Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
viernes, 31 de julio de 2015
Fíjate en mí (5o. Parte)
Viernes de Relatos
- ¿Tacos?
Marisol seguía sin creerse mi historia. Vaya que ahora parecen los tacos un alimento prohibido.
- ¿Y él te dio un chicle?
Ahora su atención conmigo parecía descortesía.
- ¡Obvio no te besó!
Y yo que creía que era por otra cosa, algo más relevante, como que tal vez podía no gustarle.
- Fue todo en conjunto.
Eso explicó cuando le objeté con mi conclusión. Por lo visto, la culpa había sido de mi ocurrencia de los tacos, posiblemente también de mi poca gracia femenina para dominar el arte del taco y el refresco en la banqueta y mi aliento poco sensual para despedirlo a la puerta de mi casa. Nada tenía que ver la posibilidad de que yo no lo gustase. No, si no me había besado fue por todo eso. Y todo eso era mi responsabilidad.
- Tendrás suerte si se anima a salir contigo otra vez.
Las dos nos quedamos calladas meditando en la cafetería del colegio. Nada se le ocurría a ella para aminorar tanta gravedad. A mí no me parecía para tanto. Digo, si me hubiera querido besar de verdad, no creo que aquello lo hubiera estropeado... ¿O acaso sí era posible que me hubiera equivocado a ese nivel? Sin saber qué pensar, me quedé suspirando con mi cabeza apoyada en mis manos. Marisol sólo me echaba de repente miradas culposas y luego se quedaba mirando al vacío en busca de otro plan.
En eso lo vimos cruzar la cafetería para dirigirse a su entrenamiento. Nuestros ojos se clavaron en él e intensa fue la sensación de acoso que le provocamos, por lo que rápido nos miró. Quise hacerme la desentendida, pero Marisol ya tenía tramado qué hacer y no disimuló.
- Oye, le he quedado mal a mi amiga. Quería salir hoy y he hecho otros planes. ¿Será que tú puedes entretenerla? Sino se irá a casa a ver televisión y eso no estaría bien. ¿Qué opinas?
¡¡MARRRIISSSOOOLL!! Me ruboricé más rápido que lo que ella tardó en inventarse semejante tontería. Él me miró y yo lo miré por un segundo, al menos eso creo, la verdad es que yo tenía la mente puesta en atinarle al tobillo de Marisol para darle un golpe con mi pie por debajo de la mesa.
- Está bien. El viernes es para salir y no quedarse en casa. ¿Cierto? - dijo él y Marisol compartió su planteamiento afirmando con su cabeza. - ¿Vienes a verme al entrenamiento? Estoy seguro de que encontraremos algo qué hacer después de éste.
Marisol le agradeció mientras se despedía y se marchó. Me dejó ahí muy quieta, tanto, que él tuvo que acercarse a tomarme del brazo para indicarme que le acompañara. Así lo hice muy obediente.
Mientras le miraba entrenar, caí en cuenta. Tendría mi segunda cita con él.
**No te pierdas la continuación en el siguiente ¡¡¡ "Viernes de Relatos" !!!
domingo, 26 de julio de 2015
Qué fácil es engancharse
Hemos hablado de este tema: engancharse.
Hemos dicho cómo hacerle para no engancharse y no desequilibrar la
paz y la armonía interna debido a discusiones. Eso de que unos lanzan una
piedra y esperan que les regreses otra más grande y así sucesivamente. Engancharse
no lleva a nada bueno. Se pierden cosas importantes, las relaciones se
friccionan y queda un mal sabor de boca.
Pero es que... ¡Qué fácil es engancharse!
Si nos hemos propuesto de caer en esto desde el tiempo que
llevamos analizando este tema, de repente se nos olvida lo fácil que era
engancharse. Conocemos un extraño y ¡zaz! Vemos la situación como una película
en cámara lenta y es como si de repente, pudiéramos saber lo que le hará
engancharse y sucede. El otro se engancha de volada y nos lanza esa primera
piedra, ansiando que nos dé duro, que nos pegue, que nos lastime, para ver qué
le echamos de regreso. A ver si de casualidad logramos hacerlo mejor que él.
Claro que si hemos aprendido el arte de no engancharnos no pasará,
porque de entrada no le hemos dado el poder a sus palabras. Así que su discurso
provocador se desvanece en el camino y no llega ni a rozarnos. Pero como
cotidianamente esto lo hemos limpiado en nuestro entorno cercano, cuando un
nuevo miembro de fuera aparece, nos hace reconocer y recordar lo fácil que es
engancharse.
