Viernes de Relatos
Nos saludamos como si tal cosa fuera asunto de todos los días. Relajados y frescos procede a presentármela. Al fin la mujer que tanto se negaba a ir al antro con él tuvo nombre.
- Ella es Alejandra... mi... - un torturador silencio me desgarra los nervios. Jamás el reloj marchó tan lento y burlándose de mí. Juan carraspea un poco antes de animarse a etiquetar su relación con ella. Y cuando ella, que no es víctima de nuestro trance, desespera, se le adelanta diciendo "su novia".
Con que su novia... Así que no terminó el noviazgo. Especulo un poco sobre la reconciliación que debió negociarse en este tiempo que no nos vimos. Con un poco de envidia los veo dirigirse a una mesa que les ha mostrado el mesero. Queda justo detrás mío, así que para espiarlos, me dispongo en vano a sujetar un cubierto buscando su reflejo a contraluz. Opto por sacar de mi bolso un pequeño espejo cómplice de un retoque en mi maquillaje. Es perfecto para el fin, así que alcanzo a mirarles mientras echan un vistazo a la carta. El mesero charla con ellos y ella ríe a gusto, mientras que él... él... me mira a la distancia. ¡Rayos, me ha pillado!
Disimulo y sigo con mis asuntos. No me enteraré de lo que sucede. Trato de calmarme. Si antes me sentía la espectadora, ahora me siento observada. Cada movimiento que realizo es analizado. Me acechan sus ojos, siento el peso de su mirada, ahora sí, si tiro la sopa de la cuchara, habrá alguien riéndose a mis costillas. Demasiada presión, así que me giro sutilmente para pillarlo a él en plena supervisión. ¡Ajá! Me entristezco. Él no me mira... la mira a ella. Me lo he imaginado todo.
La comida frente a mí ha perdido su sabor. No es tan suculenta como en otras veces. Hasta dudo de por qué he galardonado este sitio como mi favorito. Ni siquiera el ambiente me anima y las historias que se cuentan a mi alrededor han perdido mi interés.
Como porque tengo que terminarme la comida en mi plato. La cena se ha vuelto aburrida de pronto. Sólo espero que el postre se sirva cuanto antes para poder pedir la cuenta y marcharme de ahí. ¡Qué mala idea ha sido la de venir sola!
Embarro en la cuchara un trozo de helado con brownie de chocolate y me lo llevo a la boca. Lo mastico desganada y levanto la mirada buscando escapar. Una persona choca contra mi hombro y me toma por sorpresa el movimiento. Casi me atraganto tratando de recuperar mi posición, pues me ha desbalanceado del asiento. ¡Qué persona más grosera! A punto de buscar pleito con el culpable, se acerca a mi lado mi mayor preocupación.
- Perdónala por favor - me dice Juan.
Construyo la escena con las pistas que tengo y adivino que se ha enojado su novia y le ha abandonado. La gente nos mira, para variar. Tanta atención sólo puede disimularse haciendo como si nada ha pasado. Invito a Juan a acompañarme a la mesa. Se sienta y todos vuelven a sus conversaciones.
- ¿Qué le has hecho para que salga así? - pregunté directamente y con ganas de escuchar una buena explicación que aminorara mi disgusto contra ella.
- Nada, supongo que ser yo.
- ¿Tú?
- Sí, le he dicho que no gusto de este tipo de sitios y que a menos que ella esté dispuesta a ceder con los míos, yo no tengo por qué sufrir lo que no me gusta hacer. - explicó a grandes rasgos - Es simple, otra vez se negó a ir conmigo a bailar.
- Vaya, qué lío...
- Sí - esbozó una sonrisa pícara - es tu culpa por hacerme reaccionar. ¿Por qué no puedo tener una pareja que guste de lo mismo que yo? Lo he reflexionado... tal vez no tengamos que ser idénticos en gustos, pero ¿sufrir lo que no me gusta y que ella sufra lo que me gusta?
- ¿Y venir aquí te hacía sufrir? - pregunto curiosa.
- No, en realidad no - concluye - Puedo hacerlo, me fascina el brownie con helado que sirven aquí.
Miro mi plato a propósito de su comentario. Me río de la casualidad y le sonrío contenta.
- Y por lo que veo, tú gustas mucho de venir aquí.
- ¿Así nada más lo adivinas?
- Lo adivino porque no te importa estar aquí sola. Supongo que aquí puedes sentirte tú misma y por eso no te importa estar por tu cuenta.
Me sonrojé al recordar que todo este asunto de la lista era para poder ser yo, sin tener que esperar que alguien me siguiera para poder hacerlo. Precisamente como lo enmarca Juan. Me complace saber que lo he logrado, y la mejor parte: lo estoy proyectando.
- Si no te molesta, ¿me permitirías acompañarte lo que te queda de postre?
- Con una condición - digo entusiasmada y se intriga con mi propuesta - Que acabando me lleves a bailar.
Juan se ríe conmigo y asiente con su cabeza mientras busca con su mano la mía sobre la mesa.
- Eso, ni dudarlo.
Sé que mi amiga morirá de emoción cuando le comparta esta noche tan increíble que hemos pasado juntos. Predigo que se infartará cuando le cuente que al salir del antro nos perdimos en un profundo beso y seguramente se divertirá diciendo que "la lista" fue la fórmula mágica que hizo de mi vida de soltera, la mejor antesala para una vida en pareja.
Y tendrá razón.
FIN
**Si te ha gustado, no te pierdas la próxima historia en el próximo ¡¡¡Viernes de Relatos!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario! Te leeré así como tú me lees