Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 30 de septiembre de 2016

"Ya no somos novios" 2o. Parte


Viernes de Relatos


En la regadera repaso mis opciones. Tal vez si me invento una buena escusa podría faltar a trabajar hoy. Puedo telefonear y decir con voz queda y carraspeando, que me siento fatal y por eso he preferido quedarme en casa, no vaya a ser que contagie a toda la ciudad con mi virus letal. Podría incluso sentenciarme a una cuarentena y así no tendría que verlo a él en mucho tiempo; porque lo sé, será inevitable encontrarlo en la oficina.

Limpio con la toalla el espejo del baño empañado por el vapor. Mi rostro luce tal cual como lucía el año pasado en diciembre. Qué griponón me pesqué. Los ojos los tengo rojos de tanto llorar. La nariz del mismo color de tanto limpiarla, porque junto a las lágrimas se derraman unos cuantos mocos. Luzco pálida y demacrada. Sí podría pasar por enferma...

Pero no, tengo que ir. Hoy, precisamente hoy, está programada esa junta con los clientes para presentarles la campaña de publicidad en la que hemos trabajado por semanas.

Me seco el cabello, me maquillo en vano y elijo inconscientemente una falda y una camisa negras.

Así me presento en la recepción donde he de colocar mi huella digital para constatar que he vencido mis penas y estoy aquí supuestamente lista para trabajar. Me saluda la recepcionista y al momento en que le volteo a ver para devolverle el saludo, ella abre los ojos de tamaño enorme y hace un gesto con su boca que me hace pensar que la he asustado. Impertérrita, me doy la vuelta e inicio mi andar hasta mi oficina.

En el camino algunos me saludan de lejos y evito el contacto con todos, excepto con una persona, de ella es imposible esconderme. Elena me empuja dentro de mi oficina y me extiende un café para que me lo beba enseguida.

- Apuesto que ni siquiera has probado bocado. 

Adivina y acierta. Me bebo un sorbo del café que me ha obsequiado. Mi primer alimento desde el sábado en la noche.

- Deberías verlo... deberías verlo... desgraciado.

Una fría sensación me corre por los huesos. Él está aquí, en la oficina. ¿Por qué iba a faltar?

- ¿Estás lista para tu junta? He puesto en tu escritorio todo lo que teníamos pendiente. La presentación será un éxito, lo sé, porque... puede que sea un desgraciado, pero ustedes dos juntos, son un dúo dinámico.

Detengo el tiempo por un instante. Recuerdo las noches de trabajo invertidas en el proyecto, las comidas que hicimos juntos intercambiando nuestras ideas, los besos que nos dimos apaciguando nuestros más intensos debates, los abrazos por los logros conseguidos y las miradas enamoradas fuera de la oficina, en las que nos perdíamos apasionadamente.

Todo está en el pasado.

- Se te hace tarde, es momento de que vayas a la sala de juntas. - me advierte Elena quitándome de las manos mi vaso de café.

La sala de juntas aún está vacía, así que aprovecho para mirarla bien y comprender quién estará ubicado en qué sitio de la mesa. Estratégicamente elijo las palabras con las que iniciaré y ensayo en voz alta mis frases más persuasivas. En eso él entra, me sorprende y me roba las palabras con su presencia.

Siento coraje, siento tristeza, siento dolor y me torturan los vestigios del amor que despreció. Desvío la mirada, no quiero encontrarme sus ojos. Él se desplaza lentamente alrededor de la mesa sin quitarme de encima sus pupilas. Lo echo una mirada furtiva para no perderlo del radar y finjo que no me ha afectado. Él avanza poco a poco hasta que percibo su deliciosa loción cerca de mí. Su traje azul marino oscuro y su corbata perfectamente anudada me desarman. Estoy cayendo en su encanto y tengo que obligarme a no sentir nada.

- Suerte en la reunión. Aunque no la necesitamos, lo haremos bien - me dice como colegas. Su tono no deja rastro a la sospecha de lo ocurrido el fin de semana, como si nunca hubiera sucedido lo nuestro.

Ya no estamos solos. Los clientes entran a la sala y se posicionan según lo previsto. Él se aleja de mí y estrecha manos con los recién llegados. Se me escapa un suspiro mientras le observo apoderarse de la situación. Poderosamente, se los ha echado en el bolsillo con un simple saludo... ingenuamente descubro que hizo de mí lo que quiso desde la primera vez que sujetó mi mano.

La junta transcurre según lo esperado. Termina y salimos sonrientes pues conseguimos el contrato. Los compañeros nos vitorean cuando los clientes han salido del edificio. Todos están contentos con la victoria y las frases de felicitación vuelan en el aire. 

- ¡¡Sabíamos que lo conseguirían!! - dice alguien.

- ¡Ustedes dos arrasan con todo! - dice otro.

- Contrato millonario el que lograron, ¡felicidades a ustedes dos!

