Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


jueves, 31 de diciembre de 2015

Adiós año 2015...


Mi Brindis Personal

El día de hoy, como es tradición, comparto con ustedes mi brindis por este año que se va y el nuevo que llega.

Lamento reconocer ante ustedes que en el superficial recuento de las memorias que conformaron este año 2105 nada trascendental apareció en mi mente.

Sin embargo, a causa de una amiga, reflexioné con más profundidad lo que este año había significado y sin percatarme... este año resultó mucho más increíble e inspirador de lo que yo creí en el primer vistazo.

Les cuento por qué.

Me rompieron el corazón en grande. Sí, en GRANDE. Y luego, ¡un par de veces más! Casi como un deporte bien practicado, el ritual para curarme las heridas se hizo habitual. Sin embargo, oculto detrás de ese dolor, me encanta descubrir que se esconde una genial historia con alguien de quien irremediablemente me enamoré. Si no hubiera existido ese corazón roto y no hubiera seguido adelante, no habría habido espacio para que él llegara. Así ocurrió una serie de acontecimientos que guardo con cariño. Y aunque tampoco esa historia cuenta un final feliz... me sonrío satisfecha en mis adentros porque fue real.

Por cada caída necesité de una experiencia que me reanimara para levantarme. Cuando el ánimo me arrastró por el suelo, más aguerrida me volví. Fui capaz de subir 720 escalones en una carrera en la Torre Latino. Al terminar, de pie en su punto más alto, con la vista de la ciudad a mis pies y el cielo azul al alcance de mi mano, el esfuerzo me devolvió su significado. Cuando te ha faltado el aire, el simple hecho de respirar te devuelve la vida.

Apoyada por alguien, en el momento exacto me vencí y viajé lejos sola. En la soledad me encontré conmigo misma y me reconcilié con el pasado. En lo desconocido, me volví una extraña a quien nadie conocía. En ese anonimato descubrí más sobre quién soy y gocé de ser yo misma sin las etiquetas o expectativas construidas en mi historia. En ese viaje se intensificó el valor para andar sin un mapa. Disfrutar del paseo y confiar fueron la clave para llegar a un destino mejor que el pensado por mí.

Sin el miedo frenando mis pasos, conocí sitios que para otros ya eran viejas costumbres. Supongo que aprendí que no importa cuánto tardes en lograrlo: lo importante es que lo logres. Sin la presión de la prisa, se aligera la carga. Así en la vida, la mochila debe ser liviana para caminar mejor.

Decir que sí a las oportunidades me abrió puertas a experiencias que luego se convertirán en historias que les narraré. Verifiqué que ahí radica en parte el secreto para escribir: hay que vivir y abrir los ojos para tener qué contar. Y vaya que me sorprendí en este descubrimiento. ¡Me río disfrutando todo lo que antes era inimaginable para mí!

Por un rato perdí de vista quién era y me olvidé de mi. Y es que ¡me caí tantas veces! Algunas muy merecidas, otras no. ¡Me equivoqué tantas veces! Pero aprendí de los errores el doble de lo que me costaron. Afiné algunas reglas personales y me prometí siempre seguir avanzando.

Encontré mi canción. Encontré mi voz. Reavivé mi pasión y me enfoqué en vivir el hoy con intensidad, sin consternarme por el futuro. 

Disfruté a las personas que amo. Conocí nuevas y me adentré en nuevos círculos. Qué sensacional es escuchar a los demás y conocerlos. Personas vienen y personas se van. Más vale gozarlas mientras están.

Y para seguir el camino, llevo conmigo el compromiso de tomar mejores decisiones que me conduzcan a descubrir quién soy y qué es lo que quiero de corazón, para mí y mi vida. ¡Porque con todo y todo, aún me siento tremendamente ignorante de lo que quiero! Tal vez de eso trate el siguiente año...

Esto es lo que fue mi 2015. Un montón de caídas, moretones, raspadas y cicatrices, que han hecho florecer lo mejor que hay en mí. Para entender esto hoy, necesité revisitar el pasado. No me queda duda de que el final de todo ha de ser un entretejido de momentos variados, que sólo hacen sentido hasta que ves la obra concluida. Porque para llegar a lo que soy hoy, han debido pasar muchas cosas antes.

