Viernes de Relatos
Valentina sintió el peso de la desilusión en sus hombros. Cabizbaja, reflexionaba sentada en la banqueta si acaso podía descifrar ella sola el misterio.Tal vez con un poco de suerte podía enterarse de qué iba el tan guardado secreto. Sin embargo, transcurrieron las horas sin conseguir su propósito.
Su vecina, que alguna vez fue su entrañable compinche en el colegio, salió a la calle y se sentó a su lado para acompañarle. Le miró tan angustiada que no titubeó en indagar sus motivos y aunque ella se resistió de inicio a compartirle la verdad, cedió ante la insistencia característica de su amiga.
Ella, al escuchar acerca de la supuesta leyenda, quedó un tanto incrédula. ¿Cómo era que existiera una fórmula que asegurara lo que una persona puede sentir por la otra? Valentina no pudo justificar su idea, pero la defendió aferrada cual verdad absoluta.
- Pues bien, si tanto crees que existe ese secreto, será mejor que te ayude a averiguarlo o te la pasarás aquí sentada lamentándote...
Valentina le agradeció que accediera a participar de su loca búsqueda, entre dos sería más fácil dar con aquella verdad.
- Tal vez podemos reunirnos otra vez con la mujer que dices... la que te dejó plantada - y se rió sin intentar disimular. Valentina le echó una mirada furiosa a punto de abandonarla con su propia carcajada. Su amiga comprendió que debía revindicarse encaminándose nuevamente a la seriedad que representaba la proeza.
Se levantaron ambas y sacudieron sus pantalones del polvo del que la calle les había ensuciado. Fijaron fecha para reunirse nuevamente con la guardián del secreto y conseguir que se sincerara con ellas. Estrecharon sus manos y marcharon adentro de sus casas, pero justo antes de perderse de vista mutuamente, su amiga devolvió su atención a Valentina y formuló la pregunta más importante terriblemente omitida en la conversación:
- Y a todo esto, Valentina... - frunció el ceño - ¿Quién es el tipo por el que estamos haciendo esto?
Valentina suspiró con tanta ternura y aflicción, que de no ser por la tosca personalidad de su amiga, le hubiera corrido a rescatar con abrazos y mimos exagerados para aminorar su desgracia.
La sonrisa de Valentina resplandeció en un solo nombre dicho en voz alta, a la luz de un atardecer a sus espaldas.
- Carlos. - se sonrojó - Es Carlos.
Su amiga inhaló sorprendida y contuvo la respiración hasta casi pintar su cara de azul.
Perhaps Carlos has the same feelings regarding Valentina.
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