Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 27 de febrero de 2015

Te veo en ocho viernes (9. Parte) FINAL


Viernes de Relatos

Son las 10 de la mañana...

Son las 2 de la tarde...

Son las 2:30 de la tarde...

Son las 5 de la tarde...

Son las 8 de la noche...

Son las 10 de la noche... las 10:10... las 10:20... las 10:30

Estoy en la puerta de su casa. No queda más remedio. No supe de él en todo el día. Revisé el calendario todo el día para asegurarme que quedamos hoy. No hay error, es hoy. Ni una llamada, ni un mensaje, nada. Olvidó esta fecha.

Me muero de nervios por saber qué ha pasado. Su coche está ahí estacionado. Debe estar dentro. No me atrevo a tocar el timbre. Si sale, ¿qué le digo? "Disculpa, pero... habíamos quedado hoy" "Maldito desgraciado por qué no has dicho nada sobre hoy" "Dime quién era esa mujer con la que te vi la semana pasada" "Qué has estado haciendo todo este tiempo".

De pronto, una luz ilumina el portón. La puerta se abre de par en par. Es él. Está saliendo. Luce demasiado arreglado como para que su plan sea quedarse en casa el viernes por la noche. Su cabello aún se nota mojado, por lo que es fácil deducir que recién se ha bañado. Una camisa verde claro y un pantalón grisáceo que le van bien. Es guapo...

Luces me deslumbran por el retrovisor. Alguien llega. Un coche avanza a lado del mío y se estaciona justo frente a su puerta. Él se acerca al auto y lo rodea, parándose a la vista del piloto, al cual miro con atención para descubrir que se trata de una mujer. ¡Es la misma de la otra vez!

Ella se baja del coche luciendo un vestido que la convierte en corriente y vulgar. Cabello grasiento y mal peinado. Tacones de aguja que no sabe caminar. Él la abraza cuando ella está por caer en el tambaleo que no logra equilibrar. Ella se ríe como una idiota y él la besa en los labios para hacerla recuperar la calma. Sus manos inician una danza en la que sus cuerpos se funden patéticamente. ¿Qué otra prueba necesito?

Él sube al coche y ella también. Él conduce lejos de su casa. Irán a pasar la noche en otro lado. Justo este viernes... el octavo viernes por el que he estado esperando.

Mis ojos se inundan en llanto. A puñetazos golpeo el volante de mi coche. Apretando los dientes escupo su nombre. La verdad se encarna en una asesina despiadada cuando la ocultan los actos de un hombre desgraciado. Víctima de mi propia ilusión de creer que mi amor lo entregué a un hombre de bien, me deshago en la tristeza, me desvanezco en el dolor.

Necesito gritarle. ¿Si ella supiera que yo le estaba esperando, haría una diferencia? Pudiera esperar unas horas más a que regrese o pudiera alcanzarles si me doy prisa en seguirles... Me quedo sin aire en cada sollozo que se me escapa. No logro arrancarme el odio que siento por él.

Pasa una hora antes de que me atreva a volver a casa. El cansancio me ha arrebatado las ganas de la venganza. Conduzco en la soledad de la noche. El llanto no se va. Sigo gritando e insultando su imagen en mi mente. No puedo con esto... no puedo más.

Llego a casa y me tiro en mi cama. ¡Ocho viernes ni uno más! No imagino qué pasaría si hubieran sido más... Se han quebrado mis ganas, se ha destruido el concepto que amorosamente guardaba de él. Estoy llorando por haber elegido creer en él, en quien creía que era él.

Siento que me muero, no sé cómo voy a levantarme de esto...

Siempre fui mala para esperar. Soltar el control, hacerlo a mi ritmo y mi manera. Simplemente no se me daba, pero logré hacerlo. Sí, logré soltar y dejar libre a alguien en este tiempo. Si eso no es amar... entonces no sé qué será. Me aferro a la esperanza de que otro sí lo valorará.

La espera se terminó.

Tacho este viernes en el calendario. Quedan muchos más por vivir... porque finalmente de eso se trata todo esto. Aunque a veces te mueres un rato, sabes que no morirías si no te atreves primero a vivir.

Y yo viví....




domingo, 22 de febrero de 2015

La última vez


Tal vez tengas suerte y te enteres de que esa es la última vez.

