Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
viernes, 14 de noviembre de 2014
Los viernes soy soltera (6o. Parte)
Viernes de Relatos
Confieso que no hice ningún esfuerzo por apresurarme en terminar el presupuesto. Mi equipo me echaba miradas enojadas e indignadas. ¡Era un insulto arrebatarles su viernes social! Lo siento, hay prioridades y ésta era una de ellas. El fin de año se acercaba y había que dejar todos los números y cuentas listas para los reportes de cierre de año, pendientes en los gastos y proyectos que postergarían por falta de recursos. El balance debía quedar listo esta semana, así que haciendo uso de mi poder y autoridad, con un tanto de desdén, les hice a todos quedarse conmigo a terminar la actividad.
Así que llamé a Laura para avisarle que no iría a la cita de hoy.
Insistente, me comentó que él podía esperar, que no la cancelaría. Advertí que tal vez no lograría escaparme del inhumano yugo de mi jefe. Evidentemente omití la parte en que era yo la del poder de decisión sobre la hora de nuestra liberación para evitarme un discurso. Era obligatorio quedarme... y aún así Laura no dejó de insistir.
Ya eran las once de la noche y el cansancio empezaba a molestarnos a todos. De vez en vez les animaba y les invitaba a esmerarse para terminar, aunque eso fuera lo que yo menos quería. Algunos encendieron el radio para situarse en su imaginación en alguna fiesta. Otros se enviaban mensajes con personas del exterior, que los distraían de hacer lo suyo. A esos los alentaba a seguirse escribiendo con sus amigos, así retrasarían su trabajo y no tendríamos que irnos pronto. Sin embargo, los que estaban dispuestos a llegar al antro aunque fueran las tres de la mañana, se apresuraban y les ayudaban a ellos a liberar sus encomiendas.
Finalmente lo logramos. Marcaban las doce de la noche en el reloj. Los que comían ansias por marcharse tomaron sus cosas y salieron de inmediato, pero no sin antes refunfuñar en un volumen casi imperceptible "qué culpa tenemos de que ella no tenga vida".
Apagué las luces y fui la última en abandonar la oficina. El alivió que me invadió después del ajetreo no fue el de la satisfacción de un trabajo bien hecho, sino el del gusto de haberme librado de otra posible desilusión amorosa. Era imposible que el hombre en turno aún quisiera salir y yo no tenía intenciones de hacerlo. ¡Qué remedio! Hablé con Laura para cancelar la invitación.
- Ni te lo imaginas... - dijo ella nerviosa y riéndose víctima de un asombro infantil. - Me pidió la dirección de tu oficina. Te espera en Planta Baja.
- ¡Pero ya son las doce de la noche, el viernes ya acabó! - objeté a regañadientes.
- Qué puedo decirte amiga, ¡él de verdad quiere salir contigo! ¡Suerte, conquístalo!
Las puertas del elevador se abrieron de par en par. Al primer paso que di, pude distinguirlo en la entrada de vidrio, antes de los trinquetes que le impedían el acceso sin credencial. Calmando mis sentimientos paranoicos de mujer acosada a la mitad de la noche, respiré profundo y sonreí lo mejor que pude. Seguí avanzando hasta que él fijó su mirada en mí. En sus sospechas me reconoció y con su palma extendida me saludó de lejos. Le percibí sonriente y paciente como un perseverante inoportuno. Deslicé mi credencial para abrirme el paso y salir. Llegó la hora de la inevitable cita con este extraño.
Qué injusto, ya ni siquiera es viernes.
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