La vida sonríe
Abres los ojos, miras a tu alrededor y te percatas de que no estás solo. Es una fracción de segundo lo que dura el hallazgo. Tu corazón late deprisa por la emoción que procura contener para no saltar de tu pecho. Tu respiración es tranquila, como cuando duermes profundamente por la noche. Naturalmente, descubres lo que siempre ha estado ahí: tu felicidad.
A veces es necesario escaparse de la rutina y dedicar una pausa para que te enteres. Aunque siempre están ahí las razones, no las adviertes por la inercia del día a día, pero ahí están. Creo que por eso tenemos la necesidad de crearnos tradiciones que nos obliguen a poner un alto y recordar lo que somos y tenemos, de otro modo, aún teniéndolo frente a nuestros ojos no lo veríamos.
Un cumpleaños es uno de esos momentos. El aniversario de nuestra llegada al mundo nos otorga una pauta para hacer algo distinto a lo de siempre; o para hacer de lo de siempre algo especial. Para reunir a los que queremos alrededor de un pastel. Reír de tonterías, carcajearnos de la vejez y conmemorar los aspectos más sencillos que tiene la vida como llenarte de abrazos y buenos deseos. Ese día recuerdas que hay detalles en la vida que te contentan el corazón.
También te maravillas al ser parte de ese festejo que no es tuyo. Festejar a un amigo se convierte en un acontecimiento genial cuando ves lo que el aprecio y cariño por alguien puede hacer. Si fluyes con lo que ocurre y te dejas de prejuicios, miedos, expectativas y desganas, confabulas una fiesta sorprendente. Es cautivador lo que el amor y el interés por un amigo pueden conseguir.
Las ganas de dormir y quedarte en casa se vencen. La poca afinidad a sitios estruendosos carece de importancia. El cansancio luego de un largo viaje en carretera no te roba los ánimos. Cancelas otros eventos que se agendan al mismo tiempo, y también cruzas la ciudad de frontera a frontera para poder estar presente. Ignoras los malentendidos con otras personas y las tristezas que te agobian las sueltas para estar y atender esa amistad. Es un deber estar ahí, y ningún contrato que hayas firmado te obliga a hacerlo. Es una fuerza más grande la que te mueve, algo más trascendental.
La magia de celebrar a un amigo puede unir a las personas y recordarles que lo verdaderamente importante es convivir y gozarse mutuamente. Verse a la cara, sentir la alegría, admirar las sonrisas y entender que no estás solo. Una fiesta de cumpleaños te revive y anima. Es un pedacito de tiempo, en el que si te dejas, te llena de agradecimiento y satisfacción, porque te lo presenta directamente y claro: lo que realmente importa, son las personas que tienes a tu alrededor. Lo que haces por ellas y lo que ellas hacen en ti. Esos lazos que te tocan las entrañas y te hacen sonreír, porque la vida está para sentirlos, para atiborrarte de ellos y gozarlos. Los lazos con tus amigos y familia, son parte esencial de lo que celebras por estar vivo. Por eso están ahí contigo al apagar las velas.
Feliz cumpleaños a mis amigos y familia que cumplen años en este fin de semana. Es un honor tenerlos en mi vida y participar de la suya.
Y a las personitas que me encuentro en esas celebraciones, gracias porque puedo llamarles "Mis amigos."
¡A celebrar!
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