Así que con la mirada puesta en el 2016, sólo me queda decir que, pase lo que pase: "Así es la vida, Lulucles" ¿o qué no?



FELIZ AÑO NUEVO A TODOS USTEDES MIS QUERIDOS LECTORES. QUE DISFRUTEN LA VIDA Y LA HAGAN VALER AL MÁXIMO.
Gracias por pasar por aquí, los llevo en mi corazón.




domingo, 27 de diciembre de 2015

Lo bueno de los Recuerdos


Cuando algo malo nos ocurre lo primero que quisiéramos sería poder borrar los recuerdos. Como si el eliminarse de nuestra memoria evitara que volviera a dolernos. Dejan de existir y el mal rato también.

Sin embargo, tienen una razón de ser y esa es la que debemos agradecer.

El camino de la vida es bastante largo. Día a día se presentan situaciones que se parecen mucho o nada a las anteriores. Y la forma de manejarlas depende en gran parte de nuestra experiencia adquirida, de ese "revisitar nuestra historia" que está conformada precisamente por el recuerdo. Gracias a que podemos recordar podemos repetir, evitar, transformar o cambiar esa historia. Los recuerdos nos hablan de lo que hemos vivido y el mensaje que llevan consigo podemos reflexionarlo para aprender de éste. 

Por eso, los recuerdos son poderosos y debemos aprender a usar ese poder. Porque de otro modo, seremos esclavos del recuerdo y no lograrán su cometido, que es al revés, los recuerdos están a nuestro servicio para cuidarnos, protegernos, reconfortarnos y ayudarnos a avanzar.

Así que, es cuestión de ser sabios para entender cuándo debemos recordarlos. Sólo para que no se nos antoje quedarnos en ellos o se nos ocurra torturarnos con los que nos hicieron daño. Hay que saber guardarlos y en el preciso momento; no antes ni después, desempolvarlos y verlos otra vez.

La invitación de la semana: Atesora tus recuerdos, son parte de tu historia. Todos, los que duelen y los que te arrancan sonrisas. Y todos ellos te ayudan a vivir con más intensidad un mejor camino para ti.

¡¡¡Feliz inicio de semana!!!  



viernes, 25 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 3o. parte


Viernes de Relatos

Ahí está la hoja. Acomodada entre el asiento del coche y el freno de mano.

La desdoblo para recordar lo que dice, tal vez si empiezo por algo más fácil...

1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!

Tras releer, decido que la opción cuatro es la más viable, pues es la única que realmente no implica estar "tan sola" y es algo que he hecho un par de veces. Menos de las que querría por pasar tanto tiempo en la oficina. Así que subo a mi departamento para cambiarme y vestir ropa apropiada para la misión. Elijo un par de tennis, unos pantalones deportivos y una sudadera. Saco la correa de Belachen y se la pongo al cuello. Ella brinca de un lado a otro anticipando la diversión del paseo. La procuro calmar un poco para controlar su paso y salimos a la calle.

Es un día soleado. Aire fresco para los pulmones. Casi siento como si fuera la primera vez que el sol calienta mi piel. La luz resplandece y me percato de una curiosa paz que hacía mucho no experimentaba. Belachen trota a mi lado, parece igual de maravillada que yo, agradecida por salir de esas cuatro paredes que la encierran todo el día. Hasta cierto punto, creo que ambas nos sentimos renovadas al estar fuera.

Algunas personas andan en la calle con su bicicleta. Otras corren como parte de su rutina de ejercicio de fin de semana. Nosotras no tenemos ninguna intención de sudar como ellos. Este andar es más como una probadita de la libertad que nos hemos estado perdiendo.

Belachen de pronto hace contacto con un perro en la distancia. Uno que se le queda mirando a ella. Belachen alerta sus orejas y se queda quieta. Unos gruñidos se hacen escuchar, nada amigables. No parece una buena señal. El otro perro se acerca sigiloso. ¿Dónde está su dueño? ¿Por qué no trae correa? Belachen empieza jalarme de la correa. Parece que se prepara para lidiar con una pelea. ¡Maldita sea!

