Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


domingo, 27 de septiembre de 2015

El "Timing"


"No eres tú, no es él... es el timing" (Elena Rodarte)

Hay algo fuera de nuestro control llamado "Timing". Este concepto es con el que juega el universo. Acomoda piezas: personas, objetos, emociones, situaciones y tiempos. Tú crees que tienes todos los ingredientes dispuestos para que algo ocurra... algo mágico, pero por una razón no sucede. Todo está ahí, lo ves y aún así... no sucede.

A veces la culpa es del timing. No estaba todo sincronizado para ocurrir en ese preciso instante de tu vida. Falta eso, sólo eso. Ese pequeño detalle que obstaculiza todo. Y no es por lo que tú hagas o lo que haga alguien más... es cuestión de timing. Y al revés, hay cosas que no te hacen sentido y una vez que han pasado años, vuelves a encontrarlas y de repente, su significado te es revelado y las aprecias mejor.

Parece que la vida se trata de soltar y fluir. Confiar un poco en que si no se da, no es porque no pueda ocurrir, sino porque, no era el momento preciso para que fluyera. El problema es esa necesidad de querer que pase a tu forma, la urgencia de verlo pasar, porque lo has esperado demasiado o porque crees que no volverá a pasar.

Las ilusiones son las que te estorban cuando te encuentras con la falta de timing. Porque el destiempo es difícil de entender y no lo ves. Es contra lo que menos esperas luchar. La broma del destino con la que éste se ríe. Y duele entenderla y dejarlo ir todo con ella.

El timing... qué duro es abrir las manos que creías tan llenas y quedártelas vacías.

No queda más que confiar en que un día se llenarán otra vez. Un día, el timing y todo lo demás se acomodará a tu favor para que ocurra la magia que anhelas. Un día, no sabes cuándo, porque eso del timing es impredecible, ocurrirá. Ten confianza, si ha de ser, el timing perfecto ocurrirá.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!






viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (4o. Parte)


Viernes de Relatos


- ¿Y qué le dijiste? - preguntó mi amiga interrumpiendo mi relato sobre el viernes pasado.

- Nada, qué iba a contestarle.

- ¿... que tú sientes algo por él...?

- Pero no es del todo cierto...

- ¡Claro que sí! Te derrites sólo de pensar en él. Es evidente que sientes algo por ese hombre. Aún te gusta.

- Me gusta la idea del Antonio de hace años, pero seguramente ha cambiado...

- Y tú también.

- Exacto. - aseguré - En ese cambio, es posible que ya no nos gustemos.

- O puede ser que se gusten más...

Me sedujo la posibilidad, la ilusión me cobijó con una sonrisa ingenua. La idea de podernos enamorar otra vez y retomar lo abandonado en el pasado me parecía maravillosa. Me arrancó un suspiro su imagen en mi mente, su recuerdo frente a mí curioseando sobre lo que podía sentir por él.

- ¿Y cómo podría averiguarlo? - pregunté procurando ser sensata.

- De la misma forma en que hace años descubriste que te gustaba - sugirió con una risita pícara - Sal con él.

Salir con él. Esa sola frase me recordó cuando me invitó a salir por primera vez. Fue una tarde de febrero. Me llevó a cenar con el dinero de sus papás, pero que en realidad tuvo que hacer méritos para obtenerlo, pues aún cuando hubieran podido regalarle cuanto quisiera, ellos eran de la idea de que cada moneda debía ganarse con esfuerzo y sudor. Así que haciendo quehaceres y mandados de la casa, ahorró lo suficiente para congraciarse conmigo. Llegada esa noche, recuerdo que incluso quiso lucir acorde a la ocasión, porque eligió vestir un saco casual que le hacía justicia a sus jeans. Su loción y aroma de recién bañado me encantaron. La forma de conducirse conmigo me coqueteó al extremo y la conversación que tuvimos me desarmó por completo. Sus travesuras me hicieron reír y su osado espíritu creativo para salirse con la suya me fascinó. Sus ganas de inventarse sueños y sus elaborados planes para alcanzarlos me mostraron su seriedad e pasión. Lo cierto es que tardé pocos minutos en percatarme de que aquella mesa puesta en la terraza, con una linda flor adornándola y unas cuantas estrellas tintineando en el cielo, conformarían el gentil escenario que presenciaría cómo sutilmente me enamoraba de Antonio.

