Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
domingo, 29 de marzo de 2015
Vencerte a ti mismo
¿Cuántas oportunidades tienes de vencerte a ti mismo?
Tantas como quieras.
Tantos miedos tengas, tanto quieras empujar tus límites, tantas ganas tengas de no ponerte cómodo.
Todos tenemos miedos qué vencer. Algunos menos comunes que otros, pero todos ellos significan para cada quien un esfuerzo importante para ser superados. Estos asuntos pueden ser insignificantes para otros y tremendamente importantes para uno mismo. Algunos están relacionados con cuestiones de tu cuerpo, otros están relacionados con aspectos intelectuales y otros, con cuestiones emocionales.
Vencerte a ti mismo implica identificar que no estás a gusto con la rutina en la que te has sumergido. Que ya te cansó eso de hacer y ser igual. Que de repente quieres más y tienes hambre de conseguirlo. Entonces ocurre la oportunidad para vencerte a ti mismo.
Implica que todo lo que eres se enfocará en dejar atrás el miedo. Que no te preocupa lo que hay en ese momento en que decides arrojarte. Te emociona saber lo que detrás de lo que hoy te detiene para no ir más allá. Ese instante en que haces aquello de lo que te creías incapacitado, es lo que te hace vencerte a ti mismo.
Hablar en público, abrir un negocio, renunciar a ese trabajo que odias, ser constante en una dieta y en el ejercicio, terminar una carrera, estudiar lo que más trabajo te cuesta estudiar, perseverar en tus valores, decir lo que sientes a la persona que quieres, enamorarte aunque puedan lastimarte, a decir la verdad cuando sabes lo que conlleva.... tantas cosas que para unos u otros significan un reto fuerte a vencer.
Te tiene que costar. No cosas fáciles. Te tienen que sacar un gruñido de coraje para seguir adelante. Casi cerrar los puños para invocar toda la fuerza que hay dentro de ti. Sudar esa última gota y sentir que estás por claudicar y aún así decides no parar. Ese tipo de cosas son las que te hacen crecer y decir: si puedo con esto, nada puede detenerme.
Cada quien tiene su propio reto a vencer. Su propio camino, su propia dificultad. Cada quien sabe qué es eso que tiene que encarar con todo el valor de su alma para dejar atrás su viejo yo. Cada quien lo sabe si se atreve a mirarlo. Porque también es fácil no querer ver...
Animémonos a vencernos a nosotros mismos. Siempre hay un reto que superar y una cima que escalar. Así que siempre habrá una oportunidad para hacerlo. De eso se trata la vida... así que no te dejes vencer y sé tú quien te venza a ti mismo. Vale la pena.
Linda semana para todos.
viernes, 27 de marzo de 2015
Misión: no enamorarme (4o. parte)
Viernes de Relatos
Opción 1. Seguir el primer plan y salir con Gerardo.
Opción 2. Dejar a Gerardo esperando en la entrada e irme con Eduardo.
Opción 3...
- Voy a salir con Gerardo. Me invitó hace rato.
Eduardo me miró con gesto decepcionado mientras le echaba un vistazo a la entrada para observar cómo Gerardo me seguía llamando con su mano.
- ... ¿quieres venir con nosotros? - mi loca opción tres.
Eduardo lo meditó mientras la desesperación del otro comenzaba a florecer. Lo sorprendente es que el tímido Eduardo aceptó la invitación.
Gerardo no pareció de acuerdo cuando lo alcanzamos y le expliqué mi ocurrencia. De mala gana nos invitó a los dos a subir al coche.
La salida fue un tanto incómoda. Gerardo no hacía muchos esfuerzos por incluir en la conversación a Eduardo. Y éste último, luchaba contra lo imposible por llamar la atención con alguna de sus bromas mal hechas.
La situación fluía según mis ganas. Era como prender y apagar luces. Si miraba a Eduardo éste se encendía con su charla interesante y hasta se mostraba seguro de sí mismo por ratos. Si miraba a Gerardo, Eduardo se apagaba y ahora era él quien se iluminaba bromeando, riendo y coqueteando atrevidamente conmigo. Eduardo se difuminaba sin mí en ese ambiente. Mientras que Gerardo sin mí, hubiera fácilmente hecho otra conquista y divertirse de todos modos.
