Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


sábado, 31 de diciembre de 2016

Mi Brindis Personal 2016


Como es costumbre al finalizar cada año, levanto mi copa para brindar por este fin de año y por el nuevo que ha de iniciar...

"Eres la más afortunada" dijo una amiga entrañable que hice en el camino de este año.

Con estas palabras en mente repaso lo que este año 2016 me obsequió. Definitivamente no todos los días fueron sonrisas y algarabía, por lo que esta frase contraria mis recuerdos. Si echo un vistazo rápido lo primero que asalta a mi mente son las lágrimas que derramé, mi corazón que se rompió no una, sino dos veces y las caídas que enfrentó mi espíritu al golpearse mis manos contra el suelo. Ni qué decir de las ilusiones que se cultivaron a la luz de la esperanza y se oscurecieron con el ajetreo de la naturaleza propia de la vida.

Sencillamente, el baúl de los recuerdos a simple vista inspira tristeza y desánimo, pero esta frase acuña las escenas en las que no había reparado. En cada escena que evoco, la que le continúa está repleta de manos que se tienden para ayudarme a levantarme. Están llenas de miradas que me acogieron cada vez que el miedo se apoderó de mí y me tentó a renunciar. 

Este año 2016 infiero que precisamente la mayor fortuna recae en la sabiduría de tener y hacer amigos. El más grato consuelo para no dejar de avanzar es la posibilidad de tener un hombro en el cual llorar. El regalo más grande fue el tener la humildad para descubrir que la vida te regala pequeños instantes en los que dos personas se encuentran dentro del azar de la casualidad. Esos segundos apenas imperceptibles son los que conceden que un extraño puesto en tu camino se convierta en un gran amigo. La fortuna es esa... permitir que suceda la magia de abrirle el corazón a un igual que tú, que esperanzadamente apreciará ese esfuerzo de despojarte de lo que esconde a tu verdadero yo, para encontrarte con su verdadero tú.

Caer es parte de la vida. Levantarse una opción. Tener un amigo a tu lado en ese proceso: una bendición.

Levanto mi copa muy en alto para brindar por mis amigos. 

¡Por mis amigos que conozco de años atrás! Por mis amigas de la adolescencia, que vi este año crecer y formar su propia familia. Por mis amigas de la escuela y universidades. Por mis amigas del trabajo que he dejado atrás, pero que ellas siguen adelante conmigo. Por mis amigos con quienes viví una interrumpida práctica, pero que no se perderán pese a ello. Por mis amigas con quienes comparto un sueño y proyecto en común. Por mi amiga que me acompañaría al inframundo a dejarle un regalo a un desamor. Por todos mis amigos con los que me he encontrado en este andar y por esos amigos que no se han podido quedar, pero que atesoro en un recuerdo especial.

Por todas esas personas que me acompañaron con su presencia en mi vida este año 2016.

Por ellos y por ti que lees este brindis, quiero agradecer esta noche. Porque aunque tu rostro y el mío no se conocen cara a cara, a través de las palabras nos conocemos un poco más cada vez.

¡Gracias año 2016 y feliz año 2017!

... porque sí: soy muy afortunada.



viernes, 16 de diciembre de 2016

"El regalo de la caja" Parte II


Viernes de Relatos


Valentina sintió el peso de la desilusión en sus hombros. Cabizbaja, reflexionaba sentada en la banqueta si acaso podía descifrar ella sola el misterio.Tal vez con un poco de suerte podía enterarse de qué iba el tan guardado secreto. Sin embargo, transcurrieron las horas sin conseguir su propósito.

Su vecina, que alguna vez fue su entrañable compinche en el colegio, salió a la calle y se sentó a su lado para acompañarle. Le miró tan angustiada que no titubeó en indagar sus motivos y aunque ella se resistió de inicio a compartirle la verdad, cedió ante la insistencia característica de su amiga.

Ella, al escuchar acerca de la supuesta leyenda, quedó un tanto incrédula. ¿Cómo era que existiera una fórmula que asegurara lo que una persona puede sentir por la otra? Valentina no pudo justificar su idea, pero la defendió aferrada cual verdad absoluta.

- Pues bien, si tanto crees que existe ese secreto, será mejor que te ayude a averiguarlo o te la pasarás aquí sentada lamentándote...

Valentina le agradeció que accediera a participar de su loca búsqueda, entre dos sería más fácil dar con aquella verdad.

- Tal vez podemos reunirnos otra vez con la mujer que dices... la que te dejó plantada - y se rió sin intentar disimular. Valentina le echó una mirada furiosa a punto de abandonarla con su propia carcajada. Su amiga comprendió que debía revindicarse encaminándose nuevamente a la seriedad que representaba la proeza.

Se levantaron ambas y sacudieron sus pantalones del polvo del que la calle les había ensuciado. Fijaron fecha para reunirse nuevamente con la guardián del secreto y conseguir que se sincerara con ellas. Estrecharon sus manos y marcharon adentro de sus casas, pero justo antes de perderse de vista mutuamente, su amiga devolvió su atención a Valentina y formuló la pregunta más importante terriblemente omitida en la conversación:

- Y a todo esto, Valentina... - frunció el ceño - ¿Quién es el tipo por el que estamos haciendo esto?

Valentina suspiró con tanta ternura y aflicción, que de no ser por la tosca personalidad de su amiga, le hubiera corrido a rescatar con abrazos y mimos exagerados para aminorar su desgracia.

La sonrisa de Valentina resplandeció en un solo nombre dicho en voz alta, a la luz de un atardecer a sus espaldas.

- Carlos. - se sonrojó - Es Carlos.

Su amiga inhaló sorprendida y contuvo la respiración hasta casi pintar su cara de azul.



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viernes, 9 de diciembre de 2016

"El regalo de la caja" Parte I


Viernes de Relatos


Cuenta una leyenda, que corre silenciosa de los labios de una jovencita enamorada a otra, que existe un secreto que los hombres no conocen. La leyenda resguarda una respuesta para los corazones agotados por la ilusión de estar eternamente enamorados. Lo que oculta se revela al pasar de un corazón a otro, de aquel que ya ha descubierto la verdad a aquel que muerto por la curiosidad y exaltación de ser correspondido, escucha atentamente el sutil mensaje. Cuenta la leyenda que aquel que posee el secreto y se atreve a ejecutarlo, jamás ha sido engañado; que le arrebata la máscara a las situaciones más enmarañadas y que la responsabilidad de tener frente a sus ojos lo que buscaba ver, ha petrificado a más de uno.

- Es un poder que a veces no quisieras tener en la palma de tu mano - advirtió una mujer a otra. La primera tendría alrededor de treinta y cinco años de edad, alta y delgada, con cabello ondulado a la altura de su hombro. Jugaba con uno de sus mechones mientras miraba entristecida la taza de café frente a ella. La segunda tendría veinticinco. Su rostro alegre aún mantenía una clara fantasía iluminando su mirada. Sus manos sostenían nerviosas su taza, que llevaba a su boca para sorber el té.

- ¿Pero funciona? - insistió inquieta en preguntar la segunda - ¿De verdad podré saber lo que siente por mí?

- No has escuchado lo que he dicho... no quieres ese poder - aseveró la primera suspirando y echando su espalda al respaldo de su silla. - La gente cree que quiere saber la verdad, pero no es así. La busca en todas partes y pregona que eso quiere, pero cuando la tiene en la cara, y le golpea con fuerza tal cual es... corre o finge que no la ha visto. La gente prefiere vivir sus mentiras, porque la mentira es una historia endulzada hecha a la medida.

- Yo no quiero vivir una mentira... quiero saber la verdad. ¡Quiero saber si él gusta de mí..! - ella justificó inocentemente, rogando con sus pupilas tintineando, que le fuera compartido el secreto.

- Bah... no sólo sabrías si "le gustas", como dices tú, incluso sabrías qué tipo de hombre es...

La mayor observó con cuidado a la más chica. Repasándola en todos sus detalles. Vestía unos pantalones de mezclilla ajustados, unas tiernas zapatillas de tacón con una flor rosa decorando su punta. Su blusa holgada blanca conseguía contornear su figura, decorada con un collar de plata colgando de su cuello. El cabello largo y castaño recogido en una coleta perfectamente peinada. Su atributo más radiante: una sonrisa cautivadora abanicada por unas largas y tupidas pestañas. Entonces ella le arrojó un gesto de despecho y le soltó una frase que odiaba escuchar:

- Eres tan joven... realmente no sabes nada de la vida.

Dicho esto, se levantó de su asiento y se dispuso a marcharse, sentenciando que se llevaría el secreto consigo.