El perro está muy cerca de nosotras. "¡Belachen!" No me presta atención, no me oye. Ella empieza a ladrar y brincar en dos patas. Afortunadamente no es más fuerte que yo y logro detenerla. Ella se jalonea con la correa en el cuello. Yo la sujeto y la llevo hacia atrás. El problema es el otro perro. ¿Quién lo detiene a él? Estoy empezando a preocuparme.

Un silbido se percibe a lo lejos. El perro se frena y enseguida se marcha corriendo. Un desconocido le ha llamado y él ha obedecido sin chistar. Belachen se calma y me mira, esperando que le diga qué hacer a continuación. Lo mejor será volver a casa. Nos damos la vuelta y emprendemos el camino al departamento. Esta vez, trotando un poco para acortar el camino.

Ha sido un desastre. Un completo desastre. ¿Qué hubiera ocurrido si aquel perro no se hubiera ido? Mil imágenes ruedan por mi mente. Un veterinario, una mordida, un pleito con aquel desconocido y tal vez una cita con el gastroenterólogo para aliviar mi gastritis.

Belachen me mira como si adivinara mi pesar. Me intenta consolar lamiendo mi mano mientras le quito la correa. Casi la escucho pedirme que no me dé por vencida. Sus ojos me lo dicen, su mirada me lo ruega. Si tan sólo esto pudiera ser más fácil...

Telefoneo a mis amigas. Tal vez en la noche podamos ir a bailar. Entre la música, el maquillaje de noche, los tacones y un Perla negra en mi mano me olvidaré de todo lo que ha pasado.

- No puedo, he quedado con mi novio. ... ¿quieres venir?... prometo que no te sentirás "mal tercio" - dijo una.

- ¿Hoy? Iremos a una comida de la familia de Juan Carlos. Ya sabes, no los ha visto en un buen rato y quiere que lo acompañe. Ya sabes, me presentará con ellos... ¿debería emocionarme? - me contó otra.

- ¡Odio ir a bailar! No me gustan esos lugares. No se puede platicar y además tú me conoces. No me gusta beber nada. Prefiero ir por unos esquites y charlar mientras los comemos en el parque. ¿No te parece mejor plan? - le inventé que irían más personas al antro conmigo y no podía dejarlas - Será en otra ocasión entonces. Luego quedamos.

Y mi amiga, la que me secunda con más frecuencia, para colmo me dice:

- He agarrado una tremenda gripa. Achu... Accchuu.... mi aspecto es asqueroso. Pero puedes venir a casa y ver películas conmi... Achu....

Olvídalo.

Me quedaré en casa esta noche.  

Mientras preparo algo de cenar en la cocina, me percato de que la lista la he dejado sobre la mesa. Ahí está de nuevo, esta vez acosándome. La arrugo y la deformo en una horrible bola de papel. Enojada, la lanzo lo más lejos de mi presencia. Sin querer he golpeado a Belachen con ella.

- Perdona, mi amor, no ha sido mi intención - le pido disculpas sinceramente acongojada.

Belachen me mira paciente moviendo su cola; se acurruca en mi regazo y yo la estrecho contra mí. Mi imposibilidad de salir sola empieza a molestarme por primera vez. La sangre me hierve y quiero gritarle a mi amiga de la oficina que ha osado abrirme los ojos de este modo. ¡La odio! ¡No puedo hacerlo!

Y sin querer, empecé a llorar.



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!

Y en este 25 de diciembre...

¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!  Que la paz reine en sus corazones.

viernes, 18 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 2o. Parte


Viernes de Relatos


- ¿Qué haces aquí todavía? - preguntó al pillarme sentada en mi oficina. - Ya pasó la hora de salida. Es viernes. Vete, sal, ¡huye!

Suelo entretenerme de más con los proyectos y propuestas innovadoras. Hoy me siento especialmente inspirada porque al ducharme por la mañana una idea se me apareció en la mente, una muy buena idea. Todo el día lo he dedicado a desarrollarla, a ponerla en el papel, a darle vida.

- Estoy dando a luz. - qué inspiradora soy.

- Jamás vas a dar a luz si no encuentras al hombre del que hablaste la semana pasada. Apaga esa computadora o te la apago yo.