- Sal con él, he dicho - dictó mi amiga - Lo tienes que saber.

Mis labios hicieron una mueca y bebí de mi taza de café. 



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡Viernes de Relatos!!!


domingo, 20 de septiembre de 2015

El pasado nos persigue


Parece que se queda atrás, pero regresa. No el pasado en sí, sino aquellas cosas que hicimos en él.

Pueden ser los errores o los asuntos inconclusos. También lo bueno suele reencontrarnos, pero vaya, lo que más nos mueve y nos arranca un gesto de ironía son los errores que cometimos hace mucho tiempo atrás.

Si no regresan solos, vienen anunciados por alguien. Y cuando te los topas recuerdas la historia, lo que hiciste o dejaste de hacer. Son una viviente antología de lo que has estado haciendo y deshaciendo por ahí.

No sería cosa de asustarnos, a menos que no lo hayamos resuelto. Las evidencias y rastros de nuestra historia se mantienen vigentes en alguna parte del espacio. Y a veces nos toca verlos. ¿Cómo qué? Sea que vayamos por la calle y nos encontremos a alguien que fue nuestra pareja. Que vayamos conduciendo por la ciudad y demos con el sitio donde ocurrió algo intenso en nuestras vidas. Que nos encontremos a ese alguien que nos lastimó fuertemente o al que lastimamos también. Que vuelvas a ver a esa amistad que abandonaste o que te abandonó. O puede que nos encontremos un familiar con quien también ocurrió algo. La vida da muchas vueltas y en ese girar, parece que el pasado nos persigue.

Vamos, reitero, no es que nos debiera asustar si lo tenemos resuelto. Finalmente, son como cicatrices. Las miramos y recordamos lo que pasó. A veces duelen, pero sabemos que están sanando. Y si no está resuelto: hay que resolverlo.

Es curioso, pero más allá de agobiarnos por las pruebas tangibles de nuestras fechorías, debemos reflexionar sobre el aprendizaje que nos dejaron y lo que hacemos para no equivocarnos otra vez. Creo que de pequeños quisieron enseñarnos esto. Si alguna vez viste "El Rey León" de Disney entenderás lo que voy a decirte. En una escena está Simba y Rafiki. Él último golpea con su bastón al león y éste se queja. Y le dice el mono "qué importa, ya está en el pasado" Y el león protesta que aún así duele. Pero el mono le explica que si bien eso sucede, puede aprender de éste. Planea golpearlo otra vez, pero el león libra el golpe anticipándolo. Lo importante es lo que respondemos a la pregunta de Rafiki: "¿Y ahora qué vas a hacer?"

El pasado está ahí, innegable. Pero de nada sirve que haya pasado si no aprendemos de éste. Si nos equivocamos, nos lastimamos, nos duele, echamos una que otra cosa a perder, etc no tienen caso si no aprendemos de ello y decidimos hacer algo al respecto.

Así, aunque el pasado nos reencuentre, lo podremos saludar satisfechos, pues tomamos la lección que nos dejó y seguiremos avanzando.

¡¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!






viernes, 18 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (3o. Parte)


Viernes de Relatos


Esta tarde me miré otra vez al espejo. Ignoro si lo que yo miro le gustará a él. Si no pensaba decirme nada en un mensaje, no quedaba de otra más que aceptar salir con él.

Con las recomendaciones de mis amigas en mi cabeza sobre no enamorarme a la primera y no esperar una propuesta de ningún tipo, me encaminé a aquel café.

Ahí estaba Antonio, esperándome.

Le emoción me inundó. Los recuerdos de golpe me deslumbraron. Era él quien regresaba del pasado para reencontrarme años más tarde. Como si la esperanza que alguna vez abandoné se materializara. Los sueños, la ilusión y el encantamiento resurgieron inevitablemente.

