Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
domingo, 28 de junio de 2015
Un buen viaje
Vamos, que seguro te ha sucedido. Tienes en mente el viaje perfecto. Sea que lo planees a detalle o sea que decidas llegar al sitio y experimentar la espontaneidad, todo lo que esperas que pase lo hará perfecto.
Tienes ideados los lugares que visitarás. Te hospedarás en una genial habitación que te albergue y sea testigo de tu viaje. La cámara, el celular, la ropa, las rutas de los destinos turísticos... todo está en la maleta. Vaya, esperas que todo marche genial.
Y así sucede...
Sólo que todo buen viaje, por muy bueno que resulte, por muy excelente que transcurra, tiene sus malas nimiedades.
Así es. Algo malo sucede. No hay forma de librarla. Un obstáculo, inconveniente o mal rato están a la orden. Siempre pasa. Tal vez el impacto sea más grande o más chico, pero de que pasa... pasa.
Se te poncha una llanta del coche, te pierdes por un largo rato, no llegas puntual a ese espectáculo que morías por ver, la maleta se pierde en el aeropuerto, lo que querías comprar no lo encuentras, a donde te querías subir está en mantenimiento, dejas las llaves adentro del coche en un país desconocido, no encuentras donde dormir, te peleas con quien te acompaña en el viaje... en fin, la variedad de incidentes es vasta.
Justo cuando crees tener un buen viaje, sucede aquello. El rato que te hace pasar es duro y te pone de mal humor. Un humor que no querías experimentar en tu buen viaje. Y tienes que resolverlo y seguir adelante. No es como que tu viaje haya acabado ahí y te vuelvas para tu casa. No... sigues. Te las arreglas para dejar atrás ese mal rato y continuar de lo que queda de tu buen viaje. Y al final de éste, al regresar a casa, lo cuentas como una divertida anécdota de esas que sumas al historial de "la experiencia" y "el aprendizaje".
Creo que así funciona la vida. Es un buen viaje. Lo inicias más o menos planeado y a ratos disfrutas de la espontaneidad del momento. Llevas tu cámara para capturar todos los instantes que te quitan el aliento y te empeñas en llevar en la maleta todo lo que pudieras requerir. Y justo, cuando todo marcha espectacular, un mal momento sucede. Sólo que al contrario de la conciencia de vivir un viaje, en esta ocasión, te desanimas y no sabes para dónde seguir. En un viaje lo tienes más claro, porque es de ida y vuelta temporal (aunque sea muy largo, es eso: finito) Como la vida siempre está ahí, se mira con más agotamiento porque además, rara vez nos detenemos a reflexionar en que también la vida se va a terminar un día y que todo se convertirá en anécdotas de las que podrás reír, por muy malo que fuera. A la distancia, todo se mira con mejor gana.
Así que la invitación de esta semana es que recuerdes que la vida es un buen viaje. Y que al volver a casa, todos los momentos serán historias para contar. Asegúrate de llevarte experiencias que contar. Si no, qué responderás cuando te digan: ¿Cómo te fue?
Anda, disfruta todo, que a final de cuentas, todo viaje vale la pena.
¡Bonito inicio de semana!
viernes, 26 de junio de 2015
Fíjate en mí 1o. Parte
Viernes de Relatos
Es obvio: me gusta.
Cuando nos topamos en el pasillo del colegio no puedo más que mirarle de pies a cabeza. Me fascina su forma de andar tan relajada y casual que me hacen pensar que el mundo puede girar lento. Todo se congela cuando sonríe y si de casualidad me mira, yo también me paralizo. Tiene "ese no sé qué" que me tiene vuelta loca. Suspiro, me río como tonta, me quedo sin palabras. Definitivamente me vuelvo torpe si él aparece en escena.
- Ya, dile que te gusta - me dijo Marisol cuando me vio suspirar desesperada en la cafetería a la hora del recreo.
No se lo voy a decir. ¡Qué pena, qué va a pensar de mí!
- Si no lo haces, ¿cómo se va a dar cuenta?
Entonces recordé mis vagos intentos por hacerme notar. Una vez comió una hamburguesa y la salsa cátsup se le derramó en la playera. Apenas alzó la mirada para buscar una servilleta cuando yo me le aparecí sosteniéndole una. Él sonrió agradeciéndome, pero no me miró porque su vista estaba clavada en la penosa mancha roja, que ni queriendo, le quitó lo lindo que se veía.
