Viernes de Relatos
Una duda asalta mi cabeza.
Si él puede pensársela sobre nosotros... ¿Por qué yo no?
Sé que la duda le apareció a él y que yo no he tomado parte activa de esto. Sin embargo, ¿qué pasaría si de repente me atrevo a cuestionarme si yo de verdad quiero seguir con él?
Me imagino la escena: Llega él a ese ... ¿parque? ¿café? ¿cine? ¿estacionamiento? ¿calle? porque no tenemos eso precisado... pero llega él. Entonces me mira. Se ha puesto guapo, como de esas pocas veces en que te empeñas en lucir bien para agradar a la otra persona. Ocasiones especiales. Así se ve él: guapo. Me hace suspirar inevitablemente. Estoy nerviosa porque ignoro por completo qué es lo que ha resuelto después de sus años alejados en la montaña, en meditación profunda y semanas de ayuno. Guarda silencio mientras se busca la mejor pose para empezar su discurso. Se le ve contento, mucho. Casi adivino que está muy satisfecho con la que será su respuesta. No parece que le vaya a ser difícil expresarla, por lo que anticipo que no será un fatídico "no". Porque los "no" te los piensas un poco más, porque no quieres lastimar al interlocutor. Por eso le das más vueltas a la idea, pues buscas la manera más sutil para decirlo.
Pero él no. Se ve seguro, confiado, tranquilo y hasta parece coquetear con su mirada. Y en efecto, me toma de la mano y me dice: "¿Volvemos a ser novios?" Saca enseguida una rosa roja hermosa. (que no sé bien de dónde ha sacado, pero la saca) Y me la tiende cariñosamente. Yo la sujeto derretida por los nervios y en ese preciso momento, mi gesto se derrumba. Sí, se pone serio y acongojado. El tipo de gesto del que uno sabe que saldrá un "no".
Y eso me sale: No.
El hombre casi se va de espaldas y tira la rosa del susto. Yo, procurando un gesto amable, trato de explicarle mis razones. Esas que hoy no tengo, pero que tendría después de una buena reflexión en la que me otorgo el derecho de decir una negativa.
Entonces me siento empoderada, porque me han dicho que aquel que te ama no te quiere ver mal... y yo la he pasado de la fregada. Básicamente ese tipo de argumentos son lo que hilan mi discurso. El pobre hombre se marcha sin poder refutarme nada.
Así termina la escena en mi cabeza.
No es que eso vaya a suceder. Tampoco es que ya tenga claro que no lo quiero, porque si he de ser sincera es que ansío decirle "sí". Es sólo que hasta este diminuto instante en que respiro y siento un poco de paz, me percato de que este asunto de esperar consta de dos partes. Y una de esas partes sí está haciendo su tarea, mientras que la otra, ósea yo, está aquí pasivamente esperando como en sala de espera del consultorio del doctor. ¡A ver a qué horas!
Tal vez me ponga a reflexionar al respecto. Sea un sí o sea un no lo que yo concluya... será tan válido como su sí o su no. Ambas respuestas bien pensadas, ambas respuestas decididas de verdad.
Tacho otro viernes en el calendario... falta menos, pero aún me parece mucho.
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