- Hola - lo saludé con soltura, como si nunca nos hubiéramos dejado de ver.

Él corrió la silla de la mesa para invitarme a sentar. Había olvidado lo que un hombre educado podía provocar en mí.

- ¿Qué te ha traído por aquí? - pregunté sin más.

Él pidió unas bebidas para los dos y se acomodó en su asiento como si fuera a contarme la historia más emocionante de la vida. Y así fue... me habló de sus estudios en el extranjero, de su trabajo, de su genial puesto en la gran empresa, la compra de su primer departamento y el proyecto que le llevó a su orgulloso ascenso. Vivir en el extranjero no le fue fácil. Después de todo, dejó atrás a su familia. Nuestra despedida la lamentó, pero no podía hacer mucho en aquellos ayeres de nuestra juventud. Hacerse de amigos, hacerse de una identidad y de un hogar propio en el desconocido territorio fueron sus retos más grandes. Pero los conquistó airoso y se probó a si mismo que podía hacer lo que él se propusiera. "En verdad, el límite es el cielo" aseveró.

Le vi contento mientras compartía su relato. La había pasado mejor que yo en este tiempo que nos distanciamos. Él logró sus metas, se comió el mundo. Y claro, en toda esa experiencia no le faltó el amor. Lo encontró.

- ¿Y ella dónde está? - pregunté disimulando la decepción advertida.

- Eso es lo único que ha salido mal en este plan - concluyó cabizbajo - Me han ofrecido en el trabajo la posibilidad de volver a casa, mi verdadera casa, pero ella no quiere vivir acá. Precisamente la noche en que iba a entregarle el anillo se vio arruinada mi propuesta, porque por la tarde me lo confirmaron. Puedo regresar.

Regresar...

- ¿Y quieres regresar?

- Me encantaría. Siento que he hecho todo lo que quería y debía hacer. Pero llega ese día en que miras a tu alrededor y recuerdas que la idea de hacerte de tu propia familia, acompañado de los tuyos, es un sueño que no has abandonado. - suspiró triste - pero ella no quiere vivir acá...

Si mis tajantes amigas estuvieran aquí ya le habrían soltado un discurso que dictara: ¡¡pues déjala!! No quieren lo mismo, por qué te haces tonto.

Pero mis amigas no están aquí y no seré su portavoz. Mientras Antonio me miraba buscando un consejo, por que sino esperaba eso de mi parte, no entendía por qué no apartaba sus ojos de encima de mí. Incapaz de darle un consejo por mi propia subjetividad, le pregunté:

- ¿Por qué luego de tanto tiempo me has buscado?

Dejó de mirarme.

- Vamos, que merezco una explicación... no se vale aparecer de la nada para contarme todo esto que bien pudieras haberte ahorrado. Si buscas un consejo, tienes amigos que te lo den. ¿Por qué buscarme a mí luego de tantos años? No entiendo...

Antonio guardó silencio por un largo rato, pero finalmente se atrevió a hablar. Lo miré expectante mientras me sangraba la herida de saberlo con otra feliz, esa otra mujer que hubiera podido ser yo.

-  Necesito cerciorarme de que no siento nada por ti.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!!


domingo, 13 de septiembre de 2015

Las despedidas


Es curioso que existan dos posturas; una tan válida una como la otra.

Hay quienes ante una despedida anunciada te sugieren que mejor te acostumbres desde antes para manejar aquello más fácilmente. No alimentarlo, quizás, con más intensidad si al fin y al cabo, se va a terminar. Por otro lado, hay quienes dicen que ante la despedida, vivas cada segundo y aproveches al máximo el tiempo que te resta. Algo así como no perder ni un instante mientras dure.

¿Qué será mejor? Intuyo que ambas duelen. No creo que ninguna te salve del dolor. Finalmente, eso es lo inevitable, ¿cierto? Y cualquiera de las dos posturas procuran hacerte más llevadera la despedida, que sencillamente significará desprendimiento y separación.