Creo que mi amiga se tomó en serio el decreto que soltó al aire aquella vez. Yo creí que sólo sería una forma de gastar el rato mientras trabajábamos, pero ahora me entero que no era ninguna broma.

Se quedó de pie en el marco de mi oficina. Me echó unos ojos asesinos y me quedé quieta. Ella insistió en que apagara y me marchara con ella, que no me dejaría sola en la oficina. Y es que así es, soy la única que sigue en este lugar.

Con el silencio incómodo quemándome los nervios, decidí obedecer. No fuera a ser que las consecuencias fueran funestas. Guardé la laptop, recogí mis cosas sobre el escritorio, tomé mi bolsa y apagué el interruptor de mi pequeño refugio laboral.

- ¿Qué es lo primero que harás de la lista?

La lista. ¿Qué era lo primero de la lista? Mmm ¿El viaje? ¿El perro? ¿Paracaídas? No fui capaz de confesar que su hoja la había abandonado en el coche apenas nos despedimos el viernes pasado, y que desde entonces no lo había releído.

- ...la cena... - dije por decir algo.

- Pues mucha suerte entonces. Recuerda: tu restaurante favorito, no unos tacos en la esquina donde el anonimato se entiende y no se distingue.

Ahora hasta con cláusulas. Estuve a nada de repelar que mi restaurante favorito es precisamente la taquería en la esquina de mi calle, pero me percaté en su tono de voz que no vacilaba. Así que sin remedio, me lancé y... ahí estaba yo de pie, mirando hacia arriba el letrero colocado en la imponente entrada de mi sitio favorito para cenar. Me sentí pequeñita de repente y dejé de sentir mis brazos, mientras mi corazón empezó a latir con mucha velocidad.

Grupos de amigos caminaban y me pasaban de largo. Nadie siquiera me echaba un vistazo. Las mujeres arregladas con vestidos negros cortos o pantalones ajustados y tacones muy altos. Peinados preciosos y maquillaje, en algunos casos excesivo. Yo aún vestía mi ropa de oficina, que aunque pasaba perfectamente bien en ese lugar, me hizo sentir fuera de él. Más personas se disponían a entrar mientras yo permanecía como una estatua a la mitad del parque; todos circulaban a mi alrededor sin prestarme atención. Tanto así que un joven que iba distraído charlando con sus amigas chocó contra mí, me tambaleó y casi me hizo caer. Apenas alcanzó a verme, pues la conversación con ellas parecía abstraerlo sin sentido. Se disculpó más por obligación que por sentirlo y continuó su camino. Yo podría ser como ellos, si tan sólo se me hubiera permitido venir acompañada. A la mitad de la media vuelta para marcharme a casa, me encontré con el colmo de mi patética salida: una pareja tomada de la mano, muy sonriente y muy carismática, avanzaba hacia adentro. No pude evitar pensar que quisiera ser esa mujer... Los seguí con la mirada y envidié cómo él pedía la mesa para ambos, cómo ella le miraba extasiada y cómo él se manejaba seguro y confiado con todos. 

Toda la escena me pareció ajena. Como si mi lugar favorito para cenar me cerrara sus puertas a falta de algo. ¿¡Qué podía hacer yo sentada ocupando una mesa entera que esas personas podían aprovechar mejor que yo!? Me retiré al no poder contestarme. Tan pronto pude escapé, subí a mi coche y llegué a casa. Aún era temprano, me cambié la ropa y me senté en el sillón. Mi infalible compañera lanuda se acercó a saludar meneando de un lado a otro su cola. Le acaricié la cabeza y le di un par de besos agradeciéndole su simpatía. Miré a través de la ventana la bella vista de la ciudad iluminada en la noche. Detrás de cada destello de luz alguna historia se estará contando. La mía... creo que tendrá que esperar.


**No te pierdas la continuación el próximo viernes en el  ¡¡¡Viernes de Relatos!!!


  

viernes, 11 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 1o. Parte


Viernes de Relatos

- Creo que jamás voy a encontrar al hombre para mí.

Más me valía no haber dicho aquello. Estábamos en la oficina, encerradas a las diez de la noche revisando número a número los reportes estadísticos de las ventas del año. Afuera, la noche nos miraba indignadas. Apuesto que las mujeres de mi edad están allá, disfrutando del coqueteo y de la vida nocturna de viernes.

