Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 17 de octubre de 2014

Los viernes soy soltera (2o. Parte)

Viernes de Relatos

Dieron las seis de la tarde. La hora de salida de la oficina. Apagué mi computadora, apilé los documentos pendientes por revisar, acomodé las plumas en el lapicero y saqué de mi cajón mi bolsa de mano. Saqué las llaves de la puerta y cerré aquel sitio que no visitaría hasta el próximo lunes.

Llegué a mi departamento. Quietud y tranquilidad. No se escuchaba ningún ruido. Contemplé el vacío de un lado a otro. Entré en mi habitación e hice lo que hacía mucho no hacía: el ritual de preparación para salir al bar un viernes por la noche.

El ritual a continuación tenía todo su protocolo. El conjunto debía ser el adecuado para causarle una buena impresión al "desconocido número uno, Javier". Un vestido negro entallado y un poco escotado lograrían el impacto. Unos tacones de esos con los que difícilmente se camina fueron los elegidos. Me solté el cabello y maquillé mi rostro sutilmente con sombras grises difuminadas. Un labial color claro para no competir con el oscuro de mis párpados y unos aretes que tintineaban con el reflejo de la luz.

Me miré al espejo y me gustó lo que encontré.

Vaya, arreglarse así revivió algo en mí. Mi aspecto lucía sexy, candente, seductor. Era difícil reconocerme y al mismo tiempo me reconocí en una imagen que me era familiar. ¿Dónde había estado? Recuperarme me emocionó y me concedí sentirme así. Finalmente, tenía una cita con un tal Javier y con ello, volvía al juego de salir y conocer gente. Podría divertirme y pasar un buen rato. Tal vez resultara buena idea después de todo.

Me despedí de mi cama, mis películas y mis libros. Subí al coche y me miré en el retrovisor. Lucía espectacular a la luz de la luna, que para entonces ya iluminaba el cielo. Todo estaba listo y dispuesto para mi aventura de viernes.

Llegué al sitio donde era la cita. Eché un vistazo rápido adentro, pero no encontré a nadie con las señas particulares indicadas por mi cómplice número uno. Esperé un momento y una señorita preguntó mi nombre y por mi número de acompañantes. Se lo di y a la segunda pregunta mencioné que alguien me alcanzaría. Qué interesante me sentí. Alguien llegaría a acompañarme. Seríamos dos.

Al sentarme en una periquera, un mesero se acercó a preguntarme por la bebida que tomaría. Fuera de práctica, pedí lo primero que se me ocurrió: Vodka y Jugo de Arándano. Ignorando si debí haberle esperado antes de pedir, miré el reloj notando su retraso.

Veinte minutos de retraso. No es mucho. El tráfico de la ciudad debió atraparlo.

Miré a mi alrededor y conté varias parejas que se perdían en besos y caricias. Algunos grupos de amigos esparcidos equilibraban la escena. Noté que era yo la única que estaba sola. La única.

Luego de cincuenta minutos empecé a notarme. La gente me miraba de reojo y apostaba a que cuchicheaban a mis espaldas. Empezando a trastornarme, escribí a mi amiga preguntando por el sujeto en cuestión. Me suplicó paciencia mientras lo localizaba. El mesero se acercó a mí para preguntarme si podían usar la silla vacía frente a mí. Con una mirada indignada le negué su solicitud. Se retiró sin hacer mella. Transcurrió una hora antes de saber de mi amiga.

Se ha quedado atorado en la oficina trabajando. Una cosa de presupuestos que va para largo. Lo siento en el alma amiga

¿Es real lo que leo? Furiosa pedí la cuenta y salí del bar. Me sentí acongojada. Mucho. Mi esfuerzo por darme la oportunidad de conocer al tal Javier había concluido en un plantón. ¡¡Me dejó esperando!! Si tenía mucho trabajo, debió aclararlo a mi amiga y evitarse el compromiso de aceptar salir conmigo así como así. ¿Cómo iba yo a pensar que sería diferente este viernes?

De vuelta en el hogar, arrojé los zapatos en el armario, desmaquillé mis párpados y me quité deprisa el vestido negro. Sujeté mi cabello en una coleta y me eché una sudadera encima que me arropó en la cama hasta que concilié el sueño.

Las noticias vuelan y más las malas. Mi celular me despertó a la mitad de la noche. Recibí un mensaje que leía:

Andrea es una amateur en esto de ser casamentera. Mi candidato te sorprenderá el próximo viernes ¡¡Prepárate!!

¿No fue demasiada humillación? Tendría que aclararles que para estos desenlaces, prefiero ser soltera.



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