Viernes de Relatos
Hermosa está la noche. Las estrellas se encargan de iluminarlo todo. No hace falta más luz que las de ellas. El aire fresco que sopla en esta oscuridad me concede el vestirme con un vestido ligero color magenta, que he comprado recientemente para esta ocasión. El cabello lo llevo recogido en una coleta alborotada en ondas que se mecen de un lado a otro al ritmo de mis pasos. Atravieso el jardín por un camino de piedras en el que procuro no tropezar, pues mis tacones me hacen malas jugadas a mi equilibrio. Este escenario en medio de árboles y flores blancas no puede ser más perfecto. Adivino que ha invertido meses elucubrando este momento.
Al fin termino el recorrido y me encuentro en un amplio jardín, con una mesa al centro y sillas puestas para dos personas. Una vela alumbra los platos y copas cuidadosamente acomodadas sobre el mantel que cuelga hasta rozar el pasto. Camino hacia ellas y descifro en la espectacularidad lo obvio.
Hacía dos años que salimos juntos. Justo hoy se hacen dos años. El evento merece un festejo a la altura de la celebración, pero es sencillo adivinar que un mensaje se oculta detrás del ramo de rosas rojas con el que le veo acercarse por entre los árboles. Viste de traje sin corbata y camina nervioso hasta donde me encuentro yo. Me sonríe y me tiende las flores. Acerco mi nariz a una de ellas para inhalar su aroma. Me atrapa sonriente con sus ojos y jala una de las sillas para invitarme a sentar. Me acomodo para disfrutar de lo que está a punto de suceder, finalmente, esto lo he anhelado por años y por fin me está pasando a mí.
Al terminarse la cena, un mesero se acerca con dos copas llenas de champán. Destellan su dorado color a la luz de la vela en la mesa. Sus burbujas esconden en una de ellas un trozito de oro que se ha caído en el fondo. Todo un cliché, pero me quedo callada para no estropear los esfuerzos que han tejido los detalles que hoy adornan la pregunta que se me está a punto de hacer. Me bebo el champán consciente de lo que voy a encontrar y en el momento justo en que un descuido no advertido me hubiera hecho preguntarme qué es eso en mi copa, él me pide que tenga cuidado y mire con atención. En efecto, es un anillo que sostiene un diamante.
Continúan los clichés, pero disimulo conocer al dedillo la trama de esta película romántica que he visto cientos de veces en alguna parte de mis sueños o en el cine. Se arrodilla a mi lado y me quita la copa de mis manos. Saca el anillo y lo desliza por mi dedo anular izquierdo. Se queda quieto por un segundo y entonces, casi al mismo tiempo que él, en mi mente decimos juntos la pregunta que formula con las mismas palabras que sabía que diría: "¿Quieres casarte conmigo?"
¿Qué contesté?
Eso es lo que me tiene echa un lío.
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!
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