Las despedidas son así. Alguien se marcha y puede que jamás le vuelvas a ver, o puede ser que le sigas viendo, pero por una y otra razón ya no estará en tu vida. Es el desenlace de lo que fue sin vistas a vivir lo que pudo ser. Esa añoranza es la que no deja en paz. Por mucho que lo vivas intensamente mientras está ahí o por mucho que dosifiques la despedida para ir diluyendo el sentimiento, el hecho en sí es que debes soltar todas las ideas y planes que pudieron hacerse a futuro.

Las despedidas sí que duelen y son proporcionales al nivel de cercanía que tienes con la persona que se va. Y es que así resulta ser la vida. A veces están, a veces se van y esperanzadamente, algunas regresan, pero no siempre es así. Algunas se marchan por poco tiempo y otras por tanto, que mejor prefieres no pensarlo.

¿Y si no alcanzas a decir todo lo que querías decir? ¿Y si no haces todo lo que querías hacer? Vaya, no hay tiempo que dure si uno no se limita a lo esencial. ¿Qué es lo esencial? Descúbrelo y tenlo presente. Siempre. Para que cuando ocurra la despedida, no sea la tarea pendiente a realizar. Sino que lo esencial siempre esté ahí, explícito. Sentido y consciente. No tendrías que esperar a que llegue el desenlace para destaparlo. No, sería mejor no guardarlo nunca en un secreto.

Tal vez así despedirse no sería tan duro, aunque insistiré, que siempre va a doler.

La invitación de la semana: Que lo esencial en tus relaciones con los demás esté vivo y presente. Que no se espere a una despedida para aparecerse. Y en cuanto a qué postura tomar: elige tú. De igual forma, no te salvas del dolor. Pero es buena cosa, así te enteras de lo muy importante que fue para ti.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!




viernes, 11 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (2o. parte)


Viernes de Relatos

Las cité a las dos para charlar. Este asunto amerita la confidencia de mis dos cómplices amigas. Entre sorbo y sobro a la taza de café, fuimos dilucidando qué debía hacer.

- ¿Tú quieres verlo? - preguntó una.

- Me gustaría, pero no estoy segura.

- El problema es que no te has preguntado: ¿para qué quieres verlo? - planteó la otra muy segura de lo que sugería. Su dilema se resolvía pidiendo más información sobre su situación actual. Averiguar si tenía novia, esposa, hijos y amantes, era indispensable para saber si debía aceptar o no salir con él.

- Pero si tiene todo eso o no, ¿qué afecta? - discutió la primera.

- Porque si esta mujer está soñando con una inusitada historia de amor y existe todo eso, sólo conseguiremos tenerla llorando por semanas en su casa. - sentenció - Recuerda la última vez... no queremos pasar por eso otra vez.

La última vez fue cruel. Hace unos meses mi exnovio me dejó. En realidad, lo dejé yo a él. La razón es simple: me engañó. El último café con mis amigas versó sobre el concepto del engaño. Una de ellas insistió en que besarse no implica infidelidad, mientras que la otra dijo que incluso cualquier intención o deseo de estar con otra era clasificable como infidelidad. Entre la opinión de una y la otra, yo decidí que encontrar a mi novio en la esquina de una calle poco transitada, a altas horas de la noche, sosteniendo la mano de una mujer que no era yo, con sus labios puestos en los de ella, califica como engaño. Y me despedí de él...

Comprendí la posición protectora de mi amiga. La última vez lloré histérica en casa por semanas. No dormía, ni me levantaba de la cama sin antes una sesión de consuelo prolongada. El apetito tardó un rato en volver, por lo que bajé algunos kilos. Se me veía distraída, apática y totalmente desaliñada. La repetida frase: él no te merece, me la repitieron hasta el cansancio. Pero no me convencía para salir adelante. Tuve que hacer mucho esfuerzo por despedirme y perdonar, de otro modo no lo iba a poder dejar atrás.

- En eso tienes razón. ¿Estás pensando que vendrá a rescatarte de la in fortuna del amor desagradecido y se convertirá en una especia de príncipe azul que cabalga hasta a ti, proveniente del pasado?

- Si es así, mejor rompe las expectativas, que eso te va a poner mal.