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viernes, 25 de noviembre de 2016

"Ya no somos novios" 8o. Parte Final


Viernes de Relatos


Nos encontramos a solas. Él y yo. Nadie más. El silencio entre ambos se me antoja ininterrumpible. No quiero ser yo quien pida una explicación, pero reconozco que sin ella no puedo despedirme.

- Ya no vives donde antes... - suelto en una penosa confesión.

- ¿Has ido a mi casa? - pregunta admirado - ¿Por qué no me lo has dicho?

- Por la misma razón que tú no me has dicho esto... - quiero excusarme.

Yo miro el suelo mordiéndome los labios. Me paso el cabello por detrás de la oreja. Él no hace otra cosa más que mirarme fijamente, tan tranquilo que ni parece haberle molestado mi acosamiento.

- El plazo de la renta terminó. Tenía que mudarme. Vivo en un hotel mientras hago la mudanza y vuelo a mi nuevo hogar. Me he quedado sin casa aquí, ya tengo la otra que me espera.

Alzo la mirada. Esta súbita revelación capta mi atención.

- Perdona que no te lo haya dicho antes... - continuó hablando ahora más serio y cubierto de un tono un tanto triste - No he querido lastimarte. No ha sido esa mi intención, pero...

- Pero... - le miro suplicando que no se detenga.

- ... no quería tener que decidir entre dos opciones que quiero con todo el corazón.

Me orilla a rellenar los espacios vacíos. Sólo puedo adivinar que se refiere a su trabajo y a mí.

- Esta oportunidad... es vital. En el futuro... dentro de unos años... yo qué sé. Tal vez... tú y yo... tal vez...

Le miro con tanta ilusión, que ahora es él quien clava los ojos en el suelo. Le sujeto del hombro suavemente.

- Has elegido tu trabajo.

- ¿Me lo reprochas?

- No lo sé... supongo que, siempre has puesto la mira en esa oportunidad. Por eso haces tan bien tu trabajo y no quiero ser yo quien corte tus alas.

- ¡No las cortas tú! Es sólo que... 

La conversación se transforma en un debate. La argumentación en contra de marcharse y el desacato emocional, nos orilla de a poco a una discusión sin remedio. Anticipando una última pelea, retiro mis palabras y me quedo en silencio. No tiene caso procurarle una persuasión en la que yo estaría dispuesta a dejarlo todo por ir con él.

- Lo hicimos muy bien juntos... nos comimos el mundo.

- Y eso te provocó malestar estomacal... - me río con ironía.

Él sonríe y me mira fijamente. Yo tuerzo la boca y me resigno a la inevitable despedida. No existe siquiera una oportunidad de hacerle ver mi parecer. La protocolaria conversación ya tiene anticipada su resolución. No hay ni una veta para dudar. Todo está hecho y no hay marcha atrás.

En un abrazo incómodo nos despedimos los dos. Me quedo con mis razones y las ganas de quererle convencer. Lo que yo siento en el fondo, donde no me puedo mentir, me lo tengo que callar. Cualquier intento, cualquier mínima intención de replicar, es en vano. Y por mucho que me duele, no tengo más opción que resignarme y avanzar.



Los días han transcurrido sin más noticias suyas. Existen personas que un día están en tu vida y al siguiente ya no están. Transitorias; vienen y van. Aunque él se ha ido, su recuerdo aún está. Y me molesta; me estorba. Quisiera alcanzarlo... pero me convenzo de que no tiene caso.

Me lo pienso de repente. "En el futuro, tal vez" Pero el futuro es un domicilio incierto, sin instrucciones para dar con él. Mejor lo dejo en el pasado, donde sé que cuando yo quiera, le podré ver. Ahí lo tendré bien guardado, y si acaso vuelve, sólo entonces,"tal vez" idearé qué hacer.



FIN

viernes, 18 de noviembre de 2016

"Ya no somos novios" 7o. Parte


Viernes de Relatos

Llego a la oficina cabizbaja. La falta de una despedida me tiene inundada la cabeza con diálogos que jamás pronunciaré. Imagino lo que pude haber dicho, valorando si alguna frase hubiera tenido el poder de hacerle cambiar de opinión. En vano, hilvano razones que pudieran convencerle de llevarme en su nueva aventura, que pudieran hacerme una invitada especial de las experiencias que iluminan su porvenir. Sin embargo, me resigno en cada paso que doy avanzando por el pasillo de la oficina. En mi andar, quienes se percatan de mi presencia dejan de lado sus actividades para echarme una mirada furtiva. No entiendo por qué su interés en descifrar las emociones escondidas en mi mirada perdida en el vacío de la imaginación. No entiendo por qué deslizan sus ojos sobre mi triste caminar.

Elena se interpone entre la puerta de mi oficina y yo. Algo le pone ansiosa y estoy a punto de descubrir el misterio que todos conocen.

- Está aquí.

Sus dos palabras reviven mi palpitar y lo aceleran a una escala casi imposible de soportar.

- Hoy harán un convivencia de despedida para él. Todos estamos convocados.

- Pero... pero... el departamento... vacío. No vive aquí.

- Tal vez puedas conseguir respuestas ahí. - sugiere Elena - Creo que es momento de que hables con él. Es tu oportunidad.

- ¿Enfrente de todos?

- Encontrarás el momento. Lo sé.

Entramos en la sala de juntas más amplia. Algunas de sus colaboradoras tuvieron la iniciativa de decorar el sitio con globos salpicando de colores la pared blanca. Hay bocadillos y un pastel de celebración al centro de la mesa en la que se discuten los grandes negocios. El imponente lugar se reduce a una fiesta con dulces y botanas.

Todos sonríen con la noticia. Finalmente, comparten el orgullo de verle crecer en la compañía. Les inspira creer que un día llegarán a su puesto y sino, al menos se jactarán de mencionarlo en sus anécdotas de trabajo y éxito, como alguien con quien colaboraron hombro a hombro.

El silencio se hace en el cuarto. Él aparece y todos sostienen la respiración antes de lanzar estruendosos aplausos y silbidos. Se contagia de la algarabía y se dibuja una sonrisa sincera en su boca. Está contento, honestamente lo está.

Entonces ocurre. Sus ojos se encuentran con los míos. Su gesto por un instante se congela en una idea que sólo él y yo comprendemos. Me solicita en señas que después del convivio hablemos. Asiento con la cabeza y una lágrima en los ojos.

Tendré mi despedida.

Lo sé.



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viernes, 4 de noviembre de 2016

"Ya no somos novios" 6o. Parte


Viernes de Relatos

Inspirada por la ansiedad la locura no se hace extrañar. Corro a su departamento apenas el sol se digna a asomarse en el cielo. Si luzco hermosa o no es intrascendente. Así que hago un esfuerzo mínimo por mi arreglo. La urgencia exige llegar a su casa tan pronto pueda, no vaya a ser que salga y no lo encuentre ahí.

Mi medida desesperada es obtener la respuesta que necesito. Mi celular suena.

- ¿Si fuiste a su casa? - pregunta Elena al otro lado. No le miento, así que ella suelta su mejor regaño - ¿Estás loca? ¡Esas no son maneras! Va a considerarte una exnovia psicótica.

El denominativo no me asusta. Casi estoy de acuerdo en portarlo con dignidad. En este momento no razono y sólo quiero arrojarme al impulso de la histeria de verlo perdido en otro país.

- Así no vas a conseguir nada, te lo aseguro... - corta la llamada, Elena.

Estoy de pie frente a su puerta. La pared de su cochera es la única cosa que nos separa. Basta con que yo toque el timbre para llamarlo. Un botón redondo y discreto es el que decidirá el destino.

Suena su timbre. Silencio. Miro mi celular para contar los segundos que tarda en responder. Sucede que mi ansiedad transforma el pasar del tiempo en un suceso subjetivo en el que un minuto es una eternidad. Transcurren siete minutos y todo está en silencio. Busco asomarme por la rendija entre la pared y la puerta. No se distingue ninguna señal de vida.

¿Cómo puede ser sábado por la mañana y él no estar en casa? Sospecharía de una aventura con otra mujer, pero eso está descartado. Vuelvo a mirar por la rendija y noto a través de la ventana que no están los usuales muebles que asoman ahí.

¿Acaso ya se marchó?

Bajo la mirada y la clavo en el suelo. Es tarde...



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lunes, 31 de octubre de 2016

DÍA DE MUERTOS México


Una calaverita para el Blog



Lulucles escribía y meditaba
mientras una flaca la miraba,
de pronto ella alzó la mirada
y a la muerte vio cara a cara.

“De este mundo no me voy a ir
si primero no me puedo despedir”
Una petición muy fácil de conceder…
¡Anda vete niña, tienes que correr!

A sus amigas de la escuela fue a ver,
y mientras lloraban, bebieron café.
Sus amigos del trabajo fueron visitados,
entre risas y llanto fueron recordados.

