Viernes de Relatos
Soplé las velitas. Mi cumpleaños número 35 había llegado. La lista de cosas que se supone habría hecho para entones estaba completa, excepto por el pendiente que todas mis amigas se habían empeñado en escribir en ella: tener novio. Vaya, esas dos palabras podían obsesionarlas hasta el punto de la locura. No importaban los logros que yo recitaba orgullosa en cada una de las cenas que teníamos para charlar de nuestras vidas. Mi increíble trabajo en el que yo era la subdirectora a la que se le consultaban importantes decisiones, mi posgrado estudiado en el extranjero, los tres idiomas que hablaba con fluidez, el automóvil que conducía, mi departamento lujoso en el que yo hacía y deshacía a mi antojo, los geniales ingresos que percibía cada quincena, los deportes que practicaba y mi buena salud... todo aquello pasaba a segundo plano cuando mis amigas se empeñaban en hacer la única pregunta a la que tenía una respuesta no tan sensacional ¿Tienes novio? ¡Odio ese cuestionamiento!
No es que no hubiera querido tener novio antes. Lo había intentado varias veces, sólo que al final no resultaba lo que yo quería. Además estaba detrás la terrorífica historia con él, un novio que durante un año se negó a verme los viernes. Por irracional que parezca, así fue. Nunca tuve una respuesta de por qué se negaba a verse conmigo ese día. Las sospechas y la paranoia me carcomieron. Finalmente, lo dejé atrás, pero su huella dejó rastro en mis rutinas, a tal grado, que me acostumbré a ser soltera los viernes.
Por esto, mientras todas mis amigas organizaban el clásico "viernes social" yo me despedía de ellas en la oficina y partía a mi departamento. Ahí prendía la televisión, sacaba mis libros favoritos y me preparaba en la cocina mis platillos favoritos. Los viernes eran míos muy a mi modo. El fin de semana el deporte y la recreación se adueñaban de mi tiempo, por lo que no tenía muchas ganas de incluir a un hombre en mis actividades. Así estaba bien, hasta que mis amigas, alineadas a los ritmos sociales estereotipados, me echaban en cara la carencia de un ser masculino a mi lado.
Maldita sea... 35 años y ni luces de un novio.
Esa noche, frente al pastel que repartía el mesero en el restaurante, mis amigas, casadas o pareja, con hijos y sin hijos, se encomendaron una misión. Encontrarme novio. Aplaudieron emocionadas con su ocurrencia mientras yo hundía mi ánimo en un bocado sabor chocolate. Se reían y cotilleaban a mis espaldas. Evaluaban prospectos y sacaban de su celular la lista de contactos que podían ser candidatos. Ninguna se percataba de mi gesto insatisfecho y elegí callar mientras elucubraban su estrategia. Finalmente, una de ellas apagó el bullicio alzando una copa de vino al aire.
- ¡Ya está! Nosotras nos haremos cargo de todo. Tú sólo nos dejarás disponer de tus viernes durante un mes y medio.
¿Mes y medio? La lógica no era tan grandiosa. Ellas eran seis y cada una apostaba a su candidato como favorito para sacarme de la, según ellas, patética soltería. ¡Vaya clan!
Mi opinión no fue solicitada y su proyecto les inyectaba tanta adrenalina y euforia que no quise arrebatárselos. Podía ser que murieran de la desilusión y además, su ociosidad requería diversión a costa mía. Entonces, influenciada por mi espíritu altruista acepté el plan. ¿Qué es lo peor que podía pasar? Los viernes tendría que dejar mi hogar y entrevistarme con seis desconocidos. Seis hombres más o menos desesperados que ellas. Seis variedades de personalidades. Seis intentos y seis historias de incertidumbre.
Ellas brindaron a mi salud a carcajadas. Definitivamente habían perdido la cordura con esos tragos. Las repasé a todas mirándolas a detalle y captando las extravagancias que las distinguían. En ese momento descubrí que más allá de su familia no sabía nada de ellas. Sus amigos eran un círculo al que yo no me había asomado jamás. Las posibilidades empezaron a asustarme. ¿A quién me van a presentar? Por un instante sentí pánico, pero el trato estaba hecho. Mi sentencia iniciaría el próximo viernes y estaba condenada a no faltar.
Rayos... en qué me metí.
Por todas tus publicaciones que no me pierdo ninguna, creo conocerte cada vez mas y en verdad lo menciono, todas conllevan a un aire de nostalgia por un solo nombre del pasado no superado, ¿acaso esa persona es la que inspira tu vida?
ResponderEliminar¿Por qué no te diste la oportunidad de seguir con esa persona? ¿Son tus relatos una proyeccion de un quiero revivir nuestra historia?
En mi punto de vista, eso es lo que en lo global tus relatos denotan.
Y esa parte de ti me llama mucho la atencion, un enigma sin resolver que espero pronto poder besar
Primero que nada: gracias por visitar el blog y no perderte ningún post!!! Muchas gracias!!!
EliminarSegundo: Si te develara la verdad oculta tras cada relato, acabaría con el enigma que despierto en ti. Prefiero no "relevarte el truco" para que sigas disfrutando la magia y el asombro.
Lo que sí te puedo decir, es que cada cosa que vivo: experiencia, encuentro, interacción o diálogo, busco que trascienda en algo para escribir. No es tanto como que alguien inspire mi vida, puesto que mi vida la inspira la vida misma, pero eso que pasa mientras vivo, sí queda al servicio de la pluma y el tintero. Y eso es lo que me fascina.
Espero mi respuesta te deje satisfecho =)