Hace mucho que las princesas nos ensuciamos las manos y no pasa nada.
Película: Tengo ganas de ti
Considero que en varios aspectos esto ha cambiado, pero ¡ah poco no! todavía ocurre...
Algunas actividades cotidianas están ligadas estrechamente al género de las personas. Como llevar el coche a servicio, cambiar las llantas del automóvil, solicitar créditos hipotecarios, y pasar corriente de un coche a otro... La realización de actividades que en esencia parecen masculinas, puede desestimar que las mujeres conozcan esos terrenos.
Aunque no es regla, cuando se trata de asuntos automovilísticos, es raro apreciar a una mujer valiéndose sola para resolverlo. Desde la comprensión de las partes del coche, hasta su mantenimiento preciso, son temas que se relacionan con los hombres. Cuando eres mujer y te has decidido a aprender el tema, es gracioso valorar que ésto significa una ventaja cuando de buscar precios, comparar opciones y tomar decisiones se trata. Y lo que es divertido, es cuando finalmente hablas el mismo idioma que los hombres, entonces te vuelvas aún más independiente y te sientes empoderada.
Les comparto el curioso caso que me hizo concluir lo anterior. Sucede que llega un momento en la vida en que las llantas de tu coche deben ser cambiadas. En mi aventura de crecer y ser independiente, decidí arreglármelas sola para hacer este trámite. La primera vez que pregunté sobre este procedimiento, no tenía idea de lo que implicaba la alineación, el balanceo, el cambio de válvulas, la rotación de las llantas, la medida de la llanta, ni el mayor desgaste de las llantas de adelante. La primera pregunta sobre cambiar llantas resulta compleja pues te arroja toda esta información de golpe. Ni se diga de una decisión informada sobre qué marca comprar y las razones que justifican la mejor compra. En la necesidad de pagar poco, ignoras información valiosa, o puede ser que por ignorarla, pagues precios exorbitantes por no comparar. Como en todo, es necesario estar informada, y más aún cuando del tema se desconoce todo.
Aprender esto no fue fácil, pero si algo aprendí es que lo más importante es precisamente eso: atreverte a preguntar. De otro modo puedes pasar la vida sin enterarte nunca. Me pasó alguna vez que estando revisando los precios de las llantas, una señora quería averiguar cuánto costaba el que montaran las llantas de su coche. El señor, muy amable, le explicó la lista de precios y al momento de elegir el servicio que querría, ella ignoraba qué hacer. Seguramente resolvió qué hacer llamándole a alguien y consultándolo, pero en definitiva, es genial cuando tú ya hiciste la tarea y te has propuesto aprender lo esencial para tener tu coche.
Saber de "cosas de hombres" es agradable. No se trata de presunción ni alardeo, tampoco de "hacer como que sabes" y abrir la boca enunciando pura sandez. Se trata de que un día reconozcas lo ignorante que eres y decidas hacer algo al respecto.
Sabe bien saber. Aunque no te vuelvas experta, tener nociones resulta conveniente. De este modo, las mujeres vamos ganando terreno en los quehaceres que representan una vida independiente, y los hombres nos van haciendo espacio respetuosamente. Así, cuando vayamos como mujeres a resolver temas del coche y vayamos acompañadas de un hombre, no se dirigirán en automático a él, sino que preguntarán con quién debe atenderse el asunto.
Supongo que son pequeños detalles que como mujeres independientes nos caen bien, porque nosotras también somos responsables de nuestras cosas, por muy ajenas que al inicio nos parezcan: son nuestras. Y es agradable que se reconozcan así.
Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
lunes, 30 de junio de 2014
domingo, 29 de junio de 2014
Los sueños
Soñar, no como el acto de añorar, imaginar o desear, sino como aquel que ocurre mientras dormimos, es un misterio divertido.
Si buscamos una explicación científica, averiguaremos que los sueños son sólo un proceso de organización de nuestras ideas y actividades del día. Soñamos lo que hemos vivido y pensado, en una especie de vistazo al proceso en que buscan acomodarse estas imágenes en nuestro cerebro. Se revuelven un poco y parecen inverosímiles planteadas en el terreno de nuestra mente soñadora.
También podríamos buscarnos una explicación que nos dé un significado a los sueños que tenemos. Por ejemplo, se nos ocurre descifrar mensajes en ellos, que si sueñas con una boda, que si sueñas un funeral, que si sueñas un incendio o sueñas una muerte. Muchos significados para aquello que soñamos.
Sucede también que si no sueles recordar qué soñaste, todo lo anterior te importa poco, pues no participas de esto hasta que una mañana te ocurre que eres capaz de evocar una narración del sueño que tuviste la noche anterior.
Lo que definitivamente es curioso, es cuando sucede que sueñas lo mismo que otra persona. Me refiero a la misma forma idéntica en que el sueño se presenta a ambos.
A mí me ha pasado sólo dos veces en mi vida. Vaya, no se trata de que soñemos el mismo asunto en ocasiones diferentes bajo nuestra propia versión. No, no, ¡lo mismo! Como sueños gemelos o como un sueño compartido. Una especie de punto de encuentro que sucede por error o por casualidad. Este tipo de curiosidades sólo me han pasado dos veces.
Lo interesante es que para que esto suceda, no sólo tienes el reto de recordar los detalles de tu sueño, sino que tienes que, casualmente, contárselos a la persona indicada. Puede ser que tu sueño lo compartas o no. Usualmente sólo compartimos los que elegimos trascendentales. El siguiente reto es que caiga en oídos de la persona que también soñó igual y que ésta a su vez recuerde su sueño. Y por si fuera poco, existe otro reto a vencer, que es que la otra persona decida compartirlo a su vez. Sino, no te enterarás de que pasó.
Cuando estas variables se conjugan la diversión comienza y la inexplicable casualidad nos sorprende con admiración. Es tan genial cuando adviertes este tipo de sueños, que reconoces que no puedes explicar por qué sucedió. Aceptas sin más la posibilidad y la abrazas como un secreto, porque los sueños son sólo tuyos y el que alguien más hubiera estado conectado contigo en ese preciso instante es increíble.
Sólo dos veces me ha pasado así. Sueños idénticos e inconfundibles. Uno con ingredientes de ridiculez, que hicieron difícil que ambas lo compartiéramos y descubriéramos la coincidencia. Otro, con un escenario y acontecimiento que a él le hicieron ocultarme la coincidencia, y fue semanas después que me enteré de la noticia, cuando él quiso contármela.
¿Podrás recordar lo que sueñes esta noche? ¿Recuerdas lo que soñaste ayer?
Nos vemos entre sueños, nunca se sabe cuándo nos encontraremos por ahí sin querer.
viernes, 27 de junio de 2014
Qué fácil es engañarte (6o. Parte)
Viernes de Relatos
Otra vez no me concediste saber de ti. Otro viernes sin ti que sumo a la lista de eternos viernes en los que vives desaparecido y lejos de aquí.
Mi pasado intento de esperar a que llegaras a tu casa no me trajo ninguna respuesta. Esperé por ti hasta que amaneció. Pasé una noche fatal petrificada en mi asiento, entumida por el frío y con ganas de cenar algo. Mi lista de pendientes del sábado, que debían atenderse temprano, me hizo abandonar mi puesto de vigilancia. La única información que pude recolectar es que pasaste la noche fuera; lo que no apaciguó mi tortura.
Hoy titubeo. No quiero convertirme en tu acosadora. Intento mantener la poca cordura que me queda. La imposibilidad de tocarte me tiene vuelta loca y no sé cómo superar este enfermo trance. No puedo alcanzarte, no puedo encontrarte, es como si los viernes no existieras.
Él me ha contactado. Desea saber si hoy cederé a mis deseos más oscuros y le dejaré llevarme a la cama. Le he respondido vagamente, sin comprometerme a salir con él. Me tentó narrándome lo que haríamos escondidos en la oscuridad de la noche, alejados de toda conciencia y culpa. Por mucho que se me antojó el desahogue físico, le di una negativa. La sugerencia de cobrar venganza a una situación de engaño incierta me arrebató mis justificaciones.
El misterio de tus viernes me pone mal. Camino de un lado a otro en el pasillo y revuelvo mi ropa guardada en el cajón buscando tus detalles. Tropiezo con las paredes de mi casa y me persiguen los fantasmas de todas las teorías que me invento para explicar tu ausencia. Las repaso una a una y me piden evidencias para sostenerlas. Fracaso: no tengo pruebas de nada. Sólo hipótesis predecibles, sólo referentes cotidianos, pero no poseo pruebas para ninguna de ellas.
Sin pistas, sin ganas, me echo en mi cama y me pongo a pensar. Es junio y la lluvia hace de las suyas otra vez en mi ventana. Su golpeteo es fuerte e incesante. No se irá hasta que me combine con ella en un ánimo deprimente. La lluvia se ha robado el sol y lo poco que quedaba del día lo secuestraron las horas. Ha anochecido. Estoy sola, acurrucada sobre el edredón. Unas lágrimas se escapan de mis ojos y empapan mi almohada. Lucho contra mi propio juicio de tonta e ilusa. ¿Cuánto tiempo se puede estar así? Un año parece insano; y llevó más que eso.
Me quedo dormida; un poco más y será sábado.
Otra vez no me concediste saber de ti. Otro viernes sin ti que sumo a la lista de eternos viernes en los que vives desaparecido y lejos de aquí.
Mi pasado intento de esperar a que llegaras a tu casa no me trajo ninguna respuesta. Esperé por ti hasta que amaneció. Pasé una noche fatal petrificada en mi asiento, entumida por el frío y con ganas de cenar algo. Mi lista de pendientes del sábado, que debían atenderse temprano, me hizo abandonar mi puesto de vigilancia. La única información que pude recolectar es que pasaste la noche fuera; lo que no apaciguó mi tortura.
Hoy titubeo. No quiero convertirme en tu acosadora. Intento mantener la poca cordura que me queda. La imposibilidad de tocarte me tiene vuelta loca y no sé cómo superar este enfermo trance. No puedo alcanzarte, no puedo encontrarte, es como si los viernes no existieras.
Él me ha contactado. Desea saber si hoy cederé a mis deseos más oscuros y le dejaré llevarme a la cama. Le he respondido vagamente, sin comprometerme a salir con él. Me tentó narrándome lo que haríamos escondidos en la oscuridad de la noche, alejados de toda conciencia y culpa. Por mucho que se me antojó el desahogue físico, le di una negativa. La sugerencia de cobrar venganza a una situación de engaño incierta me arrebató mis justificaciones.
El misterio de tus viernes me pone mal. Camino de un lado a otro en el pasillo y revuelvo mi ropa guardada en el cajón buscando tus detalles. Tropiezo con las paredes de mi casa y me persiguen los fantasmas de todas las teorías que me invento para explicar tu ausencia. Las repaso una a una y me piden evidencias para sostenerlas. Fracaso: no tengo pruebas de nada. Sólo hipótesis predecibles, sólo referentes cotidianos, pero no poseo pruebas para ninguna de ellas.
Sin pistas, sin ganas, me echo en mi cama y me pongo a pensar. Es junio y la lluvia hace de las suyas otra vez en mi ventana. Su golpeteo es fuerte e incesante. No se irá hasta que me combine con ella en un ánimo deprimente. La lluvia se ha robado el sol y lo poco que quedaba del día lo secuestraron las horas. Ha anochecido. Estoy sola, acurrucada sobre el edredón. Unas lágrimas se escapan de mis ojos y empapan mi almohada. Lucho contra mi propio juicio de tonta e ilusa. ¿Cuánto tiempo se puede estar así? Un año parece insano; y llevó más que eso.
Me quedo dormida; un poco más y será sábado.
jueves, 26 de junio de 2014
Dejar ir, dejar ser
Hemos hablado sobre el tema del amor y la libertad. Y la verdad: ¡es difícil!
No sé en qué radique la complicación de darle libertad a quien amas. No es como recurrir a la frase: "Déjalo ir, si regresa es tuyo, sino nunca lo fue". Es más profundo que sólo abrirle las puertas a una persona y pedirle que las atraviese. El tema de la libertad y dejarlo ir radica en darle la posibilidad de ser quien busca ser, aún cuando ese "plan" no te considere.