- De eso ni se enteró - objetó mi amiga. - Tienes que esforzarte en captar su atención. Tienes que... no sé... ser más atrevida... aparecerte, hablar con él, que te vea. ¡Que de verdad te vea!
A menos que me convirtiera en una tableta creo que no iba a mirarme. Se la pasaba jugando juegos, practicando fútbol y algunas veces asistía a la biblioteca a leerse un libro. Ninguna de esas opciones se prestaban a que mi cara apareciera y él me volteara a ver. Y luego, si me veía, ¿qué se suponía que debía hacer después? Qué momento tan incómodo mirarnos la cara sin hacer nada. Estoy desesperada...
- Odio sentir este revoleteo en el pecho - tuve que reconocerlo.
- Al contrario: ¡es lindo sentir algo así por alguien!
Está loca. Es una molestia sentir tanta cosa por alguien que ni sabe de tu existencia. No se entera de lo genial que me parecen sus gestos, su forma de sonreír y disfrutar lo que hace. Incluso pareciera ilusionarle la clase de matemáticas; donde todos estamos bostezando él encuentra un detalle interesante qué resolver. Parece pasarla bien todo el tiempo y hasta lo contagia. Hace de la escuela un lugar entretenido para visitar.
- Vamos, tienes que animarte - insistió Marisol. - ¿Te gusta, no?
Asentí con la cabeza mientras me acurruqué resignada sobre la mesa de la cafetería.
- Pero no tengo idea de cómo hacerle...
- Para resolver eso, estamos las amigas. Podemos idear un plan de conquista.
- ¿Crees que funcione? - pregunté dubitativa.
- Vamos amiga, ¿no confías en mí?
A Marisol se le veía calladita, calladita... pero qué atrevida era. No tenía pelos en la lengua que la detuvieran de conseguir lo que quería. Yo era todo lo contrario a ella. Lenta, lenta como tortuga en carretera, que ni viendo el coche venirle encima se movía de prisa.
- De verdad me gusta mucho...
- ¿Ves? Eso amerita el esfuerzo. ¡Hay que hacerlo! Tú sigue mis instrucciones.
Mientras me lo pensaba, pasó él caminando por el pasillo. Allá va... suspiré profundamente.
- Está bien. Anda, dime cómo. ¿Qué hay que hacer? Pero si no funciona... - quise advertirle.
- Si no funciona, pues nada. Al menos lo habrás intentado, ¿cierto?
Sin más que rebatirle, me dispuse a escuchar.
- Este es el plan...
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!
domingo, 21 de junio de 2015
Día del Padre
La aventura de la vida se disfruta más cuando tomas esas riendas y te atreves a hacer lo que no crees que puedes hacer. Ese momento de atrevimiento sucede sentado en una banqueta mientras te tomas un helado junto a él. También puede ocurrir mientras esa mano te sostiene el asiento de la bicicleta mientras aceleras para no caer. Las formas en que se presentan son variadas, pero en definitiva, todas ellas especiales. El tiempo se congela y todo alrededor desaparece. Es ahí cuando disfrutas más su compañía.
Los papás te transmiten mensajes valiosos de la vida. En su heroísmo, han librado batallas contra grandes dragones, vencido a los malos y han usado su espada para salvar a la doncella más hermosa del palacio. Los papás son superhéroes en nuestra infancia... y se vuelven humanos conforme crecemos. Sin embargo, como esa aventura de la vida no concluye, los momentos mágicos de reflexión permanecen. Tal vez no ocurren sosteniéndote el asiento de la bicicleta, ni tomando un helado sentados en la banqueta... pero ocurren. Siguen ocurriendo. Si lo permites, vuelven a ocurrir.
Cuando la aventura se vuelve tortuosa, cuando crees que vas a fallar y no ves para dónde seguir caminando. Los papás aparecen con su mapa y te guían, si te dejas guiar. Están contigo para ayudarte a andar y no detenerte. Cada papá tiene su lenguaje y su forma de hacerlo. A veces no es la que más fácil, pero definitivamente es la más eficaz para un hijo como tú. Los mensajes más importantes no vienen en códigos sencillos de leer, porque todos lo podrían hacer y en realidad, son especiales y únicos, sólo escritos para quien van dirigidos. Por eso hay que poner un esfuerzo en entender. Si logras hallar esa llave, la comunicación con tu superhéroe humano siempre se dará y te dejará satisfecho. Sólo hay que querer que pase.
