Viernes de Relatos
Es agradable, linda, educada... puedo comprender por qué se enamoró de ella.
Su departamento estaba repleto de él... y de ella. Fotos colgadas en la pared donde se les veía gozar juntos de viajes, comidas en restaurantes junto a sus amigos y algunas en las que simplemente habían capturado el momento por la sencilla razón de querer trascender lo cotidiano.
Los colores los debe haber elegido ella, pero de cierta forma él se ha conseguido colar en la decoración. Detalles muy suyos destacan entre lo cursi que aparentemente es ella. Los rincones de este hogar me tienen maravillada, como si fuese invitada a un sitio especial al que no todos tienen permiso de entrar.
Ella me invita un café para entretenerme mientras él vuelve. No le he revelado del todo mi identidad y me sorprende que siendo una extraña, el hecho de tener relación con él le inspire la confianza para conducirse conmigo familiarmente.
Sentada en el sillón, me pregunta cómo es México, me explica que él quiere vivir allá. Ella le ha dicho que no - la historia me la sé - pero en secreto me confía que sólo lo hace para dar un poco de batalla con la esperanza de que su deseo se cumpla, pero que su mayor anhelo es permanecer a su lado; aún cuando eso signifique seguirlo a otro país.
Basta. No puedo escucharla más. En eso, la puerta se abre. No hay sorpresa para mí, es él. Sin embargo, el sorprendido es ese que atraviesa el umbral y dibuja en su rostro un gesto de desconcierto que no logra disimular ni con el fuerte abrazo que recibe de parte de ella, quien se apresura a saludarle con un beso en los labios. Como si yo no existiera, ella se dedica a mimarlo y festejar su llegada. Él no aparta su mirada de mí, fija y absorta. Me levanto de mi asiento dejando la taza de café sobre la mesilla de centro. Ella se vuelve hacia mí para presentarme con él y tal vez agradarle al reencontrarnos.
- Ella es de México y vino a buscarte. Quiso darte la sorpresa y ni tenía certeza de que vivieras aquí. Una vieja amiga tuya muy aventurera, ¿cierto? ¿La reconoces? - le preguntó emocionada - yo ignoro si te reconocería luego de tantos años sin verte.
Nos miramos los dos. Ella aplaudía ignorando lo que significaba vernos nuevamente. Se acercó a mí y me tendió un abrazo fuerte. Yo le abracé de vuelta tendida en lágrimas. Sin que me lo dijera, me di por enterada, ya que la verdad se asomó en su imponente silencio y su compasivo gesto de cariño.
Por un instante se paralizó el tiempo. Me robé esos segundos para guardármelos para siempre. En ese espacio no había lugar para mí. Ni un huequito que usurpar para quedármelo conmigo. Ella le ama y por su rostro desencajado, adiviné que él a ella, por lo que deduje lo inoportuna que era mi presencia.
Permitimos que la cortesía y los buenos modales resolvieran el resto de la incómoda situación, hasta que el reloj anunció una convenida hora para retirarme. Me despedí de ella tan disimuladamente como mi convencimiento de avanzar me lo permitió. Él insistió en acompañarme a la Recepción, así que tomamos juntos del elevador. Sin decirnos nada, salimos al abrirse las puertas. Nos detuvimos en los escalones de la entrada y nos colocamos frente a frente... cara a cara.
- Me dio gusto verte. - dijo Antonio.
- A mí también, supongo. - agregué entristecida. - Cuando te fuiste sin despedir, no entendí por qué lo hiciste. Ni ahora lo entiendo, pero creo suponer la razón.
- No me despedí de ti porque sabía que no podría hacer lo que ahora me veo obligado a hacer.
- ¿Lo cual es...? - pregunté inquieta.
- Decirte adiós otra vez.
Y con una lágrima resbalando en su mejilla, me regaló un beso en la mía y nos despedimos, como aquel entonces, escondiendo resignados las ganas de estar juntos otra vez.
FIN
**No te pierdas la próxima historia el próximo viernes aquí, en "Viernes de Relatos"!!!!!!
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