A sus amigos del Aikido les hizo Nikyo,
y les dolió tanto que soltaron un grito.
A su familia le tendió un gran abrazo,
a ellos un corazón regaló con un trazo.

Amigos y amigas, uno por uno encontró;
a todos ellos, un agradecimiento dedicó.
De sus lectores del blog jamás se olvidó,
pero Viernes de Relatos en suspenso quedó.

Viejos amores también recordó,
“Por favor les avisan, la muerte me llevó”
A aquel a quien quería sin duda lo pensó,
Pero ya era tarde, se marchaba al panteón.

En el cementerio, Lulucles quería protestar.
La muerte con un pellizco la hizo respingar.
"No me culpes, niña y recuerda que lo sabes:
¡Así es la vida, Lulucles!" e hicieron las paces.


****



Espero les haya gustado. ¡Gracias por leer! 

Y ya saben, mientras la vida siga, este juego no termina.


¿Qué es una calaverita?
La calavera literaria es una composición en verso tradicional en México. Suelen escribirse en vísperas del Día de Muertos.

Fuente de la definición:
Wikipedia. Calavera Literaria. Recuperado en: https://es.wikipedia.org/wiki/Calavera_literaria

viernes, 28 de octubre de 2016

"Ya no somos novios" 5o. Parte


Viernes de Relatos

Su hermana.

Eso es lo que siempre resulta en las historias de amor con finales felices.

Su prima.

Por si acaso lo de la hermana se ha trillado.

Su exnovia.

Esa no me habría tomado por sorpresa. En alguna ocasión me mostró la fotografía de su exnovia, la cual subió mi autoestima, pues si es propio ser honesta, no es tan agraciada.

Su nueva novia...

Cualquiera de las identidades anteriores hubiera resultado mejor que la verdadera. Apago la computadora de mi oficina y acomodo una pila de documentos que se han acumulado. Mi lío mental no me deja en paz. El futuro se muestra incierto y me duele más que la repentina ruptura sin explicación.

Elena entra por la puerta sin tocar. Es hora de irnos. Nuevamente quiere evitar que pase una tarde de viernes en mi casa mirando la televisión, cubierta con una manta y acompañada de un bote de helado. Así que ambas desfilamos por los cubículos y nos creemos que todas las oficinas están bajo nuestro dominio. Con esa seguridad fingida, disimulo que la noticia no me afecta ni tantito.

Esta vez el escenario es mi hogar. Elena llama por teléfono para ordenar comida a domicilio. "Necesitas comer bien" es su motivo. Me acomodo en mi sillón y me sirvo una copa de vino para relajarme. Me quito los zapatos y acomodo mis pies en el asiento. Me suelto el cabello que tengo recojido en una coleta y lo alboroto con la mano. Miro ensimismada el vino que meneo de un lado a otro de la copa. Su ritmo me hipnotiza y me ahogo en su intenso color.

- Elena - digo interrumpiendo el silencio.

Ella me mira compadeciéndose de mi tristeza.

- ¿Por qué se va? - le pregunto suplicando una respuesta.

- Ya sabes cómo son los hombres. Se les presenta una mejor propuesta de trabajo y la tienen que tomar. Es así su naturaleza. Así son ellos... no hay nada que los detenga cuando se trata de tomar una decisión de este estilo.

- Pero, ¿por qué no a otra empresa aquí mismo? Si quiere crecer, hay otras opciones.

- Tú mejor que nadie sabes lo que esa oportunidad significa para él. Mudarse al extranjero es la puerta para ascender.

Irrefutable. Esa mujer le planteó lo que ninguna otra podía. La propuesta de trabajar fuera del país es esencial para continuar escalando en este organigrama. Tendría la visión global del negocio, aprendería lo que aquí no le van a mostrar. Es un puesto soñado, pero... ¿yo no podía estar en ese sueño? Sólo aquella mujer portadora de buenas noticias para él, podía ser cómplice de su sonrisa e ilusión.  

- Tal vez puedas preguntarle por qué no te lo dijo... - sugirió Elena.

- Sí, tal vez.

No tal vez. Mañana mismo lo buscaré.




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domingo, 23 de octubre de 2016

Feliz Día del Médico (México)


"Tratas a una enfermedad, ganas, pierdes. Tratas a una persona y te garantizo, siempre ganarás, sin importar el resultado"  Patch Adams



Tardamos mucho en animarnos a tocar la puerta de su consultorio. Tiene que ser insoportable el dolor para que la motivación de verlos nos mueva a pedirles una consulta. No nos gustan las malas noticias ni los tratamientos a los que nos toque someternos. Elegir entre pastillas e inyecciones. ¿Hay una mejor que otra? 

¡Esperamos que nos tengan paciencia! No es cosa fácil la de reconocer nuestra vulnerabilidad como seres humanos capaces de enfermarse. Tal vez algunas enfermedades pudimos prevenirlas: alimentación, ejercicios y beber dos litros de agua; eso está en nuestras manos, pero hay otras que aún con hábitos relativamente saludables nos hacen caer bajo el yugo de su estetoscopio.

Y ahí estamos, sentados esperando el diagnóstico. ¡Por favor que no sea nada grave! Nos rondan los "hubiera" y otros pensamientos que tal vez, sólo tal vez, de haberlos procurado no estaríamos ahí.

Hemos caído en buenas manos, al menos eso queremos creer. Nos volvemos entonces expertos en confiar. Porque nos atrevemos a confiarle a alguien nuestros hábitos, nuestros descuidos y nuestros temores. Les contamos todo y sino, ellos se encargan de que lo hagamos.

Esperanzadamente el asunto no será más grave que un tratamiento de 10 días, pero si no... es cuando inicia lo interesante, porque elegimos a nuestros médicos no sólo por los conocimientos que poseen, sino por la capacidad que tienen para creer en nosotros y en que podemos sanar. Más que un dictador de diagnósticos y tratamientos, buscamos quien nos inspire y nos acompañe en el camino. Porque simplemente no es sencillo enfrentar aquello en lo que te juegas lo que no sabías que era tan valioso hasta que vislumbras que lo puedes perder.

Por eso, los médicos representan tanto para nosotros. Porque en ellos queremos encontrar esperanza, perseverancia y lucha. Nada de que tirarán la toalla. Queremos que se esfuercen tanto o más que nosotros. Porque sabemos que en el trayecto perderemos nuestra fuerza y seremos tentados por la debilidad, y necesitamos hacernos de alguien... de un alguien que estará dispuesto a dar todo de sí por nosotros mismos. Que será capaz de mirarnos a los ojos y recordarnos que aún en la enfermedad, estamos vivos.

A esos médicos que nos arrancan una sonrisa de agradecimiento y que nos devuelven algo más que la salud física: muchas gracias por su esfuerzo y dedicación. Y aunque no esperamos tocar sus puertas pronto, prometemos no esperar tanto para volverlos a ver.


¡¡FELIZ DÍA DEL MÉDICO!!



viernes, 21 de octubre de 2016

"Ya no somos novios" 4o. Parte


Viernes de Relatos


Me la he pasado revisando todas las fotografías que hay en sus álbums en Facebook. No he encontrado nada. En ninguna fotografía aparece alguien similar a la mujer que vimos con él en el bar.

Su imagen la tengo tan nítida en mi memoria, que si vuelvo a verla en vivo puedo reconocerla sin ninguna dificultad. Incluso puedo dar un retrato hablado de ella: cabello ondulado largo color castaño claro, pómulos prominentes y labios delgados. Una mirada rodeada de largas pestañas tupidas. Unos ojos grandes y unas orejas escondidas tras el revolotear de sus ondas del cabello. La nariz delgada pero resaltando su cara. Un maquillaje excesivo que cubre todas las imperfecciones y favorece sus rasgos buenos. El vestido... el vestido con un escote discreto que dice todo sin decir nada, y para no interrumpir lo que debe decir, ningún accesorio al cuello, sólo aretes.

Elena aceptó que nos fuéramos enseguida apenas los descubrimos. Se portó de maravilla conmigo, pero me siento mal de haberle arruinado el plan. Por eso es que hoy cuando me pidió que saliéramos, acepté sin chistar. Sólo le he pedido que prometa que no iremos a aquel sitio, que no quiero que la casualidad vuelva a ponerlo frente a mí.

Aún me duele. Sin razones para persuadirme de que ha sido lo mejor me resulta más difícil el olvido. Terca mi razón exige un argumento lógico, pero no lo tengo. Tal vez si me aferro a la idea de otra mujer pueda soltarlo. ¿Me habrá engañado con ella? Tal vez una vez que cortamos apareció en su vida y todo ha salido puntualmente conveniente. No lo sé... Debería averiguarlo, pero Elena ya se enterará, porque si algo ha hecho esta semana, es ser mi emisaria misteriosa. Ella tiene la misión de averiguarlo.

