Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 27 de abril de 2018

"Cinco citas y te mando a volar" Parte I


Somos amigas desde hace cuatro años. Suficientes para habernos visto llorar por uno que otro desamor. Más de ella que míos, si hacemos las cuentas. Ella, aunque tampoco ha encontrado el supuesto verdadero amor, sigue invirtiendo tiempo en su búsqueda. Cree fervientemente que lo va a encontrar. Si alguien la invita a salir, sea quien sea, acepta. No importa si es feo, anticuado, aburrido o sin conversación, ella dice sí. Poco le duran las citas con ese proceso de selección tan inefectivo, pues la mayoría de ellos son descartados después de irse cada uno a su casa. Los motivos abundan y con verles la facha eran casi predecibles. Uno de ellos casualmente olvidó su cartera cuando asistieron a un lujoso restaurante y ella tuvo que pagar la cuenta de ambos. Otro llegó tan tarde al sitio acordado, que ella decidió comer sola para no desaprovechar y se disponía a ordenar el postre cuando el susodicho apareció y le reclamó haber iniciado sin él. Pero no todas han sido un fiasco descarado, al menos está este otro tipo que logró un mejor puntaje durante la cena cuando le pidió a un chiquillo que pasaba por ahí vendiendo rosas, que le entregara una a ella. Mi amiga sonrió de oreja a oreja como niña en Navidad abriendo regalos. Lástima que el encanto fue efímero. Al terminar, el tipo le indicó que se marchara sola hacia la puerta. Ella, sin comprender por qué, quiso exprimirle una explicación a tal extraña solicitud. Y fue en ese breve episodio no planeado, cuando apareció una segunda mujer, quien sería su segunda cita de la noche. Resultó ser un hombre práctico, le dije yo a mi amiga. ¿Para qué salir diferentes días si en uno solo puedes agendar a varias mujeres?

Sin embargo, tanta mala experiencia le ha de servir de algo. Casi la considero una experta en detección de malos prospectos, aunque si aplicara su radar en ella misma se ahorraría pésimos desencuentros. Pero ni cómo convencerla, dice ella que si no abre las puertas y fluye, puede que sin querer las cierre a quien sí debía entrar y eso, sí sería garrafal.

Así que somos algo así como el día y la noche cuando se trata de hablar de relaciones de pareja. Ella, como habrá quedado claro, es una enamorada empedernida y yo... si hemos de ser elementos opuestos, soy la que repele a toda costa la posibilidad de salir con alguien. Yo soy esa a quien los hombres miran desde lejos en el bar y les voltea la cara rolando los ojos. Expido un aroma antihombres a distancia y aún así hay osados caballeros que se atreven a invitarme una copa. No hay manera de que les comparta mi número de teléfono y soy bastante hábil para no compartir ningún dato personal. Los pocos hombres que cuento en mi historia se han esforzado bastante por permanecer pese a los golpes que les doy de vuelta. Y aún cuando su batalla han conquistado, ninguno resulta con un final feliz.

Así que he proclamado que este año me enfocaré en mí misma y nadie más. Se trata de mirar hacia dentro y conocerme mejor. Un trabajo arduo de introspección, sabiduría interna, crecimiento personal...

- Déjate de tonterías - me interrumpe mi amiga - este año llega el bueno. Escúchame que te lo digo yo. - Aquí es donde ella se cree poseedora de la bola mágica que predice el futuro. Yo, bastante incrédula, no alimento su idea y sigo con mi plan hacia mi yo interno.

Mi amiga se emberrincha un poco. No soporta que yo renuncie. Estamos juntas en esto, me recuerda. Pero ella va mucho más adelantada que yo. Si el secreto es besar a muchos sapos antes de encontrar al príncipe azul, ella ha besado a todo el reino animal y yo apenas a dos renacuajos por ahí. 

- Ya verás que este es tu año, lo presiento. No te rindas.

"Mi año" y me río a carcajadas. Ya veremos...



**¡¡¡No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!! 


 

viernes, 20 de abril de 2018

"Eres tú, no soy yo" Parte XV FIN


Estoy guardando un vestido de novia, que no sé si tirar a la basura.

Hace tanto tiempo que ocurrió, que es difícil recordar dónde quedaron todos los recuerdos del pasado. Casi que la única evidencia que me queda de aquella historia es este vestido blanco esponjoso y escotado, que me reprocha no haberlo estrenado. 

Se recuperaron algunos gastos de la boda para alivio de Octavio. Al menos eso le consoló cuando le entregué el anillo aquella tarde en el coche estacionado frente a su casa. En principio quiso representar el papel de hombre comprensivo, tal vez tranquilizando los nervios prenupciales podía solucionarse. Luego, cuando mencioné el nombre de Antonio, quien tuvo que tranquilizar al otro fui yo. 

Mi amiga me reprocha que incluyera el nombre de Antonio en mi explicación, que hay mejores modos de partirle el corazón a alguien. Sin embargo, no tardó en celebrarlo ni un segundo, por lo que el descontento le duró poco.

En definitiva la mejor decisión tomada en mi vida. No era yo quien se casaba con Octavio. Esa persona que supuestamente se vestiría de blanco para caminar al altar a su lado no llevaba mi rostro. Era yo fingiendo ser alguien más para agradarle y estar con él. Fue complejo armarme del valor suficiente para terminar mi actuación y despojarme de la hermosa máscara que ocultaba mi miedo a ser yo... pero lo hice. Y es que aún recuerdo haberle dicho a Octavio con voz solemne y firme: "Es que cuando eres tú, no soy yo" Ignoro si lo entendió del todo, pero para mí fue muy claro.

¿Qué ocurrió con Antonio?

Vaya escena la sucedida. Cayó la noche el día en que devolví el anillo y fui a buscarle. El universo conspiró para contratarme en su rol estelar en una película romántica, pues cual cliché, empezó a llover a cántaros. La luna se asomaba curiosa entre las nubes oscuras que empapaban mi ropa, y casi pude escuchar una melodía tocándose en el fondo, acentuando la adrenalina del desenlace feliz para la pareja.

Sin embargo, no ocurrió así.

Antonio me contó que regresaba al extranjero a vivir. Que no podía estar conmigo, que era injusto no poder estar para mí, pero que su trabajo era prioridad. ¡Su mejor momento! explicó él. ¿Será? me pregunté escéptica.

Así que al final de mi historia, sin Octavio y sin Antonio, sólo yo conmigo. 

Que no está mal.

El encanto de esta historia es que miro el vestido de novia en mi clóset como el único recuerdo que me queda. Todas saben dónde conseguir uno, pero nadie te dice qué hacer con ese que ya no vas a usar. Mi amiga dice que lo quememos, pero me parece muy descabellado el plan. Tal vez pueda donarlo... lo ignoro.

Lo único que sé es que la decisión que tome, será mía, desde quien soy yo.