No sólo en un plano de amor de pareja, donde aspiramos a que el otro no se vaya aún cuando se le abren las puertas. No, no, quiero ir un poco más allá. Abordar esto desde la relación de los padres con los hijos. Los papás, por ejemplo, madre y padre, cuando educan a sus hijos pretenden enseñarles lo que es mejor para ellos. Los enseñan a reflexionar, a analizar, a sopesar y a tomar decisiones para su bien. Sin embargo, los hijos tienen voluntad para actuar según su perspectiva, y ésa, a veces puede no ser la que un padre o madre quieren. ¿Cómo amarlos y darles libertad? En el inicio, cuando son pequeños también se les da libertad. Acotada, pero se les da. No puedes vivir la vida por ellos, tienes que dejarlos vivirla a ellos. Los debes dejarse caer y cometer errores. Bien lo decían en la película animada Nemo: no puedes prometerles que no les ocurrirá nada. Al contrario: les van a ocurrir. Y a sabiendas de esto, los amas y les das libertad.
Cuando se trata de adolescentes, es cuando tiemblan los padres, porque ellos de antemano conocen las consecuencias de un camino u otro. Todo es tan frágil y los errores trascienden en otras dimensiones. Finalmente, si los aman, les tendrían "que dejar ir", hacerse su camino y confiar en que les han enseñado bien. Como quiera que sea, en la adolescencia los matices de la práctica de la libertad también pueden ser un tanto supervisados. En el involucramiento de los padres, aún se puede participar para continuar formando en la responsabilidad y la toma de decisiones. ¡Aún te hacen caso, vaya! Sin embargo, el juego se pone interesante cuando llega la adultez de los hijos: dejarlos libres en esa etapa, cuesta más.
No es tan fácil, y creo que es ahí cuando los padres se enteran de que sus hijos, en su calidad de adultos, no pueden más que escuchar un buen consejo por parte de ellos y hasta ahí. Es cuando más duele el amor, cuando ejercen su libertad por completo, aún con la inexperiencia que poseen en el mundo real. Los problemas por falta de trabajo, despidos, renuncias, deudas, trabajo excesivo, estudios, falta de esparcimiento y diversión, vida familiar, independencia, negocios que fracasan, entre otros, son asuntos que en los que si la estás pasando mal, los padres quieren ayudar y al mismo tiempo, no saben cómo. ¿Cómo amar a los hijos dándoles su libertad? Es un asunto que duele en las entrañas.
Dejarlos ir de casa... o en casa, dejarlos hacer su vida. Dejarlos cometer errores garrafales de adultos, y al mismo tiempo estar ahí para ellos sin resolvérselos fácilmente, pero sin dejarlos a la deriva. Los hijos ya no escucharán como antes, aunque el consejo pueda ser el mejor pronunciado. O tal vez sí escuchen; lo que es claro es que tampoco puedes obligarlos a escuchar. Amar exige mucho de ti mismo. Te demanda que aceptes al otro como es, con todo y las consecuencias de sus decisiones. Dejarlos ir.... dejarlos ser...
Los padres aman a sus hijos cuando les dejan disfrutar del mayor regalo que les han dado: la vida. Y eso apuesto, que debe doler; pero el amor duele, así es. Sólo te duele lo que toca tu corazón y los hijos están en el de los padres. Por eso duele.
A los hijos se les educa tomándoles de la mano, no encadenándolos a la tuya. Y aún en la soledad de la vejez de los padres, dejar a los hijos hacer su vida es su mejor muestra de amor. No me malinterpreten, no es que pretenda que a los padres se les abandone en su lecho de muerte, pero debe haber una expresión de libertad incluso en las circunstancias más adversas en las que nuestra vulnerabilidad nos haría aferrarnos a las personas en un apego desmedido.
Por eso yo digo: amar duele y no es fácil.
Por eso se dice: pocos son los que saben amar.
miércoles, 25 de junio de 2014
Carta en el tiempo
¿Alguna vez has escrito una carta al futuro? Esa clase de cartas que son
para ti o alguien más, a las que escribes una advertencia que dictamina que
deberán leerse pasados unos meses o unos años. Esa clase de cartas que llenas
de mensajes, consejos, sueños y aprendizajes, que en el futuro habrán de servir
de reflexión para lo que has dejado atrás y lo que avanzaste en ese tiempo.
Las cartas en el tiempo son emocionantes. Una vez me dediqué una carta
que debía abrir hasta que transcurrieran diez años. Al inicio creí que no
tendría sentido hacerlo, porque cada día que pasaba recordaba con detalle lo
que había escrito ahí. ¿Entonces cuál era el sentido de hacerlo? Sin embargo
los meses avanzaron, luego los años y poco a poco fui olvidando lo que escribí.
El día en que debía abrirla la busqué, eso sí, mi consejo: deben guardarla
donde no la tengan a la mano, pero que sea accesible para no olvidarla. Ahí
estaba yo con mi carta enviada desde mi pasado. Escrita con mis propias manos y
con mi voz. Lo curioso fue descubrir que aún cuando se trataba de la misma
persona, simplemente no nos escuchábamos igual.
Sí era como hablar con alguien más joven, más soñadora y más ingenua en
ciertos aspectos. La escribí siendo adolescente y leerla pasados mis veintiséis
años significaba una importante diferencia. Fue interesante dimensionar cuánto
había crecido y cuánto había conseguido realizar. Algunos sueños se concretaron
y otros implemente se desvanecieron. Algunos temores se disiparon y otras
creencias se moldearon. Me gustó descubrir que lo que me preocupaba más, visto
desde lejos, no era tan trascendental. Me hubiera gustado darme algunos
consejos, enviarme una carta al pasado para contarme que finalmente, todo había
resultado bien. Lo inconveniente es que esto no puede hacerse, sólo se pueden
enviar mensajes hacia adelante, no hacia atrás.
La única manera que tenemos de enterarnos de las cosas antes de que
sucedan, es escuchando a los mayores. No es un camino idéntico el que recorren,
pero en buena medida pueden servir para dilucidar nuestras decisiones más
importantes. Escuchar sus experiencias, conclusiones y aprendizajes, nos pueden
servir de referencia para elegir.
Me gusta el ejercicio de escribir al futuro. Tanto a amigos, como a mí
misma. A veces las cartas en el tiempo se abren cuando tú ya no estás ahí.
Entonces, de algún modo, te haces presente otra vez y perpetuas el mensaje que
alguna vez fue fuerte, poderoso y vigente. Es vencer la barrera del tiempo y
las circunstancias que te llevan a todos lados, menos a los que tú tienes
planeados. Es como sembrar una semilla, que crecerá algún día y alguien más
admirará lo que creció de ella.
Las cartas en el tiempo son sensacionales. Haz la prueba. Aguarda
pacientemente, y entre más largo sea el plazo, más significativo será el
mensaje. Escríbela con esmero, tómate tu tiempo. Después de todo, lo que envíes
al futuro, no puede ser cualquier cosa, debe ameritar el esfuerzo de esperar.
martes, 24 de junio de 2014
24 de Junio Amor
Mis labios no titubean al decírtelo. No sienten ni el más mínimo temblor al pronunciarlo. Mi corazón alimenta las palabras con tanta certeza y seguridad, que ninguna parte de mi cuerpo se atreve a cuestionarlo. Ni siquiera mi cabeza, que suele ser terca y retadora; incluso ella se mantiene impertérrita y prudente, concediéndole un dejo de verdad que le ha inspirado el recuerdo.
Todos lo saben real. Mis pies andan el camino que los conduce hasta ti. Mis dedos te buscan ansiosos pretendiendo acariciarte. Mis oídos se agudizan para escuchar tu voz en la lejanía. Mi piel se estremece con sólo sentir tu presencia cerca. Mis brazos no saben otra cosa que abrazarte y mi nariz sólo se dedica a perseguir tu aroma en el aire. Mis ojos brillan si se encuentran contigo, eres la luz que enciende sus vidas.
Mi alma lo sabe en su silencio. Lo sabe por las risas que retumban en las paredes de mi cuerpo, en el eco de tus bromas y en la alegría de mis sensaciones. Lo comprende por la curiosa forma en que la oscuridad nunca llega, por la luz que permanece aún en la tristeza; y por la piadosa manera de limpiarla cuando se enjuga en lágrimas. Lo dimensiona por el miedo que disipas, por la ansiedad que le provocas y por la vulnerabilidad que le recuerdas en su condición de alma enamorada.
Todos lo saben real y lo reconocen cuando mi lengua lo admite en voz alta, cuando consigue capturar todo lo que sienten en dos palabras. Todos sucumben cuando ésta, valiente, se anima a quebrar el silencio osando mejorarlo con ese sentimiento. Nadie se atreve a dudarlo, todos lo sienten y por eso lo creen.
Lo creo yo cuando te lo digo de frente, cuando tomo tus manos y sonriendo se me escapa. Todo lo que soy va entretejido en esas letras. Suenan en el viento y hacen un esfuerzo por escurrirse dentro de tu corazón. Me pillo imaginando si sentirás lo mismo que yo... Este sentimiento en tan frágil que sólo puede sostenerse en dos pares de manos; y al mismo tiempo es tan fuerte, que ni el miedo a lo que viene puede destrozarlo.
24 de Junio. Por eso hoy te lo digo, aunque tú no lo compartas. Aunque de regreso no me des más que las gracias. Porque no depende lo que siento, de lo que tú tengas adentro. Así, en su sencillez y profundidad, me siento agradecida si estas dos me bastan, porque sé que es real y así se llama: "Te amo".
lunes, 23 de junio de 2014
Pedacitos
Un corazón roto tiene muchos pedacitos. Algunos se han perdido, algunos están al alcance de su mano. Los mira a todos esparcidos en el suelo, desacomodados, desordenados. A simple vista no parecen encajar uno con el otro, como si no pertenecieran al mismo elemento. Al intentar levantarlos, se pegan al suelo, como si se negasen rotundamente a volver a su sitio. Hay que separarlos con un poco de fuerza, ahí se quieren quedar, pero por más que se resistan, deben regresar.
Los pedacitos han perdido el brillo que antes poseían, repararlos tomará algo de tiempo. Uno a uno los busca a contraluz, agachándose en el suelo y mirándolos desde ahí. Así ninguno se escapará de la remienda, aunque se nieguen a participar de ella. Decepcionados temen no quedar como antes, les consuela advirtiéndoles que precisamente no volverán a ser igual que antes, y que eso está bien. Llora junto con ellos, a los pedacitos les dolerá recomponerse y quedarse fijos donde deben ir. ¿Qué tal que se equivoca y los pone donde no debían estar?
Un corazón roto no vuelve a mirarse igual después de reparado. Sus cicatrices le hacen lucir diferente. Su piel se irá engrosando y haciéndose más fuerte, pero también será capaz de amar otra vez, pues su esencia no se ha perdido aunque su apariencia presente algún remache por ahí o por allá.
Tardarán en cerrar las brechas, pero cerrarán. Se va a curar. Sólo hay que darle tiempo y consentirle con mimos mientras recupera la confianza para avanzar. Sólo puede confiar en la seguridad de que se repondrá. Nada podrá evitar que siga andando y amando. Nada jamás lo evitará.
domingo, 22 de junio de 2014
Tienes que fracasar
Fracasar duele, desespera y te golpea fuerte en la cara. Es una caída que no esperabas. Te raspa y te saca sangre. Es una herida que inicia su proceso de sanación.
Naturalmente nuestro cuerpo está listo para caer porque sabe sanar por sí solo. Los raspones se curan, las torceduras se reparan, los huesos fracturados se componen y fortalecen. Estamos preparados para caer. Sin embargo, emocionalmente, nos cuesta más trabajo, pero en esencia, es la misma cosa, sólo que requiere de nuestra participación remendar las heridas emocionales que la caída nos provoca.
Esa reparación emocional nos reencuentra necesariamente con nosotros mismos. Nos pone frente al espejo para descubrir quiénes somos y qué queremos. Es un momento de reflexión en el que te percatas de que lo que quieres es más fuerte que el dolor que te provocó la caída, que posees dentro de ti todo lo que necesitas para continuar. Es echar un vistazo a la maleta que te fue entregada antes de iniciar este viaje y reorganizar lo que lleva dentro. Entonces lo entiendes, en ese ir y venir de tus cosas, tus talentos, tus debilidades, tus pasiones y aprendizajes, que hay elementos tuyos que no habías visto si no hubieras reabierto esa maleta. Sucede que sacas lo mejor que tienes ahí para levantarte y te transformas en una mejor versión de lo que eras ya. Porque en esas caídas, así como tus huesos se reparan más fuertes para no romperse tan fácilmente, así también tú te levantas más fuerte y con más impulso para llegar más lejos.
Si no fracasaras, no te darías cuenta de todo lo que eres y puedes ser. Las caídas te transforman y te mejoran. Te ponen a prueba y te exigen más. Si la vida no te exigiera, no lo darías. Si tú no te exigieras, no lo darías. Así funcionamos como seres humanos. Si no buscamos sacudirnos el polvo de la comodidad, no podríamos ir más lejos, porque disfrutamos estar donde estamos. Sólo cuando fracasas reafirmas que hay algo dentro de ti que te mueve, y ese motor que te hace levantarte, es el que se enciende para llevarte más allá. Si no lo enciendes con caídas, no avanzas. Es un propulsor que sólo se alimenta de tus ganas de perseverar.