Y hoy me contará sobre sus descubrimientos.... casualmente.

Así que allá vamos, caminando hacia una cafetería para tomarnos un café y una rebanada de pastel que cumpla con la dosis de azúcar necesaria en mi vida para no deprimirme.

- Entonces Elena, ¿cómo estuvo tu semana, cómo te ha ido? - le pregunto disimuladamente para que no sospeche mi ansiedad por información específica, pero ella es muy perspicaz.

- No te importa cómo me fue... tú quieres saber qué averigüé...

Atrapada en el acto, le sonrío y bebo un trago del café, sosteniendo la taza con ambas manos. Mis ojos derraman curiosidad y los lee sobre el borde de la porcelana.

- ¡Mueres por saber! Tal vez me divierta haciéndote sufrir.

- Ni se te ocurra Elena - la amenazo.

- Está bien... te contaré. De todos modos no puedo con las ganas de compartirte mis hallazgos. La verdad es bastante...

- Continúa - le ruego.

- ... te vas a ir de espaldas. Jamás vas a creer quién es ella.

Siento que mi corazón se paraliza.




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!"


viernes, 7 de octubre de 2016

"Ya no somos novios" 3o. Parte


Viernes de Relatos


Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp... son muchos los medios por los que tengo que anunciar que ya no somos novios. El pasillo, la cafetería, el estacionamiento, el gimnasio... y hasta a la taquería que frecuentábamos le extraña que me aparezca sin compañía.

No basta con cambiar mi estado en Facebook. La gente no se conforma con una declaración sin el chisme que acompaña el acontecimiento. Tengo que idearme una buena historia, porque la real no sacia la curiosidad del morbo. Mi versión es muy escueta y es porque ni yo misma he podido hilvanar las razones que me han llevado a quedarme solita.

Les invento que decidimos dejar todo dentro de un contexto profesional. No mezclar el trabajo con los sentimientos... Les invento que el trabajo nos absorbía tanto que no teníamos tiempo para nosotros mismos y extrañábamos estar por nuestra cuenta... Les invento que dejé de estar enamorada y simplemente no funcionó...

Algunos me creen lo que les digo; otros, no.

Estoy cansada de tener que dar explicaciones. Cada encuentro con alguien es una nueva invención. Incluso los que no son cercanos a mí de repente parecen serlo, pero sólo porque les interesa escudriñar todos los detalles. Y luego de ello, algunos toman partido, se colocan de mi lado o peor, se colocan del suyo. "Es que tú debiste..." "Me parece que si tú hubieras...". 

El ir y venir de interpretaciones me tiene exhausta. Y en ninguna de esas conversaciones encuentro la verdad. Repasar lo ocurrido esa noche rebobina el dolor que me ahoga en el pecho. Parece no terminar... Y no tener un argumento del cual aferrarme para convencerme de que no volverá es una tortura. ¿Cómo me convenzo, cómo me persuado de no ir a buscarlo?

Y a él, curiosamente no me lo he encontrado en toda la semana. Ha conseguido desvanecerse, como un fugitivo ha encontrado cómo esconderse sin dejar rastro. A donde quiera que fui, él ya se había marchado. Los demás lo han visto, me lo han dicho, pero nadie ha reparado en cuestionarlo a él. Todos han preferido interrogarme a mí para enterarse de la noticia.

Hoy es viernes. Se termina el horario de oficina y me marcho a casa. Elena me invita a tomar unos tragos coquetos para evitar que me abandone en mi solitaria depresión en casa. Se niega a dejarme sola, le preocupa que no me levante de la cama en todo el fin de semana. Le digo que esas son tonterías, pero lo cierto es que me ha pillado en mi plan.

Nos dirigimos juntas al bar que queda a tres cuadras. En el andar en la banqueta yo no digo ni una sola palabra, ella se empeña en su monólogo que se pierde en el aturdido sonido del tráfico. Me pierdo en mis pensamientos, que no hacen más que acusarme de haber hecho algo mal, sin saber qué. Me duele tanto su partida, que me dedico a concentrarme en no llorar.

Entramos. Elena pide sentarnos en unos sillones al fondo, ubicados en una especie de terraza. Yo la sigo sin protestar. Apenas estoy acomodando la bolsa a mi lado, cuando alzo la mirada y echo un vistazo al lugar. Siento una fría sensación que petrifica mi cuerpo y detengo la respiración. Elena se asusta al verme y sigue con sus ojos el sitio donde los míos se han postrado fijamente.

Es él. 

Está ahí riendo con una mujer.




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!


 

viernes, 30 de septiembre de 2016

"Ya no somos novios" 2o. Parte


Viernes de Relatos


En la regadera repaso mis opciones. Tal vez si me invento una buena escusa podría faltar a trabajar hoy. Puedo telefonear y decir con voz queda y carraspeando, que me siento fatal y por eso he preferido quedarme en casa, no vaya a ser que contagie a toda la ciudad con mi virus letal. Podría incluso sentenciarme a una cuarentena y así no tendría que verlo a él en mucho tiempo; porque lo sé, será inevitable encontrarlo en la oficina.

Limpio con la toalla el espejo del baño empañado por el vapor. Mi rostro luce tal cual como lucía el año pasado en diciembre. Qué griponón me pesqué. Los ojos los tengo rojos de tanto llorar. La nariz del mismo color de tanto limpiarla, porque junto a las lágrimas se derraman unos cuantos mocos. Luzco pálida y demacrada. Sí podría pasar por enferma...

Pero no, tengo que ir. Hoy, precisamente hoy, está programada esa junta con los clientes para presentarles la campaña de publicidad en la que hemos trabajado por semanas.

Me seco el cabello, me maquillo en vano y elijo inconscientemente una falda y una camisa negras.

Así me presento en la recepción donde he de colocar mi huella digital para constatar que he vencido mis penas y estoy aquí supuestamente lista para trabajar. Me saluda la recepcionista y al momento en que le volteo a ver para devolverle el saludo, ella abre los ojos de tamaño enorme y hace un gesto con su boca que me hace pensar que la he asustado. Impertérrita, me doy la vuelta e inicio mi andar hasta mi oficina.

En el camino algunos me saludan de lejos y evito el contacto con todos, excepto con una persona, de ella es imposible esconderme. Elena me empuja dentro de mi oficina y me extiende un café para que me lo beba enseguida.

- Apuesto que ni siquiera has probado bocado. 

Adivina y acierta. Me bebo un sorbo del café que me ha obsequiado. Mi primer alimento desde el sábado en la noche.

- Deberías verlo... deberías verlo... desgraciado.

Una fría sensación me corre por los huesos. Él está aquí, en la oficina. ¿Por qué iba a faltar?

- ¿Estás lista para tu junta? He puesto en tu escritorio todo lo que teníamos pendiente. La presentación será un éxito, lo sé, porque... puede que sea un desgraciado, pero ustedes dos juntos, son un dúo dinámico.

Detengo el tiempo por un instante. Recuerdo las noches de trabajo invertidas en el proyecto, las comidas que hicimos juntos intercambiando nuestras ideas, los besos que nos dimos apaciguando nuestros más intensos debates, los abrazos por los logros conseguidos y las miradas enamoradas fuera de la oficina, en las que nos perdíamos apasionadamente.

Todo está en el pasado.

- Se te hace tarde, es momento de que vayas a la sala de juntas. - me advierte Elena quitándome de las manos mi vaso de café.

La sala de juntas aún está vacía, así que aprovecho para mirarla bien y comprender quién estará ubicado en qué sitio de la mesa. Estratégicamente elijo las palabras con las que iniciaré y ensayo en voz alta mis frases más persuasivas. En eso él entra, me sorprende y me roba las palabras con su presencia.

Siento coraje, siento tristeza, siento dolor y me torturan los vestigios del amor que despreció. Desvío la mirada, no quiero encontrarme sus ojos. Él se desplaza lentamente alrededor de la mesa sin quitarme de encima sus pupilas. Lo echo una mirada furtiva para no perderlo del radar y finjo que no me ha afectado. Él avanza poco a poco hasta que percibo su deliciosa loción cerca de mí. Su traje azul marino oscuro y su corbata perfectamente anudada me desarman. Estoy cayendo en su encanto y tengo que obligarme a no sentir nada.

- Suerte en la reunión. Aunque no la necesitamos, lo haremos bien - me dice como colegas. Su tono no deja rastro a la sospecha de lo ocurrido el fin de semana, como si nunca hubiera sucedido lo nuestro.

Ya no estamos solos. Los clientes entran a la sala y se posicionan según lo previsto. Él se aleja de mí y estrecha manos con los recién llegados. Se me escapa un suspiro mientras le observo apoderarse de la situación. Poderosamente, se los ha echado en el bolsillo con un simple saludo... ingenuamente descubro que hizo de mí lo que quiso desde la primera vez que sujetó mi mano.