Elena se pone de pie junto a mí y me regala un abrazo.

- Por eso y más, son la mejor pareja, no hay duda.

Un silencio abrumador apaga la voz de todos. Por lo visto, algunos se han escapado de los rumores y no están al tanto de lo que ha pasado. Él, nuevamente él, se presenta calmado y con una seguridad que impresiona a los presentes.

- Tranquilos, recuerden, este logro no es sólo de ella y mío, es de todos. Así que la felicitación es para ustedes también.

Los aplausos se alzan calurosos y el cambio de tema queda olvidado. Él se aleja abriéndose paso entre los compañeros y se marcha. Yo lo miro partir y siento que me quedo con un nudo en la garganta, como si hubiera debido agregar algo.

Elena me abraza nuevamente, esta vez no para felicitarme, sino para consolarme.

- Tal vez si hubieras cambiado "tu estado" en Facebook todos se habrían enterado.

- Cómo voy a hacer tal cosa tan pronto. Apenas lo estoy asimilando.

Elena me mira como advirtiéndome algo.

- ¿Él ya lo cambió? 




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡"Viernes de Relatos"!!!



viernes, 23 de septiembre de 2016

"Ya no somos novios" 1o. Parte


Viernes de Relatos


Despertar es difícil, ni se diga de levantarme de mi cama.

Hoy es domingo. Mal día el de ayer para cortar con él... corrijo... mal día para que él cortara conmigo. La aletargada rutina dominical no me empuja a despojarme de las sábanas que me consuelan con su abrazo. Se revuelven mis pensamientos y mi almohada se empapa con mis lágrimas. El sol me hostiga asomándose en la ventana. Preferiría dormir y olvidarme de ayer...

La soledad de mi departamento esconde mi muerte silenciosa. Nadie atestigua mi pesadez, nadie me acecha con miradas que juzgan mi aspecto desaliñado a las doce del día. Nadie me molesta y a nadie le importo. Podría quedarme echada en mi cama y nadie se percataría de que no me he puesto en pie.

Volveré a dormir, no quiero estar despierta.



Abro los ojos. El celular está sonando. ¿Es él? En un arrebato de ingenuidad aviento las cobijas y me levanto corriendo en busca de mi bolsa. Ahí lo he dejado, lo recuerdo bien. Mi ropa, mis zapatos y mi suéter están desperdigados en el suelo. Mi bolsa se oculta debajo de mi chamarra. El celular ha estado sonando un rato, presiento que están próximos a colgar. Al fin tengo la bolsa en mi mano, abro el cierre, lo busco debajo de la cartera, el maquillaje y el monedero, ¡ahí está! Vamos, vamos, contesta rápido.

Es Elena.

- ¿¡Amiga, qué pasó ayer!? 

Me pregunto si podré explicarle lo que aconteció cuando ni yo misma lo comprendo.

Era una tarde cualquiera de sábado. Fuimos al cine como solíamos hacerlo. Compramos un bote grande de palomitas que se acabó él solo, porque a mí no me gustan. Un refresco para él, un té chai para mí. La película él la eligió. Violencia, armas y explosiones. No me negué a verla, solía hacerle compañía en sus gustos y diversiones sin repelar. Me gustaba complacerle... Al salir del cine fuimos a comer tacos, como siempre hacíamos luego de eso. Para entonces ya era de noche, así que nuestro puesto favorito de tacos a la mitad de la banqueta fue nuestra elección para concluir la velada. Él estaba muy callado, demasiado. Casi a tirabuzón obtuve cinco o seis frases de regreso que hilvanaron una fingida conversación.

- Y así nada más, me lo dijo

- ¿Qué te dijo?

- "Algo en mi estómago me dice que esto está mal"

- ¿Le cayeron mal los tacos? ¿Sintió acidez de repente? - preguntó mi amiga desviándome forzada a aceptarle una broma.

- No... se refería a nosotros. Los tacos estaban igual que siempre...

- Vaya... qué desgraciado - guardó silencio un momento y retomó - ¿pero qué explicación te dio?

No dio ninguna explicación. No recuerdo si yo la pedí. Me quedé impresionada por su planteamiento. Lo vi pedir la cuenta y pagar con un billete; el cambio lo echó en un vaso de plástico colocado justo a lado del tronco de Pastor. Me condujo hasta mi coche aparcado a unos metros de ahí, sujetándome de la espalda. Abrió la puerta y me dijo que me marchara a casa, que él tomaría un camión.

- Tu coche. ¿Tú ibas manejando? - me pregunta Elena

- Él tenía su coche en el taller mecánico. ¿Recuerdas el choque de hace tres meses? Por fin ahorró dinero para pagar la reparación.

- Y te mandó sola a casa. 

Sola. Tal cual como estoy ahora atrapada en estas cuatro paredes de mi habitación. Sola.

