Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Llorar de felicidad


Una experiencia que no puedes perderte y que deberíamos repetir de vez en vez, es la de llorar de felicidad, de alegría, de emoción, de entusiasmo, de asombro... todas esas vibraciones que dentro de nosotros nos sacuden hasta que estallan en un mar de lágrimas que escurre por nuestros ojos.

Esas emociones tan fuertes, intensas y poderosas que genuinamente brotan en lágrimas. La etiqueta social a veces nos hace contenerlas, porque es raro llorar donde otros no están llorando. Porque esas lágrimas suelen estar relacionadas con algo muy íntimo, muy tuyo, que nadie más entiende.

Cuando te ocurre eso que te mueve a ti en lo más profundo de tus entrañas, y te dejas sentirlo, puede ser que llores. Son lágrimas trascendentes, no salen por cualquier asunto. No, no... salen porque está pasando un instante maravilloso que no ocurrirá de nuevo hasta dentro de mucho tiempo.

Estas lágrimas son las que te acompañan cuando has conseguido algo que realmente te ha costado trabajo, esfuerzo, sudor y un vencimiento de ti mismo muy rudo. Una victoria que has trabajado y por eso mereces. Lágrimas que te acompañan cuando has derrotado a tu miedo más oscuro, a la idea que más te aterra. ¡Lágrimas que te acompañan cuando te sientes tremendamente inmenso y vivo! Por eso los instantes en que ocurren no son los mismos para todos y por ello, lloras cuando otros no están llorando; y no tú no puedes evitarlo, porque es tu cuerpo emocionado por haber llegado hasta ahí. Son la culminación de tu perseverancia y tu voluntad. Sólo Dios sabe lo que te ha significado llegar ahí.

Llorar así significa que has crecido. Algo en ti ha cambiado para bien, te has sacudido una porción de eso que te estaba pesando para poder disfrutar en plenitud tu vida.

Así, llorar es increíble; y sería fabuloso llorar así con frecuencia. Pero las montañas son robustas y de largo caminar. De un día al otro no se llega a la cima. Es despacio y con paso constante que se llega ahí. El placer de recorrer la ruta te alienta y los obstáculos se vencen uno a uno.

Ese último paso es el que te hace llorar. Ese en el que te descubres en la cima, enterándote de dónde estás parado. Ahí se derrama la primera lágrima y acto seguido el llanto de emoción.

¡Qué genial sensación de estar vivo!

Y no puedes esperar por esa montaña más alta que espera ser conquistada.


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