Al final de todo, regresamos a la oficina para cada quien tomar su coche y marcharse a casa. Vaya viernes... entre ellos se iban mirando con ojos de advertencia. No simpatizaron.
Al momento de la despedida. Los dos esperaban turno por ser el último, pues ese podía aprovechar quedarse más tiempo conmigo. Impertérritos, esperaban que me despidiera de alguno por iniciativa propia, dejando claro con quién quería quédame yo. Envuelta en una turbia escena de tres, me despedí de ambos y me marché.
¡Qué idea la mía de contraponerlos a los dos!
¿¡Qué estoy haciendo!?
**No te pierdas la continuación de esta historia el próximo viernes!!!
domingo, 22 de marzo de 2015
Miedo a la Verdad
No sé que pasa que pareciera que le tenemos miedo a la verdad.
Nos gustaría saberla, tenerla en nuestras manos e incluso la buscamos cuando la hacemos de detectives. Cuando está allá afuera la anhelamos... cuando está dentro de nosotros la escondemos.
La verdad puede estar en nuestras manos. Esa verdad que nosotros conocemos, pero que para otros es desconocido. Ellos la están persiguiendo y nosotros nos la quedamos como un tesoro.
No me refiero a esos asuntos de la vida a los que podremos atrevernos a refutar diciendo que la verdad es relativa. No. A esos no. Me refiero a lo que construimos con nuestras propias manos. Esas cosas que son nuestras y que por ende son tan reales que conforman la verdad de nuestras vidas. Esas precisamente, son las que nos negamos a develar.
El caso más claro, que compete a todos los que han sido engañados una vez, es el que se deriva de pedir la verdad sobre los sentimientos de una persona hacia otra. ¿Por qué será tan difícil decir la verdad? El miedo a entristecer a otra persona, el miedo a perder el cariño de alguien, el miedo a lastimar... la verdad tendría que ser lo que saliera de respuesta cuando alguien la pide. Pero por alguna razón, las personas que la poseen le temen más que aquellas que la solicitan. No entienden que las heridas provocadas por la verdad son más fácilmente curadas, que las que surgen de la mentira y el engaño.
Sería más sencillo levantarse de una caída provocada por la verdad. Cuántas preguntas son seguidas constantemente de respuestas erráticas... ¿me amas? ¿te gusto? ¿lo harías? ¿cuento contigo? ¿estarás ahí? ¿puedo confiar en ti?... Si quienes poseen la verdad la compartieran, mucho se ahorrarían los que no la reciben.
Sin embargo, la verdad da miedo. Decirla, algo provoca. "No te amo" "No me gustas" "No lo haré" "No cuentes conmigo" "No, no estaré" "No confíes en mí". Lo que seguiría por parte del interlocutor es aceptar la verdad y tomarla. Lo cual inevitablemente hará con el paso del tiempo, porque por más que la verdad se esconda, brilla tanto que sale su luz y todos terminamos enterándonos de su existencia. Y la verdad reconforta a largo plazo. Así que es bueno escucharla para variar...
Por esto, la invitación de esta semana es compartir la verdad a las personas que se las debemos. ¿Les aterra? Vamos por buen camino... lo interesante en esta vida asusta, pero vale la pena hacerlo.
No ocultemos la verdad por miedo a lastimar. Se lastima más ocultándola.
¡¡¡ Les deseo un lindo inicio de semana !!!
viernes, 20 de marzo de 2015
Misión: no enamorarme (3o. Parte)
Viernes de Relatos
Él se llama Gerardo. Es realmente apuesto. Me derrito cada vez que lo miro atravesar el piso de un lado a otro con su libreta y acompañado de otras personas discutiendo asuntos aparentemente importantes. Recibe gente en su oficina, llama por teléfono y anota y tacha renglones en su agenda. Mi momento favorito del día es por la mañana, cuando busca la cafetera y se sirve una taza de café. Se desplaza con ella en la mano mientras gira una pajilla para enfriarla un poco y beberla. Deja su loción un rastro que me embriaga tontamente.