Más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.

- Si dedicas las supuestas horas de esparcimiento a la oficina: en efecto, no lo vas a encontrar. Si quieres encontrarlo... ¿Qué haces aquí? - me preguntó mi amiga indignada.

- Pues ayudándote, no hay de otra... ¿no?

Me miró sagazmente, insinuando que no debía ponerla de pretexto, que bien podía sacar ella sola sus encargos. Aunque apelé a la justicia y mis deberes de amiga, ella con desdén me contestó que podía arreglárselas sola.

- ¿No preferirías estar en otro lado, que aquí?

- Sí, pero... no tengo a nadie con quien estar en otro lado. - reconocí triste.

- Bah, para estar en otro lado, no necesitas a nadie.

- Claro que sí. No se puede ir a bailar así nada más, sola...

- Que sí, lo he dicho. - me renegó - Si te gusta bailar, vas al antro y bailas.

- ¿Sola? ¿Como un hongo? - le pregunté incrédula. - Jamás.

- ¿Acaso no puedes hacer lo que más te gusta hacer si no estás acompañada?

- A ver - me dispuse a explicar dejando a un lado las hojas que seguían en orden de ser revisadas - Si quiero ir a bailar, organizo con mis amigas una salida y vamos juntas a bailar.

- ¿Y si ellas no pueden... no lo harías sola?

- ... - silencio, meditación, reflexión, duda y una sincera negación. - No...

- ¡¿Por qué no?!

No tener una respuesta convincente me obligó a escucharla sin remedio. Me contó sobre la libertad y el placer de hacer lo que uno quiere hacer sin estar atado a que alguien te acompañe. Más aún, me planteó ejemplos interminables de actividades que ella practicaba aún sin tener a alguien con quien hacerlas. El colmo ocurrió cuando algo tan básico como ir a un restaurante a cenar delicioso, era posible hacerse asistiendo sola al concurrido sitio.

- ¿No te atreverías ni a sentarte sola a cenar?

Empiezo a considerar que la imposibilidad de hacer sola mis actividades es un problema mayor... Mi amiga tomó una hoja limpia tendida sobre un montón de pilas de informes. Buscó su pluma para escribir y se dispuso a hacer una lista a partir de una pregunta muy sencilla que formuló: ¿Qué te gusta hacer?

La respuesta es sencilla, así que nombré una a una las cosas que me apasiona realizar, esas que me hacen vibrar el alma y me encienden por dentro.

1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!

Cuando terminó de escribir, mi amiga me miró a los ojos, fijamente. Muy seria y con tono solemne, alzó la lista en el aire y casi pretendiendo que era un decreto real anunciado al pueblo, proclamó:

- Querida honorable y buena mujer. Es momento de que la verdad le sea revelada.

Me miró esperando que yo hiciera algún tipo de gesto, le seguí el cuento e improvisé una cara de asombro y extrema curiosidad.

- Para que pueda usted encontrar al hombre galante y guapo que tanto busca, usted deberá estar dispuesta a hacer todo lo aquí enlistado.... sola.

- ¿Sola? - sin entender cómo funcionaría, alegué - Si lo hago sola, cómo esperas que encuentre al hombre que quiero.

- El que puede ser por sí mismo solo, puede ser él mismo acompañado.

Qué frase más profunda se ha inventado esta amiga. El cansancio surte efectos extraordinarios en la gente que lo padece. 

Dispuesta a hacerme entender, volvió a sentarse en la silla y recargó su codo sobre el escritorio. Me apuntó con su dedo índice y su ceja bien arqueada.

- El hombre que es para ti, gustará de hacer todo aquello que a ti te guste. Él seguramente estará ahí afuera cenando en ese rico restaurante o bailando locamente en algún antro. Si tú no asistes a esos sitios, ¡no van a coincidir jamás!

- Pero sigo sin entender, ¿por qué no puedo ir con amigas?

Me sonrió tierna y compasivamente. Casi creo que mi falta de entendimiento la conmueve.

