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viernes, 6 de enero de 2017

"El regalo de la caja" 3. Parte III


Viernes de Relatos

La clásica historia en la que el mejor amigo se roba el corazón de la mejor amiga era la trama favorita de Valentina desde que conoció a Carlos en la universidad. Ninguno dijo nada y ambos se callaron lo que por destellos se encendió entre ellos. Se saltaron clases juntos y se armaron viajes en veranos donde los cuadernos fueron sustituidos por el viento resbalándose sobre el cofre del coche en plena carretera. Los recuerdos que más le encantaba revisitar a ella, eran aquellos en los que luego de sentir el peculiar dolor de reír a carcajadas durante horas, se miraban a los ojos en un suspenso que les petrificaba a los dos, para luego voltearse la cara y suspirar en secreto.

Valentina resguardó esos momentos con una ilusión que finalmente desbordó su prudencia. El acontecimiento estelar ocurrió cuando el azar del destino contrató a Carlos en la misma empresa que ella. La experiencia del primer trabajo les unió aún más a su parecer, pero él... nada decía, ni una sospecha dejaba asomar.

La duda no tardó en crecer y las ganas de averiguar si le podía corresponder eran insaciables. Entonces, en una de esas charlas que sostienen las mujeres en el baño, escuchó a otras dos hablar sobre el regalo aquel. Sin más detalles y con sólo la idea de una oportunidad de enterarse de lo que más le intrigaba, buscó concretar una reunión con una mujer poseedora del secreto. No fue sencillo dar con ella. Tuvo que seguir su pista y convencerla del encuentro, puesto que ella, según contaba, odiaba revivir sus propias historias con finales repletos de lágrimas.

Así que esta vez, anticipando que ella podría negarse a verla en una segunda ocasión, le buscó. Tuvo que insistir bastantes veces, prometiendo ser breve y solicitándole le fuera permitido asistir acompañada de una amiga. El prolongado silencio al otro lado del teléfono le hizo sospechar una negativa, pero accedió. Concretaron la fecha y la marco en su calendario ansiosa. Valentina al fin de enteraría de la verdad.

Mismo restaurante, misma mesa y mismas bebidas servidas para ellas. La diferencia radicaba en que una tercer mujer atestiguaba la conversación.

- ¿Con que quieren las dos saber el secreto?

Ellas asintieron temiendo cometer una imprudencia que la motivara a retirarse súbitamente. Esta vez debían hablar con cautela para evitar cualquier incidente que pudiera ahuyentarla, por lo que dejaron que ella llevara la plática.

- Yo me enamoré un par de veces. Sólo un par - aclaró, como si necesitara acotar lo inusual que fueron - Y en todas ellas supe la realidad. Entre más consciente fui de que al hacerlo gastaba mi último recurso, más me dolió enterarme del evidente resultado.
Recuerdo a uno... qué tonta era entonces... yo tenía veintiséis escasamente, por eso entiendo que aún creyera en eso de enamorarse como loca y suspirar todo el día por alguien. El tipo parecía hacerme caso y al mismo tiempo no lo hacía. Me veía cuando el reloj me hacía un espacio en su agenda y cuando la mía lo demandaba a él, jamás aparecía. Pero cuando estábamos juntos el mundo dejaba de girar y fueron esos ratos los que me animaron a creer que podía haber algo más. Así que... supe de esta cosa y la hice. Con tanto esfuerzo recolecté lo que había que recolectar, con tanto esfuerzo escribí lo que había que escribir y con tanto cuidado planee lo que había que planear, que en el proceso me reconocí absolutamente idiotizada por él. Estaba entregándole la evidencia más contundente de mi conocimiento profundo de él. Las razones más honestas y verdaderas para enamorarme de él. ¡Toda una celebración en su nombre! - alzó los brazos al aire y soltó una carcajada siniestra. Valentina y su amiga se miraron entre sí temerosas de presenciar la locura cobrar vida. - ¿Saben qué hizo el idiota?

Prefirieron no especular.

- Nada. - se enfureció - No hizo nada. Envió un mensaje para agradecerme y demeritó todo lo que hice enfatizando que no buscaba una relación conmigo y desapareció sin dejar rastro. - miró por unos segundos el suelo y tomó aire para continuar su relato - ¡Aquel otro fue aún peor! Ese ni la decencia tuvo de decir gracias. Así como lo recibió, lo abrió, echó un vistazo en su interior y lo guardó sin siquiera agradecerme por ello. ¡Y vaya que me esforcé esa vez! Desgraciado... y cómo lo quise a él.

Las historias sembraron dudas en Valentina. Imaginó que en vez de ella, era su propio rostro el que dibujaba los gestos de decepción y tristeza. Empezó a considerar que aquello podía ser mala idea.

- Así que ustedes deben creerme cuando les digo: si quieren saber la verdad sobre lo que un hombre siente por ustedes, eso es lo que deben hacer. Es inminente, breve y en un día serán heridas a quemarropa o bien, tal vez festejen y conmemoren la fecha en que encontraron el amor. Lo cual, para mis años, dudo mucho que pueda ocurrir.

Todas mantuvieron un silencio fúnebre por un rato, como si la mujer hubiera enterrado despiadadamente sus románticos anhelos de amor, que súbitamente se volvieron cursis y sin sentido. Su amiga, despertando del trance, finalmente se atrevió a cuestionar:

- ¿Y cuál es el secreto? ¿Qué es lo que hay que hacer?

La mujer les miró nuevamente de pies a cabeza. Estudiándolas a detalle y descifrando en ellas la esperanza e ilusión características de la juventud. Se le antojó destruir sus niñerías rosas, por lo que les soltó de golpe:

- Un regalo en una caja.

La sencilla y escueta respuesta les contrarió, por lo que la amiga insistió en pedir detalles. Lo que escucharon les contrarió aún más...




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!

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