Vaya... eso de engancharse es una práctica demasiado común.
Pero creo que si tenemos claro lo poderoso que es no hacerlo, no
lo haremos aunque nos sorprenda revivirlo. Las personas que no practican este
arte se defienden dibujando sablazos en el aire, desenvainando la espada a la
menor inseguridad. Esas batallas se pierden rápido si con esa actitud las
enfrentan. Hablan por hablar, dicen por decir, pero si nos enteramos de que eso
va la batalla... y no le das poder a aquello, no te podrán lastimar.
Engancharse. De verdad es tan fácil. Como siempre, lo que requiere
esfuerzo es lo que vale la pena para nuestro crecimiento, por ende, no
engancharse es el camino. Porque eso es lo difícil, pero más sano por hacer.
Disfruten de este inicio de semana y... ¡no se enganchen!
viernes, 24 de julio de 2015
Fíjate en mí (4o. Parte)
Viernes de Relatos
Salió de su entrenamiento. El plan fue ir al cine y luego comer algo por ahí.
- ¿Qué se te antoja? - me preguntó
- Unos tacos
Me miró extrañado. ¿Acaso debí contestar otra cosa? Eso es lo que sinceramente se me antojaba.
- No te llevaré por unos tacos en la primera cita.
- ... pero eso es lo que se me antoja.
Me miró detenidamente para descifrarme. Mi respuesta al parecer salía de todo marco de lugares a los que llevarías a alguien a una primera cita.
- Está bien, tacos serán.
Yo contenta por haber sido escuchada, anoté en la hojita de papel estraza todos los tacos que iba a comerme de una sentada. Él anotó los suyos a lado de los míos. Sentados en unos banquillos acomodados en la banqueta, bajo un foco improvisado y una taquería montada a la intemperie, esperamos nuestra orden. Un joven se acercó a ofrecernos un par de refrescos que sostuvimos en nuestras manos hasta que llegó el botín alimenticio.
Me los devoré gustosa. Amaba los tacos. Su cilantro, su salsa, limón y cebolla. ¡Cebolla! De repente mi antojo fue opacado por la posibilidad. ¿Y si me quiere besar? Rayos... aparté la mirada de mi plato y busqué alguna señal de una menta o chicle o lo que fuera. Nada... Estaba sola con mi suerte.
De repente ya no se me antojaban tanto mis tacos y empecé a esculcar la cebolla, el cilantro y todo lo que pudiera interferir con un feliz desenlace. Él me miró riéndose cuando me atrapó haciendo todo eso. Tenía que explicarme... inventarme algo... ¡qué pena! no se me ocurrió nada y él arrojó una carcajada. Me sonrojé y me quedé callada el resto de la noche.
Llegamos a casa. El color rojo de mi cara se mantenía intenso. Marisol me regañará cuando se entere, lo sé. Me dejó a la puerta de mi casa y yo me dirigí rápidamente a tocar el timbre para dar fin a mi tortura, así me evitaría la pena; pero no conté con que él se adelantó a mis pasos y estratégicamente se detuvo entre el botón y yo.
- La pasé muy bien. Me gustó salir contigo hoy.
- A mí también - dije sin casi separar los labios y muy quedito.
En eso, me miró profundamente y me puse nerviosa. Se me olvidó mi mala idea de comer tacos así y me perdí en sus ojos. Él me contempló por un ratito. Luego, con un gesto que sospeché le inspiró una idea, metió su mano en el bolsillo del pantalón y sacó una caja con chicles. Me la tendió y tomé uno, que llevé de inmediato a mi boca. Lo mastiqué urgentemente esperando que hiciera efecto del siguiente paso, que ya imaginaba que iba a ocurrir. Tenía que haberse aminorado la sensación y el olor.
- Buenas noches - dijo.
- Buenas noches - dije y acomodé los labios, listos para la acción.
Se dio media vuelta y se fue.
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡"Viernes de Relatos"!!!
domingo, 19 de julio de 2015
Un "sí" lo echa a perder
Supuestamente tenemos reglas. Códigos, normas, principios... el nombre que queramos ponerles. Estos supuestos postulados evitan que hagamos lo que nos parece incorrecto. Cuando la situación se presenta, decimos "no" y ya está, se acabó. Simplemente no proseguimos y damos la vuelta hacia otro lado para seguir nuestro camino.
