Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 8 de mayo de 2015

Misión: no enamorarme (10o. Parte)


Viernes de Relatos

Bastó que bajara la guardia para pedirle una disculpa que aceptó sin titubear. Y así reanudamos nuestras salidas. Reconozco que las primeras fueron un tanto forzadas. Las ganas estaban inspiradas en la premisa de hacer las cosas distintas. Así que desde hace un par de semanas, las tardes de los viernes se las decido a Eduardo.

Lo tímido no se le ha quitado. Su sentido del humor no ha mejorado. Sus modales permanecen perfectos y su tema de conversación: cautivador. Tal vez en ello radique que acepte estar con él por las tardes. Siempre hay algo de qué conversar. Sus ideas, como alguna vez escuché en el pasillo de la oficina, realmente son interesantes. Sabe qué decir y cómo decirlo. Además, cuando plantea un argumento lo entreteje exquisitamente con ejemplos y anécdotas entretenidas e interesantes. A veces le interrumpo para saber más sobre una interrogante que he atrapado en el aire. Su mirada se clava en mí maravillado y se le iluminan los ojos al descubrirse escuchado.

Eduardo brilla cuando conversa. Su rostro se torna atractivo y la forma en que sus labios danzan al son de sus palabras me roba la respiración. Realmente me fascina todo de lo que habla. Como sabe adueñarse del tono serio de la plática, yo soy la que pilla al chascarrillo escurridizo que reluce para bromear. Le divierte y se ríe conmigo. Retoma su tono de sabio y vuelvo a callar embelesada. Mis deseos de escucharle más, le imprimen confianza y seguridad.

Así que no salimos a bailar, ni salimos al cine. Un café sobre la mesa nos basta para entretenernos. ¿Los temas que nos mantienen ahí? Lo que sea. Todo nos sirve de pretexto para mantener animado el ir y venir de palabras.

¡Qué increíble! Otra vez es viernes y no puedo esperar a salir con él. Me atrapo in fraganti en el baño de la oficina. Me estoy mirando en el espejo atenta a los detalles de mi maquillaje y mi peinado. Retoco aquí y aplaco un cabello por allá. Me sonrío para asegurarme que poseo la actitud y la imagen correcta para captar la atención de Eduardo. Suspiro casi imperceptiblemente, pero no me logro engañar. Me subo al elevador, hemos quedado de encontrarnos a la salida del edificio. Iremos a pie a un café que queda a dos cuadras y tenemos ánimo de recorrer las calles a pie.

Las puertas del elevador se abren. Lo alcanzo a percibir a lo lejos. Está de pie, con una mano escondida en el bolsillo del pantalón y la otra acariciando su barbilla. Se pasea dando un paso a la derecha y otro a la izquierda. Luce tan bien con saco. El suspiro se repite y esta vez no me hago de la vista gorda. Mi corazón se acelera conforme me acerco a él. Me emociona, me pone nerviosa, me arranca una sonrisa tremendamente enorme. Él me siente llegar y alza la mirada para secuestrarme con esos ojos tímidos y serios. La sangre ruboriza mis mejillas. Estoy sonrojada.

¡¡¿Qué rayos me sucede?!! No puedo estar... ¡Tendría que abortar la misión!

Me toma de la mano para echar a andar por la calle. Siento electricidad recorrer mi cuerpo. Reconozco los síntomas.

Estoy enamorada.


**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡VIERNES DE RELATOS!!



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