El éxito lo alcanzan los que se caen y siguen adelante. Nadie ha alcanzado el éxito sin haberse caído antes. Por ello, si lo quieres en tu vida es cosechar éxitos grandiosos... tienes que caerte grandiosamente. De la medida que es tu caída, en esa medida es tu levantada. Así que no temas fracasar, es el primer paso de hacer algo que los demás no hacen, y por ende, será cultivar los logros que los demás no alcanzan.
Tú decide qué tan lejos quieres llegar, dónde está tu límite. Y fracasa... fracasa muchas veces. Levantarte será crecimiento para ti y la satisfacción de la felicidad de hacer todo lo que quieras. Porque está en tus manos.
Tú decides.
sábado, 21 de junio de 2014
El poder de estar relajados
Es impresionante cómo la relajación coadyuva al goce de la vida. Con esto, me refiero a todo lo que nos sucede; todos esos elementos, instantes, segundos e ingredientes que componen la vida. Todos.
Si estás relajado las emociones no te superan ni dominan, tienes mejores oportunidades de experimentarlas y luego dejarlas ir, para que no se añejen en tu interior y desencadenen luego enfermedades físicas. Si estás relajado, sientes lo poderoso que eres y es más fácil abrir los ojos a todo lo que vives. No huyes, no corres, las prisas no te rigen, ni te paralizas ante las cosas. Si estás relajado, simplemente es posible poner todo en su justa dimensión y aceptar, que no es lo mismo que resignarse, no, no. Va más allá.
La relajación te dispone al goce de la vida. Las tensiones y el estrés aceleran tu cuerpo e imposibilitan tu capacidad de fluir. Los objetos están sometidos a un efecto similar. Lo que está duro, se rompe en el choque; lo que es suave, no pierde su integridad. Un lápiz lo rompes en dos enfocando la fuerza suficiente en un intento de doblarlo. El algodón no se puede romper bajo las mismas condiciones. (Aunque con esto algunos amantes de la física querrán ahondar en una explicación teórica más profunda, este es mi mejor ejemplo burdo para ilustrar la idea) El asunto es que la tensión acumulada en nuestro cuerpo hace daño, mientras que un cuerpo relajado no padece de los mismos males.
En mi experiencia, las emociones fuertes me resultan aterradoras. Una emoción fuerte la definiría como el acto de subirse a la montaña rusa que tiene dos vueltas invertidas en su recorrido. Otra experiencia aterradora sería una que implicara dolor intenso. Curiosamente en ambos casos, la respuesta es relajarse. En el primer ejemplo, cuando pregunto a quienes tienen el valor de subirse a estos juegos mecánicos cómo hacen para adquirir el gusto de subirse, ellos contestan: "Me gusta, lo disfruto" Y os aseguro que no se tensan ni petrifican mientras hacen fila para esperar su turno de treparse al vagón. Estando arriba, simplemente se dejan sentir la emoción y gozan del viaje.
Así también funciona en mi segundo ejemplo. Cuando te has golpeado, caído o te han puesto una inyección, el dolor se aminora si lo primero que uno hace es relajarse. Porque el cuerpo al estar relajado permite que entre el aire y lo oxigene. Y precisamente ahí está la clave para los que eternamente nos preguntamos durante nuestras vidas: Ya sé que debo relajarme: ¿cómo se hace? "Respirando correctamente".
Respirar relaja. Una respiración profunda que privilegia la exhalación. Espalda recta, manos sueltas y descansando sobre nuestro regazo. Piernas no entrecruzadas y con las plantas de los pies apoyadas sobre el piso. Recuperar el ritmo natural de la respiración. Evitar que se acelere en una simulación de respiración o que la contengamos prolongadamente. Respirar con calma, disfrutar respirar.
La relajación saca de nosotros mismos lo mejor para vivir intensamente, porque esto significa permitirse sentir cada momento sin cargarlo y guardarlo. Sientes lo que vives y si ya no lo estás viviendo, también eso que sentiste lo dejas ir. Así, relajados y en calma se disfruta la vida y de repente, te atreves a hacer más cosas o a retomar cosas que hacías antes.
La ansiedad y los nervios te arrebatan tu goce. Te acorralan poco a poco y te cierran puertas. Estar relajado las abre.
No te pierdas tu vida. Respira y relájate. Disfruta, que vida sólo hay una y es hoy.
viernes, 20 de junio de 2014
Qué fácil es engañarte (5o. Parte)
Viernes de Relatos
Estoy sentada dentro de mi coche, fuera de tu casa. La calle está quieta y vacía. La lluvia me hace de camuflaje al golpear estruendosa contra el parabrisas. Es difícil distinguir si alguien anda en la banqueta o no. El frío penetra desde fuera aunque tenga puesto el aire acondicionado para evitar que las ventanillas se empañen delaten mi ansiosa respiración.
Son las ocho de la noche y no has aparecido. Sería temprano si es que has salido a pasear y divertirte. Seria muy tarde si continúas ocupado en la oficina. ¿Dónde podrás estar? No hay pistas de que estés en casa, lo sé. Tu automóvil no está aparcado en el zaguán ni afuera donde estoy yo, que en mi deseo de confrontarte no he procurado tomar prudente distancia favoreciendo un encuentro.
Mi única compañía es la locutora en la radio que presenta canciones alegres para bailar un viernes por la noche. Las escucho sin moverme ni un ápice, las siento ajenas a mi humor. Sólo me complace la voz que imagino que está dirigiéndose a mí en el afán de entretener mi inútil espera.
Pasan los minutos y la lluvia no cesa. Pese a que ya es de noche, parece hacerse más oscuro que antes. Muevo el asiento hacia atrás para ganarme unos centímetros y estirar mis piernas. No me he movido de mi sitio y presiento que mi espera será más larga todavía.
Son las diez de la noche. No has llegado. Si se trata de tu trabajo, definitivamente querría matarlos de ser tú. ¿Cómo es posible soportar el yugo? Podría comprender la repentina necesidad de unas horas extra de trabajo, pero una rutina que roba tu posibilidad de esparcirte cada semana, la considero impensable. Si se trata de una salida de esparcimiento, no llegarás antes de las doce de la noche. Impensable sería abandonar una fiesta a temprana hora si es que pretendes diversión y desahogar las tensiones acumuladas por tanto trabajo. ¿Por qué no has llegado?
Las canciones del radio empiezan a repetirse. Miro el reloj en el tablero del coche y me percato de que es media noche. ¡Tienes que estar en una fiesta, no hay de otra! ¿O sí? Quisiera buscarlo en su celular, pero sé que seria en vano. Nunca ha tomado una llamada mía este día, no tendría que ser hoy la excepción. Sea lo que sea que esté haciendo, no quiere que le interrumpa, ni que le moleste. ¿Estará con otra?
Las ideas me apuñalan la cabeza. Los vecinos empiezan a llegar uno a uno. Todos parecen regresar a sus casas. Son las dos de la mañana. La lluvia se ha detenido, cualquiera podría notar mi presencia si prestara atención al entorno. Tengo sueño, mucho. Empiezo a cabecear. Me acurruco en el asiento, quiero dormir un poco. Descansar...
¿Será que no planea llegar a casa?
Estoy sentada dentro de mi coche, fuera de tu casa. La calle está quieta y vacía. La lluvia me hace de camuflaje al golpear estruendosa contra el parabrisas. Es difícil distinguir si alguien anda en la banqueta o no. El frío penetra desde fuera aunque tenga puesto el aire acondicionado para evitar que las ventanillas se empañen delaten mi ansiosa respiración.
Son las ocho de la noche y no has aparecido. Sería temprano si es que has salido a pasear y divertirte. Seria muy tarde si continúas ocupado en la oficina. ¿Dónde podrás estar? No hay pistas de que estés en casa, lo sé. Tu automóvil no está aparcado en el zaguán ni afuera donde estoy yo, que en mi deseo de confrontarte no he procurado tomar prudente distancia favoreciendo un encuentro.
Mi única compañía es la locutora en la radio que presenta canciones alegres para bailar un viernes por la noche. Las escucho sin moverme ni un ápice, las siento ajenas a mi humor. Sólo me complace la voz que imagino que está dirigiéndose a mí en el afán de entretener mi inútil espera.
Pasan los minutos y la lluvia no cesa. Pese a que ya es de noche, parece hacerse más oscuro que antes. Muevo el asiento hacia atrás para ganarme unos centímetros y estirar mis piernas. No me he movido de mi sitio y presiento que mi espera será más larga todavía.
Son las diez de la noche. No has llegado. Si se trata de tu trabajo, definitivamente querría matarlos de ser tú. ¿Cómo es posible soportar el yugo? Podría comprender la repentina necesidad de unas horas extra de trabajo, pero una rutina que roba tu posibilidad de esparcirte cada semana, la considero impensable. Si se trata de una salida de esparcimiento, no llegarás antes de las doce de la noche. Impensable sería abandonar una fiesta a temprana hora si es que pretendes diversión y desahogar las tensiones acumuladas por tanto trabajo. ¿Por qué no has llegado?
Las canciones del radio empiezan a repetirse. Miro el reloj en el tablero del coche y me percato de que es media noche. ¡Tienes que estar en una fiesta, no hay de otra! ¿O sí? Quisiera buscarlo en su celular, pero sé que seria en vano. Nunca ha tomado una llamada mía este día, no tendría que ser hoy la excepción. Sea lo que sea que esté haciendo, no quiere que le interrumpa, ni que le moleste. ¿Estará con otra?
Las ideas me apuñalan la cabeza. Los vecinos empiezan a llegar uno a uno. Todos parecen regresar a sus casas. Son las dos de la mañana. La lluvia se ha detenido, cualquiera podría notar mi presencia si prestara atención al entorno. Tengo sueño, mucho. Empiezo a cabecear. Me acurruco en el asiento, quiero dormir un poco. Descansar...
¿Será que no planea llegar a casa?
jueves, 19 de junio de 2014
Las señales
¡Dame una señal!
Me encanta cuando confiamos nuestros consejos al universo, esperando que éste nos ayude con su opinión a darnos cuenta de eso que en el fondo de nosotros mismos, ya sabemos. Queremos la complicidad de un poder más grande que nosotros mismos, una certeza en nuestra incertidumbre y un apoyo que confirme que nuestras sospechas están fundamentadas.
Usualmente les hacemos caso cuando nos favorecen, incluso cuando nos detienen. Es decir, cuando van de acuerdo a lo que pensamos, es más sencillo escucharlas, sea si nos dicen "para adelante" o si nos dicen "por ahí no es el camino".
Lo más genial ocurre cuando nos contradicen. Así es, ¿qué tal cuando nos dicen una cosa y nosotros queremos genuinamente lo contrario? Empiezan las contradicciones y confusiones. Entonces uno ejerce su poder, ese que desconocemos pero tenemos: el poder de hacer nuestra voluntad.
Cuando las señales te indican y refuerzan que deberías hacer algo y tú te empeñas en hacer lo contrario, aún cuando las has descifrado, te sientes un rebelde poderoso que confía más en sí mismo que en lo que dice el universo. Es una especie de empoderamiento curioso en el que tomas las riendas y te olvidas de las respuestas que te dieron las señales. Es como ir contra corriente en la confabulación del aparente plan para ti. Más allá del verdadero o ficticio poder de las señales, lo mejor ocurre cuando te niegas a hacerles caso aún tras haberlas solicitado. Algo sucede... ignorarlas y preferir confiar en ti te hace fuerte. (con una ligera dosis de tierna terquedad)
Ignoras el desenlace por un momento. No titubeas en cuestionar si está mal que no les prestes atención, cuando te empeñas en tu decisión, no te pueden hacer cambiar de opinión y dejas de creer que existan tales cosas. Sólo cuando verdaderamente crees en lo tuyo, no las escuchas e incluso te jactas de lo equivocadas que están.
No sé todavía qué pasa después de esto. No es que pidamos señales para cada paso que damos en nuestras vidas. Sólo para las que realmente importan. Así que nunca he llegado al final del camino en alguna situación en que haya decidido ignorarlas. Sólo sé que si has de pedir una señal, es porque vas a escucharla. Sino, mejor abstenerse. No vaya a ser que al final se rían de nosotros, ¿no?