- Mejor debería preguntarle , no? - quise concluir.

- Sería buena idea, ¿te atreverás?

Tal vez preguntarle directamente todos esos detalles personales podrían hacerle sentir presionado. Pero ¿de qué otra forma iba a averiguarlos? No quería ilusionarme de más, pues inevitablemente ya lo estaba.

Así que me armé de valor y en la computadora le contesté el mensaje diciendo:

"¿Soltero? ¿Novia? ¿Esposa? ¿Hijos? ¿Divorciado? ¿Cómo te ha tratado la vida?"

Lo envié de vuelta. Ahora sólo debía esperar su respuesta. Unos minutos tardó en llegar.

"Todo a su debido tiempo, con una taza de café te lo contaré todo"

- Seguro que va a casarse y te quiere invitar a su boda - concluyó mi amiga a quien telefoneé apenas leí la contestación.

¿Será?



**No te pierdas la continuación en el Próximo "Viernes de Relatos" !!!!


miércoles, 9 de septiembre de 2015

Mi obituario en mi cumpleaños


Los griegos preguntarán cuando muera: "¿Tuvo pasión?"

Hoy en mi cumpleaños, quiero hacer una pausa obligada para repasar mi vida. Extraer de ella todo cuanto pueda, como si en episodios breves pudiera contársela a esos griegos que preguntan si tuve pasión durante mi tiempo en la tierra. Lo que veo en esa reflexión para dejar a su juicio si la tuve o no, es a lo que llamo Mi obituario en mi cumpleaños.

Treinta y tres años de vida me fueron prestados. A veces imagino a Dios preparando una caja para regalo. Está decorada con el color más brillante, el moño morado perfecto (pues es mi color favorito) y Él está buscando dónde acomodarle la tarjeta que dice: "La vida, mi regalo para ti" Todo ilusionado me la da para que yo la disfrute, para que la viva y encuentre en ella la felicidad. ¿La encontré?

Me imagino lo que debió pensar cuando de repente no entendí su regalo. Al desenvolverlo y enterarme de su forma lloré no una, sino varias veces. Las experiencias que se escondieron en esa caja me rompieron el corazón muy duro. Aunque no puedo negar que otras tantas me hicieron reír y sonreír incansable.

Fueron treinta y tres años insuficientes para comprender de qué se trata esto que no incluye un manual. Las reglas de las que me hice para saber qué hacer con el regalo las borré y reescribí muchas veces. Las decisiones que tomé me hicieron equivocarme y tuve que buscar formas para redimir las consecuencias. Algunas veces surtieron efecto y otras tantas tuve que vivir con el peso de los errores que se cometen. Aprendí a levantarme de aquellas caídas que fracturaron mis sueños. Hice amistad con el tiempo y lo dejé actuar en alianza con mi paciencia y mi voluntad. Encontré que ésta era la fórmula perfecta para sanar cuando creí que el dolor no me dejaría respirar jamás.

Entendí que el dinero no lo es todo, pero que vale la pena regocijarse por la remuneración del trabajo hecho con el corazón. Estudié mucho y nunca me cansé de ello. Cada cosa que aprendí me abrió más los ojos, me permitió conocer más de este mundo y sus secretos. Leí, viajé y volví a leer.

Libré batallas contra mis miedos. Algunos no se esfumaron y permanecieron como fantasmas que acosan en la oscuridad. Ojalá les hubiera ganado a todos, pero treinta y tres años no me resultaron suficientes para hacerme de toda la sabiduría para liberarme de ellos.

Creo que comprendí los asuntos del trabajo, el estudio y el andar profesional. Reflexioné mucho sobre el tema de la amistad y la familia. Me esforcé mucho por ser una amiga, porque me enteré a tiempo de lo genial que es tener una a tu lado. Así que enfoqué mis ganas y mis esfuerzos por ser digna de ser llamada así, valió la pena retribuirlo en agradecimiento sincero y porque también reconocí lo que no quise ser gracias a quienes me traicionaron.