Eduardo, con quien he podido compartir alimentos esta semana, es un chico interesante, como dije antes. Lo cierto es que mantiene una conversación repleta de historias y reflexiones profundas que me sorprenden. Hemos hablado sobre el amor, la vida y el dolor. Lo han lastimado antes y aún así tiene deseos de encontrar a alguien con quien compartir su vida. No pierde la esperanza, pero se le dificulta eso de decir "me gustas" y ni se diga de invitar a una chica a salir. Casi me atrevo a ser yo quien se lo pida. Pero esta vez espero que sea el hombre quien lo haga para variar...
Sin embargo, Gerardo me vuelve loca. Y esta vez me ha insinuado que quiere salir conmigo. No la ha dicho directamente con todas sus letras, pero en broma me lo ha sugerido. Yo reí a carcajadas a causa del nervio que me inspira estar junto a él. No acepté aún cuando "él" me lo ha pedido; porque de verdad me fascina ese hombre. Y si no quiero obtener los mismos resultados, es mejor que me mantenga a raya de él. ¡Pero qué difícil evitarlo! Esos ojos... esa cara... ese traje... esa sonrisa... ese andar... esa seguridad... esa forma de hablar... esa forma de coquetear conmigo... ¡Quiero salir con él!
Asesino de un tiro las mariposas que revolotean en mi vientre. Me controlo y me domino. Debo enfocarme en Eduardo, no en Gerardo.
- Anda, vamos al cine. ¿Tienes algo mejor que hacer? - me pregunta Gerardo en el elevador, pues hemos vuelto a coincidir.
- No, no tengo - decido ser franca.
- Entonces, vamos. He dicho.
No me niego esta vez. Digo, si tengo claro que no me voy a enamorar de él, puedo salir al cine, ¿o no? Es sólo una película. Los amigos salen a mirarlas todo el tiempo. No tiene por qué suceder nada más.
Mientras caminamos hacia la salida del edificio, me encuentro con Eduardo, quien extrañamente también se marcha temprano. Gerardo se ha adelantado a pedir su coche al valet. Eduardo me alcanza y se acerca tímidamente. Sonríe con ternura y en la confianza que le inspira mi amistad, se atreve a anteponerse a la escena de Gerardo hablando con el joven responsable del acomodo de los autos. A contraluz, la valentía del tímido Eduardo se enciende para decir:
- ¿Quieres ir a algún lado? Algo podríamos hacer, si es que no te molesta pasarla conmigo. Entiendo si no quieres ir...
Lo miro a él. Miro a Gerardo a lo lejos. ¿Qué hago? Muero de ganas de ir tras Gerardo, quien además ya me hace ademanes para pedirme que suba con él al auto que ya le han traído. Eduardo me mira apenado y ansiando mi respuesta.
Respiro, estoy a punto de enloquecer.
**No te pierdas el próximo viernes la continuación de esta historia!!!!
domingo, 15 de marzo de 2015
Vive la vida, no te la pierdas
"Live the life you will remember" dice la canción de Avicii, The Nights.
Últimamente la he escuchado frecuentemente. El video en youtube está armado mayormente por escenas intensas e intrépidas que te contagian el mensaje de vivir la vida.
Más allá de las cosas aventureras que podrías hacer para aprovechar este tiempo que se te ha dado, creo que el sentirte vivo y vivir la vida radica también en lo que haces en tu día a día. No necesitas aventarte de un puente y de un avión para sentirte vivo. ¡Lo cual es un alivio si eres de los que no adoran ese tipo de sensaciones!
Sentirte vivo te puede pasar cada vez que consigues hacer algo de lo que te creías capaz. Al inicio lo dudas, te dan ganas de dar un paso atrás, pero de repente te animas y lo estás haciendo. Eso que sientes cuando te vences a ti mismo, es vivir. Cada vez que te sales de tu zona de comodidad y sientes la incertidumbre, el miedo, el riesgo, el dolor y el fracaso.... y te levantas aguerrido, estás viviendo. Cuando aprovechas cada instante, cada segundo y te esfuerzas por crecer, vives.