Esto de las señales... a veces espero que se equivoquen y otras, espero que sean profetas. De cualquier modo, el que toma la decisión a fin de cuentas: eres tú.
miércoles, 18 de junio de 2014
Las noches
Algo posee la noche que me gusta más que el día. Reina la calma, el silencio y le quietud. Todo se ve del mismo color y la luna se esfuerza por iluminar con su luz lo que alcanza a rozar. Se respira el sueño de las personas que descansan dormidas y si pones mucha atención, puedes escuchar el susurro de los animalitos nocturnos que aprovechan nuestra ausencia para danzar y alzar su voz.
Estar en casa despierta a la mitad de la noche supone ser una intrusa que escapa de la rutina cotidiana. Entre semana se espera que estés recostada sobre tu cama, pero si mantienes los ojos abiertos pareciera que te has pillado en el oscuro paisaje y eres testigo de un espectáculo de luces en el cielo.
Tanto silencio en el hogar se presta para sentir tu propia respiración. Los sonidos de la casa se hacen más notorios y las cosas que suponen estar muertas parecen cobrar vida en la presencia de oscuridad.
Lo nocturno sabe maravilloso cuando asomas tu cara por la ventana. Un fresco sopla y te refresca. El sol no ha hecho de las suyas para calentar el aire. Sólo quedan los restos de su trabajo y conforme la noche es más profunda la luna hace su encanto por sumergirnos a todos en su hechizo.
La noche es más callada, menos prolongada y más tímida. Casi nadie sale a jugar con ella, no está acostumbrada a que la miren y la presencien. Por eso estar despierta mientras todos duermen es tan especial. Es como recibir un obsequio confiado sólo a ti.
Me gusta la noche, es así.
lunes, 16 de junio de 2014
El último día de tu vida
Dicen: vive cada día como si fuera el último
Si al despertar tuvieras la fortuna de enterarte que precisamente ese día será el último en tu vida: ¿Mantendrías tu agenda con el mismo plan con el que te acostaste la noche anterior? Si sospechas que no sería así, tal vez quieras hacer algunos ajustes en tu vida hoy. Sin embargo, si te dispusieras a vivir cada día haciendo aquello en lo que preferirías invertir tu tiempo, te percatarías de que no puede ser así tu día diario.
¿A qué me refiero?
Esa frase de "vivir cada día como si fuera el último" no se refiere a realizar exclusivamente durante todos tus días las actividades que te traen goce. Si lo que amas es viajar, no se refiere a que nunca estarás en casa ni regresarás al lugar donde vives. Si lo que amas es estar con tus hijos, no se refiere a que vivas las 24 horas sin despegarte de ellos. Si lo que amas es bailar, no se refiere a que no hagas otra cosa más que eso. Más allá de encontrarte realizando eso que amas, se trata de que ames cada cosa que te halles haciendo en este momento. De lo contrario, muchas personas podrían eliminar sin titubear su trabajo de oficina que les agobia con juntas y elaboración de informes, llamadas y reuniones con sus jefes. Tal vez fuera lo primero que borrarían de su "último día de vida", pero lo cierto es que la ignorancia de la fecha precisa de nuestro último día de vida, nos impediría deshacernos por completo de los quehaceres engorrosos que a veces tenemos obligación de hacer. Es decir, no puedes desafanarte de tus obligaciones diarias para vivir con esa fantástica agenda que planeas si hoy en la noche fueras a morir.
Lo que pretende enseñarnos la frase, va más allá. Precisa que nos des cuenta de que cada instante debes gozarlo intensamente y no esperar a que vengan mejores días para empezar a disfrutarlos. Que tu recorrido diario esté lleno de cosas satisfactorias y que estén entretejidas con un propósito fundamental. Que no pases presenciando cada atardecer lamentando no poder hacer algo más. Lo que hagas, debe gustarte y servir para tu felicidad. Los sinsabores no pueden ser más fuertes que el sabor natural de lo que haces. Se trata de que cada cosa que integra tu vida le dé un sentido superior a tu existencia, con el que te sientas pleno, con el que te sientas feliz.
Es ser consciente de que no sabes cuándo vas a morir, y que cuando la muerte apremie, no te sorprenda lamentándote, sino en calma y paz. Consciente de que hiciste siempre lo que debías y querías hacer. Que cada detalle y pequeña cosa de tu día conformaba tu plan e idea de felicidad.
No esperes a vivir mañana, vive hoy, porque nunca sabes cuándo dejará de llegar un "día siguiente". Lo que tienes es este preciso segundo. ¿Cómo lo estás aprovechando? Habrá actividades que realices por obligación y responsabilidad, y que sin ellas no podrías tener las que disfrutas. Así es. Sólo no las olvides por cansancio o falta de tiempo. Equilibra tu vida, dale a lo que más trascienda su justa medida. Entonces sí, lograrás que cada día te haga sentir vivo. Si lo consigues, cuando despiertes y te adviertan que vas a morir por la noche, no estarás borroneando tu agenda y corrigiendo lo escrito, harás justo lo que tenías pensado, porque eso que eliges vivir, es lo que hace que seas feliz.
Siempre disfruta vivir.
domingo, 15 de junio de 2014
Feliz Día del Padre México
Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el amor.
Denis Lord (novelista canadiense)
Proverbia. Recuperado de http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=291 con fecha de 15 de Junio 2014
Supongo que eso de ser Padre no es cosa sencilla. Digo lo "supongo" porque jamás lo seré, y mis aproximaciones a este concepto sólo podrán remitirse a mis propios recuerdos, lo que observo y las anécdotas de las que soy cómplice cuando me lo cuentan mis amigos.
A veces los hombres descifran lo que es ser padre más tarde de lo que las mujeres descubren su maternidad. La naturaleza les da un poco de ventaja a ellas, a ellos les concede mirarlo desde otra perspectiva, algún aprendizaje habrá ahí. Tal vez es necesario no abrumarles tan pronto con la idea de la paternidad para que así consientan a sus mujeres desempeñando su rol de pareja, para acogerlas en la travesía de tener un bebé creciendo dentro de ellas. No quiero decir que no puedan sentirse padres desde entonces, pero la posibilidad de sentirlo tangible llega cuando el pequeño nace y lo tienen en sus brazos. Descubrirse frágiles y vulnerables ante tan diminuta criatura, indefensa e inocente, despierta el sentido protector y la duda más grande: "¿Y ahora?".
Ser padre es una mezcla entre crecer y seguir siendo niño. Al inicio se puede seguir jugando e inspirando aventuras. Se bromea y se inventan conspiraciones divertidas de las que mamá seguramente estará en contra. Se crece, porque finalmente de un padre se aprende a soñar, a trabajar, a levantarse de los tropezones y dichas enseñanzas exigen que quien las comparte las haya hecho suyas en primer lugar. Un padre brinda un consejo serio y te da los empujones para que te superes a ti mismo. Te inspira sueños y metas, y te deja perseguirlas. Le duelen tus caídas y lo más importante, te da libertad.
Un padre quiere verte fuerte en tu debilidad, y sabe qué cuerdas jalar para sacar lo mejor de ti. Y aún así tiene la paciencia para respetar tus pasos y no te deja abandonado. Como cuando enseñan a andar en bicicleta. Siempre corren tras de ti mientras logras mantener el equilibrio y luego te miran acelerar a lo lejos, sin nunca perderte de vista. Aunque no los veas porque tienes la mirada puesta en el horizonte, siempre están detrás de ti.
Un padre tiene el poder de charlar contigo en tono serio mientras se compenetra contigo en una conversación que saben ambos que trascenderá. Conjuran momentos breves que duran toda la vida. Te dan ejemplo de la responsabilidad y los deberes obligados para sostener a una familia, y te muestran que ese trabajo no tendría sentido si no te dedicarán lo que son ellos mismos a ti.
Y aún cuando ellos ya han hecho su camino y desean un éxito superior al suyo para ti, te dejan elegir. Lo más difícil ha de ser anticipar los desenlaces de muchas historias y querer salvarte de todas las tristezas y decepciones que pueden conllevar; y en todo ello, amarte tanto, para ser capaces de dejarte libre y hacer lo que tú gustes con el obsequio que te han dado: la vida.
Apoyarte, compartirte y dejarte en libertad. Y cuando se trata de hijas, un padre puede ser extraordinariamente grandioso, pero no con la intención de que perpetúes un ideal que todo hombre en tu vida debe alcanzar y superar. Es ser un padre y nada más. Dar espacio para otro más. Dar la libertad para elegir a tu voluntad y tener la posibilidad de construir lo que buscas a sabiendas de lo valiosa que eres y lo que mereces, nada más.
Sujetar el asiento de la bicicleta hasta que domines el manubrio y puedas andar solo. Dejar que los hijos se caigan y animarlos a seguir, seguir y seguir.
Ser padre... qué compromiso y qué valentía se requiere para mantenerse ahí.
Felicito a todos los que lo son y se esfuerzan por anteponer a sus hijos a sus deseos propios.
¡¡¡¡ FELIZ DÍA DEL PADRE !!!
Y en especial, felicito a mi papá. Gracias por enseñarme que los límites no existen, que sólo los pongo yo: que puedo hacer todo lo que yo quiera. Que el secreto de la felicidad radica en el esfuerzo y la incomodidad, en la perseverancia y la voluntad. Gracias por concederme el honor de librar batallas contigo, de las que aprendo que no importan las caídas, siempre hay que avanzar, confiar y abandonarse en Dios.
Denis Lord (novelista canadiense)
Proverbia. Recuperado de http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=291 con fecha de 15 de Junio 2014
Supongo que eso de ser Padre no es cosa sencilla. Digo lo "supongo" porque jamás lo seré, y mis aproximaciones a este concepto sólo podrán remitirse a mis propios recuerdos, lo que observo y las anécdotas de las que soy cómplice cuando me lo cuentan mis amigos.
A veces los hombres descifran lo que es ser padre más tarde de lo que las mujeres descubren su maternidad. La naturaleza les da un poco de ventaja a ellas, a ellos les concede mirarlo desde otra perspectiva, algún aprendizaje habrá ahí. Tal vez es necesario no abrumarles tan pronto con la idea de la paternidad para que así consientan a sus mujeres desempeñando su rol de pareja, para acogerlas en la travesía de tener un bebé creciendo dentro de ellas. No quiero decir que no puedan sentirse padres desde entonces, pero la posibilidad de sentirlo tangible llega cuando el pequeño nace y lo tienen en sus brazos. Descubrirse frágiles y vulnerables ante tan diminuta criatura, indefensa e inocente, despierta el sentido protector y la duda más grande: "¿Y ahora?".
Ser padre es una mezcla entre crecer y seguir siendo niño. Al inicio se puede seguir jugando e inspirando aventuras. Se bromea y se inventan conspiraciones divertidas de las que mamá seguramente estará en contra. Se crece, porque finalmente de un padre se aprende a soñar, a trabajar, a levantarse de los tropezones y dichas enseñanzas exigen que quien las comparte las haya hecho suyas en primer lugar. Un padre brinda un consejo serio y te da los empujones para que te superes a ti mismo. Te inspira sueños y metas, y te deja perseguirlas. Le duelen tus caídas y lo más importante, te da libertad.
Un padre quiere verte fuerte en tu debilidad, y sabe qué cuerdas jalar para sacar lo mejor de ti. Y aún así tiene la paciencia para respetar tus pasos y no te deja abandonado. Como cuando enseñan a andar en bicicleta. Siempre corren tras de ti mientras logras mantener el equilibrio y luego te miran acelerar a lo lejos, sin nunca perderte de vista. Aunque no los veas porque tienes la mirada puesta en el horizonte, siempre están detrás de ti.
Un padre tiene el poder de charlar contigo en tono serio mientras se compenetra contigo en una conversación que saben ambos que trascenderá. Conjuran momentos breves que duran toda la vida. Te dan ejemplo de la responsabilidad y los deberes obligados para sostener a una familia, y te muestran que ese trabajo no tendría sentido si no te dedicarán lo que son ellos mismos a ti.
Y aún cuando ellos ya han hecho su camino y desean un éxito superior al suyo para ti, te dejan elegir. Lo más difícil ha de ser anticipar los desenlaces de muchas historias y querer salvarte de todas las tristezas y decepciones que pueden conllevar; y en todo ello, amarte tanto, para ser capaces de dejarte libre y hacer lo que tú gustes con el obsequio que te han dado: la vida.
Apoyarte, compartirte y dejarte en libertad. Y cuando se trata de hijas, un padre puede ser extraordinariamente grandioso, pero no con la intención de que perpetúes un ideal que todo hombre en tu vida debe alcanzar y superar. Es ser un padre y nada más. Dar espacio para otro más. Dar la libertad para elegir a tu voluntad y tener la posibilidad de construir lo que buscas a sabiendas de lo valiosa que eres y lo que mereces, nada más.
