impacienta es que no tengo con quien conversar mientras sirven la comida. Miro a todos. Sí, soy la única mirando a todos. Es como mirar una película y poder detenerme en lo que más me llame la atención. Unos novios charlan muy enojados, supongo que él esperaba encontentarla trayéndola aquí. Un grupo de amigas beben y alzan sus copas al centro, seguro que festejan algo grande. Otros están vestidos de traje sastre y se dirigen entre ellos muy serios y cordiales. Adivino que esa cena es de negocios. ¡Qué divertido es esto! Empiezo a sentirme en confianza y a disfrutar del espectáculo. El mesero me sirve un copa y la degusto satisfecha. Esta cena es agradable.

Continúo mi entretenimiento. Echo un vistazo de vez en vez al celular. Si lo otro me aburre, siempre puedo checar las redes sociales para sentirme conectada al mundo. Pero ahora no es necesario, me gusta cómo estoy.

Ahora unas personas abandonan su mesa y se marchan con prisa. Asignan esa mesa a una nueva pareja que ha llegado después de mí. Otros novios... una chica bastante coqueta y con mucha producción encima según aprecio su maquillaje y peinado. Él... pantalón casual y camisa. Se ve bastante guapo a la distancia. Envidio a esa mujer conforme descubro los rasgos de su acompañante. Sí que es guapo... tan guapo como... como... ¿JUAN? ¡Es Juan! 

Agarro con un brusco e intrépido jalón la carta de vinos y la abro frente a mi cara para cubrir mi identidad. El corazón me late deprisa y me sudan las manos. ¡Todo iba tan bien!

Juan y su... ¿novia? ¿exnovia? Las preguntas llueven en mi cabeza sin oportunidad de responderlas. 

Mientras no me vea... mientras no me vea...

- ¿Karla, eres tú?

Rayos, me vio.




**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!