Inevitable vivir sin dinero.
Alguna vez fui una de esas personas que se levantan cada mañana muy temprano para salir a trabajar. Desayunaba por regla familiar de nunca salir de casa sin alimento en el estómago. Me arreglaba con mi ropa propia para ir a la oficina. Salía rogando no encontrar tráfico en las calles y conducir milagrosamente a toda velocidad. Esto anterior: totalmente irreal. Invertía en los trayectos de mi casa al trabajo una hora. Una hora de mi vida gastada en el coche; invertida en mis clases autodidactas de canto al son que tocara la radio.
Alguna vez fui una de esas personas asalariadas, que si trabajan con esmero, consiguen mantener su empleo y recibir ese hermoso pago fijo y constante.
Hoy no soy una de esas personas. Soy de esa clase a la que llamamos: "emprendedores" y a los que por un tiempo también les queda bien la etiqueta de: "desempleados". La diferencia entre ambos radica en qué haces con el tiempo que te ha sido concedido. ¡Ah, porque debes enterarte! El asalariado se queja de no tener tiempo.... el otro se queja de tener demasiado tiempo.
Entonces, el emprendedor (quiero considerar que caigo en dicha categoría) busca incansable oportunidades de trabajo por las que obtendrá a cambio una remuneración posiblemente muy pequeña en comparación de su sueldo como asalariado. Así es, la vida del emprendedor novato es ingrata. Los recuerdos que de cuando tenía un genial sueldo asegurado lo tientan a volverse al otro camino. A mí me pasó. Lo irónico es que cuando más desesperada estaba por hallar empleo, la única "empresa" que me contactó, resultó ser una multinivel, de esas que te venden la idea de poner tu propio negocio, cuando en la realidad, les trabajas a ellos con libertades y flexibilidad. Hasta no ver mi nombre en el Acta Constitutiva, les creeré a esas empresas, que su empresa es mía...
Sin embargo, tomé aquello como una señal. No debía rectificar y continuar esforzándome en el camino de emprender. No es fácil, pero a la larga promete una independencia soñada, que los asalariados envidiarán en el futuro. Al menos a eso me aferro para seguir avanzando.
Lo que es cierto, y antes no era capaz de verlo. Es que en aquellos ayeres, cuando yo recibía mi pago por mi trabajo, me sentía cómoda y aparentemente feliz. Puedes comprar, salir, despilfarrar, gastar, invertir... todos esos verbos que conjugas con el dinero en tu mano. Hoy, que esas acciones se ven limitadas por el raquítico ingreso que obtengo, no puedo realizarlas, pero a cambio, he recibido un sentimiento que antes no experimentaba: "Agradecimiento".
Por alguna razón, el dinero extrañamente seguro (porque nada en la vida es seguro) no sabía igual al que realmente sudo con mi esfuerzo de hoy. Ganar el dinero por tu cuenta le imprime un sabor delicioso y exquisito que te traslada a la dulce sensación de ser algún día financieramente independiente. "Un peso" es un bocado diminuto de un platillo excelso de satisfacción. No quisiera que me malinterpretaran. Definitivamente el fruto de un trabajo asalariado puedes agradecerlo también. Es sólo que, el ingrediente incertidumbre, en dosis extremas es lo que le convierte en un manjar que produce un agradecimiento peculiar que no había experimentado.
Básicamente, el hecho de que hacer dinero por tu cuenta sea más difícil, hace que sepa mejor tenerlo.
Mantengo mi orgullo para los que viven bajo el reloj checador de un jefe... vivir así, merece mi respeto. Yo no quise y preferí la aventura de vivir sin un sueldo por un rato. Ya veremos en unos años cómo resultó.
Lo importante queridos amigos, sea como asalariado o como emprendedor, es que puedas vivir. El dinero no es el fin, es un medio. Lo trascendente y con significado es qué haces para obtenerlo y qué haces con él. Esas son las interrogantes sobre las que cada uno debemos reflexionar.
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