Viernes de Relatos
Ver a Juan es habitual, así como salir puntual de la oficina los viernes. He recuperado de a poquito mi vida, y me entusiasma pensar que lo veré en el antro al que me hecho cliente asidua.
Hoy me preparo para ir a bailar precisamente. Tomo el taxi y busco a mi grupo de amigos entre la multitud. Los saludo a todos y pido para mí un Perla Negra para empezar la fiesta.
Juan llega dos horas más tarde, sospecho que ha tenido que negociar con su novia el trato que hace siempre: cenar con ella en algún sitio rico y caro, que lo libere para poder alcanzar a sus amigos.
Juan nos saluda a todos y a mí me toma de la mano pidiéndome salir a charlar un rato. Esto es totalmente fuera de lo usual, por lo que despierta mi curiosidad.
Hacía un rato que él lucía extraño en nuestras salidas y más a partir de que le conté de mi viaje a Cuernavaca. Aquella vez de mi relato él realmente lució inspirado. Tal vez las ganas de una aventura le despertaron alguna inquietud o tal vez mi atracción por el peligro (claro, porque omití la parte de haber sentido miedo por mi vida) le contagió el deseo de vivir algo similar. Ignoro qué haya sido, pero desde hacía rato ya se le veía extraño. Y hoy, definitivamente mi diagnóstico se confirmaba.
- ¿Qué pasa Juan? - le pregunté sonriente.
Nada me preparó para lo que iba a escuchar.
Resulta que Juan había estado reflexionando dubitativo sobre su parecer con su novia. Se sentía esclavizado, mortificado y tenía la sensación de estar olvidándose de sí mismo con tal de complacerla. Como si ella le arrebatara su esencia, su verdadero ser. Mientras desembuchaba la historia que le tenía conmocionado, comencé a atribuirme su cambio de perspectiva. ¿Había sido yo la causa de su parecer?
- Tú me hiciste darme cuenta de todo - sí, yo soy la culpable.
- ¿Pero yo qué hice?
- Tu lista, tus cosas, tú eres quien quieres ser y no dependes de nadie para serlo. Me maravillas por completo, me tienes impresionado con el valor que tienes para asumir tu vida y no estar atado a alguien para poder hacerla a tu gusto.
Tanto piropo me conmovió. Si recuerdo a la que era yo antes de esa lista, no lo puedo creer. Habían cambiado tantas cosas desde esa noche en la oficina con la loca idea de mi amiga, que por un instante dejé de escuchar a Juan y me detuve a agradecer en silencio el que hubiera tomado ese rumbo.
- Juan, ¿qué hiciste? - le pregunté cuando le vi repentinamente entristecido y cabizbajo.
- Corté con ella.
¡Y además lo dejé sin novia! Tiene que haber alguna especie de remedio o forma de volver. Traté de convencerle de que el cambio no implicaba excluirla. Tal vez si lo charlaban un rato.
- No, no hay remedio - objetó él - A ella no le gusta bailar ni venir con mis amigos. Le disgustan y le fastidian sus bromas.
- ... pero si son geniales tus amigos - aclaré amistosamente. Me miró confuso y le pedí que continuara.
- ... ella... jamás se divertiría como lo haces tú cuando estás aquí con nosotros.
¿Perdón? ¿Escuché bien? ¿Es acaso este el inicio de alguna especie de declaración? No por favor, no continúes, no lo hagas. Me siento chinche de ser responsable de todo.
- Juan, creo que te estás precipitando.
- No, no lo hago. Tú me gustas, en este tiempo que llevo de conocerte has empezado a provocar sentimientos en mí que disfruto sentir.
- No, Juan, no puede ser. Estás confundido. Sólo soy un... salvavidas en tu ruptura. No es por mí...
- Hasta mis amigos me hacen bromas contigo. Porque lo saben... me gustas mucho.
- No, Juan, no lo digas. No es verdad.
- ¿Por qué no habría de serlo? ¿Estás cuestionando lo que siento?
- No, es sólo que...
- ¿Qué?
- ... mmm... a mí también me gusta cenar en restaurantes ricos y a ti no.
Y dicho eso, me marché.
¿Qué forma de huir fue esa? Sentada en el sillón de mi departamento, no hago otra cosa más que mirar el cielo oscuro. La luna me consuela tiernamente con su luz atravesando mi ventana. Tampoco me entiende, pero me acompaña sin juzgarme. Juan me ha encantado desde que lo vi por primera vez y nos hemos hecho amigos con el tiempo. Jamás consideré que podía terminar con su novia y dejarme el camino libre. Y ahora que puedo tenerlo, no sé si lo quiero.
Estoy realmente confundida, pues a final de cuentas, ¿qué no era para esto la lista? ¿Así es como termina la racha de aventuras por mi cuenta? Justo cuando comienzo a amar mi soltería... cuando comienzo a sentirme bien conmigo misma a solas.
Necesito hablar con mi amiga.
Ella sabrá qué hacer.
**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!
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