Una vez me dijeron que mentir es no decir la verdad a quien merece saberla. Como por ejemplo, si un desconocido con cara de maleante te pregunta la dirección de tu casa, y le dices cualquier cosa, no se te califica de mentiroso. No tienes por qué decirle aquel dato, no merece saberlo.
Bajo esta premisa, de repente reflexiono: es posible que cuando alguien te dice la verdad, es porque algo has hecho para merecerla. Y me refiero a ese tipo de verdades que uno guarda en su vida, aquellas que revelan tu identidad, tu historia, tus razones y tu forma de ser. Ese tipo de verdades que no le sueltas a quien sea, sino que compartes en profundos momentos de intimidad y resguardo.
Cuando tú eliges a una persona para confiarle tu verdad, es porque le das un lugar especial en tu vida. Ese sitio, esperanzadamente se lo ha ganado y por eso merece saber la verdad sobre ti. Supongo que llegado ese momento en que te animas a revelarte como eres es especial. Porque no a cualquiera lo revelas. Eliges bien a esas personas. Al menos esperas haberlo hecho así...
Amigos, familia y por qué no, una que otra persona que se acerca demasiado al corazón. Esas personas suelen saber la verdad sobre ti. Tú eliges quiénes quieren que la sepa. Y tal vez, de algún modo, por la confianza y el cariño, es que se la merecen. Pareciera que la verdad te acerca a otros, mientras que guardarte la verdad para ti mismo, mantiene la distancia.
Y ha de ser genial poder confesar quién eres sin miramientos ni juicios.
La invitación de la semana: encuentra a alguien a quien puedas decirle la verdad. Y si tienes a tu alrededor a alguien que merezca saberla, dila. Ha hecho su parte, te toca a ti. Que finalmente, la verdad, aunque pueda doler, siempre abrirá puertas. A veces no las que queríamos, pero sí las que son mejores para nosotros.
¡Que tengan un lindo inicio de semana!
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