Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 30 de junio de 2017

"Eres tú, no soy yo" Parte VI


Viernes de Relatos


"Antonio" Lo tecleo en la computadora, en la página de Facebook.

Aparecen varias personas con su nombre.

Mi amiga corrige la búsqueda. Sin apellido será más difícil hallarle. "Antonio Flores" Aparecen menos personas, pero aún es complicado dar con quien fue mi amigo. Mi amiga me reclama por qué no nos mantuvimos en contacto. Facebook no existía en esos entonces. ¿Cómo iba a evitar que desapareciera de mi vida?

Simple: si triunfó como quiso, ha de tener LinkedIn u otra aparición en alguna red social. Buscamos aquí y allá. Hasta que finalmente apareció un Antonio Flores cuya fotografía era lo que podemos decir su versión actualizada con algunos cambios en su aspecto de los que el tiempo tuvo la culpa.

Ahí está. Antonio. Lo miro más de cerca, dando clic en su fotografía. Es él. Lo siento en mi corazón que palpita deprisa.

Antonio aparece con su traje puesto haciéndole ver muy elegante. Pose de galán que no aparenta toda la intención que tiene de ganarte con una sonrisa. Proyecta seguridad y confianza en sí mismo en su mirada. Su perfil indica que es el gerente de algún sitio, al parecer una empresa trasnacional, pero que por algún motivo reside en México actualmente.

- Vive aquí - declara mi amiga en un trance hipnótico que especulo es parte del trama que está inventando en su cabeza.

Mi corazón late aún más rápido. En mi imaginación recuerdo los momentos fantásticos que pasamos juntos en la universidad. Es como si se me otorgara la oportunidad de ver otra vez a mi coprotagonista de mis horas de estudio y diversión en esa temporada de mi vida.

- Le enviaré un mensaje para contactarlo y pedirle que se vean - anuncia mi amiga y teclea velozmente mientras yo despierto de mis recuerdos. Al caer en cuenta de lo que hace, le aparto las manos de la computadora en un santiamén y reclamo que aquello es una locura. - Pues ya lo envié... - y se ríe con astucia.

Toca el turno de Antonio. Mis ojos se clavan en la fotografía, la única pista que tengo suya. Lo miro profundamente, tratando de descubrir en sus rasgos aquel amigo mío perdido. Este hombre que observo es quien fue mi más preciado cómplice en el pasado. ¿Responderá?



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!


viernes, 23 de junio de 2017

"Eres tú, no soy yo" Parte V


Viernes de Relatos

La lista de invitados me tiene entretenida. He descubierto que tengo más familia de la que yo imaginaba. Mamá ha sacado nombres del baúl del recuerdo. Personas que ni siquiera puedo remembrar en mi mente, porque no conozco sus caras. Sin embargo, por lo visto estamos obligadas a extenderles la invitación. "Aunque es posible que no vengan, es una cortesía" dice mamá y luego papá agrega "Y te enviarán un regalo" A lo que me río de buena gana.

Los invitados en los que solo yo tengo derecho a opinar son mis amigos. Con facilidad nombro a aquellos que están presentes en mi vida actualmente, pero se me antoja escarbar un poco en el pasado y rescatar a esos que se me han perdido por una u otra circunstancia de la vida. Quiero creer que los amigos son para siempre y que aún cuando la vida nos ha puesto en caminos diferentes, éstos vuelven a entroncar para reunirse. Así que me empeño en encontrarles en mis recuerdos y es así como me topo con él.

Hace años no lo veo. No exagero, es literal. La última vez que lo vi fue en la última clase de la universidad. Ni siquiera en la fiesta de graduación, pues se la perdió. Fue el primero de la generación en encontrar trabajo y para variar, fue en el extranjero, pues casualmente se conjugó perfecto con su intención de estudiar un posgrado fuera del país. Vaya suerte la suya, sus sueños se cumplieron como siempre quiso. Fuimos inseparables en esa temporada de estudios y desveladas bebiendo café. Soñábamos con el futuro y sabíamos que nuestros caminos tomarían rumbos distintos. Él quería Alemania y una empresa trasnacional; yo, Coyoacán y un helado por la tarde. Jamás fuimos novios, pese a que nuestros compañeros auguraban que quedaríamos juntos al final, sólo porque podíamos convivir por horas sin aburrirnos uno del otro. Pero vamos, que eso no iba a pasar, yo lo tenía claro. Y para el tema de novios, la persistencia de Octavio le consiguió el papel. 

