¿Alguna vez has escrito una carta al futuro? Esa clase de cartas que son
para ti o alguien más, a las que escribes una advertencia que dictamina que
deberán leerse pasados unos meses o unos años. Esa clase de cartas que llenas
de mensajes, consejos, sueños y aprendizajes, que en el futuro habrán de servir
de reflexión para lo que has dejado atrás y lo que avanzaste en ese tiempo.
Las cartas en el tiempo son emocionantes. Una vez me dediqué una carta
que debía abrir hasta que transcurrieran diez años. Al inicio creí que no
tendría sentido hacerlo, porque cada día que pasaba recordaba con detalle lo
que había escrito ahí. ¿Entonces cuál era el sentido de hacerlo? Sin embargo
los meses avanzaron, luego los años y poco a poco fui olvidando lo que escribí.
El día en que debía abrirla la busqué, eso sí, mi consejo: deben guardarla
donde no la tengan a la mano, pero que sea accesible para no olvidarla. Ahí
estaba yo con mi carta enviada desde mi pasado. Escrita con mis propias manos y
con mi voz. Lo curioso fue descubrir que aún cuando se trataba de la misma
persona, simplemente no nos escuchábamos igual.
Sí era como hablar con alguien más joven, más soñadora y más ingenua en
ciertos aspectos. La escribí siendo adolescente y leerla pasados mis veintiséis
años significaba una importante diferencia. Fue interesante dimensionar cuánto
había crecido y cuánto había conseguido realizar. Algunos sueños se concretaron
y otros implemente se desvanecieron. Algunos temores se disiparon y otras
creencias se moldearon. Me gustó descubrir que lo que me preocupaba más, visto
desde lejos, no era tan trascendental. Me hubiera gustado darme algunos
consejos, enviarme una carta al pasado para contarme que finalmente, todo había
resultado bien. Lo inconveniente es que esto no puede hacerse, sólo se pueden
enviar mensajes hacia adelante, no hacia atrás.
La única manera que tenemos de enterarnos de las cosas antes de que
sucedan, es escuchando a los mayores. No es un camino idéntico el que recorren,
pero en buena medida pueden servir para dilucidar nuestras decisiones más
importantes. Escuchar sus experiencias, conclusiones y aprendizajes, nos pueden
servir de referencia para elegir.
Me gusta el ejercicio de escribir al futuro. Tanto a amigos, como a mí
misma. A veces las cartas en el tiempo se abren cuando tú ya no estás ahí.
Entonces, de algún modo, te haces presente otra vez y perpetuas el mensaje que
alguna vez fue fuerte, poderoso y vigente. Es vencer la barrera del tiempo y
las circunstancias que te llevan a todos lados, menos a los que tú tienes
planeados. Es como sembrar una semilla, que crecerá algún día y alguien más
admirará lo que creció de ella.
Las cartas en el tiempo son sensacionales. Haz la prueba. Aguarda
pacientemente, y entre más largo sea el plazo, más significativo será el
mensaje. Escríbela con esmero, tómate tu tiempo. Después de todo, lo que envíes
al futuro, no puede ser cualquier cosa, debe ameritar el esfuerzo de esperar.
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