Ese impulso que te dan los papás te lleva a mover montañas. Descubres lo que puedes hacer, descubres que puedes creer y te enteras de que alguien siempre va a creer en ti. Y por eso, vale la pena decir "gracias".
Feliz día del Padre a todos los papás que aún cuando se han quitado el disfraz de superhéroe con sus hijos adultos, aún siguen siendo los héroes de sus vidas.
domingo, 14 de junio de 2015
Haz grandioso lo pequeño
Ser responsable de grandes encomiendas es fruto de haber sido responsable de las pequeñas. Para cosechar grandes cosas, se debe tener el hábito de la excelencia en las pequeñas, en las cotidianas, en las ordinarias.
Se nos ocurre pensar en todo lo grande que podríamos hacer y esperamos ese momento sin percatarnos, de que el inicio de ese camino se anda haciendo bien las cosas más pequeñitas.
Se te encomienda primero lo simple. Para forjarte y probarte que eres capaz. Veamos pues dónde están esas cosas pequeñitas. En tu día a día hay obligaciones que cumplir: hacer la cama, limpiar nuestras cosas, mantener el orden, cuidar nuestras pertenencias, procurarnos... esas pequeñas responsabilidades, si las haces bien, sientas precedentes para luego hacerte cargo de otras más grandes. Digamos que si las pequeñas cosas las haces con maestría, tendrás la oportunidad de hacer otras con más facilidad y encontrarás en ellas un reto posible.
Es necesario tener en orden lo básico si se quiere acceder a algo más interesante.
Así que si quieres aventurarte en la vida con cosas muy interesantes, prueba primero haciendo las pequeñitas con todo el arte y compromiso que ameritan. Ahí empieza la grandeza. Haz lo que tienes que hacer bien y en el momento en que debe hacerse. No postergar nada para después, ni pretender que por una vez que no se haga no pasa nada.
Siempre constante... siempre perseverante.
Esta es la invitación de la semana: hacer grandioso lo pequeño. Porque aunque no lo creas... no todos lo hacen. Así que ánimo y empieza a tomarte en serio lo cotidiano como una puerta a algo más interesante después.
¡Feliz inicio de semana!
viernes, 12 de junio de 2015
Misión: no enamorarme (15o. parte)
Viernes de Relatos
Eduardo tiene claro que no quiero verlo jamás. Gerardo tiene claro lo mismo. Carmen es alguien con quien, como siempre, cruzo apenas palabras; sólo las indispensables para poder realizar mi trabajo.
Los pasillos rumorean mi historia. Notan el cambio en la actitud de estos tres personajes y mi cara, aunque trato de hacerla disimular, revela transparente mi decepción.
Necesito desahogar mi relato y encontrarle un final inspirador antes de que decida aferrarme para siempre a mi misión de no enamorarme jamás. Así que busco a alguien que coma ansias por escucharme...
- ¡Entonces sí salías con Eduardo y Gerardo! - exclama ella.
Asiento con la cabeza. Si va y cuenta todo, me da igual. Que se sepa la verdad, basta de mentiras. Así que animada a compartirle toda la experiencia, elijo no omitir detalles y hago el recuento de los daños. No escatimo en retomar mi misión clave para evitar desengaños amorosos y la planteo sobre la mesa esperando su punto de vista nuevamente.
- Verás... - dice ella suspirando - Te lo tengo que decir. Eso de estar con alguien sin sentirte enamorada ni una sola vez, está mal. ¡Qué caso tiene estar con alguien sólo por estar! Esa sensación de enamoramiento, de locura, que te hace derretirte cuando aparece el tipo en la sala en la que estás, es la que hace que todo este lío valga la pena. Creo que no puedes huir de enamorarte.
- Pero siempre que me enamoro, es de patanes. ¡Ya lo viste! - reclamo a mi favor.
- Entonces está claro... el problema no son ellos, eres tú.
¿YO? El problema... ¿yo?
- La que los está eligiendo eres tú, en función a quien eres tú y tu percepción de lo que te gusta hoy. - se quiere explicar para quitarme la cara de espanto e indignación que le muestro. Entonces dice su mayor aportación a nuestra conversación - Tienes que repensar y redefinir quién eres, para que te guste algo diferente y elijas diferente. La condición de cambio es más profunda que sólo elegir no enamorarte. Porque ya has visto que te vas a enamorar, de eso no te vas a salvar. Para que tus criterios de elección sean diferentes, tienes que valorarte más alto y abordar una relación desde otra visión.
