Viernes de Relatos
- Así fue.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, aún cuando estaba segura de mi decisión, sentía un aguacero en mi interior. Él me escuchó con atención sin decir ni una sola palabra. Meditabundo me brindó consuelo con su presencia, ningún gesto arrojó su rostro.
- ¿Qué piensas? - pregunté.
Tuve que cortar el silencio que me carcomía. Le animé a que diera una opinión, pero él se mantuvo en silencio. Era difícil interpretarlo.
Le había contado sin mucho detalle lo ocurrido con David. El fin de semana pasado con un café frente a nosotros y sin el usual escándalo que le acompaña, le planteé que mi parecer era dar por concluida la relación. David quiso indagar más sobre mi sorprendente noticia, que le tomó por completo inadvertido. Preguntó lo acostumbrado, si había alguien más. No supe a bien qué contestar. Lo cierto es que podía haberlo, pero no era nada asegurado. ¿Y cómo podía explicarle? Había un hombre con quien me veía desde hacía años todos los viernes para no hacer otra cosa más que platicar. No lo entendería, ni tendría sentido ahondar más en esos encuentros, que ninguna evidencia romántica incluían.
David no apeló mi veredicto. Extrañaría mi compañía de ahí en adelante, pero nada más. No era que algo entrañable le fuera arrebatado. Me quedó claro que nuestra relación no nos comprometía íntimamente en encuentros profundos. No era eso, sólo éramos una especie de compinches que se divertían tomados de la mano.
Él permanecía en silencio. Empezó a desesperarme la ausencia de su voz. ¿Qué estaba pensando? Me troné los dedos y me mordí los labios. Esto incomodaba. De repente, mis pupilas le acompañaron en su estrepitoso movimiento; se levantó enseguida de la banca del parque. Asustada, quise detenerlo con la mirada penetrante que le echaba mientras él con la suya me ignoraba. ¿Qué había sucedido? Él se despidió formulando un enunciado tan breve y sin contenido, que no podía creerlo suyo. Se marchaba, así nada más. Emprendió la retirada por donde siempre se va y a dónde nunca le he seguido. En la distancia se empequeñeció su figura y la perdí cuando unos niños corriendo se antepusieron a su imagen.
Me quedé sola, sentada en la banca. Mi respiración agitada denotaba mis ansias por la inexplicable separación.
Se fue... ¿por qué?
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