Jamás dominé el tema del amor de pareja. Fuera de mí lo presencié y atestigüé. Nunca dudé que fuera real... sólo dudé tremendamente que fuera real para mí. Me quedo con esa duda, me la llevo inquieta. Las ocasiones en que me enamoré con más intensidad, fueron las que más profundamente me hicieron llorar. Incluso hoy, que se termina todo, me llevo una historia inconclusa, que me hubiera gustado escribir diferente. Por una vez en la vida se me antojó posible la irrealidad de hallar a alguien tal cual lo quise siempre. Sin embargo, en esta partida suya, no sólo mía, jamás lo sabré...

Treinta y tres años. ¡Cuántas historias se quedan sin contar! Los libros que no escribí, los libros que no leí. Las canciones que me perdí, las canciones que no canté. Sólo quedan vivas las amistades que forjé, los lazos de amor con mi familia y las diminutas semillas que acaso pude haber sembrado en quienes me encontré al desentrañar este regalo. Me sentí amada, se los agradezco. Y les dejo un cálido gracias porque también los amé.

"¿Tuvo pasión?"

¡Qué pregunta! Tengo la esperanza de que así fue, pues otro modo, sería como devolverle a Dios su regalo sin abrir.

Treinta y tres años... el tiempo transcurre como un parpadeo.

Y me despido como siempre dije: "Así es la vida, Lulucles. Feliz cumpleaños para ti"

domingo, 6 de septiembre de 2015

Ese "mugre" alguien


Llega el día. Lo has esperado por mucho tiempo. Te emociona al máximo. Nervios, entusiasmo, alegría, toda una mezcla de algarabía. Las personas cercanas a ti lo saben. Es tu día. El día que sea, el que has elegido para que lo sea. Es tuyo. Quienes están contigo te acompañan en la celebración. Son infalibles. Siempre cuentas con ellos. Están para ti en ese día especial y en los que no lo son tanto. Sabes que cuentas con su abrazo, su palabra y su felicitación más cariñosa y entrañable.

Pero tu día no está completo si no se aparece ese "mugre" alguien.

El "mugre" alguien es esa persona que precisamente ocupa un sitio especial en tu vida. Tú lo has elegido. Le has puesto ese título. Ese alguien te fascina por como es, por lo que significa y representa. Es la persona que tiene cautiva toda tu atención y es de quien más esperas la compañía. Ese alguien no tiene por qué ser una pareja, puede ser quien tú quieras. Tú lo eliges. Y así se convierte en ese alguien sin quien las cosas no están completas para ti en tu día especial.

No es que desestimes a las demás personas. Claro que no. Las amas igual y estás agradecido por ello. La intríngulis de este momento es que la ansiedad no estalla en satisfacción hasta que este alguien se hace presente y te dice lo que los demás te han dicho todo el día. Es la cereza del pastel, es el momento culminante, es lo que te deja disfrutar y decir: es perfecto.

¿Por qué sería entonces un "mugre" alguien? Porque esa persona te tiene tomado por el mango. Es decir, toda tu alegría radica en que se acuerde de ti. Si no lo hace, por muy genial que pudo haber sido todo, se encarga de hacerte sentir un dejo de melancolía con tal gracia, que opaca sutilmente tu día. Tiene ese poder, porque se lo has concedido. Y para colmo, así como tiene el poder de la perfección, también lo tiene para arruinarla.

Ese "mugre" alguien a veces ni se percata de que tiene ese poder y por eso es tan fácil que pueda fallarte. En algunas ocasiones lo sabe y tal vez se esfuerce por ser digno del rol que le has designado por ser quien es. Pero cuando ese alguien, en tu día especial, se convierte en un "mugre" alguien, no te queda más que manejar el sentimiento de desilusión combinado con la supuesta ilusión que debes mantener por lo que el día especial fue para ti.

Aún cuando todos los que te aman están ahí, tu anhelo se contiene y espera paciente hasta que ese "mugre" se acuerda de ti.

Y qué suerte tienes si lo hace... entonces eres realmente muy feliz.