La última vez que lo besas, la última vez que le regalas un abrazo, la última vez que le saludas, la última vez en que le puedes tomar de la mano... Se habla mucho de las primeras veces. Fascinantes, grandiosas, parteaguas de la vida. Sin embargo, la última vez suele pasar inadvertida, no te enteras de que está ocurriendo a menos de que tengas suerte. Porque la primera vez roba tu atención, estás presente, sabes que sucede porque de nunca haberlo vivido, de repente ahí está. En cambio, la última vez no te manda avisos ni advertencias, simplemente ocurre que un día descubres que en los días venideros aquello ya no existe. Se esfuma por completo y que de querer revivirlo, tendrías que tener el poder de volver el tiempo atrás... cosa que es imposible.

La última vez te agarra por sorpresa. Tal vez no le gustan las despedidas y por eso actúa de esa manera. La última vez te recuerda que la vida es fugaz e inesperada. Un día lo tienes, al día siguiente ya no. Las cosas vienen y se van, también las personas obedecen este ir y venir. Y si no es por voluntad propia que se van, basta recordar que la muerte hace de las suyas para cumplir con este mandato. Porque un día, no sabes cuándo, todos hemos de marcharnos.

La última vez sabe a nostalgia. Sabe a sal. Se siente en el pecho y dan ganas de llorar. Si acaso esa última vez significa liberación y alegría, entonces sabe mejor. Aunque siempre queda el desdejo de la última vez, esa realista y verdadera sensación de que no volverá. Más vale que la hayas vivido al máximo, buena o mala, porque lo que trae después consigo, es diferente. Lo otro ya pasó, ya quedó atrás para siempre.

Queremos agotar los rituales en aquellas cosas que significan demasiado. Como si tal cosa las hiciera perdurar un poco más en el paso del tiempo. Pero no hay rituales para todo, y precisamente en esa cotidianeidad las últimas veces que se lleva consigo pesan un tanto más. Porque no nos detuvimos a darle su debida importancia, las damos por sentado, las hacemos tan nuestras, que nos olvidamos que un día nos serán arrebatadas.

Por eso más nos vale tener siempre claro que la última vez llegará. Para todo, llegará. Y si tuviéramos esa conciencia presente y muy clara, tal vez nos propondríamos vivir con toda la intensidad posible los instantes de nuestra vida. No desperdiciaríamos ni un instante, ninguno. Tal vez así se aminoraría la tristeza de decir adiós, porque supimos ponerle todo nuestro ser a eso que hicimos a diario.

Mi consejo: vive cada cosa que hagas, por pequeña que parezca, como si fuera la última. Porque nunca sabes cuándo será así. En cada palabra, cada respiro, cada pequeña y gran acción, deja tu corazón. Haz que el recuerdo que perdure quede bien albergado... no vaya a ser que pase desapercibido frente a tus ojos y ni te enteres de que estuvo ahí, por última vez para ti.



viernes, 20 de febrero de 2015

Te veo en ocho viernes (8o. parte)



Viernes de Relatos


No sé cómo sobrevivir una semana más.

Me están matando estas ansias que florecen en mi pecho como electricidad, que encienden mis ganas de ahogarme en un grito que lleva tu nombre. Tengo tantas ganas de que ese día regreses a mis brazos, que me sueltes un beso en la mejilla como si nada hubiera pasado. Tengo tantos deseos de que me digas que nunca te fuiste, que siempre estuviste aquí para mí.

Sé que no es verdad. Hoy te vi. No ibas solo. Tus pasos se acompañaban de los pasos de ella. Tu mano llevaba la suya y de repente un abrazo tuyo le rodeó su esquelético cuerpo y su cabello ondulado oscuro se enredó con tu mano. Ella pasó sus dedos para zafarse de la trampa que pusiste alrededor de su cuello. Sacudió su cabello y se acomodó contra ti. Me paralizó la escena que contemplaron mis ojos nublados en la tristeza que sembraste tajantemente en esta espera.

Aún te concedo la duda. ¿Qué significa un abrazo? La torpeza del destino me entreabrió esta puerta que reniego en abrir. Llámenme ciega, no quiero ver. No quiero hacerlo porque no tengo claras las reglas de este juego. No quedamos en nada. Repaso incesante el discurso del primer viernes, de ese en el que nos prometimos espacio. Nada, no encuentro vestigios de promesas de encierro y soledad. Sin embargo, mirarte así ha matado algo de mi alma... una pequeña parte se siente indefensa, dolorida y frágil.