No se trata de hacer locuras y sin rumbo. Es más un asunto de hacer valer el tiempo que te ha sido prestado. De atreverte, de retarte, de disfrutar, de participar, de conocer, de avanzar, de llegar lejos, de ser constante. Tienes que transpirar la vida por tus poros. Ponerte reglas, ponerte metas, ponerte retos y darte cuenta de que puedes con ellos. Empujar tus propios límites y no irte de esta vida sin recuerdos que quieres recordar. Se trata de que al mirar lo que has construido en tu memoria, todo, sea algo que te saque una sonrisa. Incluso los momentos aparentemente terribles y amargos, porque cuando esos momentos te ponen a prueba y logras seguir adelante, la lección y el aprendizaje que obtienes, definitivamente de dejan muy satisfecho.
Así que para vivir, sólo tienes que despojarte del miedo y la comodidad. Anda y aprovéchala. Que no te detenga el temor a equivocarte, a que te hieran, a que te salgan las cosas mal o al qué dirán. Atrévete a vivir con principios y buscar el bien. Goza de tus seres queridos y hazlos partícipes de tus momentos. Esfuérzate por hacer la diferencia y no dejes que la vida se pase sin que se note que estuviste en ella.
Vive la vida... "vive la vida que quieras recordar" (Avicii)
¡¡Disfruta la semana y que se note que te enteras de que estás vivo!!
viernes, 13 de marzo de 2015
Misión: no enamorarme (2o. Parte)
Viernes de Relatos
Él se llama Eduardo. Esta semana lo he visto pasar un par de veces frente a mi oficina. Nunca le había hablado, sólo le veía caminar por ahí, pero sin interesarme en él. Apenas me he enterado de lo que ha estudiado. Apenas me contaron que es el hijo menor de cuatro hermanos. ¡Apenas descubrí que su cumpleaños fue la semana pasada! Ojos oscuros y cabello lacio extremadamente bien peinado. Una asesoría de imagen le vendría bien para combinar mejor los colores de su ropa. Es algo serio y siempre es el primero en llegar y el último en irse. Creo que fue el mejor de su clase al salir de la universidad. Muy esforzado y trabajador. "Tiene buenas ideas" dicen los que salen de estar en junta con él, "pero no se anima a expresarlas en voz alta". Supongo que la timidez se apodera de su cerebro cuando se trata de poner en acción su talento.
Definitivamente todo lo contrario a lo que suelo buscar.
Hoy nos tomamos un café. ¡Sí, de verdad! Haber coincidido en el comedor de la oficina a las siete de la tarde es un avance. No fue una cita, lo reconozco, pero al menos valió la oportunidad para intercambiar un par de palabras mientras nos bebíamos un capuccino de la maquinita expendedora de cafés.
Su charla... interesante. Su sentido del humor... podría mejorar. Sus modales... excelentes. Su forma de escucharme... palomeado este criterio. ¿Si me pidió una cita para vernos después? No... ¡porque es muy tímido! Eso o no le gusté ni tantito. ¿Será? Empiezo a ir en declive...
Hice exactamente lo contrario a lo que hubiera hecho antes. Le hubiera pedido el número de celular, le habría invitado a ver la película de moda en el cine y no lo hubiera dejado regresar a trabajar, sino que lo hubiera llevado a pasear y aprovechar la tarde del viernes. Y con mis encantos él hubiera aceptado todo esto.
Eso creo.
Vaya, termina la hora de trabajar y empiezo a recoger mis cosas. Ya muchos se han ido, en viernes nadie se queda después de las cinco. Excepto él, a quien alcanzo a mirar desde mi escritorio, escondido entre un montón de papeles en una de las esquinas de este piso. Pienso en decirle adiós y despedirme propiamente de él. Al menos eso haría mi antigua yo: se haría presente. Esta vez, según mi acuerdo personal, no lo haré... aunque lo miro de lejos fijamente por si de casualidad se siente observado y me voltea a ver. Nada. Él está en lo suyo.