Sin embargo... ¿qué pasa cuando decimos "sí"?
La tentación es grande. Se presenta seguido. Pareciera que entre más te cuesta mantenerte en el "no", más ocasiones aparecen para seducirte a que digas "sí".
Ese "sí" se antoja. Sabemos que sabe delicioso, pero que al día siguiente nos provocará un sentimiento de incomodidad y culpa que no podremos con él. Pero en ese instante de prueba: ¡qué suculento se aprecia! ¿Por qué no decir "sí"? Sólo esta ocasión... sólo una vez... la siguiente ya no... sólo para ver qué se siente... es poca cosa... prometo no hacerlo después de eso...
Vaya... es duro.
El asunto es que cuando decimos "sí" por más mini que parezca el vocablo. Esas dos letras marcan la diferencia. Porque con ellas se abre la puerta que no queríamos cruzar en primer lugar. Y luego todo se echa a perder.
Puede ser que la abras, entres y te salgas y la vuelvas a cerrar. Pero la próxima vez, si vuelves a abrirla, no será tan fácil salir. Ya has estado ahí... y si dijiste una vez que sí, es que te llamó la atención lo suficiente como para... por qué no... ir una segunda vez. Ceder la primera vez y enmendarnos requiere cierto trabajo. Ceder dos veces y enmendarse, requiere más. No se diga de la tercer vez y de la cuarta. Incluso poco a poco se deja de tener presente el "no" que alguna vez nos fue difícil decir. Esa regla, norma, principio o lo que sea, se vuelve tan flexible, que deja de existir. Entonces ya no es algo que te provoque culpa, al contrario, se vuelve parte de ti y lo aceptas.
Decir "no" es retador. Los valientes lo hacen cuando se saben a prueba de ir contra lo que son. Mucho valor, mucha conciencia, mucha sabiduría. Procuremos tenerlas. Si creemos que el primer "sí" fue fácil de vencer, imaginemos lo que será cuando hayamos cruzado la raya, porque puede ser que nos guste y entonces no lo dejaremos tan fácilmente la próxima vez.
Y de todo podemos ser tentados: decir una mentira, engañar a alguien, robarse algo, ser infiel, infringir una norma, llegar tarde, pelearte con alguien, faltar al respeto... ¿qué reglas nos hemos puesto?
Un "sí" puede echarlo a perder. Mantengámonos leales a lo que hemos decidido ser.
¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!
domingo, 12 de julio de 2015
Escuchar "gracias"
Así como decir gracias te hace sentir mejor... escucharlas también tiene su especial efecto en ti.
Puede ser que las personas te den las gracias cotidianamente, al menos en las acciones regulares que acontecen así nada más. Decir gracias es parte de las normas de cortesía y por eso es posible que hayamos olvidado lo genial que es escucharlas, porque cuando te son dichas de corazón, significa que algo especial has hecho.
Las personas que te dan las gracias sincera y profundamente, cuando por un momento has actuado para el bien de otra persona. En el tráfico, es posible que alguien esté batallando realmente con pasar a otro carril que ha olvidado prevenir por pensar en un asunto que le agobia y le pone mal. En ese momento se avalanza contra corriente y puede suceder que... alguien le ceda el paso y ella dé las gracias. Ese gracias no fue por mera cortesía, sino que tuvo un significado verdadero, para ella ese gesto fue una diferencia en su día.
Para que esos detalles ocurran es necesario abrir los ojos. Puedes hacer tanto por los demás y dejas ir esas oportunidades porque estas sumergido en tu mente, en tus pensamientos, en tus apuros, así como todos parecen estarlo. Basta con que uno deje eso atrás para darse cuenta de que en la ayuda mutua descansa la posibilidad de un cambio y de demostrar que te importa alguien más que no seas tú mismo.
Cuando haces algo por alguien, que a ti puede o no significar un gran esfuerzo, puedes recibir un gracias del otro. Desde preguntar "cómo estás" hasta decir "qué puedo hacer por ti". Demostrar que estás ahí, dar un pequeño detalle, hacerle ver al otro que te interesa. Y no sólo aplica con conocidos y amigos... también con esos desconocidos que a diario encontramos por la calle. Desde dejarles pasar en esa larga y tediosa fila, hasta ceder el paso, hasta ayudarles con el cambio de un billete, ayudarles a encontrar un sitio en la ciudad, explicarles cómo funciona la dinámica de algún lugar, advertirles cuando algo se han dejado en un restaurante o se les ha caído algo mientras iban por la calle... ¡hay tantas cosas! Y parecen cosas diminutas intrascendentes, pero para ese alguien... es enorme.