Sujetar el asiento de la bicicleta hasta que domines el manubrio y puedas andar solo. Dejar que los hijos se caigan y animarlos a seguir, seguir y seguir.
Ser padre... qué compromiso y qué valentía se requiere para mantenerse ahí.
Felicito a todos los que lo son y se esfuerzan por anteponer a sus hijos a sus deseos propios.
¡¡¡¡ FELIZ DÍA DEL PADRE !!!
Y en especial, felicito a mi papá. Gracias por enseñarme que los límites no existen, que sólo los pongo yo: que puedo hacer todo lo que yo quiera. Que el secreto de la felicidad radica en el esfuerzo y la incomodidad, en la perseverancia y la voluntad. Gracias por concederme el honor de librar batallas contigo, de las que aprendo que no importan las caídas, siempre hay que avanzar, confiar y abandonarse en Dios.
viernes, 13 de junio de 2014
Qué fácil es engañarte (4o. parte)
Viernes de Relatos
Esta vez no voy a engañarte. La impotencia que me genera este día me pone furiosa. He decidido marcarle para cancelar. Algún pretexto absurdo me he inventado y en mi tono desilusionado ha adivinado mis pocas ganas de darle mayor explicación. Él se conforma, después de todo, me imagino que no he de ser la única con quien hace estos tratos.
Me quedo sola en mi habitación, mirando por la ventana, cómo se hace de noche. Extraño salir, extraño los viernes con locas aventuras. Tengo ganas de inventarme alguna locura. Tal vez me anime a salir por mi cuenta... tal vez lo haga.
Me arreglo más de la cuenta. El labial color rojo intenso es un exceso. Zapatos de tacón alto y un vestido negro que apenas hace su tarea. El cabello suelto y relajado. Es hora de salir a bailar. Me presento en el primer lugar que llegó a mi memoria. El ruido se escucha desde la entrada: música estruendosa y choques de botellas de vidrio. Me cuelo entre la gente, paso desapercibida con un grupo grande de personas. No suelen buscar personas solitarias. El número más reducido es el de parejas que se entretienen de a dos, mimándose y mirándose. Me busco una mesa en una esquina. No pretendo socializar, sólo perderme en la oscuridad y el estruendo. Me pido un trago que sostenga mi mano, sin afán de beber. Cierro los ojos y me dejo contagiar por la música que escucho, meneo mi cabeza al ritmo que se me marca; empiezo a recordar.
Ni una sola vez me quiso ver en viernes. Nunca. Ni siquiera las primeras salidas en las que todo es ingenuidad ocurrieron ese día. Tal vez al inicio no me percaté de ello, pues solía planear la tarde para gastarla con amigos, los cuales de a poco fueron excluyéndose por esas bobas reglas que sugieren infidelidad. Es decir: ¿acaso no se puede salir con un amigo a solas cada semana? Algunos lo entienden, supongo, pero otros no y son bastante estrictos al respecto.
Si bien él nunca me lo prohibió ni lo explicitamos en una charla casual, le concedí ese acuerdo. No tuvo que pedirlo, ni yo a él algo similar. En la dinámica nos lo callamos y lo asumimos. Por ende: no estaría mal retomar mis andadas nocturnas, ¿o sí? Las preguntas suscitaban una a una. Mis respuestas aún eran vagas, no tenía la certeza de qué rumbo tomar. Y la incógnita que lo mantenía ausente los viernes me asfixiaba.
No habían dado ni las doce de la noche cuando pedí la cuenta. Dejé la copa sobre la mesita frente a mí sin haberle tomado ni un sólo sorbo. Eché una mirada fugaz al lugar. Todos bailaban y brincaban, otros se empujaban mientras golpeaban sus botellas al unísono para celebrar. Me sentí ajena a la escena en que estaba metida y me marché sigilosamente, como quien no quiere ser vista.
En casa, me dediqué a armar un plan, era el último viernes que le concedía a solas. El último. Me propuse a desentrañar el misterio. Si no obtenía respuestas, moriría.
Esta vez no voy a engañarte. La impotencia que me genera este día me pone furiosa. He decidido marcarle para cancelar. Algún pretexto absurdo me he inventado y en mi tono desilusionado ha adivinado mis pocas ganas de darle mayor explicación. Él se conforma, después de todo, me imagino que no he de ser la única con quien hace estos tratos.
Me quedo sola en mi habitación, mirando por la ventana, cómo se hace de noche. Extraño salir, extraño los viernes con locas aventuras. Tengo ganas de inventarme alguna locura. Tal vez me anime a salir por mi cuenta... tal vez lo haga.
Me arreglo más de la cuenta. El labial color rojo intenso es un exceso. Zapatos de tacón alto y un vestido negro que apenas hace su tarea. El cabello suelto y relajado. Es hora de salir a bailar. Me presento en el primer lugar que llegó a mi memoria. El ruido se escucha desde la entrada: música estruendosa y choques de botellas de vidrio. Me cuelo entre la gente, paso desapercibida con un grupo grande de personas. No suelen buscar personas solitarias. El número más reducido es el de parejas que se entretienen de a dos, mimándose y mirándose. Me busco una mesa en una esquina. No pretendo socializar, sólo perderme en la oscuridad y el estruendo. Me pido un trago que sostenga mi mano, sin afán de beber. Cierro los ojos y me dejo contagiar por la música que escucho, meneo mi cabeza al ritmo que se me marca; empiezo a recordar.
Ni una sola vez me quiso ver en viernes. Nunca. Ni siquiera las primeras salidas en las que todo es ingenuidad ocurrieron ese día. Tal vez al inicio no me percaté de ello, pues solía planear la tarde para gastarla con amigos, los cuales de a poco fueron excluyéndose por esas bobas reglas que sugieren infidelidad. Es decir: ¿acaso no se puede salir con un amigo a solas cada semana? Algunos lo entienden, supongo, pero otros no y son bastante estrictos al respecto.
Si bien él nunca me lo prohibió ni lo explicitamos en una charla casual, le concedí ese acuerdo. No tuvo que pedirlo, ni yo a él algo similar. En la dinámica nos lo callamos y lo asumimos. Por ende: no estaría mal retomar mis andadas nocturnas, ¿o sí? Las preguntas suscitaban una a una. Mis respuestas aún eran vagas, no tenía la certeza de qué rumbo tomar. Y la incógnita que lo mantenía ausente los viernes me asfixiaba.
No habían dado ni las doce de la noche cuando pedí la cuenta. Dejé la copa sobre la mesita frente a mí sin haberle tomado ni un sólo sorbo. Eché una mirada fugaz al lugar. Todos bailaban y brincaban, otros se empujaban mientras golpeaban sus botellas al unísono para celebrar. Me sentí ajena a la escena en que estaba metida y me marché sigilosamente, como quien no quiere ser vista.
En casa, me dediqué a armar un plan, era el último viernes que le concedía a solas. El último. Me propuse a desentrañar el misterio. Si no obtenía respuestas, moriría.
jueves, 12 de junio de 2014
¡Tenía hambre!
"No te comas las letras" dicen en la escuela... Pues bien, esto pasó ese día.
Esa tarde tenía hambre, mucha. Así que abrí el refrigerador con toda la intención de comer lo que fuera. Busqué en la repisa del jamón y las salchichas, pero estaban totalmente vacías. Jalé el cajón de las verduras y tampoco hallé comida. Envases vacíos, envolturas sin contenido. No había nada en ese refrigerador.
¿Qué podía comer?
Cavilando en mis pensamientos, me froté la frente con la mano. Torcí la boca y pasé saliva. Mi estómago gruñó, ¡quería devorar! Apreté los dientes haciendo fuerza para controlar los músculos de mi estómago. Algo que era evidentemente absurdo pues éste se manifestaría en ruidos atroces contra mi voluntad. Pasé saliva y me degusté un delicioso sabor... pasé saliva otra vez. Sabía bien.
Alg estab calmndo mi ambre. Repentinamnte un sabor entre dulc y seco acariciaba mi lenga. Sentía saciar mi necsidad de alimnto. ¿Cómo era esto posble? Empecé a sonreír y me retiré a mi abitación.
Mi estómgo parecía estar de acuerdo con lo que recibía. En la medida n que evocaba cietas ideas me sentía más satsfecha. Lo curioso, s qe no necestaba pnsar más en comida, por alguna extraña razón, pensr en otras cosas me iba mejor. Si pensba en elefantes, especies y retretes, un sabor agridulce me hacía salivar. ¡Grands lfants, spcis y rtrts! ¡¡¡Dlicoso!!! Si pnsaba n armarios, amasadoras y asadoras, ra como llvar azúcar a mi boca. ¡Grnds rmrios, msdors y sdors! ¡¡¡Xquisito!!! La a y la e, saben muy bien. Quise probar otras letras, esta vez consonantes para acompañar. ochimilco y Méico tenían algo de sal. Un cameo, la orona, una aga y la ama de una vela, encendían con picante mi lengua. Será mejor probar el ile, un ileno y una ilena. A los que podía agregar un poco de oológico, ajedre, jere y ebras. Rayos, ésta última no lleva z.
Mi estmg se pso feliz con aqllo y dejó de qjarse. Ya no tnía ambre. El únco problma fue q dsd entoncs dicn que hablo como escrbo en mis mensjs de txto. Ya no he vuelto a pasar ambre, pro sin letras no soy igual.
Esa tarde tenía hambre, mucha. Así que abrí el refrigerador con toda la intención de comer lo que fuera. Busqué en la repisa del jamón y las salchichas, pero estaban totalmente vacías. Jalé el cajón de las verduras y tampoco hallé comida. Envases vacíos, envolturas sin contenido. No había nada en ese refrigerador.
¿Qué podía comer?
Cavilando en mis pensamientos, me froté la frente con la mano. Torcí la boca y pasé saliva. Mi estómago gruñó, ¡quería devorar! Apreté los dientes haciendo fuerza para controlar los músculos de mi estómago. Algo que era evidentemente absurdo pues éste se manifestaría en ruidos atroces contra mi voluntad. Pasé saliva y me degusté un delicioso sabor... pasé saliva otra vez. Sabía bien.
Alg estab calmndo mi ambre. Repentinamnte un sabor entre dulc y seco acariciaba mi lenga. Sentía saciar mi necsidad de alimnto. ¿Cómo era esto posble? Empecé a sonreír y me retiré a mi abitación.
Mi estómgo parecía estar de acuerdo con lo que recibía. En la medida n que evocaba cietas ideas me sentía más satsfecha. Lo curioso, s qe no necestaba pnsar más en comida, por alguna extraña razón, pensr en otras cosas me iba mejor. Si pensba en elefantes, especies y retretes, un sabor agridulce me hacía salivar. ¡Grands lfants, spcis y rtrts! ¡¡¡Dlicoso!!! Si pnsaba n armarios, amasadoras y asadoras, ra como llvar azúcar a mi boca. ¡Grnds rmrios, msdors y sdors! ¡¡¡Xquisito!!! La a y la e, saben muy bien. Quise probar otras letras, esta vez consonantes para acompañar. ochimilco y Méico tenían algo de sal. Un cameo, la orona, una aga y la ama de una vela, encendían con picante mi lengua. Será mejor probar el ile, un ileno y una ilena. A los que podía agregar un poco de oológico, ajedre, jere y ebras. Rayos, ésta última no lleva z.
Mi estmg se pso feliz con aqllo y dejó de qjarse. Ya no tnía ambre. El únco problma fue q dsd entoncs dicn que hablo como escrbo en mis mensjs de txto. Ya no he vuelto a pasar ambre, pro sin letras no soy igual.
miércoles, 11 de junio de 2014
Confiar y esperar
La sabiduría humana se encierra por entero en estas dos palabras: ¡Confiar y esperar!
Alejandro Dumas
El pensador. Recuperado en http://www.elpensador.info/frases_de_espera/ con fecha 11 Junio de 2014
La espera sabe mejor cuando va aderezada de confianza. Sin confianza, la espera es amarga y su paso lento, tortuoso y ansioso. La confianza, sin espera, es igual de insípida; pues la confianza permite que las cosas sucedan a su debido tiempo, si le extraemos la espera, querremos el control de la velocidad en que se presentan. La confianza espera, la espera confía.
Y qué difícil es esperar. Acelerar el tiempo, apresurarse por saber, estar cinco pasos adelante y no estar conforme con el minuto que transcurre ahora. La mirada puesta adelante y todo lo que somos allá, sólo nuestro cuerpo no le puede alcanzar y por eso se queda quieto, petrificado y vacío. El corazón quiere correr y los pies no pueden ir con el pensamiento. Hay que saber esperar...