Llevo estas ideas en mi cabeza desde que terminamos de comer en la cafetería. No me puedo concentrar en mi trabajo. Simplemente no puedo. Tienen razón sus palabras y eso me molesta sobremanera. Tal vez necesito un cambio de visión sobre quién soy. Tal vez en esa transformación empiece a buscar otro tipo de persona para mí. Es una opción, no es forzosamente la solución. La vida es una serie de errores para aprender. Si esta otra teoría tampoco funciona, no pierdo nada y si funciona, puedo ganar mucho.
Finamente subo al elevador y pico el botón de la Planta Baja. Mi reflejo me saluda en las puertas que se abren cuando llego a mi destino. En la puerta del edificio vislumbro a Eduardo y Gerardo, quienes actúan como desconocidos mientras esperan a que les traigan su coche. Mi presencia parece incomodarles a ambos cuando me ven llegar. A mí me tiemblan las manos por la ansiedad y los nervios que me provocan las ganas de ahorcarlos a los dos. Por suerte, es a mí a quien le traen su transporte en primer lugar y me libro de la tortura. Tomo mi sitio frente al volante sin despedirme de ninguno. Arranco el motor y me alejo echándoles un vistazo por el retrovisor. Se hacen más pequeños a medida que avanzo. Llega un punto en el que son tan diminutos que no me queda más que enfocarme en lo que tengo en el plano más cercano: mi rostro y mi mirada puesta en mis propios ojos.
Al final de todo esto, sólo quedo yo.
Sonrío con un suspiro melancólico y aliviado al mismo tiempo. ¿¡Qué puedo perder con el consejo de esta mujer!? Si me valoro de verdad, puedo pedir diferente y mejor. Entonces, imagino la nueva línea que dará pauta a mis próximos días. Parece tener sentido y la proclamo al cielo orgullosa.
Misión: enamorarme.
Sólo que para que esto funcione, esta vez no se trata de un "él", sino de mí.
FIN
**No te pierdas los Viernes de Relatos. Cada viernes una historia. Gracias por leer.
domingo, 7 de junio de 2015
El alivio de decir "no sé"
Hay quienes le tienen miedo a reconocer la ignorancia. Esos que se esfuerzan por querer saberlo todo y dominarlo todo. Los que se defienden con el conocimiento y la sabiduría. Parecen tener una respuesta lógica y acertada para cada interrogante. Es como si aspiraran a ser enciclopedias... o como mejor podríamos decir actualmente: aspiran a ser internet.
Sin embargo, los más grandes estudiosos reconocen la ignorancia. Qué tal Sócrates con su famosa frase "Yo sólo sé que no sé nada". Si él, siendo quien es, no tuvo miedo de admitir no saber, por qué en el día a día nos topamos con personas que se rehúsan a verlo.
Entendamos lo que les ocurre, porque a veces son más comunes de lo que creemos. Estas personas ante una pregunta prefieren idear una respuesta, que pudiera no tener nada que ver con el tema, con tal de no decir: "no sé". Prefieren evitar conversaciones en las que sus tablas se sienten flojas, a escuchar a un interlocutor compartirles lo que saben y así aprender más. Son personas que se han ubicado en una posición por encima del resto, apelando a la trayectoria larga y exhaustiva que han recorrido en el estudio de una o muchas cosas.
Sin embargo, lo cierto es que por mucho que se sepa, finalmente, no se sabe todo. Así es la vida. Si nos la supiéramos todas, ¿qué caso tendrían los demás días? Parte de lo que hace entretenido este andar es la posibilidad de aprender. Por eso nos equivocamos, por eso nos caemos, por eso nos arriesgamos. Si ya supiéramos todo, ya no habría aventuras ni retos. Sería como saberse el final del libro antes de empezar a leerlo; y no sólo el final... sino cada palabra. ¡No habría sorpresa!
No saber es lo que hace emocionante la vida. Aprender es la puerta a una de las experiencias más satisfactorias de vivir. Cerrarla creyendo que ya se sabe todo, es perderse de aquello. Por eso, la invitación de la semana es reconocer que no sabemos nada. En lugar de inventarnos respuestas para salir al quite... atrevámonos a decir: "No sé" y acompañemos eso de una buena pregunta y aprendamos en la búsqueda de la respuesta.
Entre más "no sé" digas, más vas a saber después. Todo está en descubrir que siempre hay algo más por saber.