Fui tentada a correr tras de ti para echarte un reclamo acalorado y para arrancarle a ella el tesoro que me robó. La prudencia se asomó en lágrimas que derramaron mis ojos. Me quedé quietecita, solita, mirándote alejarte en el pasillo del centro comercial. Malditas ganas de ir a comprarme cualquier tontería para apagarme la ociosidad de pensar en ti y no llegar a nada. La culpa la tuvo mi iniciativa de consolarme saliendo de casa.

Y te concedo la duda. Sería peor no dártela. A veces los ojos nos engañan. Y si creen que soy tonta, no me importa. Alguna razón existe.... lo sé. Callo los rumores que mi amigo me confesó aquella comida. No me enamoré de un desgraciado, lo sé. Alguna razón debe haber.

Elijo prolongar el silencio que te prometí y apaciguar la tentación de acortar la distancia que me pediste. Falta una semana nada más. Podré esperar tu respuesta, que conllevará una explicación al respecto. Puedo hacerlo... ya llevo mucho tiempo esperando por ti. Puedo hacerlo... puedo esperar.

Tacho un viernes más en el calendario. Miro hacia atrás. Vaya, han pasado varias semanas. El arte de la espera lo comienzo a dominar.

El próximo viernes tendré un desenlace o una continuación.

Me matan las ganas de saberlo.

Necesito recordar cómo respirar.







domingo, 15 de febrero de 2015

Disfruta


Se nos olvida disfrutar cuando las cosas malas de la vida se aparecen. Esas que te hacen estresarte, preocuparte, ponerte ansioso y perder la sonrisa. Sin embargo, hasta esos momentos habría que saber manejarlos para que no nos arrebataran el goce de la vida. Porque si descontáramos esos momentos "feos", nos restaría un buen porcentaje de vida. Y el precio sería grande como para sacrificarlo de ese modo.

Por ello, creo que vale la pena hacer el esfuerzo de sobreponerse a los malos ratos y encontrar en ellos un disfrute. No se trata de ser masoquistas ni amar el dolor ni la pesadez... sólo de asegurarse de soltarlas y dejarlas ir, para dimensionar que todo es parte de vivir. Y entonces, disfrutar que estamos vivos.

Vaya, esta vida es un suspiro y se acaba muy pronto. Si no nos damos prisa en disfrutarla, se nos puede acabar sin haber aprendido a hacerlo.

Así que esta semana... disfruta. Permítete disfrutar de lo que haces, dale un sentido profundo a tu día y haz que valga. Que los días no sean sólo momentos que se marchan y que quedan en el pasado. Hazlos valer.

Disfruta tu semana!!!




sábado, 14 de febrero de 2015

14 de Febrero México

DÍA DEL AMOR Y LA AMISTAD

Usualmente en este día me va bien la etiqueta de "Grinch del 14 de febrero". Imaginen a Cupido tirado en el piso por culpa del Grinch, el mismo personaje de la época decembrina, que ahora venga este día con corazones rotos y rosas color negro.

Sin embargo, aunque esté tentada a imprimirle dosis de anticursilería a este post, este año quiero reflexionar sobre el amor. ¿Qué tiene esa cosa tan loca que nos vuelve locos cuando la experimentamos?

El amor es más que esa emoción que sientes en la panza cuando ves a alguien. El amor es más que mariposas revoloteando, manos sudando y fuertes latidos del corazón a gran velocidad. Suspiros constantes y los pies volando en las nubes. En realidad, el amor es eso que te duele cuando a alguien le hacen daño. Cuando conoces el fatídico final del camino que alguien está recorriendo y aunque has procurado advertírselo, lo dejas andarlo porque eso dicta su voluntad. Amar es mantenerse cerca cuando alguien se cae y acompañarle mientras se levanta por sí mismo; no solo, pero sí por su esfuerzo y mérito propio. Amar es encontrar la justa medida entre otorgar libertad y conducirle a ser mejor procurándole su bien.

Amar es entrega sin pedir nada a cambio. El amor no lleva la cuenta de cuántas le deben y pretende cobrarlas una a una. El amor conoce de deudas sin cobrar y las olvida. Por eso el amor cuesta caro, porque pocos están dispuestos a vivir bajo ese precio. El amor es tan generoso y paciente, que sabe esperar. Se mantiene presente aún cuando no se le mira. Se mantiene en su postura aún cuando nadie le agradece. Se mantiene un paso atrás porque le disgusta el protagonismo.

