Viernes de Relatos
Mi reflejo en el espejo dice una cosa: creciste.
Los braquets que coloreaban mis dientes sólo dejaron su rastro de orden y perfecta estética en mi dentadura. Mi cabello en coletas ahora se maneja lacio y suelto, ondeando con el viento cuando se dispone a juguetear con él. Mi ropa un poco rebelde se fue. Ahora visto jeans con blusas estratégicamente escotadas, porque ahora hay mucho que ver, pero mi ropa prefiere insinuar sólo lo suficiente para echar a andar la imaginación. Me hice amiga de los tacones y rara vez uso tenis. El espejo lo nota, ahora llevo maquillaje. Definitivamente ya no tengo dieciocho años.
Y él tampoco.
Fue Facebook el responsable de reencontrarnos. Un día cualquiera abrí mi cuenta y encontré una invitación de un tal "Antonio". Conozco muchos con ese nombre. La foto me pareció familiar, pero tardé un rato en reconocerlo. Era el mismo Antonio que hacía 12 años no veía. El mismo chavo de quien alguna vez fui novia y el primero del que realmente me sentí enamorada.
Nuestra historia tuvo un abrupto desenlace. Sus papás deseaban para él un futuro prometedor que iniciara con una licenciatura en el extranjero. En cambio las posibilidades económicas de los míos me esforzaron a conseguirme una beca en una de las mejores de la ciudad, que no pude rechazar. Lloramos bastante y procuramos mantener el contacto en la inevitable distancia, pero el tiempo, las ganas y la vida... nos separaron.
Así que me emocioné cuando recibí su invitación de amistad. Lo siguiente fue contestarle un mensaje contándole sobre mí. Un poco... porque no sabía qué decir y qué no. Los nervios del recuerdo se apoderaron de mí de inmediato. La ilusión de tenerlo de regreso me invadió. Y es que mi vida se detuvo por un instante para recordar los gratos momentos que pasamos juntos. Suspiré...
No tardó más que dos mensajes de ida y vuelta para decirme lo que realmente le había llevado a buscarme: Viene a la ciudad y quiere verme.
Emocionada, pero a la vez miedosa, me alejé de la computadora. No supe qué responder. Era claro que quería verle, pero también era claro que había cambiado. No era la misma y la imagen que él mantenía de mí era en definitiva una por completo diferente a la que mi espejo me echaba de regreso ahora.
¿Y él? También había cambiado. Esa foto lo confiesa. Lo intuyo en esa barba que ahora usa y en su mirada profunda que cuenta las historias de las que me perdí. ¿Y qué espera encontrar ahora?
Las preguntas asaltaron mi cabeza y me ahogaron en un mar de frustración por ignorar las respuestas. Podía elaborarle todo un cuestionario ahora mismo para aclarar las intenciones, pero más que interesada me percibiría desesperada.
"¿Me aceptas un café?" leí otra vez en la pantalla. Esperaba que una contestación y yo me negaba a darla. Las manecillas del reloj avanzaban presionándome. El pasado tocaba a mi puerta y no sabía si abrirle. Cerré los ojos un par de minutos. Evoqué la preparatoria y el día en que nos dijimos adiós a la puerta de su casa. También revisité el primer beso, la primera locura cometida en la oscuridad, la primera discusión y el primer regalo que pasé semanas tramando.
Miré el espejo otra vez. No soy quien era cuando tenía dieciocho años.
Ahora tengo treinta... y él también. ¿Puede esto salir bien?
**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!
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