Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


viernes, 27 de junio de 2014

Qué fácil es engañarte (6o. Parte)

Viernes de Relatos

Otra vez no me concediste saber de ti. Otro viernes sin ti que sumo a la lista de eternos viernes en los que vives desaparecido y lejos de aquí.

Mi pasado intento de esperar a que llegaras a tu casa no me trajo ninguna respuesta. Esperé por ti hasta que amaneció. Pasé una noche fatal petrificada en mi asiento, entumida por el frío y con ganas de cenar algo. Mi lista de pendientes del sábado, que debían atenderse temprano, me hizo abandonar mi puesto de vigilancia. La única información que pude recolectar es que pasaste la noche fuera; lo que no apaciguó mi tortura.

Hoy titubeo. No quiero convertirme en tu acosadora. Intento mantener la poca cordura que me queda. La imposibilidad de tocarte me tiene vuelta loca y no sé cómo superar este enfermo trance. No puedo alcanzarte, no puedo encontrarte, es como si los viernes no existieras.

Él me ha contactado. Desea saber si hoy cederé a mis deseos más oscuros y le dejaré llevarme a la cama. Le he respondido vagamente, sin comprometerme a salir con él. Me tentó narrándome lo que haríamos escondidos en la oscuridad de la noche, alejados de toda conciencia y culpa. Por mucho que se me antojó el desahogue físico, le di una negativa. La sugerencia de cobrar venganza a una situación de engaño incierta me arrebató mis justificaciones.

El misterio de tus viernes me pone mal. Camino de un lado a otro en el pasillo y revuelvo mi ropa guardada en el cajón buscando tus detalles. Tropiezo con las paredes de mi casa y me persiguen los fantasmas de todas las teorías que me invento para explicar tu ausencia. Las repaso una a una y me piden evidencias para sostenerlas. Fracaso: no tengo pruebas de nada. Sólo hipótesis predecibles, sólo referentes cotidianos, pero no poseo pruebas para ninguna de ellas.

Sin pistas, sin ganas, me echo en mi cama y me pongo a pensar. Es junio y la lluvia hace de las suyas otra vez en mi ventana. Su golpeteo es fuerte e incesante. No se irá hasta que me combine con ella en un ánimo deprimente. La lluvia se ha robado el sol y lo poco que quedaba del día lo secuestraron las horas. Ha anochecido. Estoy sola, acurrucada sobre el edredón. Unas lágrimas se escapan de mis ojos y empapan mi almohada. Lucho contra mi propio juicio de tonta e ilusa. ¿Cuánto tiempo se puede estar así? Un año parece insano; y llevó más que eso.

Me quedo dormida; un poco más y será sábado.


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