La junta transcurre según lo esperado. Termina y salimos sonrientes pues conseguimos el contrato. Los compañeros nos vitorean cuando los clientes han salido del edificio. Todos están contentos con la victoria y las frases de felicitación vuelan en el aire. 

- ¡¡Sabíamos que lo conseguirían!! - dice alguien.

- ¡Ustedes dos arrasan con todo! - dice otro.

- Contrato millonario el que lograron, ¡felicidades a ustedes dos!

Elena se pone de pie junto a mí y me regala un abrazo.

- Por eso y más, son la mejor pareja, no hay duda.

Un silencio abrumador apaga la voz de todos. Por lo visto, algunos se han escapado de los rumores y no están al tanto de lo que ha pasado. Él, nuevamente él, se presenta calmado y con una seguridad que impresiona a los presentes.

- Tranquilos, recuerden, este logro no es sólo de ella y mío, es de todos. Así que la felicitación es para ustedes también.

Los aplausos se alzan calurosos y el cambio de tema queda olvidado. Él se aleja abriéndose paso entre los compañeros y se marcha. Yo lo miro partir y siento que me quedo con un nudo en la garganta, como si hubiera debido agregar algo.

Elena me abraza nuevamente, esta vez no para felicitarme, sino para consolarme.

- Tal vez si hubieras cambiado "tu estado" en Facebook todos se habrían enterado.

- Cómo voy a hacer tal cosa tan pronto. Apenas lo estoy asimilando.

Elena me mira como advirtiéndome algo.

- ¿Él ya lo cambió? 




**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡"Viernes de Relatos"!!!



viernes, 23 de septiembre de 2016

"Ya no somos novios" 1o. Parte


Viernes de Relatos


Despertar es difícil, ni se diga de levantarme de mi cama.

Hoy es domingo. Mal día el de ayer para cortar con él... corrijo... mal día para que él cortara conmigo. La aletargada rutina dominical no me empuja a despojarme de las sábanas que me consuelan con su abrazo. Se revuelven mis pensamientos y mi almohada se empapa con mis lágrimas. El sol me hostiga asomándose en la ventana. Preferiría dormir y olvidarme de ayer...

La soledad de mi departamento esconde mi muerte silenciosa. Nadie atestigua mi pesadez, nadie me acecha con miradas que juzgan mi aspecto desaliñado a las doce del día. Nadie me molesta y a nadie le importo. Podría quedarme echada en mi cama y nadie se percataría de que no me he puesto en pie.

Volveré a dormir, no quiero estar despierta.



Abro los ojos. El celular está sonando. ¿Es él? En un arrebato de ingenuidad aviento las cobijas y me levanto corriendo en busca de mi bolsa. Ahí lo he dejado, lo recuerdo bien. Mi ropa, mis zapatos y mi suéter están desperdigados en el suelo. Mi bolsa se oculta debajo de mi chamarra. El celular ha estado sonando un rato, presiento que están próximos a colgar. Al fin tengo la bolsa en mi mano, abro el cierre, lo busco debajo de la cartera, el maquillaje y el monedero, ¡ahí está! Vamos, vamos, contesta rápido.

Es Elena.

- ¿¡Amiga, qué pasó ayer!? 

Me pregunto si podré explicarle lo que aconteció cuando ni yo misma lo comprendo.

Era una tarde cualquiera de sábado. Fuimos al cine como solíamos hacerlo. Compramos un bote grande de palomitas que se acabó él solo, porque a mí no me gustan. Un refresco para él, un té chai para mí. La película él la eligió. Violencia, armas y explosiones. No me negué a verla, solía hacerle compañía en sus gustos y diversiones sin repelar. Me gustaba complacerle... Al salir del cine fuimos a comer tacos, como siempre hacíamos luego de eso. Para entonces ya era de noche, así que nuestro puesto favorito de tacos a la mitad de la banqueta fue nuestra elección para concluir la velada. Él estaba muy callado, demasiado. Casi a tirabuzón obtuve cinco o seis frases de regreso que hilvanaron una fingida conversación.

- Y así nada más, me lo dijo

- ¿Qué te dijo?

- "Algo en mi estómago me dice que esto está mal"

- ¿Le cayeron mal los tacos? ¿Sintió acidez de repente? - preguntó mi amiga desviándome forzada a aceptarle una broma.

- No... se refería a nosotros. Los tacos estaban igual que siempre...

- Vaya... qué desgraciado - guardó silencio un momento y retomó - ¿pero qué explicación te dio?

No dio ninguna explicación. No recuerdo si yo la pedí. Me quedé impresionada por su planteamiento. Lo vi pedir la cuenta y pagar con un billete; el cambio lo echó en un vaso de plástico colocado justo a lado del tronco de Pastor. Me condujo hasta mi coche aparcado a unos metros de ahí, sujetándome de la espalda. Abrió la puerta y me dijo que me marchara a casa, que él tomaría un camión.

- Tu coche. ¿Tú ibas manejando? - me pregunta Elena

- Él tenía su coche en el taller mecánico. ¿Recuerdas el choque de hace tres meses? Por fin ahorró dinero para pagar la reparación.

- Y te mandó sola a casa. 

Sola. Tal cual como estoy ahora atrapada en estas cuatro paredes de mi habitación. Sola.

Me regreso a mi cama y vuelvo a echarme las cobijas encima. Mi amiga sigue pendiente al otro lado de la línea, pero yo ya no quiero hablar. Así nada más, me echo a llorar desconsolada. Creí que al menos llamaría para saber si había llegado bien a casa, como solía hacerlo cada vez que yo conducía por mi cuenta en la oscuridad de la ciudad. Sin embargo, su ausencia de tajo inició apenas cerró la puerta del coche luego de sentarme en el asiento.

- Amiga, te vas a poner bien, olvídalo, es un maldito desgraciado que no te merece. 

Si tan sólo estuviera convencida de eso podría surtir efecto su consejo, pero me duele y me duele mucho.

Volveré a dormir. No abriré los ojos hasta mañana que sea lunes.

¡Lunes!

¡¡¡Rayos, olvidaba que trabajamos en la misma oficina!!!

Y no puedo dejar de llorar.

Maldita sea...




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viernes, 2 de septiembre de 2016

"Puedes besar a mi ex" 11o. Parte


Viernes de Relatos


Mi reflejo en el espejo me deja satisfecha. Llevo el cabello y el maquillaje tal cual lo aprendí en el tutorial de youtube. Me ha quedado bastante bien. Mi vestido ceñido y su hermoso color me hacen justicia. Luzco tan genial como una exnovia puede lucir.

Poncho me acompaña. Me deja sujetarlo del brazo como si fuéramos una pareja formal. Con todo su talento consigue ponerme de buen humor aun cuando los recuerdos me abaten. En definitiva, es una excelente compañía.

Todos se disponen a tomar asiento en las filas de sillas que se orientan rigurosamente ordenadas hacia el altar montado en el centro de un jardín. Adornos florales decoran los extremos del pasillo y lazos de tul se sujetan entre unos y otros. Lo mejor es buscar un lugar donde no nos distingamos mucho. Ni muy atrás ni muy adelante. El problema es que ni mi estratégica sugerencia puede evitar que se acerque a mí su mejor amigo, quien atraviesa corriendo el pasillo para pedirme que le siga.

Dejo a Poncho, disculpándome. Él ni se inmuta. Al contrario, parece agradecer el espacio para sacar su cámara y rondar por ahí. Así que le dejo tomando fotografías mientras sigo presurosa al amigo.

La sorpresa que acelera mi corazón es la que me señala este hombre. Ahí está Pablo, dando pasos de un lado a otro, totalmente nervioso y agitado. Me acerco a él y se detiene al descubrirme en su territorio. Quedamos frente a frente, mirándonos. Me toma de la mano y yo lo dejo tomármela.

- Necesitaba verte... - me explica al tiempo que se le ilumina la mirada - No puedo hacer esto sin decirte un par de cosas.

Lo miro curiosa, tratando de adivinar qué dirá. Me toma la otra mano y me siento capturada augurando un anuncio de sinceridad. Comienzo a temblar...

- Tú eres la persona que me hace reír y me hace llorar. La persona con la que sé que puedo contar y me exige ser más. La persona a quien me costó mucho trabajo soltar su mano y la persona por quien por poco no ocurre este día. Comprendo y acepto que no eres la mujer de mi vida, pero no puedo aceptar que no seas mi amiga. Y por esto te agradezco que pese a todo estés hoy aquí conmigo, porque aunque lo nuestro no se trate de amarnos con pasión, te aseguro que se trata de un profundo cariño de corazón.