Cuando escuchas "gracias". Has tocado el corazón de una persona. Has hecho algo importante. Y ni sabías que aquello podía significar tanto.
¿Hace cuánto te dijeron gracias? ¿Hace cuánto te lo dijo un extraño?
Yo por lo pronto te digo a ti: gracias por leer. Significa mucho para mí.
¡¡¡Qué tengas un lindo inicio de semana!!!
viernes, 10 de julio de 2015
Fíjate en mí (3o. Parte)
Viernes de Relatos
El libro tenía 600 páginas.
Yo iba en la décima.
Jamás terminaría de leer ese libro. Primero terminaría el ciclo escolar antes de que yo llegara a la última página. Tal vez en verano pueda salir con él. Cuando todos nos despidiéramos y nos fuéramos a las vacaciones de verano, aparecería él y le diría: ¡Por fin terminé! Con suerte se acordaría de mí...
- Hay más formas de enterarte qué dice el libro. ¡Deja eso de una vez! - exclamó Marisol cuando me descubrió soñando despierta recargada en la mesa de la cafetería con el libro abierto frente a mí.
- ¿Qué es lo que propones?
- Busquemos el título en internet. Seguro hay un resumen que puedas leerte y así te evitas la tortura.
- Pero eso sería... mentir.
- Mira - empezó su explicación - no es que esté yo a favor del engaño, pero seamos honestas. Lees tremendamente leeeennntttooo. A ese paso otra te lo va a quitar. Propongo que para nuestros fines, busquemos el resumen, algunos datos curiosos, algunos fragmentos del libro y te los leas para poder sacarte la cita con él. ¡El objetivo es la cita, no incrementar tu cultura!
Tenía razón. Tal vez podría seguir leyéndolo después, con más calma. Ese día lo indispensable era tener un pretexto para salir con él. Así que internet nos sacó del lío. Me aprendí los personajes principales, secundarios, tramas, giros inesperados, datos y fragmentos. Con toda la investigación me sentí segura para enfrentar cualquier tipo de pregunta. De hecho, Marisol simuló ser él por un momento y me cuestionó sobre el libro como si estuviéramos en ese café sólo nosotros.
- Estás lista.
Música para mis oídos.
- Ahora debes buscarlo tú.
¿YO? Me puse nerviosa de sólo pensarlo. Si jamás le he buscado, por qué iba a hacerlo ahora. Ese plan no me convencía en lo absoluto. No iba a conseguir invitarlo a salir.
- ¡Tienes que hacerlo! Ármate de valor y lánzate.
Tardó como dos horas en convencerme y en darme algunas sugerencias de frases con los que podría comenzar la charla. Y es que el mayor inconveniente es que no había forma de hacerlo a solas, porque el siguiente sitio donde sabíamos que era fácil de encontrarle, era en la cafetería comiendo chilaquiles.
Así que ahí estaba yo otra vez. Respirando para dominar mis nervios. Inhalé, exhalé, inhalé, exhalé...
- Hola... - me miró - no sé si me recuerdes... no, no... sí debes recordarme... digo... el libro... El libro - volví a respirar, cosa que ya no estaba haciendo - El libro que me dejaste leer.
- ¿Ya lo terminaste?
Me quedé en silencio sonriendo
- Vaya que eres rápida, una semana nada más.
Mantuve mi sonrisa fijamente, como si posara para algún escultor que tomaba mi retrato.
- Pues bien. ¿Qué te ha parecido? Toma asiento, acompáñame mientras como. ¿Quieres algo?
Por más que la cafetería debía serme un sitio familiar para sentirme en confianza, en ese instante me resultó el lugar más aterrador del planeta. Me senté en la silla frente a él y coloqué el libro entre nosotros.
- Me gustó - dije a secas.
- A mí me fascina. Es mi favorito, ¿sabes? No me canso de leerlo. Aún cuando sé cuál es el final, cuando lo leo algo pasa que se me olvida. Cada vez es como la primera vez. Eso es lo que lo hace especial.