El amor te hace cometer locuras como amar al que no te ama de regreso. No sólo en cuestión de pareja... sino también en la relación con todos los demás. Te hace amar al que te odia, al que es tu enemigo. Justo ahí se encuentra el reto. Porque cuando amas a una persona movida por el enamoramiento y no te corresponde el sentimiento, te marchas y buscas a alguien más. Pero el amor no abandona, ese perdura. Y se vale amar aunque no te amen a ti. Sólo así puede mejorarse el mundo... amándonos todos sin pretender nada más que sólo amar.

Amar es dar libertad y procurar el bien ajeno, descubriendo que en la medida en que te das, tú creces también. Porque no es fácil darse a los demás. Requiere esfuerzo, compromiso, paciencia, sabiduría, voluntad, desinterés y más ingredientes que sólo puedes encontrar en el crecimiento diario de tu propia persona. Y todo esto sin que tu objetivo final sea que estén contigo por lo que has hecho por ellos.

Amar no es cosa fácil. Por eso creo que amar a todos en tu mundo, en la completa dimensión de la palabra, es complejo. Podrías si tú quisieras, es sólo que pocos se deciden a hacerlo. Exige mucho de ti mismo. Soltar las ganas de controlar, soltar las ganas de que se te vea y se te deba tu esfuerzo... es retador. Sin embargo, no imposible.

Por eso, en este día en que celebramos el Amor y la Amistad en México, sólo puedo desearles que tengan la suerte y fortuna de encontrarse con una persona, al menos una, por la que descubran que son capaces de amar, lo que es realmente amar. Les deseo que tengan esa oportunidad y esperanzadamente, que en su camino encuentren a alguien que les ame a ustedes, para que vivan lo que es ser amado. Y qué mejor si pudiera ser en ambos sentidos... y podría suceder si todos nos disponemos a hacerlo; puesto que esa vía de ambos lados se construye si cualquier persona está dispuesta a amarte a ti y tú a ella sin condicionarte su amor por nada. ¿Lo crees posible? Pero vayamos una persona a la vez haciendo poco a poco más grande nuestro corazón. Un día puede que lo logremos... ¿no crees?

FELIZ DÍA DEL AMOR Y LA AMISTAD. Amar duele... pero qué lindo es saber que puedes amar.




viernes, 13 de febrero de 2015

Te veo en ocho viernes (7o. Parte)


Viernes de Relatos

Toda la semana ha estado repleta de él. No es que le haya visto, no hace falta mirarlo frente a mí para descubrirlo. Detalles tontos, algo absurdos, y otros importantes, se han aparecido en las cosas que hago. Encuentra la manera de colarse entre mis pensamientos por sorpresa. Así invade mi espacio, ese en el que he decidido meditar y reflexionar. Porque creo que también yo debo hacerlo y me he dispuesto a tomar esta tarea seriamente. El problema ha sido ese: no me deja olvidarme por un instante de las emociones que me provocan los recuerdos, pues en esas nimiedades recobra su grandeza. ¿Cómo puedo ser objetiva?

El otro día por ejemplo, limpiando mi habitación, encontré una carta suya que escribió para mí. Pude no haber abierto el sobre y guardarme el contenido en el olvido. Pero el sólo leer mi nombre con su letra me estremeció la piel y lo abrí rápidamente. Quise repasar sus palabras escritas, como si pudiera revivir el pasado por un rato y tenerlo cerquita de mí. Podrán alegar que esto lo busqué, que de haber querido, hubiera podido evitarlo. Está bien, voy a concederle eso a los escépticos... pero tengo otro ejemplo. Su nombre. No es común. Y me persiguió durante un día completo. Al comprar el café anotaron el nombre de alguien en su vaso: era su nombre, pero no era él. En la calle, alguien gritó su nombre para llamar a otra persona a lo lejos. En el radio, alguien llamó a la estación para pedir una canción, era el suyo. En la televisión, un personaje llevaba su nombre. En un libro, que apenas inicié, el autor nombró así a su héroe. ¡Por qué! ¿Aún lo dudan? Está bien. Otro ejemplo, teníamos una canción. Una que hace mucho no se escucha popularmente pues ya pasó de moda. En el restaurante, la radio, la tienda de música... todo en un día... el colmo fue que alguien la tarareó, algo mal por cierto, al subirme al elevador.

Cosas absurdas...

En el radio, una locutora decidió hacer una profunda reflexión. ¿Se valen los "breaks"? Por qué no, se le ocurrió hablar sobre esas parejas que se dan un tiempo sin andar de novios para poder dilucidar sobre sus inquietudes e ilusiones. Tal vez es demasiada coincidencia... ha de ser un tema común.