¡Que tengan un lindo inicio de semana!
viernes, 5 de junio de 2015
Misión: no enamorame (14o. Parte)
Viernes de Relatos
En ese momento, Gerardo entreteje una historia que difícilmente soy capaz de creer. Cada palabra hilvana una lágrima en mis ojos y provoca tensión en mi puño oculto bajo la mesa. Una explosión de emociones me tortura y hace añicos mi corazón.
¡Ya no quiero escuchar más!
Me levanto de la silla con un giro torpe. Necesito salir de ahí. No me importa dejar a Gerardo frente a mi silla vacía, tampoco me importa que me llame de un grito esperando que regrese sobre mis pasos. El sol aún no se ha puesto y brilla esplendorosamente en el cielo. Las personas a mi alrededor disfrutan de la tarde del viernes. Yo no encajo en esta alegre escena, me incomoda sobre manera no ser parte de eso. Me siento rechazada por el ánimo jubiloso de la gente y eso me hace enfurecer aún más. ¡Puras mentiras, pura falsedad!
Doy con un parque en medio de la ciudad. Encuentro una banca sola y me siento en ella. Me echo a llorar desesperada. La historia que me contó Gerardo suena lógica; no me está engañando.
Gerardo entró a la empresa gracias a Eduardo. Él fue quien lo recomendó en un acto desesperado que sólo se explica mediante su intención de que fuera alguien conocido el que se quedara con el puesto, si es que él no iba a quedárselo. Supongo que sospechó que teniendo un aliado después podría tener una oportunidad de un ascenso. Gerardo rápidamente se apoderó de la situación como siempre lo ha hecho. Y con sus encantos fácilmente sorprendió a unos cuantos y a otras tantas. Entre ellas, la chica de recepción: Carmen, a quien hasta ahora he podido llamar por su nombre. Carmen era el sueño imposible de Eduardo desde hacía mucho tiempo. Le había querido invitar a salir, pero su timidez se lo impedía. Se quedaba hasta muy tarde en el trabajo, esperanzado de que al no haber testigos ni nadie presenciando su torpeza, un día se animaría a invitarla a salir. Si ella aceptaba o no, la consecuencia ocurriría sin testigos. Claro que nunca se animó. Gerardo, enterado de esto y entrado en la carrera de demostrar su valía y devorarse lo que Eduardo no probaba, se le adelantó. Entonces Gerardo se hizo novio de Carmen en un santiamén.
- ¿Cómo encajo yo en toda esta historia? - recuerdo que pregunté con el alma pendiendo de un hilo.
- Tú me gustas de verdad - confesó Gerardo.
Eduardo se fastidió de vivir bajo su sombra y poco a poco dio los pasos que le acercaron a mí. Ocupado su contrincante con Carmen, tenía el camino libre para intentarlo y arrebatarle algo. Yo le abrí la puerta a regañadientes, pero lo hice y finalmente, me enamoré de él. Gerardo se molestó porque Eduardo ganó la disputa esta vez, y se proclamó ganador de esta partida.
- ¿Entonces no le gusto? ¿Soy como un premio para él? - Lloré desengañada.
- Te digo que no te conviene. - aseveró.
El parque está atiborrado de niños y parejas paseando de un lado a otro. Mi llanto no va con este sitio y si acaso me perciben, hacen como que no existo para no tener que lidiar con la tristeza de una extraña. Vaya que la estoy pasando mal. No lo soporto. Jugaron conmigo, fui el premio de la batalla entre dos patanes. Al repasar la historia desde sus inicios me cuestiono cómo no fui capaz de atender las pistas y resolver el misterio antes de que el desenlace me condujera a este momento. La impotencia de no haberlo previsto me enloquece. Si fuera más lista, si fuera más mala, tal vez algo hubiera hecho. Si hubiera permanecido fiel a mi misión de no enamorarme, no estaría aquí desconsolada y abandonada con mi corazón roto por enésima ocasión.
Lloro hasta que el cansancio me impide llorar más. Mis ojos secos arden y me resulta difícil respirar. Tengo que volver a mi guarida, mi hogar. Tengo que esconderme de esta realidad. No quiero volver el lunes a trabajar. No quiero ser el tema principal de las pláticas en el pasillo.
¡Maldita sea, pude haberlo prevenido!
¿Acaso jamás podré enamorarme sin sentir este desgarre que me asesina en el pecho?
**No te pierdas la continuación en el próximo: ¡¡Viernes de Relatos!!
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