¡Ah, me encanta! Poco a poco comencé a relajarme. Después de todo, él era quien llevaba la plática y no me hacía preguntas. Así era fácil mantenerme ahí. Asentía o negaba con mi cabeza, me reía de sus chistes y me ponía seria cuando el comentario lo ameritaba. En eso, llegó mi turno de hablar.
- Me ha gustado, mucho. Es todo lo que has dicho - me reí justificando que no tuviera nada más que decir.
Él me miró alegre. Me concedió guardarme mi crítica del libro, lo que no evidenció el que no la tuviera.
Quisiera decir que charlamos por horas, pero el recreo no duraba tanto. Así que el timbre nos interrumpió y no quedó más que despedirnos.
- ¿Nos veremos otra vez? - por fin cobré valor.
- Claro, los viernes entreno en las canchas - sí, lo sabía eso también - podemos vernos luego de eso y podemos ir a otro lado que no sea la escuela.
¡¡¡Eso sí me sonó a una cita!!! ¡¡Nervios, nervios!!
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡Viernes de Relatos!
domingo, 5 de julio de 2015
¿Qué tanto lo quieres?
Me queda claro que en esta vida, las cosas que más quieres, cuestan trabajo.
No se dan tan fácil. Implican mucho esfuerzo... mucho. A veces el doble o el triple de esfuerzo del que creías. No resultan como cuando te las imaginas en primera instancia. Despiertas una mañana o miras alguna cosa y de repente ¡zaz! nace esa idea. Luego vas tras ella... y ¡zaz! te das una trancazo de aquellos que te duelen hasta el alma.
Así funciona. Lo grandioso no es fácil. Perseguir un gran sueño es un camino largo y tortuoso. Es más, comienzo a creer que entre más grande el sueño, más tortuoso va el camino. No se cosechan los frutos, sin haber primero probado varias rotaciones de cultivo y echado a perder unos cuantos.
Y en esa adversidad es cuando la prueba se presenta y surge la pregunta: ¿qué tanto lo quieres?
De eso depende que sigas avanzando o declines.
A veces los golpes y los fracasos te hacen decir: hasta aquí. Es lo más fácil. ¿Por qué esforzarse si las cosas van a ser tan complicadas? Vamos... mejor busca otra cosa.
Sin embargo, si realmente lo quieres y lo quieres con todas tus entrañas, haces hasta lo imposible por sobar y curar la herida del golpe y sigues andando.
Ya decía Walt Disney, que lo mejor que puede pasarte es que te den una patada en los dientes, sólo que en ese momento no lo parece. Resulta que antes del tremendo éxito, suceden grandes fracasos. Tienes que atreverte a vivirlos para poder vivir los éxitos.
Muchos se quedan en el camino y otros ni siquiera se animan a iniciarlos. Otros pocos perseveran y ahí están, haciendo historia. Sea como sea, pero hacen su aportación y la diferencia.
Estas historias no necesitan formar parte de los libros de historia. Esos éxitos a veces se encuentran en lo cotidiano. En hacer lo que no todos perseveran en hacer. Tal vez terminar una licenciatura cuando nadie pronostica que podrás hacerlo... tal vez forjar un matrimonio cuando todos opinan que lo mejor es separarte... tal vez conseguir ese trabajo que nadie cree que podrás conseguir... tal vez poner un negocio cuando todos te aconsejan no hacerlo por miedo a que no funcione... tal vez estudiar lo que te apasiona y salir adelante, aún cuando te dicen que con eso vas a morirte de hambre... las historias de éxito sólo requieren que seas valiente y tengas el hambre suficiente para no parar.
¿Qué tanto lo quieres?
¿Acaso hay algo en tu vida que quieras desde el fondo de tu alma? Ve por ello. Anda. Sacúdete el miedo y lleva contigo un par de vendas, cintas y pomadas. Los trancazos van a estar duros, pero no pasa de que te cures y listo. El camino va a doler, pero el destino, valdrá la pena.
¡¡Feliz inicio de semana!!
viernes, 3 de julio de 2015
Fíjate en mí (2o. Parte)
Viernes de Relatos
El plan consistía en estudiar al sujeto en cuestión. Así que la lista la fuimos detallando en la semana, a fin de tener estudiado al ser en su hábitat natural. Todo debía quedar expresado: gustos, disgustos, aficiones, manías, gestos, horario de clases, calificaciones... todo.