- ¿Recuerdas a Antonio? - pregunto a mi amiga mientras nos tomamos una nieve paseando en Coyoacán. Ella me mira despiadada a punto de lanzar su incisivo interrogatorio.

- ¡Obvio! En la universidad fuiste "monotemática" por su culpa. Antonio esto... Antonio aquello... Antonio hizo... Antonio quiere... Antonio bla bla bla - se queda en silencio y se aventura - ¿Qué hay con él?

- Lo he recordado y se me antoja invitarlo a la boda.

Mi amiga parece pensárselo seriamente. Se lleva a la boca la cucharita de madera y la muerde con gesto sospechoso. Un plan parece elucubrarse en su mente maquiavélica.

- Ese tipo me gustaba para ti - concluye en voz alta.

- ¡Estás loca! Él y yo quedamos que no podía funcionar.

- ¡Es decir que sí lo hablaron! - se emociona mi amiga y da un brinco al cielo.

- Sí lo hablamos una vez. Una... la vez que nos besamos.

- ¡Esto se pone cada vez mejor!

- Tú sí que estás loca. ¡Voy a casarme! ¿Recuerdas? Mira mi dedo, estoy apartada para Octavio.

- Pero te has acordado de él y quieres invitarlo a la boda.

- ¿Es mala idea, cierto? - pregunto consternada por las normas de cortesía y buena conducta.

- ¡Qué va, es perfecta! Lo invitaremos ya.

Y con esas palabras emprendimos la aventura de encontrarlo. Lo que yo ignoraba es que me hacía demasiada ilusión hallarlo, mucho más de la debida considerando que estaba a semanas de contraer matrimonio con alguien más.

Antonio... ¿dónde estás?



**No te pierdas la continuación en el Próximo Viernes de Relatos

viernes, 9 de junio de 2017

"Eres tú, no soy yo" Parte IV


Viernes de Relatos

Tengo ganas de ir a una librería y perderme entre los estantes buscando el título que me atrape y se me antoje leer al instante. Telefoneo a Octavio para pedirle me acompañe.

- ¿A la librería? - contesta con tono desganado y arrastrando las letras al hacer la pregunta. 

Entiendo que Octavio no descubre en ese sitio la magia que yo experimento al hojear un libro. Yo repaso las portadas releyendo las reseñas y espío la última página para leer el final sin haber leído la historia. Octavio pasa de mi invitación. No pasa nada, es importante que cada uno tenga su propio mundo... o al menos de eso trato de convencerme.

Llego a la librería. Ahí están todos los libros esperando por mí. Los que ya leí y los que no he leído. Parecen saludarme mientras me adentro en los pasillos. Acomodados en pilas en el suelo o en las repisas, todos hacen su esfuerzo por coquetearme y ganar mi atención. Paso de prisa por la categoría de suspenso, no me encanta pasar la noche en vela por culpa de esos tenebrosos relatos. Me detengo, en cambio, en la sección de los libros de drama y comedia. Mis favoritos definitivamente. Comienzo a husmear y encuentro uno que se destaca por sus brillantes colores y un grosor que promete hacer durar la lectura un largo rato. Entonces sucede lo inesperado. Una mano roza la mía al mismo tiempo que yo sujeto el libro con mi mano. Levanto la mirada para descubrir al desconocido sujeto que osa rozar mi piel, con la ilusa ingenuidad que dibuja a Octavio en esta escena. Sin embargo, no se trata de él, sino de un completo extraño.

- Perdona, no te he mirado, estaba perdido en mis pensamientos - se disculpa él. Es un tipo bastante guapo, parece de mi edad y por sus jeans azules y su camisa desfajada, adivino que gusta de vestir relajado.

- No hay de qué disculparse - le contesto amablemente mientras me llevo el cabello detrás de la oreja con la mano izquierda. De inmediato descubro que su sonrisa se desvanece al clavar sus ojos en mi dedo. Es la primera vez que lamento tener esa piedra anunciando a todos la noticia.

- ¿Casada o comprometida? - pregunta. Sus ojos, su cabello, su figura, sus mejillas y su nariz inician un remolino de confusión en mi mente. Podría negarme a contestar. Podría atreverme a mentir. ¿Por qué no puedo simplemente decir la verdad? ¿Por qué me niego a contestarla? La sonrisa en su boca vuelve a dibujarse. Sospecho que mi súbito nerviosismo le tiene entretenido. - Bah, no me contestes. Me quedo complacido con el saber que existes. - Y dicho esto, se marchó, llevándose el libro que nos hizo encontrarnos.

