Viernes de Relatos
- Te invitó a la boda - sentencia mi amiga mientras miramos una película en mi casa, hundidas en mi noche de depresión.
La pregunta que nos trae hasta aquí es si asistiré o no. Con dos botes de helados en nuestras manos, nos empeñamos a meter azúcar en nuestras venas para sobrevivir al impacto. Lo cierto es que sólo mi cuchara hace su trabajo por terminarse el chocolate y la fresa, evidencia de que la única realmente afectada por esto soy yo.
Analizando las ventajas y desventajas de la decisión, nos percatamos de que no hay una regla marcada por las normas de cortesía y buenos modales. Al menos no una que nosotras conozcamos. Así que nuestra decisión queda a la deriva de nuestro propio criterio.
Yo no quiero ir. ¿Por qué querría presenciar cómo mi exnovio besa a otra mujer en mi cara y le declara su amor eterno? Imagino que este podría ser el mejor escarmiento y tortura si se trata de herir a alguien... mi amiga rebate esta idea diciendo que sólo podría herirme si aún mantengo sentimientos hacia él. Yo lo niego. Esos sentimientos murieron para mí. Ella se burla de mí, no me cree.
Por otro lado, asistir sería la prueba innegable de que lo he superado. Estaría yo ahí, de pie, con pose de súper héroe enorgulleciéndome de mi capacidad de dejarle atrás en el pasado. Qué poderosa me vería vistiendo mi mejor vestido y mi cabello ondeando con el viento que imaginariamente será tan intenso que hasta el vuelo de mi vestido se moverá al compás. El sol me iluminará mientras se esconde en el horizonte anaranjado y los ojos de todos me verán desde abajo, ¡impresionados por la exnovia que puede ir a la boda de su exnovio sin armar ninguna escena ni causar alboroto!
- Sí claro... - murmura mi amiga desvaneciendo mi escena triunfal. - Lo que no has considerado, es que ir a la boda de un exnovio sola, como estás, no te montaría una escena de película como la que te imaginas, sino que sería una terriblemente patética.
Entonces describió la realidad...
Yo con mi vestido, haciendo lo imposible por lucir más guapa que la novia. Por muy real que pudiera aparentarlo, la etiqueta de exnovia me restaría innegablemente mil puntos. Así que no importa el esfuerzo que haga, luciré más fea que ella.
A continuación, los invitados me observarían y cotillearían a mis espaldas. ¿Qué hablarían de mí? Lo sola que estoy, mientras que mi exnovio se casa. ¡Pobre niña, qué triste su vida!
- Para, para, que no es para tanto. Estar sola no es un estado de lástima y compasión.
- Díselo a todas las señoras que estarán ahí... la gente habla, amiga. Es inevitable.
Enfurruñada con la crítica social, me atraganté con una cucharada enorme de helado de fresa, que luego me provocó dolor de cabeza. Si no era suficiente agobio el pensar en ir o no, ahora debía ir acompañada si consideraba asistir.
Ir acompañada... ¿pero de quién? Mi lista de galanes post corte con el novio no era muy deslumbrante.
Un hecho es real: tengo que probar que no tengo sentimientos por él. Así que la salida obvia es asistir como si se tratara de un paseo por el parque en una tarde de domingo, pero entonces ¿de dónde voy a sacar una pareja para la boda?
Interesante dilema...
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡Viernes de Relatos!
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