Su perfil quedó tan detallado, que sugerí a Marisol dedicarse al espionaje en caso de reprobar la preparatoria. Esa era su vocación y se le daba bastante bien. La hojita lo describía por completo, de pies a cabeza. Le gustaban los chilaquiles, hacer deporte, aún en lunes se le veía feliz de estar en la escuela, le gustaban las matemáticas y era el mejor de la clase. El libro que leía en la biblioteca lo llevaba leyendo desde siempre. No era que no pudiera terminarlo, era que le encantaba tanto que lo leía una y otra vez. Era amable con todos y le gustaba enseñar a sus compañeros las cosas de mate y física que se les complicaban. Siempre vestía jeans y tenis. Invariablemente se le veía sonriendo, aunque había cosas que le hacían enojar; como cuando encontraba a alguien molestando o haciéndole la vida imposible a otro. Como todo un héroe defendía al indefenso y mantenía el orden. ¡Es perfecto! ¿Por qué entonces no tenía novia?
- Está esperando por ti - dijo Marisol.
- Sí claro, esa no te la creo...
Pero me compré la idea rápidamente y en silencio suspiré soñando en que era verdad su comentario.
- Y entonces, ¿qué sigue?
Marisol repasó la lista una y otra vez. Con su mirada descifraba su plan de conspiración.
- La primera cosa que harás ahora, es ir a la biblioteca.
- Pero ahí ni siquiera podré hablar con él. ¡La maestra calla a todos los que se atreven siquiera a susurrar!
- Eso es lo de menos. El propósito no es que hables con él... sino que te aparezcas en su radar.
- ¿Y eso cómo lo haré?
Y ahí estaba yo, siguiendo las instrucciones al pie de la letra. Caminé a la biblioteca a la hora exacta que Marisol me señaló. Busqué el estante número cinco y giré a la derecha. Temía que la gente atestiguara mi loco intento de conquista, pero me tranquilicé al notar que el sitio estaba bastante tranquilo y solo. Leí en el lomo de los libros la clave con la que eran organizados y ubiqué el que me Marisol me pidió que sacara. Estaba por irme a sentar en una mesita, cuando recordé que ella remarcó que no debía moverme de ahí, sino sólo hojearlo una y otra vez con cara de interesada, que a partir de eso, sucedería la magia. Y así hice, me quedé de pie ahí mismo leyendo y releyendo y releyendo la contraportada, el índice de capítulos y hasta la semblanza del autor hasta que empecé a memorizarlos sin querer. Me estaba cansando de mi actuación cuando de repente alguien me hizo una pregunta que me hizo alzar la mirada bruscamente.
- ¿Podrías mostrarme el título del libro que tienes en tu mano?
¡Era él y me estaba hablando!
- Este... ¿yo?... este... sí claro, obvio, es tuyo, ¿no?
¿ES TUYO? ¡¿Por qué dije eso?!¡ MARISOL, DÓNDE ESTÁS!
Él me miró extrañado y se rió.
- No es mío, pero lo leo tanto que es como si lo fuera. ¿Cómo lo has sabido? ¿Te gusta también? - digamos que sonreí para evitar responder y equivocarme otra vez - Nunca te había visto por aquí...
Mantuve la sonrisa esperando que sirviera de respuesta para todo el interrogatorio.
- Pues bien, ya que tienes en tus mano el único libro que me interesa de aquí, tengo dos opciones: darte algo a cambio por él o...
¿O invitarme a salir para que me leas en voz alta, mientras me recuesto en tu hombro y me acaricias el cabello?
- O marcharme y esperar tener mejor suerte la próxima vez.
¿Qué diría Marisol? ¿Qué diría? "Algo a cambio me parece bien, qué tal que me invitas un café y salimos" Pero lo que dije no fue lo que diría Marisol, sino lo que diría yo...
- No, anda, toma el libro. Sospecho que tienes más ganas que yo de leerlo. - se lo extendí y él lo tomó contento.
- Gracias entonces - dijo y se alejó de donde estábamos. Me resigné mirando al suelo y suspirando. Supongo que el plan no debía salir así. Dispuesta a abandonar el lugar de los hechos, avancé por el pasillo entre los estantes y por tener la mirada decepcionada clavada en el suelo, estuve a punto de chocar con unos tenis que me resultaron familiares. Alcé los ojos y lo descubrí otra vez.
- Se me ocurrió una tercera opción... - sonreí inmediatamente y le miré ilusionada - ¿Por qué no mejor te lo llevas tú y cuando lo termines nos sentamos a comentarlo?
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡Viernes de Relatos!
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