"Algo había en él. Eso fue" Le escribo a mi amiga en un mensaje en el celular. Quiere cotillear y no para hasta que le cuento absolutamente todo y con detalle. Me reclama no haberme visto más lista y obtenido su teléfono o alguna seña que me permitiera volver a contactarlo. Pero, ¿para qué querría hacerlo? ¡Voy a casarme!

Sin embargo, en tan breve encuentro hallé sutiles motivos para titubear.

¿Será normal?



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡Viernes de Relatos!


viernes, 2 de junio de 2017

"Eres tú, no soy yo" Parte III


Viernes de Relatos


Octavio y yo hemos quedado en salir al antro que tanto ama él. Ha invitado a unos cuantos amigos y quiere que festejemos con ellos la noticia. Yo sólo he invitado a mi amiga-enemiga, pues oscila entre ambos distintivos. Esta vez la llamo mi amiga, pues no disfruto ni tantito de los sitios con música estruendosa donde no se puede charlar. Tampoco soy muy dada a desvelarme y estos planes usurpan toda la noche. Ni se diga de beber. No tomo ni una gota de alcohol, por lo que en el punto en el que todos desvarían por el exceso de este en su sangre, yo simplemente me aburro mirándoles perder la decencia y el sentido de la realidad. Así que en este escenario tan tortuoso para mí, tener una amiga a lado es reconfortante.

Octavio está decidido a echar la casa por la ventana. Está invitando la fiesta y sus amigos no escatiman en pedir más y más. Mi amiga me mira indignada. Aún está enfadada por el objeto que brilla en mi dedo. Yo procuro no tocarle el tema, pero es imposible, pues esa es la razón que nos ha llevado ahí.

Él de pronto quiere bailar y me jala de la mano para llevarme a la pista. Lo confieso: no tengo ninguna gracia para el baile; así que me muevo avergonzada procurando no quedarle tan mal como pareja. Él se burla de mis torpes pasos como siempre lo hace y yo hago como que no le oigo. Él por el contrario, sí que domina el arte de moverse al ritmo de la música. De hecho suele abandonarme a mitad de la noche por otra mujer que le lleve el paso. Yo nunca se lo reclamo, no gano nada haciéndolo.

Y vuelve a ocurrir. Estoy sentada ahora en el rincón de la mesa charlando con mi amiga mientras él se entretiene con una sosa rubia delgada y con vestido ajustado que apenas le cubre lo que tiene que cubrir. Envidio a la mujer por una sola cosa: está bailando en tacones de 10 centímetros y no se ha tropezado. Yo no puedo dejar mis zapatos planos en casa.

- ¿Te diviertes? - me pregunta mi amiga.

- Claro, obvio, estamos festejando que nos comprometimos.

Mi amiga me mira insistentemente. Quiere la verdad, no la respuesta automática a la pregunta que me acaba de formular.

- Él se está divirtiendo, por ende, me divierto yo. - entonces aprovecho para reclamarle - algo que tú deberías saber hacer. Si yo estoy feliz, tú deberías estar feliz.

- Patrañas amiga, esas son puras tonterías. ¿Qué no te ves la cara de aburrimiento? ¿!Qué no le ves la cara de goce a él... con otra!?

- Es libre de bailar con alguien más si yo no quiero bailar con él.

- Es que amiga, ¡¡pierdes el foco de las cosas!! Precisamente vives acompañándole a él en lo que él gusta hacer. Y tú jamás haces con él lo que a ti te gusta.

- No seas tan injusta. Sí me acompaña a hacer lo que me gusta.

- Lo ha hecho por obligación si acaso, y porque se lo has pedido tantas veces que para callarte te complace.

- No seas cruel. No es así...

- Amiga, espero de verdad que caigas en cuenta de lo que está sucediendo. - entonces buscó encontrar su mirada con mis ojos - Aún estás a tiempo de arrepentirte.

En eso Octavio agradeció la compañía de la rubia y se acercó a nuestra mesa para tenderme la mano. Acepté bailar con él con una sonrisa y estrechándole los dedos. Mi amiga me observó con tristeza, mientras yo le pedía que esbozara otro tipo de línea con sus labios.

Octavio y yo bailamos un rato más juntos. Me besó en los labios y me confesó ser el hombre más feliz del mundo por tenerme a su lado. Aquellas palabras se escuchaban bonitas al oído, pero no provocaron eco en mi emoción. No me importa. Él es un buen hombre, un buen partido, me ama y quiere casarse conmigo.


**No te pierdas la continuación en el próximo "viernes de relatos"