Viernes de Relatos
Ahí está la hoja. Acomodada entre el asiento del coche y el freno de mano.
La desdoblo para recordar lo que dice, tal vez si empiezo por algo más fácil...
1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!
Tras releer, decido que la opción cuatro es la más viable, pues es la única que realmente no implica estar "tan sola" y es algo que he hecho un par de veces. Menos de las que querría por pasar tanto tiempo en la oficina. Así que subo a mi departamento para cambiarme y vestir ropa apropiada para la misión. Elijo un par de tennis, unos pantalones deportivos y una sudadera. Saco la correa de Belachen y se la pongo al cuello. Ella brinca de un lado a otro anticipando la diversión del paseo. La procuro calmar un poco para controlar su paso y salimos a la calle.
Es un día soleado. Aire fresco para los pulmones. Casi siento como si fuera la primera vez que el sol calienta mi piel. La luz resplandece y me percato de una curiosa paz que hacía mucho no experimentaba. Belachen trota a mi lado, parece igual de maravillada que yo, agradecida por salir de esas cuatro paredes que la encierran todo el día. Hasta cierto punto, creo que ambas nos sentimos renovadas al estar fuera.
Algunas personas andan en la calle con su bicicleta. Otras corren como parte de su rutina de ejercicio de fin de semana. Nosotras no tenemos ninguna intención de sudar como ellos. Este andar es más como una probadita de la libertad que nos hemos estado perdiendo.
Belachen de pronto hace contacto con un perro en la distancia. Uno que se le queda mirando a ella. Belachen alerta sus orejas y se queda quieta. Unos gruñidos se hacen escuchar, nada amigables. No parece una buena señal. El otro perro se acerca sigiloso. ¿Dónde está su dueño? ¿Por qué no trae correa? Belachen empieza jalarme de la correa. Parece que se prepara para lidiar con una pelea. ¡Maldita sea!
El perro está muy cerca de nosotras. "¡Belachen!" No me presta atención, no me oye. Ella empieza a ladrar y brincar en dos patas. Afortunadamente no es más fuerte que yo y logro detenerla. Ella se jalonea con la correa en el cuello. Yo la sujeto y la llevo hacia atrás. El problema es el otro perro. ¿Quién lo detiene a él? Estoy empezando a preocuparme.
Un silbido se percibe a lo lejos. El perro se frena y enseguida se marcha corriendo. Un desconocido le ha llamado y él ha obedecido sin chistar. Belachen se calma y me mira, esperando que le diga qué hacer a continuación. Lo mejor será volver a casa. Nos damos la vuelta y emprendemos el camino al departamento. Esta vez, trotando un poco para acortar el camino.
Ha sido un desastre. Un completo desastre. ¿Qué hubiera ocurrido si aquel perro no se hubiera ido? Mil imágenes ruedan por mi mente. Un veterinario, una mordida, un pleito con aquel desconocido y tal vez una cita con el gastroenterólogo para aliviar mi gastritis.
Belachen me mira como si adivinara mi pesar. Me intenta consolar lamiendo mi mano mientras le quito la correa. Casi la escucho pedirme que no me dé por vencida. Sus ojos me lo dicen, su mirada me lo ruega. Si tan sólo esto pudiera ser más fácil...
Telefoneo a mis amigas. Tal vez en la noche podamos ir a bailar. Entre la música, el maquillaje de noche, los tacones y un Perla negra en mi mano me olvidaré de todo lo que ha pasado.
- No puedo, he quedado con mi novio. ... ¿quieres venir?... prometo que no te sentirás "mal tercio" - dijo una.
- ¿Hoy? Iremos a una comida de la familia de Juan Carlos. Ya sabes, no los ha visto en un buen rato y quiere que lo acompañe. Ya sabes, me presentará con ellos... ¿debería emocionarme? - me contó otra.
- ¡Odio ir a bailar! No me gustan esos lugares. No se puede platicar y además tú me conoces. No me gusta beber nada. Prefiero ir por unos esquites y charlar mientras los comemos en el parque. ¿No te parece mejor plan? - le inventé que irían más personas al antro conmigo y no podía dejarlas - Será en otra ocasión entonces. Luego quedamos.
Y mi amiga, la que me secunda con más frecuencia, para colmo me dice:
- He agarrado una tremenda gripa. Achu... Accchuu.... mi aspecto es asqueroso. Pero puedes venir a casa y ver películas conmi... Achu....
Olvídalo.
Me quedaré en casa esta noche.
Mientras preparo algo de cenar en la cocina, me percato de que la lista la he dejado sobre la mesa. Ahí está de nuevo, esta vez acosándome. La arrugo y la deformo en una horrible bola de papel. Enojada, la lanzo lo más lejos de mi presencia. Sin querer he golpeado a Belachen con ella.
- Perdona, mi amor, no ha sido mi intención - le pido disculpas sinceramente acongojada.
Belachen me mira paciente moviendo su cola; se acurruca en mi regazo y yo la estrecho contra mí. Mi imposibilidad de salir sola empieza a molestarme por primera vez. La sangre me hierve y quiero gritarle a mi amiga de la oficina que ha osado abrirme los ojos de este modo. ¡La odio! ¡No puedo hacerlo!
Y sin querer, empecé a llorar.
**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!
Y en este 25 de diciembre...
¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!! Que la paz reine en sus corazones.
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