Viernes de Relatos
En la regadera repaso mis opciones. Tal vez si me invento una buena escusa podría faltar a trabajar hoy. Puedo telefonear y decir con voz queda y carraspeando, que me siento fatal y por eso he preferido quedarme en casa, no vaya a ser que contagie a toda la ciudad con mi virus letal. Podría incluso sentenciarme a una cuarentena y así no tendría que verlo a él en mucho tiempo; porque lo sé, será inevitable encontrarlo en la oficina.
Limpio con la toalla el espejo del baño empañado por el vapor. Mi rostro luce tal cual como lucía el año pasado en diciembre. Qué griponón me pesqué. Los ojos los tengo rojos de tanto llorar. La nariz del mismo color de tanto limpiarla, porque junto a las lágrimas se derraman unos cuantos mocos. Luzco pálida y demacrada. Sí podría pasar por enferma...
Pero no, tengo que ir. Hoy, precisamente hoy, está programada esa junta con los clientes para presentarles la campaña de publicidad en la que hemos trabajado por semanas.
Me seco el cabello, me maquillo en vano y elijo inconscientemente una falda y una camisa negras.
Así me presento en la recepción donde he de colocar mi huella digital para constatar que he vencido mis penas y estoy aquí supuestamente lista para trabajar. Me saluda la recepcionista y al momento en que le volteo a ver para devolverle el saludo, ella abre los ojos de tamaño enorme y hace un gesto con su boca que me hace pensar que la he asustado. Impertérrita, me doy la vuelta e inicio mi andar hasta mi oficina.
En el camino algunos me saludan de lejos y evito el contacto con todos, excepto con una persona, de ella es imposible esconderme. Elena me empuja dentro de mi oficina y me extiende un café para que me lo beba enseguida.
- Apuesto que ni siquiera has probado bocado.
Adivina y acierta. Me bebo un sorbo del café que me ha obsequiado. Mi primer alimento desde el sábado en la noche.
- Deberías verlo... deberías verlo... desgraciado.
Una fría sensación me corre por los huesos. Él está aquí, en la oficina. ¿Por qué iba a faltar?
- ¿Estás lista para tu junta? He puesto en tu escritorio todo lo que teníamos pendiente. La presentación será un éxito, lo sé, porque... puede que sea un desgraciado, pero ustedes dos juntos, son un dúo dinámico.
Detengo el tiempo por un instante. Recuerdo las noches de trabajo invertidas en el proyecto, las comidas que hicimos juntos intercambiando nuestras ideas, los besos que nos dimos apaciguando nuestros más intensos debates, los abrazos por los logros conseguidos y las miradas enamoradas fuera de la oficina, en las que nos perdíamos apasionadamente.
Todo está en el pasado.
- Se te hace tarde, es momento de que vayas a la sala de juntas. - me advierte Elena quitándome de las manos mi vaso de café.
La sala de juntas aún está vacía, así que aprovecho para mirarla bien y comprender quién estará ubicado en qué sitio de la mesa. Estratégicamente elijo las palabras con las que iniciaré y ensayo en voz alta mis frases más persuasivas. En eso él entra, me sorprende y me roba las palabras con su presencia.
Siento coraje, siento tristeza, siento dolor y me torturan los vestigios del amor que despreció. Desvío la mirada, no quiero encontrarme sus ojos. Él se desplaza lentamente alrededor de la mesa sin quitarme de encima sus pupilas. Lo echo una mirada furtiva para no perderlo del radar y finjo que no me ha afectado. Él avanza poco a poco hasta que percibo su deliciosa loción cerca de mí. Su traje azul marino oscuro y su corbata perfectamente anudada me desarman. Estoy cayendo en su encanto y tengo que obligarme a no sentir nada.
- Suerte en la reunión. Aunque no la necesitamos, lo haremos bien - me dice como colegas. Su tono no deja rastro a la sospecha de lo ocurrido el fin de semana, como si nunca hubiera sucedido lo nuestro.
Ya no estamos solos. Los clientes entran a la sala y se posicionan según lo previsto. Él se aleja de mí y estrecha manos con los recién llegados. Se me escapa un suspiro mientras le observo apoderarse de la situación. Poderosamente, se los ha echado en el bolsillo con un simple saludo... ingenuamente descubro que hizo de mí lo que quiso desde la primera vez que sujetó mi mano.
La junta transcurre según lo esperado. Termina y salimos sonrientes pues conseguimos el contrato. Los compañeros nos vitorean cuando los clientes han salido del edificio. Todos están contentos con la victoria y las frases de felicitación vuelan en el aire.
- ¡¡Sabíamos que lo conseguirían!! - dice alguien.
- ¡Ustedes dos arrasan con todo! - dice otro.
- Contrato millonario el que lograron, ¡felicidades a ustedes dos!
Elena se pone de pie junto a mí y me regala un abrazo.
- Por eso y más, son la mejor pareja, no hay duda.
Un silencio abrumador apaga la voz de todos. Por lo visto, algunos se han escapado de los rumores y no están al tanto de lo que ha pasado. Él, nuevamente él, se presenta calmado y con una seguridad que impresiona a los presentes.
- Tranquilos, recuerden, este logro no es sólo de ella y mío, es de todos. Así que la felicitación es para ustedes también.
Los aplausos se alzan calurosos y el cambio de tema queda olvidado. Él se aleja abriéndose paso entre los compañeros y se marcha. Yo lo miro partir y siento que me quedo con un nudo en la garganta, como si hubiera debido agregar algo.
Elena me abraza nuevamente, esta vez no para felicitarme, sino para consolarme.
- Tal vez si hubieras cambiado "tu estado" en Facebook todos se habrían enterado.
- Cómo voy a hacer tal cosa tan pronto. Apenas lo estoy asimilando.
Elena me mira como advirtiéndome algo.
- ¿Él ya lo cambió?
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡"Viernes de Relatos"!!!
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