Con mi bolsa en una mano y el suéter en la otra, me dispongo a llamar al elevador. Los números en la pantalla van en descenso, pronto marcará el número de mi piso. Mientras miro pasar la cuenta regresiva, alguien se detiene a mi lado. Es un muchacho vestido con traje gris y con ánimo relajado y confiado. Lo miro y me devuelve la mirada. ¡Qué guapo es!
- ¿Tú trabajas aquí? - me pregunta haciéndome conversación.
- Sí, aquí me encuentras de lunes a viernes. ¿Tú? - la pregunta es válida, jamás le había visto.
- Ingresé ayer. Creí que me habían presentado a todos, pero evidentemente te me has escapado tú.
Mis piernas temblaron en ese preciso instante.
- ¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Festejar que tienes nuevo trabajo? - pregunté así nada más.
- De hecho, no tengo plan. ¿Tú?
¡Tampoco! ¡Vamos a algún lado! Conozco un lugar que recién abrieron a dos calles de aquí. ¡NO! Frena, detente y medita. La antigua yo hubiera dicho eso. La nueva yo...
- Sí, de hecho voy tarde. - me resigné - ¿Tal vez en otra ocasión...? Ya sé, lo estoy asumiendo, pero lo digo por si acaso pensaste que podíamos hacer algo juntos.
Él se rió de mi broma. ¡Cómo no amarlo! ¿De verdad no puedo salir con él?
Bajamos en el elevador y cada quien se fue por su lado.
**No te pierdas la continuación el próximo viernes...
domingo, 8 de marzo de 2015
8 Marzo Día de la Mujer
Ser mujer actualmente parece complicado. Estamos tan inmersas en roles exitosos profesionalmente, que es difícil pensar cómo un hombre puede encajar en nuestras vidas. Cuando nos hemos creído la frase de que podemos hacer todo lo que nos propongamos y que somos tan fuertes que podemos con cualquier cosa, se nos hace complicado pensar cómo un hombre puede aportar a nuestras vidas. Somos tan poderosas, que no necesitamos que nos salven y mucho menos que nos rescaten. Sin embargo, estamos en la búsqueda de recuperar eso tan singular y genial que es ser mujer, porque en el fondo, lo deseamos.
Ser mujer, según lo que he aprendido, es ser como la luna. Ilumina la noche y nos reconforta, pues pase lo que pase, sabemos que es más grande que el momento más oscuro que pueda existir. A veces no nos encontramos a toda nuestra capacidad. A veces podemos sentirnos apachurradas, tristes y con ganas de un tremendo abrazo. Esto se vale. La luna no siempre luce completa, a veces mengua e incluso a veces no se le ve, pero ahí está. Así nos pasa a las mujeres, de repente necesitamos ese rato para nosotras mismas, para apapacharnos. Después regresaremos renovadas, con más fuerza y más hermosas todavía. Son ciclos de la vida y nos llevan a crecer.
Así como es la luna, que no necesita que alguien le diga que brille para hacerlo. Así nosotras brillamos nosotras mismas. Sólo basta que nos demos cuenta de quienes somos para iluminarlo todo con intensidad. Ser nosotras mismas, plenamente, con nuestras pasiones encendidas, nuestros defectos y nuestras cualidades es lo que nos hace resplandecer. A la luna la rodean las estrellas, seres también brillantes. A esas llamamos amigas. Están con nosotras en nuestro cielo de la vida y nos acompañan en todo lo que nos sucede. Sabemos que las estrellas que vemos al mirar el cielo no son siempre las mismas. Así pasa en la vida también. Tenemos suerte si algunas se quedan por muchos años, pero sino, tenemos la confianza de que nunca estaremos solas pase lo que pase. Porque finalmente, el girar de la vida, nos conducirá a otros caminos y la luna nunca estará sola en la inmensidad.