Y qué difícil es confiar. El futuro no se te presenta tal cual es frente a los ojos. Está ahí develándose conforme avanzas. Nunca antes, nunca después. El curioso juego de su inexistencia, pues cuando lo alcanzas ha dejado de existir para ser tu presente. Aceptar que en ese oscuro panorama, que no se revela en la curiosidad, se aproxima a ti lo que es bueno para tu crecimiento, es complicado si no te dejas fluir. Es como un rompecabezas, se te dan pequeñas partes de la foto completa, algunas parecen sin sentido y otras no parecen encajar, pero al final, todo conlleva a un panorama fenomenal. Comprender que las piezas feas sirven para que encajen las buenas, es confiar. Armar el rompecabezas sin tener el referente del ya armado, es confiar. Y al final, siempre resultan hermosos paisajes los que se completan tras su armado.
Confiar y esperar. Difíciles y fáciles a la vez. ¿De qué lado las quieres vivir?
martes, 10 de junio de 2014
Recordando a Quiroga
Usualmente le encuentro en mi almohada al dormir. El sueño pesado vence mis locas ideas en las que cerrar los ojos significará un lento acercamiento a la muerte. Me consumirán sus garras y tragará mi sangre ese monstruo escondido en mi preciado objeto para descansar. Ahí es donde lo encuentro cada noche y cada día desaparece bajo la luz del sol.
Procuro andar con cuidado el resto del día, no vaya a ser que me encuentre con un accidente fatal en el supuesto dominio de mi cotidianeidad y pierda la vida. Puede suceder, lo sé. En ese irónico escenario también le he visto.
Mis días se atajaron por su sombra con la repentina aparición de esos niños. Acostumbrada a sus relatos, le recordé súbitamente en un recuerdo que jamás esperé presenciar. Ahí estaba yo, regresando de la tienda, caminando en la banqueta, acercándome a mi casa. Las casas alineadas al otro lado se alzaban una a una con sus colores cobrizos. El ajetreo acostumbrado de una tarde entre semana, con hijos que acaban sus tareas y salen a jugar. Lo usual, crei, hasta que me golpeó la cara esa imagen del niño. Igual que la almohada me acosa con el recuerdo de un relato, así esta cara infantil de ojos vacíos me heló el alma.
Incapaz fui de describir lo que sentí. Evoqué aquella gallina decapitada y el morbo de un asesinato cruel disfrazado de inocencia. ¿De dónde había sido capaz él de extraer dicha historia? ¿Qué había podido inspirar tanta tragedia? La respuesta la tenía frente a mis ojos, acechándome asquerosamente.
Escuchaba en un murmullo a Horacio "Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta". Quedé horrorizada ante la similitud. "En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal". La diferencia oscilaba en la falta de una grave enfermedad.
Avancé por la banqueta a toda prisa, con esa mirada torpe corrompiendo mi tranquilidad. El niño osó dar unos pasos vacilantes detrás de mí, con la absurda intención de alcanzarme. Caminé más rápido y el corazón se me agitó robándome el aire de los pulmones. Empecé a jadear asustada. Me perseguía, el infante idiota me perseguía. Sus manos atadas a su cuerpo le impedían lograr el equilibrio, iba de un lado a otro amenazando con caer. Sus labios petrificados en una mueca deforme y sus mejillas pálidas sin el rojo carmín del goce infantil.
Entré a mi casa y azoté la puerta detrás de mí. Me llevé la mano al pecho buscando calmar los latidos de mi corazón. La imagen de esa criatura diminuta tan escalofriante me arrebataba mi paz. Era un demonio miniaturizado, un ser tosco y grotesco que simulaba ser niño. Sin inocencia ni brillo, sin risa ni alma.
Asomé por la ventana para averiguar hasta dónde lo habían llevado sus pies. Miré el jardín lleno de flores saludarme meciéndose con el suave viento que soplaba al atardecer. El cielo rojizo despedía al sol. Pude percibir el llamado de una mujer a lo lejos, que pedía que alguien entrara a la casa. Unos pequeños atravesaron corriendo mi mirada. Él no se encontraba entre ellos. Todo se quedó callado y en calma. Debía haber entrado a su morada hacía rato, supuse. Volví mis ojos al interior de mi hogar. Respiré hondo y profundo y volví mi atención a mis quehaceres hogareños.
Aquel niño permanecía en la banqueta, sentado detrás del tronco de un árbol sembrado al frente de su casa. La madre había olvidado proclamar su regreso, ocupada frente al televisor y evadiendo toda responsabilidad que éste le conllevara. Adentrada la noche llegó su padre anunciándose con las luces del automóvil iluminando la oscuridad. Encontró al niño sentado solo. Su padre le tomó del brazo y a empujones lo hizo entrar por la puerta principal.
La calle solitaria esperó toda la noche, con la esperanza de un porvenir cuando llegara el amanecer.
lunes, 9 de junio de 2014
Quién te viera
"Quién te viera" es lo que te dicen las personas cuando descubren en ti algo nuevo, por lo que cualquiera apostaría que no harías o serías. Es la forma más popular para demostrar que te encuentras sorprendido por el hallazgo y que definitivamente rompe lo cotidiano en tu vida.
Usualmente las personas te dicen "quién te viera" cuando descubren algo positivo que les conmueve y que ni tú imaginabas que harías. (Aunque también puede ser dicho con malas intenciones) El asunto es que definitivamente la frase brota de la incredulidad.
Lo mejor aún, es que tú mismo te digas: "quién ME viera".
Entonces sí te has desconcertado ante tus propias decisiones y la mayoría de las veces son aspectos que sólo hacía falta que te animaras a hacer; y que las otras personas añoraban verte realizar. Por ejemplo, quien se la ha pasado protestando contra el romanticismo y las cosas cursis, cuando cae en el encanto y se enamora perdidamente y es correspondido, súbitamente esas cosas ya no le causan repele. Cuando se descubre a sí mismo cayendo en el juego se atrapa diciendo: ¡Quién me viera! Otro ejemplo, es cuando durante tu infancia y adolescencia te has encargado de renegar contra hacer los deberes de la casa. Súbitamente, cuando vives por tu cuenta y son tus cosas, sucede que el orden y la limpieza son tus amigos. Te percatas de lo que haces y dices: ¡Quién me viera!
Es genial cuando eso sucede y te gusta. Las cosas se te antojan sólo si ya las has probado, como dice mi mamá. Es verdad, necesitas probarlas y cuando sales de tu rutina habitual para hacer algo que no hubieras hecho antes, es tomar esa probadita. Sabe bien y te hace sentir bien.
¿Hace cuánto te dijiste: Quién me viera? No dejes de probar cosas nuevas, en una de esas, descubres una pasión que ignorabas y te lleva a un camino fenomenal.
domingo, 8 de junio de 2014
Hoy no tengo un plan
Recuerdo cuando era más chica y cursaba la secundaria. En esos intentos de los maestros por ayudarnos a averiguar nuestra escondida vocación, me pidieron que tomara una hoja y la doblara en tres partes iguales. Fácil: lo hice. Lo siguiente fue dibujarnos a nosotros mismos en cada espacio delimitado por el doblez, de manera que teníamos tres casillas que debíamos ilustrar. El primer espacio lo destinaríamos a dibujarnos como nos mirábamos en ese entonces; el segundo, para dibujarnos como nos veíamos dentro de cinco años; y el tercero, para retratarnos a diez años.
En la escuela esta estrategia es útil para marcar el plan de vida que has de seguir. Los maestros refuerzan la importancia de asistir a clases y estudiar, te invitan a hacer el esfuerzo de marcarte metas que debes alcanzar y de cumplir, hasta cierto punto, bajo expectativas sociales que enmarcan tu éxito. Hacer este ejercicio en aquella edad me parecía lógico para darle un sentido a mis horas sentadas en el pupitre, aprendiendo un montón de cosas que usaría y otras que desecharía. Me hacía aspirar a la adultez y me confortaba saber que tenía un plan, aunque improvisado, pero sabía a dónde ir.
En la adolescencia tienes claro que imaginarte a cinco o diez años te hace pensar en qué vas a ocupar tu vida adulta. Te planteas una profesión u otra actividad, pero le vas dando forma a lo que serás y colocas los peldaños para alcanzarlo. Es casi controlado el tema. Visualizarte en ese futuro cercano cumple con estándares aceptables que estructuran tu mundo y te dan seguridad. Casi sientes las palmaditas de la sociedad en tu espalda aprobando tu camino. Sin embargo, ¿qué sucede cuando este ejercicio te lo plantean cuando llevas más camino recorrido? Puede ser trágico o frustrante...
Veamos por qué.
Si me piden imaginarme a 10 años, tengo la certeza de que voy a errar. En esencia permaneceré siendo la misma. Habré crecido esperanzadamente, pues las lecciones que me da la vida espero que contribuyan a que me transforme y perfeccione en eso que puedo llegar a ser si pongo mi esfuerzo y persevero. Tengo una idea de mí misma que se constituye de un susurro en el oído, pero si me pides que me retrate haciendo algo... No acertaré. ¿Por qué? Elegir una profesión o sospechar que trabajarás en algo de lo mucho que se puede escoger es relativamente sencillo cuando eres más chico. (No menosprecio el apuro que esto puede significar cuando no tienes ni idea de qué harás siendo adulto) Pero conforme avanzas en el camino, ¡¡te percatas de que no tienes control sobre absolutamente nada!! Puedes augurar y contener algunos aspectos de tu vida, pero este camino se avanza paso a paso y en un instante virar para otro lado.
Un día pueden despedirte de tu trabajo, otro día las deudas te asfixian, te pueden dar un ascenso que no implica un incremento económico como esperabas, alguien de tu familia puede enfermar gravemente, un día un amigo te traiciona, te descubres en una relación de pareja que te sabe a vacío, tu pareja te engaña, te quedas de responsable de tus hijos sin apoyo económico. En otros escenarios un día te ganas la lotería, en otro te conviertes en el CEO de una empresa internacional, amas y te aman de regreso, eliges a tu familia por encima del trabajo, tus ingresos no son excesivos pero suficientes, aprendes una actividad recreativa, viajas por el mundo... y muchas cosas más.
El asunto es que descubres que por mucho que te esfuerces en tener un plan, la vida te demandará que lo flexibilices. Si te aferras a un estricto plan, puede salirte mal. Comúnmente la elección de pareja, si eres víctima del cronograma social, te juzga si eres soltero luego de cierta edad. Peor es el panorama si ni a novio(a) llegas. Entonces sí estás en un lío. Si te aferras al plan, te casarás con el primero que oportunamente llegue al momento en que quieres lograr esa meta olvidando lo que tú genuinamente quieres amar. Te conformas un poco, porque miras los años pasar y pasar; y a ti simplemente no te toca. Tal vez la desesperanza te dice que no hay nada mejor después o la impaciencia te hace reaccionar rápido.
Los planes estorban. Si tuviera que dibujarme a diez años, no puedo más que pensar en las cosas internas que espero conseguir. Tal vez ser más disciplinada, menos miedosa al riesgo, tener más impulso y valentía para hacer lo que mis entrañas me mueven a hacer... Sería difícil colocarme a detalle en aspectos laborales, de pareja o amistades. Hay planes que se esfuman y aparecen otros mejores. Considero que lo importante es tener claro qué quieres y avanzar. No importa el tiempo, no importa el reloj... las cosas llegan cuando estás preparado para ellas. A veces nuestra terquedad de ir hacia un lugar, nos impide darnos cuenta de que hay un rumbo más fascinante para nosotros.
Sin prisas. Avanza, llegarás a donde tienes qué. Cuando mires hacia atrás, todo lo que viviste te hará sentido, apreciarás las causas y efectos de cada detalle. Tenlo por seguro, la vida se va construyendo hoy.
Sólo no dejes de avanzar.
sábado, 7 de junio de 2014
Ser amigo
Todo mundo quiere tener un amigo, pocos se toman la molestia de ser uno
Frases. Recuperado de: http://www.frasescelebres.net/frases-de-amistad.html con fecha 7 de Junio de 2014
Ser amigo no es cosa fácil. Cuando establecemos una relación de amistad abrimos la puerta de nuestras vidas a otra persona. Una persona completamente independiente a ti, es decir, es una persona de fuera, un extraño que se vuelve familiar y al que le das de a poquito un sitio especial en tu vida. La amistad implica cercanía y proximidad. Te revelas tal cual eres frente a la otra persona, con la esperanza de que te acepte como eres, sin juicios, sin expectativas ni pretensiones. Genuinamente construye lazos de cariño contigo.