- Porque primero debes ser capaz de estar sola, para poder estar con alguien. Y como tus cosas favoritas no las haces por falta de tener quien te acompañe, según me has dicho, te estás frenando de ser tú.

Interesantes conclusiones a las que se llegan en la oficina.

- Hazme caso pues. No pierdes nada. - dijo en su último esfuerzo por convencerme.

- Entonces, he de hacer todo lo que dicta la lista, ¿yo sola?

- Así es.

Yo sola. SOLA. Cual hongo en la mitad del bosque. Hablándole a mi dedo meñique. Sola. ¿Qué tipo de sugerencia es esta?

No tenía intenciones de hacerle mucho caso, pero su rostro se iluminó de ilusión cuando concluyó la propuesta. Realmente parece creer en ella.

- Vamos, que te haré caso...

Ella se levantó de un brinco de la silla y hasta se inventó un baile para festejar la aceptación del trato. La idea de estar sola me abruma, me aterra. ¿Qué tal que alguien me asalta, me rapta o me hace daño? Es una locura salir sola a la calle. ¡Es peligroso!

Su celebración no parecía tener fin. Me enfoqué en los reportes que había que revisar y esperé a que la cordura la hiciera volver al trabajo.

- No deberías quedarte tan tarde en la oficina. Hay una vida allá afuera. - concluyó y continuó sus encargos.

Miré por la ventana. El oscuro cielo se antojaba apacible y protector. Las luces de las calles y casas tintineaban decorando la imagen. Suspiré atreviéndome por un instante a creer que el plan podía funcionar. 

Sinceramente quiero encontrar a alguien. 

Reitero: más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!

domingo, 6 de diciembre de 2015

Corazón VS Razón

"Enamórate con la cabeza" me dijo alguien una vez.

Es interesante que este dilema persista pese a toda experiencia, consejo y explicación. De algún modo, no logramos congeniarlas. Y es que si usamos nuestra cabeza: ¡qué frío eres! ¡qué insensible! Y es que si usamos nuestro corazón: ¡si lo veías venir! ¡era más que obvio! ¡siendo tan inteligente!

Las decisiones que tomamos nos sorprenden, pues de algún modo se ven más cargadas por uno o por otro, por el corazón o por la razón.

En líos del amor, el corazón parece ser el que reina. En líos de la vida cotidiana (parece que en todo lo demás de la vida) impera la razón. Al menos lo usual es que suceda esto. Enamorarse implica por default esa descarga de sentimientos que nublan la razón. Mientras que decidir qué ruta tomar para evitar el tráfico una mañana de lunes, requiere más de la razón.

No es que una cosa esté peleada con la otra. A lo que voy, es a lo gracioso que puede resultar el desequilibrio. De hecho, este desbalance es el que provoca las historias más increíbles y asombrosas de la vida. Como por ejemplo, esas anécdotas que te sientas a contar con tus amigos más entrañables, donde al fin confiesas las reflexiones que haces tras "cortar con tu ex". Te percatas en la narración, que las señales razonables eran vastas, pero por seguir a tu corazón seguías ahí. ¡Aceptaste locuras y desdenes irracionales "por amor"! Aún cuando sabías que la otra persona no te quería: tú permanecías ahí esperanzado. Y aún cuando sabes que la relación no irá a ningún lado, ahí estás, pendiente y en vela por si cambia de parecer.

La razón es la que te dice en ese vistazo al pasado: ¿pero qué te ha pasado, en qué pensabas? Y el corazón le contesta: En nada, sólo estaba enamorado.

Tal vez deberían hablarse más seguido el corazón y la razón, para ser aliadas y no contrincantes. La sabiduría de una, aminora la ignorancia de la otra; y la pasión de una, aminora la lógica de la otra. No creo que sea asunto fácil, pero definitivamente, realizable. ¡Que para algo se nos dio inteligencia y corazón!

La invitación de la semana: ¿En qué momentos haces caso a tu corazón? ¿En qué momentos haces caso a tu razón?  Y recuerda, no importa cuánto te equivoques haciéndole caso a una u otra. Lo importante es que no dejes de disfrutar tus errores y aprender de ellos. Que finalmente, de eso está hecha la vida: de geniales anécdotas impregnadas de divertidas equivocaciones.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!