Colección: Lo bueno y lo malo y lo que depende de cómo lo mires
Ese momento en tu vida llega. Ese en el que simplemente echas una mirada hacia atrás y te resignas a consolarte con lo que ya viviste, pues en caso de mirar hacia adelante, no tienes ni idea de si acaso volverás a contar algo, lo que sea, aunque no valga la pena.
En mi caso, ese momento llegó. Por lo que me dispongo a contarte lo bueno, lo malo y lo que depende de cómo lo mires de mis historias y desventuras en el terreno pantanoso del amor. Y como he mencionado antes, solo se trata de buscar el consuelo que reconforte con la frase: por lo menos sucedió.
Así que espero esta honesta exposición que coloca los trapos al sol no termine en el temible juicio de todos. Solo te invito a sentarte conmigo un rato; y con el ánimo que provoca un buen chiste, escúchate mis anécdotas y sonríe con el labio torcido, que si buenas o malas, son las pequeñas escenas que componen esta novela de mi llamada vida.
EL TEMIBLE PRIMER BESO 👄❤️
ERA de noche aquel día de Septiembre. Pasado mi cumpleaños o un poco antes de este. Aquel chico me gustaba mucho. Lograba despertar en mí suspiros interminables cuyo desenlace era su imagen en mi mente poniéndome los nervios a mil.
Era la clásica respuesta ocasionada por el primer amor, aunque a mi vida llegara hasta los dieciocho años de edad. Lo conocí en el sitio donde usualmente te encuentras en ese momento: la universidad. Con mi futuro profesional rigiendo mi cerebro y mi ilusión de tener novio por primera vez guiando a mi corazón, mis prioridades se encontraban en una lucha interna debatiendo si estar en casa estudiando o estar en medio de la noche, parados en la banqueta, era mejor opción.
Mi corazón tenía ganada la batalla. Sus ojos claros se clavaban en los míos mientras esperábamos a que pasara un camión para que él pudiese regresar a casa. Habíamos pasado la tarde juntos y era debido que volviese a su sitio.
Frente a frente, sus manos tomaron las mías. Prevalecía el silencio entre nosotros. Los demás transeúntes nos rodeaban sin detenerse a pedirnos el paso, pues en plena parada, no hacíamos más que estorbar el espacio.
No tenía ni idea de cómo tomar un camión. Ni él ni yo. Su regreso a casa estaba completamente entorpecido por nuestra ignorancia, que hacía de pretexto perfecto para alargar la despedida.
Era obvio para cualquiera que nos hubiera visto que ambos estábamos suspendidos en el vilo de una travesura. Se sentían en el aire las emociones que nos jalaban el uno hacia el otro. Un cosquilleo correteaba en mis brazos y mi pecho. Sentía mi corazón latir al cien.
Se atrevió a reducir la distancia entre nosotros un poco más y su rostro quedó muy pegadito del mío. Las ansias de lo que estaba por ocurrir me invadieron. Sus labios se acercaron a los míos y de pronto el ruido de los coches y de la gente se sumió en el vacío. Sentí el roce de su piel con la mía y paralizada por los nervios me dejé llevar por la sensación, obedeciendo al abandono de lo que sentía por primera vez.
Apartándose de mí, con su mirada resolviéndose un lío, me quedé sonriente observándole, con los puños cerrados conteniendo la electricidad.
- ¿Es tu primer beso? - me preguntó en tono serio.
- ... Sí... - contesté bajito, embargada aún en la ilusión
- Ah... - contestó déspota - Se nota...
Y así fue mi primer beso.
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