Viernes de Relatos
Es el día del cumpleaños de Carlos.
Valentina tiene lista la caja de madera y la ha acomodado convenientemente sobre el escritorio de su amigo. No a la vista de todos, la ha escondido en uno de sus cajones de los que ella sabe dónde guarda la llave. En su cubículo aislado del mundo, podrá desenvolverlo sin la pena de que alguien le sorprenda con la cara de felicidad.
Su amiga está al pendiente del celular. Esperando que narre a detalle el acontecimiento. Sólo falta que Carlos llegue para iniciar con la sorpresa.
Se escuchan sus pasos. Es él.
Valentina se esconde detrás de una pared y le pilla desde ahí. Acomoda su suéter sobre el respaldo de la silla. Se afloja un poco la corbata y coloca la laptop sobre el escritorio para encenderla y revisar sus correos. Necesita hojas y pluma y las busca en el cajón donde se halla el esperado regalo de la caja.
Él la saca con curiosidad. La acomoda a un lado de la computadora y le mira por todos lados buscando una tarjeta. Pero no la hay, es anónimo el obsequio. Haciendo un gesto de extrañeza, abre la caja y abriendo enormemente los ojos empieza a hurgar dentro de ella.
Son muchos regalos, demasiados. Uno a uno los va desenvolviendo y lee cada una de las tarjetas que describe la razón por la que están ahí. Al liberarlos del papel celofán de colores, los coloca con cuidado alrededor de su escritorio. Se le aprecia un poco incómodo y mirando alrededor para descubrir si la autora de la fechoría está cerca. Pasa sus dedos entre su cabello y se peina hacia atrás. Parece que le han gustado y no al mismo tiempo. Finalmente, saca el teléfono de su bolsillo del pantalón y marca un número. Valentina es descubierta in fraganti por el sonido de su celular, que suena a unos pasos de distancia de Carlos.
- Valentina, ¿es tuyo este regalo? - le pregunta él.
- Así es... - contesta tímidamente - ¿Te gustó?
- Más de lo que querría que me gustase.
Valentina se animó sonriendo y sintió liberada toda la ansiedad que le había provocado el armarla. ¡Se quedaría con ella, lo sabía!
- Creo que... esto significa que sientes algo por mí... porque... es demasiado... - continuó él.
- ¿Te parece demasiado?
- Sí, demasiado. Y me preocupa porque...
Carlos se detuvo un momento.
- Porque...
- Porque no creo corresponderte.
Valentina huyó como pudo de ahí. No necesitaba escuchar más. Caminó a paso veloz por los pasillos de la oficina hasta que estuvo muy lejos de él. Tomó su celular y le escribió todo a su amiga en un mensaje. Se echó la culpa de ser tan ingenua, de ser tan ciega y le pidió ayuda para cancelar el evento de agradecimiento que había organizado en el hospital donde él gustaba más hacer voluntariado. Su amiga obedeció sin chistar y tomó en sus manos aquello.
Sin nada más qué decir, Valentina lloró unos minutos y lamentó haber hecho ese regalo. Lamentó haberse encontrado con esa mujer y le reprochó en sus pensamientos el que no hubiera funcionado esto a su favor.
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡Viernes de Relatos!
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