En la cercanía es fácil salir lastimado. He hablado de las relaciones de pareja, en las que precisamente el miedo al dolor no te permite abandonarte a la experiencia. En las amistades ocurre algo similar. Estás tan cerca de alguien, que lo que te lastima a ti, lastima al otro; lo que conforta a uno, conforta al otro. No se trata de compartir gustos e intereses idénticos, sino de comprender que los vínculos se estrechan y en la vivencia de la autenticidad de uno y el otro, es fácil que nuestra torpeza social hiera sin querer.
No medimos ni fingimos al ser amigos. No filtras lo que eres por quedar bien. Al menos no en una amistad real. Permanecen las líneas de respeto y un código mutuo que favorece la sana convivencia, pero en definitiva no tienes miedo de expresarte como eres. Por eso las amistades se vuelven entrañables, significan un refugio en el que te quitas las máscaras y no hay rechazo.
Precisamente ahí viene el reto que te lleva a crecer. Los malentendidos ocurren por errores absurdos de comunicación y puedes lastimar. Probablemente la otra persona querrá defenderse y hará algo por hacértelo notar. Si uno toma esas defensas como reacciones agresivas, se vuelve un ciclo de demostración de poder y fuerza, que sólo raspa lo que han tardado rato en generar. Ambos pierden sólo por eso. Si en cambio, ante los ataques uno reacciona con calma y empatía, colocándose verdaderamente en los zapatos del otro, podrá vislumbrar lo que ocurre en esencia y actuar armoniosamente para solucionarlo. La regla de "no engancharse" es vital en todos los aspectos de nuestra vida. Si la aplicas puedes ser mejor amigo del que creías que podías ser. Esta posición da una ventaja a la relación de amigos, porque preservará la amistad y no la destruirá o agredirá.
Si aceptas que la vulnerabilidad existe en una relación donde dos personas entregan lo que son para disfrutar y andar juntas el camino de la vida, no te sorprenderá cuando tu amigo(a) tenga un arrebato emocional que parece atacarte. Ser amigo es comprender que el otro tiene emociones que se accionan con ciertas palabras, inquietudes, problemas, pendientes o preocupaciones, y que está en ti escuchar sin un contraataque.
Mantener la calma y vivir en paz favorece el crecimiento y armonía de las relaciones de amistad que tienes y tendrás a futuro. Se un amigo en las buenas... y en las malas no te desesperes. Respira e identifica lo que está ocurriendo. Con serenidad se ven mejor las cosas y podrás actuar con certeza.
Disfruta a tus amigos y persevera en ser uno. Esta vida, como todo en ella, se disfruta más cuando tienes con quién compartirla.
Frases. Recuperado de: http://www.frasescelebres.net/frases-de-amistad.html con fecha 7 de Junio de 2014
Ser amigo no es cosa fácil. Cuando establecemos una relación de amistad abrimos la puerta de nuestras vidas a otra persona. Una persona completamente independiente a ti, es decir, es una persona de fuera, un extraño que se vuelve familiar y al que le das de a poquito un sitio especial en tu vida. La amistad implica cercanía y proximidad. Te revelas tal cual eres frente a la otra persona, con la esperanza de que te acepte como eres, sin juicios, sin expectativas ni pretensiones. Genuinamente construye lazos de cariño contigo.
En la cercanía es fácil salir lastimado. He hablado de las relaciones de pareja, en las que precisamente el miedo al dolor no te permite abandonarte a la experiencia. En las amistades ocurre algo similar. Estás tan cerca de alguien, que lo que te lastima a ti, lastima al otro; lo que conforta a uno, conforta al otro. No se trata de compartir gustos e intereses idénticos, sino de comprender que los vínculos se estrechan y en la vivencia de la autenticidad de uno y el otro, es fácil que nuestra torpeza social hiera sin querer.
No medimos ni fingimos al ser amigos. No filtras lo que eres por quedar bien. Al menos no en una amistad real. Permanecen las líneas de respeto y un código mutuo que favorece la sana convivencia, pero en definitiva no tienes miedo de expresarte como eres. Por eso las amistades se vuelven entrañables, significan un refugio en el que te quitas las máscaras y no hay rechazo.
Precisamente ahí viene el reto que te lleva a crecer. Los malentendidos ocurren por errores absurdos de comunicación y puedes lastimar. Probablemente la otra persona querrá defenderse y hará algo por hacértelo notar. Si uno toma esas defensas como reacciones agresivas, se vuelve un ciclo de demostración de poder y fuerza, que sólo raspa lo que han tardado rato en generar. Ambos pierden sólo por eso. Si en cambio, ante los ataques uno reacciona con calma y empatía, colocándose verdaderamente en los zapatos del otro, podrá vislumbrar lo que ocurre en esencia y actuar armoniosamente para solucionarlo. La regla de "no engancharse" es vital en todos los aspectos de nuestra vida. Si la aplicas puedes ser mejor amigo del que creías que podías ser. Esta posición da una ventaja a la relación de amigos, porque preservará la amistad y no la destruirá o agredirá.
Si aceptas que la vulnerabilidad existe en una relación donde dos personas entregan lo que son para disfrutar y andar juntas el camino de la vida, no te sorprenderá cuando tu amigo(a) tenga un arrebato emocional que parece atacarte. Ser amigo es comprender que el otro tiene emociones que se accionan con ciertas palabras, inquietudes, problemas, pendientes o preocupaciones, y que está en ti escuchar sin un contraataque.
Mantener la calma y vivir en paz favorece el crecimiento y armonía de las relaciones de amistad que tienes y tendrás a futuro. Se un amigo en las buenas... y en las malas no te desesperes. Respira e identifica lo que está ocurriendo. Con serenidad se ven mejor las cosas y podrás actuar con certeza.
Disfruta a tus amigos y persevera en ser uno. Esta vida, como todo en ella, se disfruta más cuando tienes con quién compartirla.
viernes, 6 de junio de 2014
Qué fácil es engañarte (3o. Parte)
Viernes de Relatos
Es viernes otra vez. Hoy la impotencia no me carcome. Estoy tranquila. He ocupado mi tarde en terminar los quehaceres del hogar. He puesto en orden los recovecos de mi habitación. Bajo el polvo acumulado en los recuerdos que han dejado tus detalles, he encontrado uno que me ha hecho llorar. Se trata de una carta tan breve y repleta de palabras que quiero creer verdad. ¿Es cierto que me quieres y añoras volver a verme cada vez que nos despedimos? Los viernes no parece ser así.
La releo descifrando los secretos, pero en vano. Ningún código oculto que requiera de mi destreza. Me aferro a ella doblándola con mis manos y apretándola contra mi pecho. Quiero creer... quiero creer.
Suena mi celular. La rutina de engaño me espera sin detenerse a cuestionar si hoy tengo ganas de repetirla. No me apetece salir de casa, pero la carrera que emprendí es difícil detenerla. La inercia me mueve a su voluntad y la noche la desgasto fingiendo que me encuentro satisfecha.
Mirando el cielo desde mi ventana, me atrapo repasando mi fechoría e imaginando dónde podría estar él. Un ligero remordimiento brotó en mi conciencia. Un misterio sin resolver nubló mi mente. Sed de respuestas, intenciones de hallar la verdad. Las prolongadas insistencias de llamadas sin contestar, desesperantes ausencias que no soporto más. Mi remedio no perdura y su sabor se amarga. Siento deseos de no beber más.
Es momento de ir más allá.
Es viernes otra vez. Hoy la impotencia no me carcome. Estoy tranquila. He ocupado mi tarde en terminar los quehaceres del hogar. He puesto en orden los recovecos de mi habitación. Bajo el polvo acumulado en los recuerdos que han dejado tus detalles, he encontrado uno que me ha hecho llorar. Se trata de una carta tan breve y repleta de palabras que quiero creer verdad. ¿Es cierto que me quieres y añoras volver a verme cada vez que nos despedimos? Los viernes no parece ser así.
La releo descifrando los secretos, pero en vano. Ningún código oculto que requiera de mi destreza. Me aferro a ella doblándola con mis manos y apretándola contra mi pecho. Quiero creer... quiero creer.
Suena mi celular. La rutina de engaño me espera sin detenerse a cuestionar si hoy tengo ganas de repetirla. No me apetece salir de casa, pero la carrera que emprendí es difícil detenerla. La inercia me mueve a su voluntad y la noche la desgasto fingiendo que me encuentro satisfecha.
Mirando el cielo desde mi ventana, me atrapo repasando mi fechoría e imaginando dónde podría estar él. Un ligero remordimiento brotó en mi conciencia. Un misterio sin resolver nubló mi mente. Sed de respuestas, intenciones de hallar la verdad. Las prolongadas insistencias de llamadas sin contestar, desesperantes ausencias que no soporto más. Mi remedio no perdura y su sabor se amarga. Siento deseos de no beber más.
Es momento de ir más allá.
jueves, 5 de junio de 2014
Ser líder
Los líderes sobresalientes salen de su camino para potenciar el autoestima de su personal. Si las personas creen en sí mismas, es increíble lo que pueden lograr.
Sam Walton, fundador de Walmart y Sam's Club
Soyentrepreneur.com Recuperado de: http://www.soyentrepreneur.com/25148-10-grandes-frases-de-liderazgo.html con fecha de 5 de junio de 2014
Estar en una posición de alta jerarquía en un sitio que requiere de ti para conducirse exige mucho trabajo personal. Tus palabras son escuchadas en la medida en que son congruentes con lo que tú haces. La confianza se construye a partir de las certezas y coherencias que brindas a las personas. Tu liderazgo se ejercita en función a cuánto te atreves a creer en tu tarea y en la gente que te rodea. Tu autoridad se gana, no con gritos y aspavientos, sino con integridad personal.
Tener un grupo de personas a las que sólo tratas de obligar a actuar no trasciende ni transforma. Aquellos que recurren al escarmiento y a infundir el terror minimizando al otro, no consiguen consolidar los valores que perduran y ayudan a crecer a las personas.
Eres tan grande como lo es tu equipo, y precisamente en esa mirada yace uno de los secretos de ser líder.
Para potencializar las aptitudes de las personas que son responsabilidad tuya, es necesario que seas capaz de observar, escuchar y dialogar. Tus ojos debes afinarlos para detectar las virtudes y defectos. Debes aprender a escuchar lo que te es dicho y lo que es callado; y sobre todo, aprender a pronunciar palabras atinadas, precisas, claras y contundentes al momento de comunicarte.
Inspirar a los demás a hacer lo suyo tiene que ver en buena parte en cómo te manejas tú mismo. Predicar con el ejemplo arrastra, como se dice popularmente. Estás a la vista de todos, tal cual eres. Enseñas con tu presencia y modo de conducirte una alternativa de comportamiento. Por ello, lo conveniente es que seas tú quien guarde la calma, promueva un ambiente de respeto, demuestre esfuerzo y dedicación en todo lo que hace, no reaccione visceralmente ante los problemas y tenga la objetividad para tomar decisiones acertadas. Que seas capaz de no tomarte a personal lo que ocurre y las retroalimentaciones negativas, que no enciendas las luces de tu aparador y protagonismo, sino que sean los demás los que las encienden debido a que ellos reconocen tu liderazgo.
Ser coherente en todo momento, no quebrarse. Tener claro qué quieres y tras de qué vas. Y tal vez, lo más importante, tener claro a qué sirves tú. Comprender que lo que haces es por una razón más grande que tu propio ego. Dimensionar que tus talentos y los de otros se ponen al servicio de algo más grande: eso por lo que tú te desvives y trabajas cada día.
Si en ello eres coherente contigo mismo, lograrás inspirar a que otros lo sean también.
Sam Walton, fundador de Walmart y Sam's Club
Soyentrepreneur.com Recuperado de: http://www.soyentrepreneur.com/25148-10-grandes-frases-de-liderazgo.html con fecha de 5 de junio de 2014
Estar en una posición de alta jerarquía en un sitio que requiere de ti para conducirse exige mucho trabajo personal. Tus palabras son escuchadas en la medida en que son congruentes con lo que tú haces. La confianza se construye a partir de las certezas y coherencias que brindas a las personas. Tu liderazgo se ejercita en función a cuánto te atreves a creer en tu tarea y en la gente que te rodea. Tu autoridad se gana, no con gritos y aspavientos, sino con integridad personal.
Tener un grupo de personas a las que sólo tratas de obligar a actuar no trasciende ni transforma. Aquellos que recurren al escarmiento y a infundir el terror minimizando al otro, no consiguen consolidar los valores que perduran y ayudan a crecer a las personas.
Eres tan grande como lo es tu equipo, y precisamente en esa mirada yace uno de los secretos de ser líder.