La luna es admirada cuando alguien voltea a verla en el cielo. Para que esto suceda, necesita un valiente atreverse a detener su vida un segundo para buscarla allá arriba. Quien no quiere verla no la ve. Para descubrir la belleza de la luna hay que esforzarse en encontrarla y vale la pena para quien lo haga. Así somos las mujeres. Sólo los privilegiados se atreven a mirarnos de verdad. Esos son los que valen la pena; y no debemos entristecernos si a quien queremos no nos ve... hay que ser como la luna, sigue brillando aunque no se acuerden de ella, y nunca pierde su luz. No se hace más chiquita porque alguien la ignore, ni se olvida de salir a hacer lo suyo por la noche porque alguien hace caso omiso de ella.
Ser mujer es como ser la luna. Nos maravilla incluso cuando se pone roja. Nos admira que incluso se atreve a anteponerse al sol. Para hacer eso es valiente sin duda, pero respeta el sitio de cada quien, así como le gusta que respeten el suyo. Es sólo que a veces le gusta hacer cosas en grande, que nadie más se atreve a hacer, porque tiene ambiciones y sueños, justo como todos los demás.
Siempre hermosa y juguetona detrás de las nubes. Radiante y con una leyenda escrita en todo su cuerpo. Miles de historias que se esconden en ella. Así las mujeres nos guardamos nuestras vivencias, las llevamos escritas en nuestra piel y se las contamos a los que queremos que se enteren de ellas.
Ser mujer... vaya que es genial. Así como la luna, esforcémonos en ser nosotras y brillar.
Nos verá quien nos merezca ver.
Y sin duda, a ese lo veremos también.
viernes, 6 de marzo de 2015
Misión: No enamorarme (1o. Parte)
Viernes de Relatos
Einstein dijo que el significado de locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Así que haré caso a este genio; si ha trascendido en la historia, algo de razón tendrá en lo que dice.
Por eso aplicaré su cita a mi vida amorosa.
Los resultados que he obtenido en temas del corazón han sido fatales. Me han engañado, me han dejado esperando, me han mentido, me han maltratado... es momento de cambiar mi historia.
Para lograr mi hazaña, las reglas van a ser muy claras y sencillas. Si el patrón es: hombre del que me enamoro, hombre que es el equivocado; esta vez voltearé a ver a ese hombre del que para nada siento el enamoramiento inmediato y haré todo lo contrario a lo que haría en el proceso que le sigue de conquista y coquetería. Esta vez simplemente, no me voy a enamorar. Porque cuando me enamoro se nubla mi razón y ya no veo lo que se hace visible luego de la ruptura. Se trata de tener los ojos abiertos en vez de cegados por el amor.
Así que en mi misión recientemente aceptada, dispondré de los muchachos que tengo a la mano, pero a los que no he mirado con ojos románticos porque no despiertan pasión alguna en mí. A esos son los que estudiaré, me acercaré y de algún modo, quién sabe cómo, serán los nuevos candidatos.
Tengo en mente quién será el primero con quien pruebe mi teoría: Eduardo.
Una semana es con la que cuento para lograr que me invites a salir el próximo viernes.
(Porque tradicionalmente sería yo quien te invitara directamente)
¡Manos a la obra!
domingo, 1 de marzo de 2015
Las buenas personas y sus malas elecciones
He visto la película "Las ventajas de ser invisible" y ha contribuido a la profunda reflexión en la que he detenido mis pensamientos últimamente.
En la vida de este chico una pregunta ronda su cabeza: ¿Por qué las buenas personas eligen parejas equivocadas? Su profesor le contesta: "Aceptamos lo que creemos merecer".
Curioso y verdadero. No sé qué sucede con las buenas personas. Este perfil de ser humano pareciera tenerlo todo para tenerlo todo. Sin embargo, es quien menos se da cuenta de ello. Entre más buena persona, más cosas peores le suceden. Sobre todo y más que nada, en relación al tema de elegir pareja. Una buena persona se acompaña de una mala persona. Y... está bien. No le llamaremos "mala". Llamémosle "totalmente inconveniente para él o ella".