Me abraza y lo abrazo y nos quedamos así un rato. Hasta que su amigo le toca el hombro para llamarlo. Hace caso y advierte que ya va. Él me concede una sonrisa más. No hay necesidad de que yo hable. Lo quiero y él lo sabe. Se aleja calmado, sin prisa, vistiendo ese traje que le arma perfecto.

La ceremonia comienza y me quedo de pie, atrás de toda la concurrencia. Desde aquí nadie me observa y me pierdo en el fondo del paisaje. Todas las miradas están puestas en la novia que inicia su marcha hacia el altar sujetada del brazo de su padre. Estoy tranquila y contenta, tanto, que en mi mente suspiro en silencio "Anda y ve, puedes besar a mi ex".




- La boda estuvo linda y la fiesta, divertida - le comparto a mi amiga. Y con el fin de evidenciarle cada parte de mi historia, le muestro finalmente la última foto de Pablo y yo juntos. Resulta que mientras él y yo hablábamos antes de la boda, Poncho me siguió y usó su cámara para fotografiar nuestra escena. ¡Vaya que tiene talento el hombre! Esa foto inmortalizó espléndidamente nuestro nostálgico abrazo. El último que nos daríamos antes de dejarnos ir para siempre.

Y con ese recuerdo atesoro la despedida más dulce que he tenido de un exnovio, pero a la vez, atesoro el recuerdo de un amigo a quien jamás perderé.


FIN


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viernes, 26 de agosto de 2016

"Puedes besar a mi ex" 10o parte


Viernes de Relatos


Un parque a la mitad de la noche es el discreto testigo que escuchará nuestras últimas confesiones. Aún con el sentir de la culpa por reencontrarse conmigo, se envalentonó para reunirnos y así concedernos una inocente charla con tintes de ilusión y añoranza disimulada.

- Háblame de ella.

No quiero hablar de ella, pero es el único inicio lógico que vislumbro para esta conversación. Él sostiene su cabeza con las manos mientras sus brazos se recargan sobre sus piernas. Se revuelve el cabello con sus dedos y clava la mirada en el pasto.

- Ella... tú no eres ella - dictamina sin revisar el caso.

Me sonrojo y siento el calor de la esperanza cobijarme de la brisa del frío que ha dejado la lluvia al terminarse. Se me antoja hilvanar cumplidos y piropos que prosigan con su dulce conflicto, pero me contengo prudente, procurando dilucidar entre el miedo y el arrepentimiento real. 

- No éramos perfectos, pero éramos tú y yo.

Mi respiración se agita. Sudan mis manos. Si su intención no es la de robarme un suspiro lo está logrando sin querer. Quiero acercarme, sentirlo a mi lado como antaño. Me desespera la distancia entre su cuerpo y el mío.

- ¿Por qué terminamos? - me pregunta. Si espera una respuesta no la obtendrá. Me hundo en el silencio. - Ella sabe esperar. No tengo que llamarle enseguida ni a una hora fija. Se conforma si la llamo una o diez veces al día. Nunca protesta y siempre sonríe. Es paciente con mis tiempos y enfados. Mis caprichos los entiende, no requiere explicaciones... ¡parece tan conforme!

Diferente a mí. Ella es distinta a mí. Dejo escaparse un respiro de resignación. Si bien aquello no fue motivo de peleas entre nosotros, conmigo había que seguir ciertas rutinas para mantenernos funcionales. Acuerdos que por lo visto, le pesaron una o varias veces.

- Ella no me exige como tú. No me pide esforzarme. No me pide nada, me acepta así como soy. Sin más ni menos. ¿Estará bien?

La emoción optimista de una reconciliación se apaga de súbito. Extraña lo que fuimos, pero ella lo quiere sin promesas ni expectativas. Es sólo que nuestro recuerdo se compara constante en esta inevitable despedida. Es preciso decirnos adiós.

- Pablo, no hay mejor relación que aquella en la que sólo pides al otro ser él mismo.

Él me miró a los ojos con lágrimas inundando sus ojos. Se encontró con los míos profundamente, como si tratara de disculparse por tantos años dispuestos para mí sin desembocar en un final así. Nos quedamos callados sin necesidad de contarnos más explicaciones, ni razones para dejarnos ir. Él será feliz, lo leo en sus pupilas temblorosas, que se asinceran de a poco conforme recupera su increíble sonrisa.

De pronto, abreviando el instante, formula la pregunta que turba nuevamente mi paz:

- Entonces, ¿irás a mi boda?

Maldita sea...



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viernes, 19 de agosto de 2016

"Puedes besar a mi ex" 9o. Parte


Viernes de Relatos


Se llama Alfonso, pero todos le dicen Poncho. Tiene mi edad. Es guapo y me encanta su abundante cabello negro. Es más alto que yo y delgado. Es bastante sarcástico y posee un ácido humor. Le encanta la fotografía así que va por todos lados tomando fotos. Ha aceptado ir a la boda conmigo para practicar con su cámara. Dice que un día será el fotógrafo más buscado para capturar los momentos en que la gente se dice sí en el altar. Así que mientras él hace su práctica profesional en el evento, yo me encargaré de presenciar la despedida definitiva de mi historia con Pablo.

Pablo permanece en la incertidumbre pues no hemos contestado a su pregunta. Que siga ignorando quién desesperadamente necesitaba un acompañante. Que siga imaginándose lo que quiera, que lo carcoma la curiosidad... por mi parte, ya tengo pareja para la boda, así que sólo me queda diseñar un look que me haga justicia ese día.

Por eso este viernes he decidido quedarme en casa mirando videos de tutoriales para hacerme el maquillaje que combine con mi vestido color coral y el peinado que mejor le quede al conjunto.

Me imagino ahí, en Cuernavaca, con el calor combatiendo con mi cabello, esponjándolo y deshaciendo lo que he tardado horas en domar. El maquillaje, de no tener cuidado, lo sudaré. Y ni se diga si llevo tacones afilados, me enterraré en cada paso que dé en el pasto. Necesito que todo esté elegido estratégicamente para lucir increíble durante cada segundo que dure la tortura.

Así que miro vídeos de a montón y me concentro en elegir los mejores.

Suena mi celular. Es viernes por la noche, así que tengo la ligera sospecha de quién puede ser...

- Hola Pablo - contesto el teléfono. Ahora recuerdo su duda en el aire que dejé flotando.

Sin planes no tengo mucho qué compartir, así que él lleva la conversación. Me cuenta que ella se ha apoderado de todos los detalles de la organización de la boda. Típico en las mujeres y él sólo asiente de vez en cuando. Eso lo alivia porque al parecer han tenido una riña por no ser capaz de distinguir entre el rosa pastel y el fucsia. Mi risa fingida acompaña lo aparentemente gracioso de su anécdota. No tengo ánimos de hablar con él.

-  ¿Has encontrado a alguien que te acompañe a mi boda? - pregunta en seco. Sin advertencias, sin suavizar su pregunta, sin nada que evite sentir la parálisis de haber sido atrapada.

- Sí - me apresuro a contestar.

- Vaya... qué bien. - se resigna - Supongo que será alguien perfecto para ti.

¿Perfecto? ¡Es un hombre que alzó la mano a una solicitud desesperada en un muro de FB! ¿¿Qué perfección puede poseer?? Este hombre ha perdido sus cabales...

- Mereces estar con alguien que te quiera... - continuó.

¿¿A qué viene todo esto?? Está perdiendo el juicio. Súbitamente me enojo. No puedo con su falta de realidad.

- Sólo me está acompañando a tu boda. Sólo eso. No es mi novio, no es mi pretendiente. Ni siquiera lo conozco. Déjate ese discurso de lástima para luego - le objeto con brusquedad.

- Ya, ya... entiendo. No te enojes. Es sólo que... 

Lo escucho titubear. Descifro inseguridad en sus palabras. Un silencio penetrante se adueña de nosotros dos. Pablo está triste, lo siento en la manera en que se contiene.

- Eres increíble y te dejé ir.

Por un instante una sensación maravillosa y emocionante se apodera de mis nervios, que siento uno a uno encenderse recorriendo toda mi piel. Sin embargo, mi defensiva postura no me permite conmoverme sin razonar que lo que escucho no son más que los miedos prenupciales. Y con nostalgia reconozco que sólo se trata de eso, porque sé bien que la decisión que tomamos no tiene marcha atrás.

Él termina la llamada sin esperar una respuesta de mi parte.

Telefoneo a mi amiga movida por mi ansiedad. Le comparto lo ocurrido y ella sólo se atreve a preguntar:

- ¿Y si no son nervios prenupciales y es la verdad?

Mi ecuanimidad se desvanece ante la diminuta posibilidad. Una lágrima se escapa y resbala por mi mejilla. Me inunda la confusión de la esperanza que sutilmente se asoma. Y la pregunta me acosa inquietante: ¿Será que no debimos decirnos adiós?




