Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 16 de enero de 2015

Te veo en ocho viernes (3o. parte)



Viernes de Relatos


Enviar. Una palabra. Tan corta y breve que se me antojó apretarla.


Así fue como envié el mensaje más desesperado e inútil que puede existir. Ninguna buena conversación inicia de ese modo. ¡Ninguna! Pero apreté enviar.


Verán, mi ansiedad de la semana no pude contenerla. Cada tontería me lo recordaba a él. El refresco que él tomaba, las muletillas que él decía, las fotos en mi habitación donde salimos los dos y los regalos que una vez me dio... todo eso me lo ponía en la cabeza aunque me negara a recordarlo.

Seguía presente en todos lados y eso me tenía fastidiada. Todos los objetos se encargaron de poner en marcha una película de recuerdos, cuyo trama definitivamente me tenía fascinada. Fue vernos juntos haciendo las mil cosas que hacíamos para gastar los fines de semana juntos. Las peleas y discusiones nunca aparecieron en la narración. En realidad era una gran película romántica y la quería fuera de la pantalla grande; la quería revivir.


Mis manos comenzaron a sudar, mi palpitación se aceleró y se me dificultó respirar. Así que animada por la ansiedad maldita de una tarde de ocio, apreté unas cuantas letras del teclado y confabulé el mensaje más representativo para mi acongojado corazón.


Te extraño demasiado.Por favor ya regresa, ¿no ves que me duele muchísimo estar lejos de ti? Dime qué tengo que hacer para que vuelvas. POR FAVOR.


Es fácil decirme ahora: ¡por qué rayos le escribiste eso! Sueno tan desesperada, casi al borde del ruego. Sí... lo sé. Ahora lo sé, porque lo releí y me percaté de lo mal que suena. El problema es que ya había sido enviado. Si la tecnología no me miente, lo ha recibido, pero no lo ha leído. ¿Y ahora qué?


Podría escribir un mensaje disculpándome por el anterior... ¡Podría mejor llamarle y que de mi propia voz escuche cuánto lo siento! Podría mejor callarme y dejar que todo pase... podría mejor aventarme por la ventana de mi habitación y caer al jardín... podría...


Por favor respeta este tiempo separados. Lo necesito, de verdad. Te pido que confíes en eso.


La divagación mental se calló. Así nada más. Control de daños: se oye tranquilo, creo que no me reprocha mi desesperación. Vaya... me ha ido mejor de lo que creí. ¡Supongo que todo sigue bien! ¿Verdad?


Aviento el celular a mi cama, no vaya a ser que quiera contestarle otra cosa, porque no debiera ¿o sí? Tal vez, sí, para que sepa que estoy bien y en calma, que acepto y respeto su espacio. Debería escribírselo. Tomo el celular otra vez. Lo haré. Empiezo a teclear y el mensaje que escribo empieza a perder sentido. Mejor no contesto. Por una vez me detendré, sino la locura se apoderará de mis letras.


Aviento el celular otra vez y me dispongo a adueñarme de mi respiración agitada. Es mejor que me enfoque en calmarme. ¡Qué horror sentirme así! Respiro profundo y me echo a llorar inevitablemente. Sin mucho antecedente más que el de la emoción recientemente experimentada, mi alma se desahoga en un desagüe interminable. Estoy llorando como nunca lo he hecho. No reconozco mi dolor ni comprendo por qué lo siento.


Debería dejarme de esta tontería. Ignoro si podré esperar tanto tiempo.


Siempre he sido mala con las esperas... ¿por qué pensé que podría con esta?


Lo extraño.


Y de repente me descubro esperándolo otro viernes más.











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