Esta persona "totalmente inconveniente" abusa de la otra, la engaña, le reclama, se aprovecha de la situación, incluso tiene tal seguridad y dominio de la mentira, que puede hacer creer a la buena persona de que la equivocada es ella. Las buenas personas quedan totalmente a su merced y a veces, tienen explosiones de coraje que las hacen exigir algo... su voz interna les sale de repente en un grito de ayuda, pero se apaga en cuanto la persona "totalmente inconveniente" empieza a ver su luz resplandecer. Le gusta verla apagada, porque le ciega la mirada. Así que procura que el asunto se calme para volver a tener a su merced a la buena persona. Y así ésta, se mantiene encapsulada en la ilusión y la esperanza que la caracterizan.
No es que las buenas personas sean tontas. No es eso, porque al contrario, entre las bondades que distinguen a las buenas personas se cuenta su inteligencia. Son tan grandiosas por dentro y por fuera, que no se les puede tachar de ingenuas. No es eso. Su corazón es tan tremendamente grande que su capacidad de amar es de igual tamaño. Y su mayor defecto desde esta perspectiva es justo ese: Saben Amar.
Precisamente en su capacidad de amar radica su elección. Porque amar en realidad es un acto fácil para ellas. Y les gusta amar al que no se sabe tan amado. Es como si quisieran compartir con ellas lo increíble que saben que es el amor y por eso no escatiman en brindárselo a quien más duda sobre su existencia. Eso pasa con las buenas personas, no es que carezcan de razón, sino que tienden a amar al más débil en una turbia elección de generosidad. ¡Y vaya que resulta! Porque el ser que no se siente tan amado, precisamente se sorprende de esta realidad y vuelve sus ojos a la buena persona. Claro que le gusta ser amado y trata de amar a la buena persona. Sólo que ésta no sabe cómo hacerlo y en ese bruto intento de corresponder, lo único que sucede es que la buena persona sale tremendamente lastimada de esta interacción.
Lo irónico es que la buena persona se mantiene ahí, pese a todo lo que la maltratan.... y entonces es que dudamos sobre su modus operandi.
Retomando la película y la respuesta del profesor: "Aceptamos lo que creemos merecer", entenderemos la otra cara de la moneda de esta situación de las buenas personas. Sucede que ellas son expertas para amar hacia afuera... pero se les dificulta amar hacia adentro. Están tan volcadas en dar, que eso de recibir de repente no cuenta. Y no es porque amar sea un acto condicionado a que si no recibes no das. Pero el amor de pareja supone ser de dos. Y en esta idea, la reciprocidad es importante. Y no sucede condicionada de inicio. No funciona como "hazme feliz y te elegiré". La dinámica ocurre tal cual la buena persona sabe iniciarla... amando al otro. Sólo que en una pareja continúa si la otra persona piensa, siente y actúa igual. Así la relación puede ser equitativa.
Las buenas personas aceptan poco y se sienten satisfechas con ello. Sus estándares son bajos y básicamente es sencillo cumplir los requisitos. No se han dado cuenta de que en su increíble y extraordinario corazón, son merecedores de alguien como ellos. Una buena persona merece una buena persona también. ¿Por qué no sucede? Porque las buenas personas están muy ocupadas salvando personas "totalmente inconvenientes para ellas".
Las buenas personas activas están rescatando gente por ahí. Las buenas personas pasivas, están soñando con el amor platónico sin participar de esas decisiones. Y para éstas últimas la historia puede cambiar, sólo se necesita voluntad y valor. Coraje en la vida, no del que brota del odio, sino del tipo que te hace mover montañas, del que te hace dueño de tu vida en vez de sólo dejarla pasar. ¡Ser parte de la vida, hacer tu vida!
Y para las buenas personas activas, sólo hace falta subir los estándares. No conformarse con lo que todos pueden hacer, sino que les demuestren que son como ellos. Que no se dejan ganar en el amor. Ahí radica la clave.
Termino con esta reflexión que les comparto con cariño, porque sé de algunas buenas personas allá afuera que inspiran esto que he escrito.
Y recuerda siempre: no hay personas malas ni personas que no valgan la pena... sólo no son para ti. Te deseo la sabiduría para entenderlo y actuar en consecuencia.
Deseándoles una buena semana, los dejo hasta el próximo domingo.
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