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viernes, 5 de agosto de 2016

"Puedes besar a mi ex" 8o. Parte


Viernes de Relatos


Declarado. Tras dos semanas de buscar. no hallamos a nadie que cumpla con el perfil al ciento por ciento.

¿Será que estoy destinada a no ir a la boda?

- Nada de no ir a la boda. Tienes que ir, ese punto ya lo teníamos resuelto - recuerda mi amiga intensamente.

En mi lista de amigos, conocidos y gente que ocasionalmente se aparece en mi vida, nadie cumple con el requisito. Así que con ánimo desesperado, miro a mi amiga, quien no deja de mirar su muro en Facebook, y le ruego así sin más: "¡¡Preséntame a alguien!!"

Mi amiga abre enormemente los ojos y me mira extrañada. Tal vez mi súplica no le ha parecido del todo buena idea.

- ¡A quién te voy a presentar con esas cualidades! Si conociera a alguien así probablemente sería su novia - se ríe sarcásticamente. - Tengo una mejor idea.

Entonces se devuelve a su celular y escribe rápidamente en su muro un aviso que llega al mío como notificación. Me apresuro a leerlo, ¿qué se le ha ocurrido a esta mujer?

Solicito acompañante para una boda. Indispensable ser guapo, criticón, brillar en sociedad, saber tratar a una reina, bailarín y sin expectativas de romance de ningún tipo.

A la mitad de un soponcio, descubro que la popularidad de mi amiga supera las dimensiones que yo imaginaba. Las respuestas a su solicitud aparecen una tras otra a tal velocidad, que es difícil seguir el ritmo en su lectura.

- ¡Qué fácil resultó esto! Aquí seguro encontramos a alguien para ti - se proclama la amiga más avispada del universo entero.

Me entusiasma la cantidad de opciones que existen. Nada mal. Doy clic en los perfiles que parecen más atractivos a mis ojos y husmeo un poco en sus álbumes de fotos. Le sonrío a mi amiga, en verdad el final de esta búsqueda se vislumbra cercano.

Sin embargo, cuando logro elegir dos opciones interesantes para mostrarle a ella, un comentario más aparece al final de la lista. Ambas miramos nuestro teléfono paralizadas al leer el nombre del autor del mensaje.

Una boda... ¿El acompañante es para ti o para alguien que conozco?

Es Pablo.

- ¡Pablo está en tu lista de amigos! - reclamo exasperada y con la pena pintando mi cara de rojo escarlata. - ¿No se te ocurrió evitar que él lo viera? ¡¿No se te ocurrió que él te asociaría conmigo sabiendo que eres mi mejor amiga?!

Nos quedamos en silencio mirándonos sin saber qué contestar, con los dedos sosteniendo con fuerza el aparato y amenazándonos por si acaso una comete una imprudencia.

No estamos obligadas a dar ninguna explicación.

No tenemos por qué responderle. Son demasiados mensajes los que aparecen. ¿Quién se toma el tiempo de contestarles a todos?

El mensaje de Pablo desazona mi triunfo de haber encontrado candidatos. Sus preguntas consiguen colarse en mi pecho y apretujar mi corazón. Siento un profundo hundimiento que me encara con la realidad.

¿A quién engaño?

Me siento triste.




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viernes, 8 de julio de 2016

"Puedes besar a mi ex" 7o. Parte


Viernes de Relatos


- Está claro que Roberto no es una opción para llevar a esta boda - declara mi amiga - Es capaz de pedirte que pagues un traje nuevo para él para poder acompañarte.- Las dos soltamos una carcajada.

Dos eliminados. ¿Podremos seguir mirando la lista? La verdad es que el panorama luce desalentador.

- Hagámoslo al revés - propone - El objetivo no es enamorarte y encontrarte enamorado. Sólo necesitamos candidatos que te permitan sobrevivir a esa boda. Veamos entonces qué características buscamos en ese acompañante ideal y checamos quién de esta lista las cumple. 

Conforme con la propuesta, empezamos a enlistar las posibilidades. 

1. Debe ser guapo.

No puede ser de otra forma, Si queremos que la gente chismosa considere que yo he ganado en esta ruptura, tiene que ser así. Uno de esos hombres que salen bien en las fotografías, que lucen despampanantes en un traje y que saben combinar las calcetas con el resto del atuendo. Así tiene que ser.

2. Irónico y dispuesto a criticar... constructivamente... destructivamente.

- ¿Así de plano? - pregunto insegura.

- Así de plano. Necesitas tener humor de crítica para sobrevivir a lo hermosa, maravillosa, tierna, romántica y envidiable que será la boda. Tu escudo protector es no dejarte conmover por ese ambiente, así que si llevas a alguien dispuesto a criticar todo, el trago será menos amargo.

Asiento obediente con la cabeza.

3. Socialmente presumible

Debe poder interactuar y brillar en sociedad. En estos eventos vale la pena llevar a alguien que pueda presumir sus buenos modales con los extraños con quienes nos sentarán a la mesa. Poder mantener una conversación interesante, bromear cuando haya que hacerlo y sobre todo, controlar el consumo del alcohol y cuidar el mío, claro; porque seguramente estaré tentada a beber demasiado.

4. Hacerme sentir como reina

Habrán mujeres hermosas y con mucha producción encima. Sin embargo la novia se robará la mirada de todos los presentes como es la costumbre. Siendo que la novia es la futura esposa de tu ex, más te vale ir acompañada de alguien que te recuerde constantemente lo hermosa que eres y que ni esa mujer vestida de blanco puede opacarte.

5. Dispuesto a bailar y que baile bien.

Cuando no quiera socializar más y escuchar a la gente hablar, la pista de baile es el refugio. Así que habrá que llevar a alguien con quien matar el tiempo al ritmo de la música. Alguien que baile tan bien que provoque envidias.

Con estos puntos creo que basta.

Releemos la lista. Yo estoy satisfecha, pero mi amiga parece dubitativa. Dispuesta a anotar una cosa más...

6. Alguien que entienda que sólo es un acompañante perfecto para lidiar con la boda de un ex, y que no trate de conquistarte toda la noche, porque no estarás de humor para ello.

Hago una mueca con la boca. Me parece pertinente dicha aclaración. Así es como quedamos satisfechas.

 Ahora... ¿quién de ellos podría cumplir con dichos requisitos?

Ese es el problema...



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viernes, 1 de julio de 2016

"Puedes besar a mi ex" 6o. Parte


Viernes de Relatos


- ... puedo ir sola... 

Mi amiga me saca su discurso otra vez.

- No habría problema en que vayas sola si no fueras la ex. La ex no puede ir sola. Si vas sola, él gana, no tú. Serás la pobre mujercita abandonada que no pudo encontrar a nadie. 

Aunque eso tiene una dosis de verdad, me deja claro que no quiero que nadie lo sepa. Así que volvemos a la lista. No es corta. Alguno de estos candidatos debe ser una buena opción para ir a la boda.

- ¡Roberto! Situación sentimental: Soltero - celebra mi amiga con un aplauso y una enorme sonrisa en la cara, la cual contrasta con mi cara de antipatía - Veamos, ¿qué tiene de malo Roberto? Se ve bastante guapo, intrépido, NADA CURSI...

La historia de Roberto es... liberal. 

Este personaje apareció en mi vida por culpa de una amiga a la que hacía años no veía. Me la encontré en la calle, mientras iba de camino a la tienda por un gran bote de helado. Recién había cortado con Pablo y me la topé, en mi peor facha, en mi peor aspecto.

Ella lucía radiante, recién se había casado y estaba encantada con su esposo. Éramos el retrato del sol y la luna, totalmente opuestas. Me contó de su boda, de su nueva casa, del prometedor trabajo de su marido, del coche nuevo que adquirieron, de la luna de miel de tres meses por Europa... y cuando se le acabaron los triunfos para echarme en cara me miró. Sólo luego de media hora de presunciones se percató de mi desagradable imagen. "¿Pero a ti qué te pasó?" La respuesta fue breve y me abrazó con tanta compasión que me hice de fuerzas para quitármela de encima y fingir que estaba bien. Creí que había logrado mi cometido con mi actuación y la pasé de largo para retomar mi camino para hacer mi compra. Sin embargo, ella se dio la vuelta y me detuvo en seco con su intención de rescatarme del dolor. "Y si te presento a alguien..." Esa sugerencia fue mi perdición.