Me regreso a mi cama y vuelvo a echarme las cobijas encima. Mi amiga sigue pendiente al otro lado de la línea, pero yo ya no quiero hablar. Así nada más, me echo a llorar desconsolada. Creí que al menos llamaría para saber si había llegado bien a casa, como solía hacerlo cada vez que yo conducía por mi cuenta en la oscuridad de la ciudad. Sin embargo, su ausencia de tajo inició apenas cerró la puerta del coche luego de sentarme en el asiento.

- Amiga, te vas a poner bien, olvídalo, es un maldito desgraciado que no te merece. 

Si tan sólo estuviera convencida de eso podría surtir efecto su consejo, pero me duele y me duele mucho.

Volveré a dormir. No abriré los ojos hasta mañana que sea lunes.

¡Lunes!

¡¡¡Rayos, olvidaba que trabajamos en la misma oficina!!!

Y no puedo dejar de llorar.

Maldita sea...




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡Viernes de Relatos!!!

 


 

viernes, 2 de septiembre de 2016

"Puedes besar a mi ex" 11o. Parte


Viernes de Relatos


Mi reflejo en el espejo me deja satisfecha. Llevo el cabello y el maquillaje tal cual lo aprendí en el tutorial de youtube. Me ha quedado bastante bien. Mi vestido ceñido y su hermoso color me hacen justicia. Luzco tan genial como una exnovia puede lucir.

Poncho me acompaña. Me deja sujetarlo del brazo como si fuéramos una pareja formal. Con todo su talento consigue ponerme de buen humor aun cuando los recuerdos me abaten. En definitiva, es una excelente compañía.

Todos se disponen a tomar asiento en las filas de sillas que se orientan rigurosamente ordenadas hacia el altar montado en el centro de un jardín. Adornos florales decoran los extremos del pasillo y lazos de tul se sujetan entre unos y otros. Lo mejor es buscar un lugar donde no nos distingamos mucho. Ni muy atrás ni muy adelante. El problema es que ni mi estratégica sugerencia puede evitar que se acerque a mí su mejor amigo, quien atraviesa corriendo el pasillo para pedirme que le siga.

Dejo a Poncho, disculpándome. Él ni se inmuta. Al contrario, parece agradecer el espacio para sacar su cámara y rondar por ahí. Así que le dejo tomando fotografías mientras sigo presurosa al amigo.

La sorpresa que acelera mi corazón es la que me señala este hombre. Ahí está Pablo, dando pasos de un lado a otro, totalmente nervioso y agitado. Me acerco a él y se detiene al descubrirme en su territorio. Quedamos frente a frente, mirándonos. Me toma de la mano y yo lo dejo tomármela.

- Necesitaba verte... - me explica al tiempo que se le ilumina la mirada - No puedo hacer esto sin decirte un par de cosas.

Lo miro curiosa, tratando de adivinar qué dirá. Me toma la otra mano y me siento capturada augurando un anuncio de sinceridad. Comienzo a temblar...

- Tú eres la persona que me hace reír y me hace llorar. La persona con la que sé que puedo contar y me exige ser más. La persona a quien me costó mucho trabajo soltar su mano y la persona por quien por poco no ocurre este día. Comprendo y acepto que no eres la mujer de mi vida, pero no puedo aceptar que no seas mi amiga. Y por esto te agradezco que pese a todo estés hoy aquí conmigo, porque aunque lo nuestro no se trate de amarnos con pasión, te aseguro que se trata de un profundo cariño de corazón.

Me abraza y lo abrazo y nos quedamos así un rato. Hasta que su amigo le toca el hombro para llamarlo. Hace caso y advierte que ya va. Él me concede una sonrisa más. No hay necesidad de que yo hable. Lo quiero y él lo sabe. Se aleja calmado, sin prisa, vistiendo ese traje que le arma perfecto.

La ceremonia comienza y me quedo de pie, atrás de toda la concurrencia. Desde aquí nadie me observa y me pierdo en el fondo del paisaje. Todas las miradas están puestas en la novia que inicia su marcha hacia el altar sujetada del brazo de su padre. Estoy tranquila y contenta, tanto, que en mi mente suspiro en silencio "Anda y ve, puedes besar a mi ex".




- La boda estuvo linda y la fiesta, divertida - le comparto a mi amiga. Y con el fin de evidenciarle cada parte de mi historia, le muestro finalmente la última foto de Pablo y yo juntos. Resulta que mientras él y yo hablábamos antes de la boda, Poncho me siguió y usó su cámara para fotografiar nuestra escena. ¡Vaya que tiene talento el hombre! Esa foto inmortalizó espléndidamente nuestro nostálgico abrazo. El último que nos daríamos antes de dejarnos ir para siempre.

Y con ese recuerdo atesoro la despedida más dulce que he tenido de un exnovio, pero a la vez, atesoro el recuerdo de un amigo a quien jamás perderé.


FIN


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