Viernes de Relatos
Hoy es viernes. Se espera de mí que esté fuera de casa, disfrutando de la noche en algún sitio atiborrado de gente. Este día será así. No por mi gusto, sino un poco obligada por cumplir la promesa hecha a un amigo, uno al que además hace tres años no veo.
Me arreglo apenas. Pantalones de mezclilla con una blusa coqueta del mismo color rojo vino que los zapatos que he elegido para usar. Las nubes en el cielo auguran lluvia, así que saco del ropero una gabardina color beige que me haga el favor de evitar mojarme. El maquillaje lo llevo natural, nada que sorprenda y mi cabello apenas lo he acomodado. Mis ondas rebeldes se encargan de advertirle al mundo lo inapetente que estoy de salir.
Llego a un restaurante en el que ya me espera mi amigo, acompañado de sus otras amistades que están sentadas alrededor de una gran mesa rectangular. Para mi desgracia, los asientos a su alrededor están ocupados, por lo que me designan una silla en la orilla, acompañada por desconocidos.
Me van bien las relaciones públicas, es decir, puedo hacer conversación hasta con las piedras. Por ello, me presento amablemente y me dispongo a convivir. Un rato, sólo un rato espero permanecer aquí. Dos horas y media de mi presencia harán de la promesa un trato justo.
El joven a mi lado es coqueto por naturaleza, así que no tarda en interrogarme. Edad, ocupación, domicilio, pasatiempos, comida favorita, estado civil... quiere saberlo todo. Yo contesto una evasiva: sólo contestaré a una de todas esas. ¿Cuál quieres saber? Mi pregunta capta la atención del joven frente a mí al otro lado de la mesa y de inmediato voltea a verme interrumpiendo la conversación con la mujer con quien hablaba.
- ¿Sólo una? - queda meditabundo el primero.
- Estado civil - se entromete el segundo. Le volteo a ver. Es guapo.
- Soltera - digo con una sonrisa perspicaz.
El primero, golpeado en su orgullo, reacciona pronto y se anticipa a mediar una presentación.
- Ella es Natalia y él es Sergio, su novio - puntualiza con precisión para ganar la batalla.
- Ah, ustedes se conocen... - ahondo un poco más en los puntos que conectan a estos curiosos individuos.
- Sólo conozco a Natalia. Es una... amiga - inevitable percibir el tono decepcionado en su voz.
Sergio me mira sonriendo, con esos ojos clásicos de un hombre dispuesto a salir a cazar. ¡Qué descaro, está junto a su novia! Rápidamente le volteo la cara y me enfoco en la desesperada coquetería del otro. Como no ha podido obtener más detalles sobre mí, no le queda de otra más que hablar de él y se conforma.
Mientras la conversación fluye, miro de reojo a Sergio. Y de vez en vez encontramos miradas. Queda claro que está distraído conmigo y le presta tan poca atención como la que yo le presto a mi interlocutor. En eso, el reloj se encarga de marcar la hora de despedirme.
- Es tarde y mañana me levanto temprano. Fue un gusto conocerte - anuncio cordialmente para levantarme y del resto de los comensales me despido con un ademán. Estoy por dirigirme en busca de mi amigo al otro lado, cuando Sergio se levanta y me alcanza en el primer paso que doy.
- ¿Me das tu teléfono? - lo miro anonadada - ¿O se lo pido a Juan?
Sin escapatoria, yo misma se lo doy.
**No te pierdas la continuación en el Próximo Viernes de Relatos
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