Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
domingo, 20 de abril de 2014
Así nací
Todos los niños mitifican su nacimiento, es un rasgo universal. ¿Quieres conocer a alguien? ¿Su corazón, su mente, su alma? Pídele que te hable de cuando nació. Lo que te cuente no será la verdad: será una historia. Y nada es tan revelador como una historia. --- Vida Winter, Cuentos de cambio y desesperación.
Un sol tan apagado, que al verlo nadie le creía que era un sol. Apenas conseguía calentar el agua de la fuente en el centro del hospital. Sus gotas chisporroteaban de arriba abajo en caída libre, salpicando las faldas de la fuente que las sostenía. El golpe del agua le recordaba el fluir de la vida, el movimiento del tiempo y el caudal que te arrastra contra su voluntad. Así avanzan las horas, inevitables, mientras una señora adentrada en años contemplaba el cielo buscando el cobijo del calor de la mañana.
Adentro, un hombre desespera recorriendo los pasillos blancos y absurdamente pulcros. En cada paso las paredes parecían hacerse más angostas, apretujándole el cuerpo y asfixiándole más y más. Su cabello lidiaba la pelea contra el roce incesante de sus dedos, despeinándose y levantándose en señal de protesta. Rascaba luego con sus manos el fondo de sus bolsillos, mirando incesante su cartera escondida en el bolsillo trasero de su raído pantalón. Sin monedas, sin billetes y una cuenta vacía, pero llena de deudas en el banco.
Una mujer gruñía más adentro. Sola, apretando sus puños para pujar con fuerza, cada respiración dedicada a un solo esfuerzo: dar a luz a una niña. El llanto del bebé se hizo escuchar en toda la habitación. Los doctores felicitaron cortésmente y sin emoción a la nueva madre. La mujer pidió ver al bebé. Le bastó un vistazo, pues se negó a estrecharle entre sus brazos. Ella suspiró hondo, el dolor terminó.
La señora en el jardín fue avisada desde lejos por una enfermera de quien había sido cómplice durante los chequeos previos al parto. Había querido estar presente en cada uno de ellos cual buena madre viviendo el sueño de convertirse en abuela. Había sido su única compañía en esos momentos. El presunto padre no había querido asistir... su negación y miedo no le permitían ejercer su nuevo rol. Anhelaba permanecer en la niñez aún siendo un hombre.
La abuela se acercó presurosa al cunero, donde encontró sorpresivamente a su yerno. Cabizbajo, apenas se atrevió a dirigirle una sonrisa. Ella echó una mirada llena de ilusión a su nieta, quien estrenaba su aliento y abría los ojos por primera vez al mundo. A través del vidrio y rodeada de otros igual a ella, destacaba por su carita expectante, su inmovilidad envuelta por una cobija y su cabeza cubierta con un gorrito rosa de estambre. Una escena que capturaba la belleza y la inocencia del que no sabe nada. Ella miró de nuevo al hombre a su lado, quien apretaba los dientes y perdía el ritmo de su respiración.
- ¿Cómo voy a sacar a ambos de aquí?
Ella quedó desarmada al pillar sus ojos humedecidos. Un hombre le revelaba su flaqueza y debilidad. Su hija permanecía desterrada en la habitación designada para ella, ignorándolo todo, sospechando todo. Las dudas y el miedo se apoderaron de los dos. El instante de alegría que había inspirado la ternura de la niña, se apagaba lentamente ante la mediocridad y la inmadurez de la falta de un plan. El nacimiento empujaba a aquellos seres a crecer y a despertar sus voluntades, mientras que la bebé esperaba ingenua que la fueran a abrazar.
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