La invitación de la semana. Sería más reconfortante no tener un "mugre" alguien, pero en la vida así somos. Existe siempre un alguien. Así que lo único que puedo desearles es que elijan bien a ese alguien. Si los decepciona: respiren y acepten las cosas como son. Podrá doler, es verdad, pero del dolor no nos podemos salvar. Porque enterarte de que alguien te importa mucho y lo quieres, duele. Si no te doliera, ese alguien sería intrascendente.

Así que querer y que duela va un tanto de la mano. Regocíjense de que quieren a alguien, al menos no pasarán la vida sin saber qué fue aquello.

¡¡¡¡Sonrían y que tengan un lindo inicio de semana!!!



viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (1o. Parte)


Viernes de Relatos

Mi reflejo en el espejo dice una cosa: creciste.

Los braquets que coloreaban mis dientes sólo dejaron su rastro de orden y perfecta estética en mi dentadura. Mi cabello en coletas ahora se maneja lacio y suelto, ondeando con el viento cuando se dispone a juguetear con él. Mi ropa un poco rebelde se fue. Ahora visto jeans con blusas estratégicamente escotadas, porque ahora hay mucho que ver, pero mi ropa prefiere insinuar sólo lo suficiente para echar a andar la imaginación. Me hice amiga de los tacones y rara vez uso tenis. El espejo lo nota, ahora llevo maquillaje. Definitivamente ya no tengo dieciocho años. 

Y él tampoco.

Fue Facebook el responsable de reencontrarnos. Un día cualquiera abrí mi cuenta y encontré una invitación de un tal "Antonio". Conozco muchos con ese nombre. La foto me pareció familiar, pero tardé un rato en reconocerlo. Era el mismo Antonio que hacía 12 años no veía. El mismo chavo de quien alguna vez fui novia y el primero del que realmente me sentí enamorada.

Nuestra historia tuvo un abrupto desenlace. Sus papás deseaban para él un futuro prometedor que iniciara con una licenciatura en el extranjero. En cambio las posibilidades económicas de los míos me esforzaron a conseguirme una beca en una de las mejores de la ciudad, que no pude rechazar. Lloramos bastante y procuramos mantener el contacto en la inevitable distancia, pero el tiempo, las ganas y la vida... nos separaron.

Así que me emocioné cuando recibí su invitación de amistad. Lo siguiente fue contestarle un mensaje contándole sobre mí. Un poco... porque no sabía qué decir y qué no. Los nervios del recuerdo se apoderaron de mí de inmediato. La ilusión de tenerlo de regreso me invadió. Y es que mi vida se detuvo por un instante para recordar los gratos momentos que pasamos juntos. Suspiré...

No tardó más que dos mensajes de ida y vuelta para decirme lo que realmente le había llevado a buscarme: Viene a la ciudad y quiere verme.

Emocionada, pero a la vez miedosa, me alejé de la computadora. No supe qué responder. Era claro que quería verle, pero también era claro que había cambiado. No era la misma y la imagen que él mantenía de mí era en definitiva una por completo diferente a la que mi espejo me echaba de regreso ahora.

¿Y él? También había cambiado. Esa foto lo confiesa. Lo intuyo en esa barba que ahora usa y en su mirada profunda que cuenta las historias de las que me perdí. ¿Y qué espera encontrar ahora?

Las preguntas asaltaron mi cabeza y me ahogaron en un mar de frustración por ignorar las respuestas. Podía elaborarle todo un cuestionario ahora mismo para aclarar las intenciones, pero más que interesada me percibiría desesperada.

"¿Me aceptas un café?" leí otra vez en la pantalla. Esperaba que una contestación y yo me negaba a darla. Las manecillas del reloj avanzaban presionándome. El pasado tocaba a mi puerta y no sabía si abrirle. Cerré los ojos un par de minutos. Evoqué la preparatoria y el día en que nos dijimos adiós a la puerta de su casa. También revisité el primer beso, la primera locura cometida en la oscuridad, la primera discusión y el primer regalo que pasé semanas tramando. 

Miré el espejo otra vez. No soy quien era cuando tenía dieciocho años. 

Ahora tengo treinta... y él también. ¿Puede esto salir bien?




**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!