Para potencializar las aptitudes de las personas que son responsabilidad tuya, es necesario que seas capaz de observar, escuchar y dialogar. Tus ojos debes afinarlos para detectar las virtudes y defectos. Debes aprender a escuchar lo que te es dicho y lo que es callado; y sobre todo, aprender a pronunciar palabras atinadas, precisas, claras y contundentes al momento de comunicarte.
Inspirar a los demás a hacer lo suyo tiene que ver en buena parte en cómo te manejas tú mismo. Predicar con el ejemplo arrastra, como se dice popularmente. Estás a la vista de todos, tal cual eres. Enseñas con tu presencia y modo de conducirte una alternativa de comportamiento. Por ello, lo conveniente es que seas tú quien guarde la calma, promueva un ambiente de respeto, demuestre esfuerzo y dedicación en todo lo que hace, no reaccione visceralmente ante los problemas y tenga la objetividad para tomar decisiones acertadas. Que seas capaz de no tomarte a personal lo que ocurre y las retroalimentaciones negativas, que no enciendas las luces de tu aparador y protagonismo, sino que sean los demás los que las encienden debido a que ellos reconocen tu liderazgo.
Ser coherente en todo momento, no quebrarse. Tener claro qué quieres y tras de qué vas. Y tal vez, lo más importante, tener claro a qué sirves tú. Comprender que lo que haces es por una razón más grande que tu propio ego. Dimensionar que tus talentos y los de otros se ponen al servicio de algo más grande: eso por lo que tú te desvives y trabajas cada día.
Si en ello eres coherente contigo mismo, lograrás inspirar a que otros lo sean también.
miércoles, 4 de junio de 2014
El lío de comunicarse
Lo más importante de la comunicación, es escuchar lo que no se dice.
Peter Drucker
Frases y pensamientos. Recuperado en http://www.frasesypensamientos.com.ar/frases-de-comunicacion.html con fecha 4 de Junio de 2014
Comunicarse no debiera ser difícil. Es simple: dices lo que piensas, eliges las palabras con cautela, cuidas la emoción para evitar ser visceral y te aseguras de que tu cuerpo acompañe lo que hablas para que tanto tu lenguaje no verbal como el verbal se hallen en la misma sintonía. El lugar y el momento, los escoges para que favorezcan tu mensaje. Entonces, ¿por qué no resulta cuando hay que hacerlo?
Las vicisitudes de la vida entorpecen la comunicación. A veces nos dejamos ganar por las emociones, a veces no tenemos muy claro lo que queremos y otras veces, buscamos el espacio para comunicarnos para empezar a dilucidar el mensaje que ni siquiera hemos identificado para transmitir.
Para hablar hay que pensar antes, y en eso quisiera centrarme ahora. Si la comunicación contigo mismo es un lío, será complicado que logres decirle algo a alguien, pues ni tú tienes la certeza del propósito de la conversación. Si tu interlocutor está en esa situación, tendrás que ser muy inteligente para captar el embrollo y ayudarle a desenredarlo.
A veces no decimos todo lo que queremos por no saber cómo decirlo o por no querer lastimar. Y aún cuando nosotros podemos tener preparado el mensaje, a veces vale la pena detenernos para entender los silencios y titubeos del otro. La escucha es indispensable para situarse ambos en el mismo canal. La paciencia.... ni se diga. Luego queremos apresurarnos a llegar a nuestro punto, pero la conversación requiere de dos, por lo que a uno de ellos no se le puede dejar fuera.
Para tener una buena charla, es importante pensar primero con nosotros mismos. Al menos en ocasiones trascendentales donde habrá una negociación o una planteamiento vital. Como quiera en otras cosas el riesgo lo perdonamos. Sin embargo, para lo que dimensionamos muy importante, valdría la pena ensayar las palabras, elegir las frases, buscar el mejor tono de voz y lo más importante: respirar y mantener la calma. Con esto último, podemos ser capaces de "sentir al otro" y entender desde dónde nos habla. Esta información podría suponer una ventaja para la comprensión y la empatía. Para lograrlo, hay que estar en paz, de otro modo conectar con la otra persona será difícil. Hay que procurar evitar la manipulación, no es el propósito, pero si se puede guiar al otro para ayudarlo a asincerarse y disponerlo para una buena comunicación, auguraremos el éxito de ésta.
La mayoría de los conflictos suceden por no saber comunicarse. Es una práctica que aparentemente hacemos a diario, pero perfeccionarla requiere de nuestra conciencia y monitoreo constante. Vale la pena dedicarle esta atención. Nos podemos evitar malentendidos y frustraciones.
Así cada cosa salida de nuestros labios nos dejará un buen sabor de boca.
Peter Drucker
Frases y pensamientos. Recuperado en http://www.frasesypensamientos.com.ar/frases-de-comunicacion.html con fecha 4 de Junio de 2014
Comunicarse no debiera ser difícil. Es simple: dices lo que piensas, eliges las palabras con cautela, cuidas la emoción para evitar ser visceral y te aseguras de que tu cuerpo acompañe lo que hablas para que tanto tu lenguaje no verbal como el verbal se hallen en la misma sintonía. El lugar y el momento, los escoges para que favorezcan tu mensaje. Entonces, ¿por qué no resulta cuando hay que hacerlo?
Las vicisitudes de la vida entorpecen la comunicación. A veces nos dejamos ganar por las emociones, a veces no tenemos muy claro lo que queremos y otras veces, buscamos el espacio para comunicarnos para empezar a dilucidar el mensaje que ni siquiera hemos identificado para transmitir.
Para hablar hay que pensar antes, y en eso quisiera centrarme ahora. Si la comunicación contigo mismo es un lío, será complicado que logres decirle algo a alguien, pues ni tú tienes la certeza del propósito de la conversación. Si tu interlocutor está en esa situación, tendrás que ser muy inteligente para captar el embrollo y ayudarle a desenredarlo.
A veces no decimos todo lo que queremos por no saber cómo decirlo o por no querer lastimar. Y aún cuando nosotros podemos tener preparado el mensaje, a veces vale la pena detenernos para entender los silencios y titubeos del otro. La escucha es indispensable para situarse ambos en el mismo canal. La paciencia.... ni se diga. Luego queremos apresurarnos a llegar a nuestro punto, pero la conversación requiere de dos, por lo que a uno de ellos no se le puede dejar fuera.
Para tener una buena charla, es importante pensar primero con nosotros mismos. Al menos en ocasiones trascendentales donde habrá una negociación o una planteamiento vital. Como quiera en otras cosas el riesgo lo perdonamos. Sin embargo, para lo que dimensionamos muy importante, valdría la pena ensayar las palabras, elegir las frases, buscar el mejor tono de voz y lo más importante: respirar y mantener la calma. Con esto último, podemos ser capaces de "sentir al otro" y entender desde dónde nos habla. Esta información podría suponer una ventaja para la comprensión y la empatía. Para lograrlo, hay que estar en paz, de otro modo conectar con la otra persona será difícil. Hay que procurar evitar la manipulación, no es el propósito, pero si se puede guiar al otro para ayudarlo a asincerarse y disponerlo para una buena comunicación, auguraremos el éxito de ésta.
La mayoría de los conflictos suceden por no saber comunicarse. Es una práctica que aparentemente hacemos a diario, pero perfeccionarla requiere de nuestra conciencia y monitoreo constante. Vale la pena dedicarle esta atención. Nos podemos evitar malentendidos y frustraciones.
Así cada cosa salida de nuestros labios nos dejará un buen sabor de boca.
martes, 3 de junio de 2014
A veces te extraño
Un día te levantas y te percatas de que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo viste. Las estaciones han seguido su marcha y han rotado tantas veces que los años han puesto distancia en los recuerdos que has dejado atrás. Si quieres revisitar esas memorias tienes que desempolvarlas un poco, huelen a viejo y se han tornado amarillentas. Son frágiles y se pueden romper al primer contacto.
Sientes deseos de mirar atrás, aunque sabes que tus ojos están bien posicionados en el lado del horizonte donde sale el sol. Aunque a tus espaldas has dejado el dolor, la victoria inminente de tu andar añora echar un vistazo, sólo para fortalecerte y asegurarte de que has tomado una decisión correcta.
Verlo otra vez en tus recuerdos significa revivir absolutamente todo. Desde aquello que te robó el aliento en inimaginables sonrisas, hasta aquello que te destrozó el corazón en un llanto arrebatador. Sería regresar unas páginas en tu libro de la vida. Sólo quieres comprender, sólo quieres consolar tus ganas. Sólo pretendes encontrar lo que te mantuvo con él tanto tiempo y lo que te hizo elegir avanzar sin él.
Los recuerdos se asoman curiosos. Lo que hoy vives ha sido marcado por ellos. Te han dado un rumbo y dirección. Son esos momentos que abandonaste en el pasado los que te han otorgado la libertad que hoy gozas. Te han concedido conquistar la tranquilidad que ansiabas cunado los atravesaste. Y ahora, que los miras de lejos, es fácil extrañarlos aún cuando sabes que te hicieron daño.
La valentía que hoy te inspira, es de la que carecías. Supones que hubieras podido actuar diferente y deseas desempeñarte mejor recuperando los instantes perdidos. Quieres tomar esos recuerdos y hacerlos tu presente, pero ya no puedes. Lo decidiste una vez, los cortaste de tajo un día; ese día en que dijiste "no más".
Y aún así hoy les extrañas y les quieres de vuelta.
Sucede sólo cuando flaqueas y te da miedo seguir el nuevo camino que has trazado.
Confía. Allá donde parece empezar a amanecer, te espera algo mejor que lo de ayer.
lunes, 2 de junio de 2014
Amar puede dar miedo
Dicen que caerse es parte de la vida. Es una metáfora que representa esos aparentes fracasos que invaden nuestras vidas. No nos caemos literalmente al piso, pero las situaciones que nos hacen perder, duelen igual o peor que ese golpe provocado si nuestro cuerpo chocara contra el suelo.
Tener miedo a caer es lo que nos detiene. Sabes que si corres podrías caer. Si te abandonas y te sueltas un poco de esos pasos aferrados llenos de seguridad, existe el riesgo de tropezar. El exceso de cautela y anticipación de lo que no ha sucedido siquiera son tus enemigos, y por no vencerlos, nos podemos perder de sentir la brisa jugando con nuestro cabello y la sensación de completa libertad.
Ese miedo a caer está presente en muchas de nuestras actividades. También lo está al enamorarte. Es común escuchar decir "no me vuelo a enamorar" precisamente por el miedo a volver a caer. Es más, ya metidos en una relación, la posibilidad de presentarnos enteramente vulnerables ante la otra persona nos evoca ese mismo miedo. Tenemos miedo a salir lastimados y amamos midiendo el terreno, sin entregarnos a la experiencia. Las peleas, las discusiones, los malentendidos y todo lo que puede ocasionarnos un disgusto, se sienten como tropezones que nos recuerdan que podemos caer. Libramos a cuenta gotas la caída si recuperamos el equilibrio, pero la idea está ahí, latente.
A veces resulta más sencillo aceptar las caídas de la vida en otros ámbitos. La escuela o el trabajo parecen más fáciles de manejar, pero cuando nuestro corazón y lo que somos está inmerso en el asunto, nuestro instinto de autoprotección no nos deja en paz. Levantarse de esas caídas que golpean directamente al corazón requieren más de nosotros mismos. Capacidad de perdonar, porque usualmente las discusiones más torpes son las que dañan más; y en su torpeza sólo nos recuerdan que necesitamos esforzarnos y aprender a comunicarnos. Perseverancia, porque en la medida que valores lo ocurrido, podrás decidir si la discusión amerita o no abandonar. Y lo más importante, tener claro que si has decidido amar (porque es una decisión que realizas a diario voluntariamente) has de apelar a las razones trascendentales que te llevaron a ello. No por desdén y búsqueda de comodidad se vale claudicar. Amar requiere que te superes día a día sin soltar la mano que has elegido sujetar.
Es difícil no caer. La vida está hecha para que caigas y te levantes. De otro modo: no podrías forjar todo tu potencial. Ser quien puedes ser. Sólo se descubre eso en el fracaso, no en el éxito. Así en el amor: tienes que caerte y levantarte, para descubrir que cada vez que lo haces quedas más cercano e íntimamente unido al otro. Si verdaderamente amas descubres que las caídas son para acercarse, no para alejarse.
Por eso "amar" no es algo que brota de un sentimiento bonito y una sensación curiosa en el estómago; pues requiere de todo lo que eres. Te pone a prueba y te hará crecer. Tú eliges a quién amar y por quién harás todo lo que esto implica. Necesitas un corazón grande y mucho trabajo personal de tu parte.
Elige bien... elige bien, para que honres tus palabras si alguna vez dices: "Te amo".
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