A colación por el Día del Perro, que se difunde en las redes sociales...
Me imagino la mirada de mi perrita. Mirando todo a su alrededor sin entender de qué van los líos de los humanos. Me observa desvelarme por las noches, sentada a la mesa, leyendo y sin quitar la vista del monitor de la computadora. No importa cuánto tiempo transcurra y cuán cansado haya sido su día. Mi perrita me acompaña y está al pendiente de mí hasta que parto a dormir. Sólo entonces abandona su sitio a mi lado.
Mi perrita es la primera en salir a saludarme cuando llego de la calle. No importa qué humor me cargue, ella no se desquita ni me reprocha nada. Si le hago mucha fiesta, bien; sino, lo mismo. Legítimamente no espera nada a cambio. Cuando reflexiono al respecto y sé que he seguido mi camino hacia la puerta sin dedicarle unas buenas caricias, me regreso arrepentida. Entonces ella me mira contenta y por un momento celebramos nuestro reencuentro.
Las comidas son un evento. A veces no apetece lo que le doy, a veces tiene tanta hambre que no le bastan mis raciones de comida. Adivinar su antojo me hace rabiar cuando no tengo tiempo para comprender, pero sus ojos que buscan hacer contacto conmigo me desarman y me tiene a su disposición.
Sabe cuándo estoy triste. Apoyada en una silla, con la cabeza sobre mi mano y el codo apoyado en mi regazo, ella encuentra la manera de colarse y ubicar su cuello convenientemente para ser acariciada. Aunque más que buscar mi cariño, lo que pretende es brindarme el suyo. Cuando estoy alegre, lo sabe también. Su proximidad lo demuestra. Se acerca demasiado dando vueltas alrededor mío. Llena mis pantalones con el pelo que se le ha caído al rozarme en su movimiento. Este particular gesto que enfurece a algunos, es el que me indica a su manera, que ella está ahí.
Mi perrita me enseña a diario a ser más paciente y respirar antes de reaccionar. Ella simplemente está y hace lo que hace un perro. Jamás me escucha si estoy impaciente o de malas. Jamás me obedece si no soy serena y asertiva. Jamás atiende a mi llamado si lo hago estruendosamente y enfurecida. Ella sólo obedece cuando considera que soy confiable para ser seguida. Sólo entonces soy su líder y hace lo que le indico. Esta clase de relación es la que me impresiona día a día, porque aprendo que así es la vida. Si quieres ser escuchado, no hay necesidad de gritar. Si quieres que te hagan caso, representa confianza para ser seguido. Si quieres ser atendido, haz contacto y sé contundente. La calma y el contenido con el que haces las cosas son muy poderosos.
Mi perrita me lo enseña todos los días. Por eso la convivencia con ella trasciende al rol de "amo" y "mascota", porque la comprensión de la esencia de ambas (humana y perro) y salvaguardar sus significados, es lo que permite gozar de lo increíble que es contar con una compañía perruna incondicional.
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