Viernes de Relatos
- Creo que jamás voy a encontrar al hombre para mí.
Más me valía no haber dicho aquello. Estábamos en la oficina, encerradas a las diez de la noche revisando número a número los reportes estadísticos de las ventas del año. Afuera, la noche nos miraba indignadas. Apuesto que las mujeres de mi edad están allá, disfrutando del coqueteo y de la vida nocturna de viernes.
Más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.
- Si dedicas las supuestas horas de esparcimiento a la oficina: en efecto, no lo vas a encontrar. Si quieres encontrarlo... ¿Qué haces aquí? - me preguntó mi amiga indignada.
- Pues ayudándote, no hay de otra... ¿no?
Me miró sagazmente, insinuando que no debía ponerla de pretexto, que bien podía sacar ella sola sus encargos. Aunque apelé a la justicia y mis deberes de amiga, ella con desdén me contestó que podía arreglárselas sola.
- ¿No preferirías estar en otro lado, que aquí?
- Sí, pero... no tengo a nadie con quien estar en otro lado. - reconocí triste.
- Bah, para estar en otro lado, no necesitas a nadie.
- Claro que sí. No se puede ir a bailar así nada más, sola...
- Que sí, lo he dicho. - me renegó - Si te gusta bailar, vas al antro y bailas.
- ¿Sola? ¿Como un hongo? - le pregunté incrédula. - Jamás.
- ¿Acaso no puedes hacer lo que más te gusta hacer si no estás acompañada?
- A ver - me dispuse a explicar dejando a un lado las hojas que seguían en orden de ser revisadas - Si quiero ir a bailar, organizo con mis amigas una salida y vamos juntas a bailar.
- ¿Y si ellas no pueden... no lo harías sola?
- ... - silencio, meditación, reflexión, duda y una sincera negación. - No...
- ¡¿Por qué no?!
No tener una respuesta convincente me obligó a escucharla sin remedio. Me contó sobre la libertad y el placer de hacer lo que uno quiere hacer sin estar atado a que alguien te acompañe. Más aún, me planteó ejemplos interminables de actividades que ella practicaba aún sin tener a alguien con quien hacerlas. El colmo ocurrió cuando algo tan básico como ir a un restaurante a cenar delicioso, era posible hacerse asistiendo sola al concurrido sitio.
- ¿No te atreverías ni a sentarte sola a cenar?
Empiezo a considerar que la imposibilidad de hacer sola mis actividades es un problema mayor... Mi amiga tomó una hoja limpia tendida sobre un montón de pilas de informes. Buscó su pluma para escribir y se dispuso a hacer una lista a partir de una pregunta muy sencilla que formuló: ¿Qué te gusta hacer?
La respuesta es sencilla, así que nombré una a una las cosas que me apasiona realizar, esas que me hacen vibrar el alma y me encienden por dentro.
1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!
Cuando terminó de escribir, mi amiga me miró a los ojos, fijamente. Muy seria y con tono solemne, alzó la lista en el aire y casi pretendiendo que era un decreto real anunciado al pueblo, proclamó:
- Querida honorable y buena mujer. Es momento de que la verdad le sea revelada.
Me miró esperando que yo hiciera algún tipo de gesto, le seguí el cuento e improvisé una cara de asombro y extrema curiosidad.
- Para que pueda usted encontrar al hombre galante y guapo que tanto busca, usted deberá estar dispuesta a hacer todo lo aquí enlistado.... sola.
- ¿Sola? - sin entender cómo funcionaría, alegué - Si lo hago sola, cómo esperas que encuentre al hombre que quiero.
- El que puede ser por sí mismo solo, puede ser él mismo acompañado.
Qué frase más profunda se ha inventado esta amiga. El cansancio surte efectos extraordinarios en la gente que lo padece.
Dispuesta a hacerme entender, volvió a sentarse en la silla y recargó su codo sobre el escritorio. Me apuntó con su dedo índice y su ceja bien arqueada.
- El hombre que es para ti, gustará de hacer todo aquello que a ti te guste. Él seguramente estará ahí afuera cenando en ese rico restaurante o bailando locamente en algún antro. Si tú no asistes a esos sitios, ¡no van a coincidir jamás!
- Pero sigo sin entender, ¿por qué no puedo ir con amigas?
Me sonrió tierna y compasivamente. Casi creo que mi falta de entendimiento la conmueve.
- Porque primero debes ser capaz de estar sola, para poder estar con alguien. Y como tus cosas favoritas no las haces por falta de tener quien te acompañe, según me has dicho, te estás frenando de ser tú.
Interesantes conclusiones a las que se llegan en la oficina.
- Hazme caso pues. No pierdes nada. - dijo en su último esfuerzo por convencerme.
- Entonces, he de hacer todo lo que dicta la lista, ¿yo sola?
- Así es.
Yo sola. SOLA. Cual hongo en la mitad del bosque. Hablándole a mi dedo meñique. Sola. ¿Qué tipo de sugerencia es esta?
No tenía intenciones de hacerle mucho caso, pero su rostro se iluminó de ilusión cuando concluyó la propuesta. Realmente parece creer en ella.
- Vamos, que te haré caso...
Ella se levantó de un brinco de la silla y hasta se inventó un baile para festejar la aceptación del trato. La idea de estar sola me abruma, me aterra. ¿Qué tal que alguien me asalta, me rapta o me hace daño? Es una locura salir sola a la calle. ¡Es peligroso!
Su celebración no parecía tener fin. Me enfoqué en los reportes que había que revisar y esperé a que la cordura la hiciera volver al trabajo.
- No deberías quedarte tan tarde en la oficina. Hay una vida allá afuera. - concluyó y continuó sus encargos.
Miré por la ventana. El oscuro cielo se antojaba apacible y protector. Las luces de las calles y casas tintineaban decorando la imagen. Suspiré atreviéndome por un instante a creer que el plan podía funcionar.
Sinceramente quiero encontrar a alguien.
Reitero: más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.
**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!
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