Roberto era su nombre. Amaba los deportes extremos, las noches en el bar, las canciones para bailar y la buena cerveza. Así que el plan con él tenía que incluir al menos dos de sus cosas favoritas. Esa noche salimos a un bar donde tocaba una de sus bandas más queridas y nos dedicamos a beber. Como aún no se me curaban las heridas, cada canción de desamor que entonaban me la tomaba en serio. Así que canté a todo volumen con mi desgarradora y nada educada voz para dejar salir mis dolor. Él estaba bastante encantado con mi escena, así que me animaba a ponerle empeño a mi actuación y entre canción y canción bebí más y más alcohol. Él me secundó en las siguientes canciones, fueran las que fueran y tan divertidos - o patéticos - nos veíamos, que los de las mesas contiguas se nos unieron. En cuestión de minutos todos estaban conmigo dedicando majaderías al difunto Pablo. 

El mesero pronto se hizo nuestro amigo, pues nuestros pedidos elevaban ya la cuenta a cantidades significativas. Sobre todo porque Roberto, llevado por toda la emoción del momento y la inyección repentina de popularidad, a cada vaso y botella que se levantaba en el aire para brindar, decía "¡Yo invito!" 

¡Qué bien la estaba pasando! Todo daba vueltas. No podía estructurar ni una sola frase coherente. Hice amistad con todos los chicos y chicas del bar. Me dejé besar por un par de extraños para olvidarme de los besos de Pablo. Bailé alrededor de todo el bar y me reí a carcajadas.

Pero todo tiene un final. Las luces se encendieron y la banda dejó de tocar. Las chicas empezaron a buscar sus abrigos, los chicos empezaron a sacar sus carteras, las amigas empezaron a dividirse la cuenta y yo me senté en la silla esperando a que el mundo tomara orden de nuevo.

- Corazón, hay que pagar la cuenta - me susurró en el oído mientras colocaba su mano gentilmente en mi espalda. Viré mi rostro hacia el suyo, que tenía muy cerca de mí. Le miré con ojos soñadores y me acerqué a su cuello oliendo su deliciosa y seductora loción. Respiré hondo y suspiré. Él sujetó la nota frente a mí y me hizo una seña con su cabeza para que la viera. Hice caso y la miré de reojo. Leí la cifra y... en un segundo recuperé la cordura. Era una cifra tan grande que la omití como mecanismo de defensa.

¿Cuánto había tomado yo? No podía recordarlo, pero no podía haber sido tanto. Unos extraños caminaron a nuestro lado para despedirse y le agradecieron a Roberto con abrazos y palmadas en la espalda la invitación de rondas que hizo para ellos. Recordado el incidente, supuse entonces que él se haría responsable de su parte.

- ¿Cuánto me toca pagar a mí? - pregunté ingenuamente.

- Lo que dice aquí, cariño. - releí la cifra y sentí cómo el alcohol se bajaba estrepitosamente.

- Esa es la cuenta completa. Te aseguro que yo no bebí todo eso.

- Lo sé, pero eso es lo que costó el relajito... 

Incrédula ante lo que estaba ocurriendo, le arrebaté la hoja de la mano y lo miré enojada. Le cuestioné si él aportaría para cubrirla y se negó diciéndome que él esperaba conocerme pasando una noche tranquila y bebiendo a lo más dos cervezas, que no planeaba un gasto así y por ende, no tenía con qué pagarlo. Más que enfurecida, busqué mi tarjeta de crédito en la bolsa, pues no había otra manera de pagar aquello. Firmé autorizando esa cifra de terror y salí del bar con paso fuerte. Él me siguió el paso y nos encontramos fuera acompañados del amanecer. Dispuesta a despedirme y no decirle nada más, le tendí la mano para estrechar la suya y cerrar la salida. Entonces me echó una dulce mirada que por un segundo enterneció mi corazón y dijo:

- ¿Podríamos compartir tu taxi? Tampoco traje para pagar uno... 


- DIME, POR FAVOR, QUE NO COMPARTIERON EL TAXI - ruega mi amiga con ojos exorbitantes.

Me da vergüenza reconocer que sí compartimos el transporte. Más bajo ya no podía caer, así que levanté los hombros y resignada lo invité a subir conmigo.

Básicamente fue la peor noche de mi vida, hasta que Pablo le quitó ese sitio cuando se le ocurrió darme esa invitación para su boda.



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viernes, 24 de junio de 2016

"Puedes besar a mi ex" 5o. Parte


Viernes de Relatos


No mentiré. Me dispuse a salir con varios una vez que corté con Pablo. Como si tener citas me evitara el trago amargo de la tristeza que le sigue a la ruptura. No fue así... cada que tenía una cita y el resultado era frustrante, me acordaba de lo que había dejado ir, como si de entre todos los males, el menor fuera regresar con mi ex.

Y aún a sabiendas de la larga lista de salidas traumantes, me dispuse a desempolvar el pasado con tal de encontrar a alguien que pudiera hacer de pareja para la boda venidera.

- Tenemos a Jorge - le cuento a mi amiga mientras vemos su perfil en FB. - Sigue sin novia, así que está disponible. 

- Mira que está guapo el hombre - advierte esperanzada - ¿Por qué no te gustó él?

Ah ese Jorge... por qué no funcionó con él.

Jorge tiene historia. Desde niños se despertó su interés por mí. Fue en mi vida el niño que siempre está al pendiente de ti, que no permite que nada malo te ocurra y que tiene a la mano justo eso que necesitas, cuando ni siquiera lo has expresado en voz alta.

Una vez, estando en la escuela, ya habiendo ingresado a la Secundaria, caí enferma. Típico catarro que te pone los ojos rojos, la nariz de Rodolfo y moqueante en un estado asqueroso. Mamá telefoneó al colegio y avisó que no asistiría. Me dio un beso en la frente y se dedicó a apapacharme con líquidos y sopa caliente. Descansaba yo acurrucada en mi cama, en un sueño que apenas conciliaba, pues respirar con la nariz tapada no me era posible. Entonces, en un grito al pie de mi ventana, escuché mi nombre resonar por toda la calle. Abrí los ojos con un brinco y reconocí su timbre de voz atorado en los cambios desentonados de la adolescencia. Era Jorge.

Mamá salió a atenderle y les escuché intercambiar un par de consejos para mi enfermedad. Luego mamá subió a mi habitación y me entregó un paquete enorme que casi no podía cargar por sí sola. Papel desechable, limones, bolsas de té, botellas de agua, una manta color rojo, películas, una bote de miel de abeja, medicinas para la fiebre, música relajante para dormir, un evaporizador de agua para despejar mis vías respiratorias, una tarjeta con buenos deseos firmada por todos los compañeros de mi salón y cinco muñecos de peluche que supuestamente me harían compañía.

- Te las ha dejado Jorge - mamá sabía quién era evidentemente. Chicos así se dan a conocer con todos desde que aparecen en tu vida. - Es un lindo detalle.

- Gracias... - y me quedé ahí mirando la imponente caja sobre mi cama. Cerré los ojos y no volví a abrirlos hasta la noche. Cuando una canción al pie de mi ventana me despertó. Era un mariachi cantando canciones de amor.

Mi miedo encarnado: Jorge era el cantante principal.

Mamá salió a la calle a callar la serenata. Nada prudente a mi gusto. Después de un rato, mamá subió a mi habitación con un ramo de rosas enorme y unos globos inflados con helio que decían "Mejórate pronto, te extraño".

- Vaya, que te quiere este chico. Si por un día de ausencia hace esto, que no hará por ti...

Y era verdad. Después de ese día se volvió el más detallista de todos. Notas de saludos, cariños y buenos deseos en mis cuadernos, en mi lonchera, en mi pupitre y hasta notas dejadas con el policía de la entrada que decidió hacerla de cómplice. ¡Mis cumpleaños fueron celebraciones nacionales! Y así fue por muchos años. Y cuando intentó pedirme ser su novia, algo siempre se lo impidió. Sus planes sorpresas tenían alguna falla que lo distrajo y nunca concretó la anhelada pregunta. 

Tanta atención y consentimiento no me molestó nunca, hasta el momento que conocí a Pablo. Entonces todo el teatro se vino abajo. Jorge podía iluminar la noche con fuegos artificiales organizados sólo para mí, pero la burda invitación sin adornos de Pablo para ir al cine me conquistó.

Así fue que Jorge poco a poco desapareció, hasta el día que se enteró que cortamos Pablo y yo. Después de 10 años él seguía pendiente de mí, así que acepté salir con él en mi desesperada depresión y soledad.

- ¿Y por qué no siguieron saliendo? - pregunta mi amiga intrigada.

- Sus detalles... su melosidad... su cursilería... todo sigue ahí - digo desanimada.

Mi amiga suelta una carcajada burlona.

- A ti lo que te gusta es la mala vida.

¿Será? Como sea, Jorge no será la persona que lleve a la boda. Seguramente llorará y alabará todo emocionadísimo de presenciar la promesa de amor eterno, mientras yo rolo los ojos harta de estar ahí.

Mal compinche para acompañar a la ex.




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