Hoy, en mi habitación, no pude más que cerrar los ojos mientras apretaba mi almohada contra mi cuerpo imaginando que le abrazaba a él. El primer instante en que conseguí olvidarme de todo... menos de él para variar. Su cara, su risa, sus bromas, sus enojos, sus desplantes, su terquedad, su optimismo, su miedo, su coraje, su fortaleza... todas las palabras que le describen y entretejen su imagen en lo más profundo de mi corazón ahí estaban.

Se hizo el silencio. Abrí los ojos. Conmovida, una lágrima resbaló sobre mi mejilla.

Un viernes menos en esta cuenta regresiva. Falta poco, faltan dos viernes más.

Tacho este día en el calendario... ¿Querrás estar aquí conmigo, como yo te quiero a ti?


domingo, 8 de febrero de 2015

Sentir y pensar


Nos dan ganas de sentir. De repente las emociones te aseguran lo que crees que está ocurriendo. Si en la convivencia con alguien sientes cosas grandiosas por dentro, te sugieres que te gusta esta persona. Si cuando estás realizando una actividad, por dentro, sientes también esa grandiosidad; te sugieres que te gusta.

Es como si encontráramos en nuestra vida esos botones que activan nuestras emociones y nos ponen de buenas.

Lo que parece curioso, es que nos gusta sentir. Es como si lo que sintiéramos nos despertara, nos recordara que estamos vivos y nos encendiera increíblemente. En sí no está mal este encuentro de la vida con lo que sentimos. Lo que no podemos ignorar es que las emociones vale la pena pasarlas por el filtro de la inteligencia. ¿Por qué? Porque así se interpretan y comprenden mejor, lo que en consecuencia te lleva a tomar decisiones y actuar.

Por ahí hay una frase anónima que dice: Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza.

Tal vez suceda que el corazón es más avispado y se apura a percibir lo que viene. Sin embargo, no se separa de lo que viene de tu cabeza. Porque ilumina lo que siente y hace sentido más profundamente cuando se descifra y reflexiona de dónde proviene. Creo que cuando las emociones se entienden con la cabeza, tienen un efecto mucho más duradero y más poderoso. Cabeza y corazón colaborando juntos, entendiéndose, simpatizando... ¡qué par!

Así que, esta semana, el propósito que sea conjugar las emociones y la inteligencia para tomar decisiones acertadas y sobre todo, actuar en consecuencia. Se trata de aprovechar todo lo que nos ha sido dado en esta vida. Todos los recursos puestos a nuestra disposición para encontrar nuestro camino, andarlo y ser felices.


viernes, 6 de febrero de 2015

Te veo en ocho viernes (6o. Parte)

Viernes de Relatos

Una duda asalta mi cabeza.

Si él puede pensársela sobre nosotros... ¿Por qué yo no?

Sé que la duda le apareció a él y que yo no he tomado parte activa de esto. Sin embargo, ¿qué pasaría si de repente me atrevo a cuestionarme si yo de verdad quiero seguir con él?

Me imagino la escena: Llega él a ese ... ¿parque? ¿café? ¿cine? ¿estacionamiento? ¿calle? porque no tenemos eso precisado... pero llega él. Entonces me mira. Se ha puesto guapo, como de esas pocas veces en que te empeñas en lucir bien para agradar a la otra persona. Ocasiones especiales. Así se ve él: guapo. Me hace suspirar inevitablemente. Estoy nerviosa porque ignoro por completo qué es lo que ha resuelto después de sus años alejados en la montaña, en meditación profunda y semanas de ayuno. Guarda silencio mientras se busca la mejor pose para empezar su discurso. Se le ve contento, mucho. Casi adivino que está muy satisfecho con la que será su respuesta. No parece que le vaya a ser difícil expresarla, por lo que anticipo que no será un fatídico "no". Porque los "no" te los piensas un poco más, porque no quieres lastimar al interlocutor. Por eso le das más vueltas a la idea, pues buscas la manera más sutil para decirlo.

Pero él no. Se ve seguro, confiado, tranquilo y hasta parece coquetear con su mirada. Y en efecto, me toma de la mano y me dice: "¿Volvemos a ser novios?" Saca enseguida una rosa roja hermosa. (que no sé bien de dónde ha sacado, pero la saca) Y me la tiende cariñosamente. Yo la sujeto derretida por los nervios y en ese preciso momento, mi gesto se derrumba. Sí, se pone serio y acongojado. El tipo de gesto del que uno sabe que saldrá un "no".

Y eso me sale: No.

