Cuando algo malo nos ocurre lo primero que quisiéramos sería poder borrar los recuerdos. Como si el eliminarse de nuestra memoria evitara que volviera a dolernos. Dejan de existir y el mal rato también.
Sin embargo, tienen una razón de ser y esa es la que debemos agradecer.
El camino de la vida es bastante largo. Día a día se presentan situaciones que se parecen mucho o nada a las anteriores. Y la forma de manejarlas depende en gran parte de nuestra experiencia adquirida, de ese "revisitar nuestra historia" que está conformada precisamente por el recuerdo. Gracias a que podemos recordar podemos repetir, evitar, transformar o cambiar esa historia. Los recuerdos nos hablan de lo que hemos vivido y el mensaje que llevan consigo podemos reflexionarlo para aprender de éste.
Por eso, los recuerdos son poderosos y debemos aprender a usar ese poder. Porque de otro modo, seremos esclavos del recuerdo y no lograrán su cometido, que es al revés, los recuerdos están a nuestro servicio para cuidarnos, protegernos, reconfortarnos y ayudarnos a avanzar.
Así que, es cuestión de ser sabios para entender cuándo debemos recordarlos. Sólo para que no se nos antoje quedarnos en ellos o se nos ocurra torturarnos con los que nos hicieron daño. Hay que saber guardarlos y en el preciso momento; no antes ni después, desempolvarlos y verlos otra vez.
La invitación de la semana: Atesora tus recuerdos, son parte de tu historia. Todos, los que duelen y los que te arrancan sonrisas. Y todos ellos te ayudan a vivir con más intensidad un mejor camino para ti.
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