El hombre casi se va de espaldas y tira la rosa del susto. Yo, procurando un gesto amable, trato de explicarle mis razones. Esas que hoy no tengo, pero que tendría después de una buena reflexión en la que me otorgo el derecho de decir una negativa.

Entonces me siento empoderada, porque me han dicho que aquel que te ama no te quiere ver mal... y yo la he pasado de la fregada. Básicamente ese tipo de argumentos son lo que hilan mi discurso. El pobre hombre se marcha sin poder refutarme nada.

Así termina la escena en mi cabeza.

No es que eso vaya a suceder. Tampoco es que ya tenga claro que no lo quiero, porque si he de ser sincera es que ansío decirle "sí". Es sólo que hasta este diminuto instante en que respiro y siento un poco de paz, me percato de que este asunto de esperar consta de dos partes. Y una de esas partes sí está haciendo su tarea, mientras que la otra, ósea yo, está aquí pasivamente esperando como en sala de espera del consultorio del doctor. ¡A ver a qué horas!

Tal vez me ponga a reflexionar al respecto. Sea un sí o sea un no lo que yo concluya... será tan válido como su sí o su no. Ambas respuestas bien pensadas, ambas respuestas decididas de verdad.

Tacho otro viernes en el calendario... falta menos, pero aún me parece mucho.



domingo, 1 de febrero de 2015

Las cosas no son lo que parecen


¿Les ha pasado que de repente se cuentan historias sobre lo que les pasa en la vida?

Es curioso lo geniales que somos para contarnos historias alrededor de las verdades que nos presenta la vida. Es como si lo que nos ocurriera fuera siempre interpretativo. Permítanme explicarme...

Resulta que cuando somos adultos las cosas dejan de ser lo que parecen. Y esto parece estropear varios asuntos de la vida. Por ejemplo, para entender esto mejor, recordemos que cuando somos niños nuestro pensamiento es mucho más simple. Lo que es... es. Recuerdo haber leído que si a un niño pequeño, de los que cursan eso que conocemos como Preescolar, le pusieras en frente a dos niños y le preguntaras quién es mayor; el pequeño contestaría sin titubear: el que es más alto. Sí porque si eres más grande físicamente, también lo has de ser de edad. Es lo esperado, ¿no? Pero los adultos sabemos que no. Necesitamos más información, un dato más certero para poder contestar a esa pregunta. Algo más preciso, porque sabemos algo que ese pequeño no: Las cosas no son lo que parecen.

Y bajo este postulado, abrimos la oportunidad a las interpretaciones sobre lo que vemos, vivimos, sentimos... y nos concedemos contarnos historias a nuestro gusto. Sí, porque creemos que todo tiene un mensaje oculto, cifrado, que nos da esperanza o nos la quita según nuestra más primitiva necesidad.

Por eso cuando alguien te dice: no. Piensas... no quiso decir eso, tal vez quería decir otra cosa, pero dijo eso porque lo movió aquello, pero no era su intención decirlo, debe haber algo más... ¡Vaya! Las cosas están sometidas a nuestro análisis y a nuestra necesidad.

Así nos hacemos de muchas historias y cuentos que nos dan esperanzas. Creemos que un "hola" de alguien que nos gusta significa más que un simple saludo. Y en ese momento nos convertimos en novelistas que ya crearon todo un trama que versa en una historia de amor a partir de esas cuatro letras.

Nos gustan las historias y nos gusta creer que las cosas son más de lo que a simple vista son. Y nos entretenemos con ello.

Vaya, el asunto es que esta cualidad nos puede desgastar a veces. Cuando nos percatamos de que simplemente las cosas sí son lo que parecían ser. Simples saludos, simples palabras, simples acontecimientos sin trasfondos... entonces nos desilusionamos. Tal vez convenga de repente remontarnos a ese pensamiento de niños y atrevernos a tomar las cosas como son. ¡Tomar la vida como viene!

Dejarnos de historias inventadas lejanas a la realidad e ir descubriendo lo real poco a poco y sabiamente. Nos ahorraría muchas frustraciones.

Así que... mejor dejarse de las historias y abrir los ojos a lo que es real. Lo que hay en las intenciones nos será revelado. Eso que llenamos con cuentos nuestros, un día nos será contado con la verdad. Así que tampoco hay que estresarse por ello. Es cosa de confiar en que sabremos lo que necesitamos saber, y que vivimos lo que necesitamos vivir.

En esta semana que inicia vivamos y dejemos de pensárnosla tanto.